Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

28. Un nuevo amigo

La mirada de Álvaro es una mezcla entre confusión y otro sentimiento que no puedo reconocer. Su presencia después de tanto tiempo, y de haberme hecho a la idea muchas veces de que no iba a volver a verlo, hacen que el estómago se me revuelva una vez más. 

—¿Qué haces aquí? 

—¿Por qué no me respondes? ¿Con quién dormiste anoche?

El tono que está usando no me gusta, se nota que está enojado. Pero ¿por qué? Él fue el que terminó conmigo por alguna extraña razón.

—Con... con un amigo. No lo conoces. Pero no pasó nada malo, salí a celebrar y me pasé de copas, él me estaba cuidando. —Sé que no tengo por qué darle explicaciones, pero no puedo evitar hacerlo.

—Ah, qué bien. Emborrachándote hasta dormir con un hombre.

Su actitud me choca. Mientras fuimos pareja jamás me celó, pero ahora que no somos nada, me hace reclamos sin sentido. 

—No dormí con él. Igual no es tu problema. Tú y yo ya no somos novios —respondo con rabia.

—Cierto, ni siquiera debería estar aquí. No vales la pena. —Arroja su copia de las llaves de mi apartamento sobre mi cama y sale del cuarto. Escucho que la puerta principal se cierra con fuerza.

Voy corriendo hacia la ventana que va a la calle y, cuando veo que sale, empiezo a gritarle con todas las fuerzas de mis pulmones:

—¡Lo que no vale la pena es el sexo contigo!

Un par de ancianas de cabello totalmente blanco que pasan por la acera del frente, se quedan mirándome como si estuvieran viendo al mismísimo Lucifer. Todos los colores del espectro de luz se suben a mi rostro y me agacho rápidamente para ocultarme de la vista de las señoras, o de cualquiera que haya escuchado lo que acabo de soltar por una mala combinación de resaca, rabia y frustración.

Pero como no tengo ánimo de caer nuevamente en la miseria por alguien que, pensándolo bien, es mi "peor es nada", prefiero pasar a solucionar otros problemas más importantes.

Tomo mi celular y abro el chat con uno de mis ex. Escribo este mensaje:

"Me hackearon. En realidad no, pero siento mucho haberte escrito ese mensaje, estaba algo tomadita. XD". Esperando que el XD sea lo suficientemente informal como para que lo tomen por el lado amable, copio y envío el mensaje a todos los que recibieron un mensaje mío en la madrugada, menos a Adrián. Su mensaje es diferente: "¿Podemos vernos?" Él tiene la suficiente importancia como para que aclaremos las cosas de frente, mirándonos a los ojos como los adultos que somos.

 Estoy todo el día pendiente de las respuestas de mis ex. Algunos se rien, otros parecen aliviados, y uno que otro se burla de mi estupidez. Pero el "en visto" de Adrián, me tiene en vela.

Ya estoy preocupada. ¿Y si saliendo de aquí lo atropelló un carro? ¿Si lo robaron y golpearon y dejaron que se desangrara en alguna calle oscura? ¿Si lo secuestraron los extraterrestres? Han pasado unos cuantos días y lo llamé, le escribí, y hasta lo stalkée en el almacén para saber si aun vive.  Y sí, está vivito y coleando e ignorándome por todos los medios.

Ya acabé todas mis clases y estoy buscando trabajo con mucho empeño. Quiero ocuparme y dejar de pensar en Adrián, en Álvaro y, en menor medida, en Axel. Me preocupa el entusiasmo que demostró ante el mensaje que le mandé cuando estaba borracha, y la decepción que trató de disimular cuando le expliqué lo que había pasado. Las fotos en mi Instagram empezaron a tener muchos likes de su parte, y en mis estados de Whatsapp su visto es siempre el primero. 

Luego de una entrevista de trabajo a la que asisto, me doy cuenta de que en mi nevera no hay ni tomates viejos. Tomo las llaves y aprovecho que no llueve, para ir a hacer mercado.

