23. Una sorpresa
Aunque en todo el semestre nunca utilizó ese método, justo hoy, a Suárez le da por llamar en orden alfabético invertido a todos sus estudiantes para entregar el calendario correspondiente.
Por ser de apellido Alcalá, soy la primera de la lista. Pero hoy, justo hoy que quiero salir rápido de esto y saber cuál será mi nota final, soy la última. Todos mis compañeros muestran con orgullo sus calendarios. Hay unos mejores que otros, mi preferido es el de Mota: sitios turísticos. El hombre se comprometió bastante y viajó por toda Colombia. Su calendario incluye playas, desiertos, montañas, ríos, hasta nieve. Tuvo que gastarse un dineral, pero afortunadamente su familia es adinerada y puede darse ese lujo.
Otros compañeros fueron más básicos, e incluso hay trabajos que me parecen mediocres, y a pesar de eso sacan buena calificación. Eso me da esperanzas sobre mis resultados, la mía debe ser una excelente nota en comparación.
A Lau le va muy bien, su calendario es hermoso. Suárez le pone la mejor nota y mi amiga regresa feliz a mi lado, luego de presentar su trabajo frente a toda la clase.
Cuando llega mi turno, todos están pendientes, con los ojos abiertotes como si fueran a ver despegar un cohete. No sé si es mi impresión, pero la clase entera parece saber las ansias que tiene Suárez por reprobarme. O no sé si es curiosidad por ver a mis ex, o por escuchar mi historia de cómo fue la experiencia —porque cada alumno al presentar su trabajo debe hablar del proceso— pero el caso es que nadie se va del salón a pesar de la indicación del profesor de que el que iba presentando se podía ir.
Me paro frente a todos, voy mostrando mes por mes, diciendo el nombre del modelo y a qué se dedica. Enero causa una gran conmoción entre mis compañeras, cuando ven que el modelo es una estrella de rock. Me sorprendió que ninguna lo reconociera cuando les mostré las fotos que guardaba en mi billetera; aunque, para ser justas, la foto que tenía de Mau era una bastante vieja. Muchos no lo reconocerían en esa foto, sobre todo porque creo que no dura ni una semana con el mismo look desde el 2005.
Luego de unos minutos en los que tengo que esperar que terminen de hacer preguntas sobre él, sigo con los demás meses. Cuando voy a comenzar a hablar de marzo, el profesor me interrumpe.
—Señorita Alcalá, no escuché la historia de cómo se conoció con enero y febrero. Y por qué terminaron.
—Bueno, pues... como a los demás que fotografiaron personas no se les pidió tanta información, supuse...
—En mi clase no suponga nada. Para juzgar su trabajo, me hace falta más información. Por favor, regrese y cuéntenos sobre enero y febrero.
Creo que mi cara se pone roja de la rabia y la vergüenza. No quiero contar tantos detalles de mi vida privada. ¿Está permitido que el profesor use un trabajo para saber tanto sobre mí? Lo odio. Con toda mi alma. Lo odio más que el día que me puso el trabajo, más que cuando dijo que sabía que iba a renunciar, más que cuando hizo la observación de que mis avances eran lentos, lo odio como no recuerdo haber odiado a nadie.
Pero no le daré la satisfacción de verme fracasar. He soportado mucho y llegado muy lejos como para darle ese gusto. Así que tomo aire, y regreso a enero, a contar la historia de como Mau y yo nos conocimos.
Duro más de media hora rodeada de mis compañeras de clase, quienes se mueren por saber más sobre mis relaciones, especialmente con Mau. Algunas de las chicas con quienes celebré mi cumpleaños solo se acercan y me felicitan por el buen trabajo fotográfico. Las otras salen del salón, felices de que este haya sido el trabajo final de la materia.
Yo estoy feliz de haberle cerrado la boca a Suárez, y que no hubiera tenido más remedio que darle una nota perfecta a mi calendario. Además, saber que por fin terminé de lidiar con esos estúpidos de mis ex, es la cereza de mi helado de felicidad.
Al salir de la clase, Laura me da un enorme abrazo.
—¡Mi Scaaaaar! —grita tan emocionada que todo el mundo voltea a mirarnos—, yo sabía que el desgraciado de Suárez no podía ponerte menos de cinco. ¡Es que ese calendario es perfecto! Nadie más presentó algo tan profesional como tú.
—¡El tuyo también está hermoso! Ah, pero dejando la modestia al lado, ¡el mío sí fue el mejor! —Ambas reímos y paso un brazo por encima de su hombro—. ¿Y a dónde vamos a ir a celebrar?
—Mmm, pues de eso quería hablarte...
—Ay, no. No me digas que me vas a cancelar la celebración —respondo muy decepcionada.
—No, cancelar no, pero sí correr. Es que tengo que ir a hacerle unas diligencias a mi mamá. Si quieres me acompañas y más bien salimos el viernes. A donde tú quieras.
—Yo quería salir hoy... —Exagero mi puchero de niña consentida.
—Sí, Scarlita, lo siento. Pero te prometo que el viernes te compenso. ¿A dónde te gustaría ir?
—Pues, no sé. Podemos ir a Crepes a comer helado... —respondo.
—Bueno, si es lo que quieres. Te prometo que pediremos el helado más grande del mundo.
Acepto a regañadientes y la acompaño a hacer sus diligencias.
El resto de la semana pasa tranquila, aunque la llegada del viernes me parece eterna. Tengo muchas ganas de tomarme algo con mi amiga, hace tiempo no tenemos una salida así, relajada, y la mejor excusa es celebrar que por fin estamos libres de Suárez y de ex.
Estaba anhelando tanto este momento para nosotras, que en la mañana usé unos ahorros que tenía para comprar ropa nueva. En mi tienda favorita encontré unos jeans que me hicieron sentir como Jennifer López cuando me los medí; mi trasero se ve increíble.
Busqué una blusa que le hiciera juego al pantalón, y aunque quería usar algo más bien rescatado ya que vamos solamente a comer helado, me enamoré a primera vista de una blusa azul rey con detalles en lentejuelas y un profundo escote, que me obliga a no usar nada por debajo. Me la medí y quise casarme con ella. Es sencillamente espectacular.
Sé que es demasiado para una salida de mujeres, pero no