El mercadito al que me gusta ir queda a solo dos cuadras. Es tranquilo, casi nadie compra aquí, y esas son las dos razones por las que me hice una cliente fija. Amo las frutas que encuentro en este mercado. El dueño tiene también una finca con una variedad de sembrados; todo es orgánico. Don Jorge habla conmigo en la caja, cuando tiene poca clientela. "Las fábricas de alimentos hacen eso: fabricar. Y para fabricar algo se necesita de la química. Por eso cuando compras una manzana, te sabe a laboratorio. Todo lo que compras en los mercados locales son un montón de Frankensteins que parecen frutas y verduras. Menos aquí. Aquí las traemos de la mejor fábrica: la naturaleza" dice a todo el que tiene algo de tiempo para escucharlo.

Mientras escojo las naranjas más jugosas para mis zumos mañaneros, frente a mí veo a alguien que parece esconderse detrás de la montaña frutal. Parece un hombre joven... Y logra que me entre la paranoia. Puede ser un delincuente, o alguien contratado por el ahora celoso Álvaro. ¿Que si era capaz de algo así? Quién sabe, pero últimamente siento que no lo conozco para nada.

Meto unas cuantas naranjas en la bolsa y, con rapidez, me muevo hasta el siguiente cerro de verduras. El personaje misterioso también se mueve. Esto ya no me está gustando.

No puedo ver la cara del personaje, pero entonces se me ocurre una idea. Tomo unos cuantos tomates de la pila frente a mí y me meto por uno de los pasillos del supermercado, aparentando total tranquilidad al hacer mi mercado. Justo como pensé, el personaje se mete por el mismo pasillo y queda a mi merced para agarrarlo a tomatazo limpio.

—¡¿Quién demonios eres?! ¿Por qué me persigues? ¡Pervertido!

Para tener manos pequeñas, agarré un montón de tomates. Al ser orgánicos, estos son más jugosos de lo normal y los arrojo con tanta fuerza que el pobre hombre —no, pobre no, el imbécil— parece salido de la escena de un crimen.

—¡Basta, vecina, basta! ¡Lo siento!

Don Jorge deja la caja y en pocos segundos llega con un bate de baseball a mi lado.

—¿Este niñito la está molestando? —Su ira se nota en la vena que tiene brotada en toda la sien. Parece que le dará un aneurisma en cualquier momento.

—Don Jorge, tranquilo... —Trato de calmarlo, el hombre me cae bien y no quiero que caiga fulminado aquí mismo.

—Señor... Ella es mi vecina...

—¿De qué estás hablando, loco? —Le tiro otro tomatazo para que deje de decir bobadas.

—Soy el que vive frente a tu edificio, el que te escribe carteles con frases graciosas por la ventana... —dice mientras cubre con sus brazos lo que puede de su cuerpo y su cabeza.

Trato de verlo mejor pero sigue cubriéndose, así que tomo sus brazos y los muevo un poco. Efectivamente, lo reconozco como el vecino de al frente.

—¿Y qué haces siguiéndome como un acosador?

—Si está todo bien, regresaré a la caja. ¡Pero este bebé estará listo para defenderla si el vecinito se pasa de atrevido! —exclama don Jorge moviendo su bate para que el mensaje quede claro.

—Lo siento, no quería asustarte. Supongo que... me puse nervioso —confiesa el muchacho mientras trata de limpiarse los restos de tomate que tiene encima.

—¿Y qué esperabas si te comportas como todo un secuestrador? —Sueno muy condescendiente, es tan joven que siento estar hablando con uno de mis primitos pequeños. Trato de calmarme y entenderlo un poco—. Siento haberte hecho las de San Fermín.

—¿Qué cosa?

—¿No has visto lo que hacen en San Fermín, España? Se bañan todos en tomate y luego los persigue un toro. Claro, enojado por el rojo de los tomates.

—Pero eso no es San Fermín; o mejor dicho, sí pero sin los tomates. Lo de los tomates se llama Tomatina y se hace en otra fecha y otro lugar de España —dice muy convencido.

—Ay, no sabía que ahora Einstein se dedicaba a perseguir mujeres en los mercaditos...

—¿Einstein? Era físico, no creo que se interesara mucho por la geografía o la historia cultural de...

—¡Pues créeme que se interesaría por la gravedad de este tomate! —grito y le arrojo un nuevo fruto.

—¡El de la gravedad era Newton!

Si hay algo que odie en la vida es a los sabelotodo petulantes. Bueno, este no tiene cara de saberlo todo, pero odio que me lleven la contraria o que me corrijan mientras estoy discutiendo. Lo irónico es que esto pasa muy a menudo pues cuando me enojo, pierdo toda mi capacidad de enlazar pensamientos de una manera coherente, y en varias ocasiones he dicho burradas peores que ésta.

Con toda mi ira, le vuelvo a arrojar un tomate y me alejo de él lo más rápido posible. 

—¡Espera! —me llamaba el muchacho mientras yo acelero mi paso.

Finalmente me alcanza y, con su mano sobre mi hombro, me detiene. 

—Lo siento, de nuevo. ¿Podemos volver a empezar? Mucho gusto, mi nombre es Samuel Bonachera. —Me extiende su mano para presentarse.

—Scarlett Alcalá. —Estrecho su mano, dejando salir un suspiro de resignación.

—¡Qué bello nombre! ¿Te acompaño a la caja? Yo pagaré por los tomates. Después de todo, los llevo puestos...

Suelta una risa discreta y, a pesar de que lucho contra mi voluntad, me hace sonreír.

Me acompaña a la caja y se ofrece a pagar los tomates, tal como lo sugirió. Don Jorge empieza a echarle indirectas: que si debería pagarme todo el mercado por interrumpir un momento de tranquilidad, que si es mi vecino de verdad sería lo mínimo que debería hacer para disculparse... Y cuando nota que Samuel no lo está viendo, me guiña el ojo con complicidad. Yo insisto en que no es necesario, y giro varias veces mis ojos para que don Jorge se de cuenta de que no estoy de acuerdo con aprovechar la situación para sacar ventaja de un muchacho que a duras penas tendrá para pagar el bus que lo lleva a la universidad. Aunque si vive en mi mismo barrio, se puede pensar que no le faltan recursos económicos, pero no me gusta juzgar a nadie sin conocerlo. 

Como no le permito pagar nada, insiste en cargar mi bolsa hasta el apartamento. En eso sí estoy de acuerdo, un poco de caballerosidad de vez en cuando es apreciada. Mientras caminamos, me cuenta que vive con su hermano mayor, que está a punto de graduarse del colegio y que quiere entrar a estudiar diseño gráfico. No tiene novia y se la pasa todo el día encerrado en su apartamento estudiando, o con sus videojuegos. Sus padres viven fuera del país y, aunque tratan de verse mínimo una vez al año, ya llevan dos años sin encontrarse. 

Mientras escucho su historia, algo hace clic en mi cabeza y recuerdo algo.

—¿Eres el hermano de Óliver?

—Sí, ¿lo conoces?

—Lo conocí hace unos días y me habló de ti. Por cierto, gracias por preocuparte por mi amiga y por mí cuando estábamos haciendo el ridículo por la ventana.

—No voy a negar que me encanta  verte hacer el ridículo, pero siempre hay que hacerlo con todas las medidas de seguridad. Y caerse de ebria no es una de ellas... —ríe.

—Ay, qué vergüenza... Ni me recuerdes esa noche. —Aunque debería, pues yo no me acuerdo de mucho—. Pero, en fin, gracias.

No responde nada pero me mira con una sonrisa.

—¿Y extrañas mucho a tus padres? —Cambiar de tema es mejor que recordar mis vergüenzas.

—A mi mamá... Con mi papá no he tenido la mejor relación de la vida. Mi hermano siempre se llevó mejor con él. 

—Debe ser muy aburrido estar encerrado todo el tiempo en ese apartamento, solo hasta que llega tu hermano y te hace algo de compañía...

—Ni tan aburrido; tengo una vecina muy loca que se pasea desnuda por su apartamento y la puedo ver por la ventana.

—¿Esa vecina soy yo? 

Cuando asiente, meto mi mano dentro de la bolsa que él aún carga y busco algo con desesperación. 

—¿Qué pasa? —pregunta.

—Que no encuentro los tomates... y tengo muchas ganas de lanzar uno en estos momentos. 

—¡Oye! —Baja la bolsa para que mi mano no quede al alcance de su contenido—. ¡No más tomates, por favor! Me duele que la comida se desperdicie de esa manera...

Por un lado tiene razón, aunque yo no hablaba en serio. Eso, sin embargo, me hace pensar en algo.

—¿Ya almorzaste?

—Eh, pues... estaba en el mercado comprando algo para hacerme un sandwich, pero con la tomatina y todo lo que pasó se me olvidó. 

—Precisamente también yo iba a almorzar y es aburrido comer sola. ¿Me quieres acompañar? —El muchacho me cae bien y con todo lo que dice de estar solo todos los días, supongo que sus almuerzos y comidas siempre serían algo así: rápido de preparar pero poco nutritivo—. Eso sí, te advierto que la cocina no es uno de mis grandes dotes, pero me defiendo.

—No te preocupes, mi paladar no es muy exigente. ¿Puedo invitar a mí hermano? No le gusta almorzar solo, y hoy es su día conmigo.

—Claro que sí; dónde comen dos, comen tres.

—Tienes dichos de señora —se burla.

Algo dentro de mi pecho se quiebra. «Señora tu abuela».

—No es que yo tenga dichos de señora, es que tú estás muy joven para conocerlos —respondo indignada.

—¿Sabes que estoy bromeando, no?

—Supongo que ahora que nos conocemos, tendré que aguantarme el bullying en vivo y en directo.

Luego de limpiarse la boca con una servilleta, Samuel bebe un largo sorbo de jugo y suspira, como demostrando una enorme satisfacción. 

—Estaba delicioso... Para ser alguien que no es muy buena en la cocina, cocinas delicioso. Hermano, tiene que darte unas clases —dice en dirección a Óliver con una gran sonrisa.

—Que te enseñe a ti y así por fin cocinas tú.

—O los tres nos inscribimos a un curso de culinaria —propongo.

—Señora, ¿no conoce YouTube?

—Acabas de ganarte la lavada de la loza —respondo a Samuel con algo de rabia.

Los hermanos se ponen frente a frente de inmediato y empiezan un juego de "Piedra, papel o tijeras". Óliver pierde y se levanta de inmediato para recoger los platos. Los lleva a la cocina y comienza a lavarlos.

—¿Y eso qué fue?

—Siempre usamos "Piedra, papel o tijeras" para las labores hogareñas, excepto cocinar. Eso siempre lo hace Óliver pues dice que soy tan torpe que incendiaría el apartamento— responde Samuel—. Bueno, y ¿con quien le pusiste los cachos a tu novio?

Casi muero ahogada con mi propia saliva.

—¿Y por qué tengo que ser yo la infiel? ¿Por qué no me preguntas si él me puso a mí los cachos?

—Porque el atractivo siempre es el que engaña. Y ese novio tuyo tenía mucha suerte de tener una novia como tú. No creo que el universo conspire de esa manera a su favor dos veces. Bueno, eso y que gritaba por la ventana: "Álvaro, perdóname. No quise decir que lo tenías chiquito".

Ahora sí quiero morir de la vergüenza.

—Pero no tienes por qué avergonzarte, todos decimos locuras cuando estamos borrachos... —continúa.

«Sí, claro. Borrachos...»

—Pero si tú no tienes ni edad para emborracharte. 

—Es lo que le digo todos los viernes... —grita Óliver desde la cocina.

—Lo que me faltaba, otra a la que ya se le olvidó cómo es la adolescencia... —refunfuña Samuel.

Me da risa tener esta discusión con alguien a quien acabo de conocer. Pasamos el resto de la tarde en una conversación muy agradable con los hermanos Bonachera, hablando de nuestras vidas, y sobre todo, haciéndole bullying a Samuel por ser menor que nosotros.

Mi alma siente un poquito de tranquilidad porque por primera vez soy yo quien lo molesta, no él a mí.

Después de la partida de los hermanos, veo como tres películas en Netflix y cuando me doy cuenta, ya son las 2:30 de la mañana. Apago todo para tratar de dormirme pues no quiero sufrir dolores de cabeza mañana, hasta que un mensaje entra a mi celular:

"Te extraño. Nunca debí dejarte ir"

Y cuando veo el remitente, sé que no podré dormir en toda la noche.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro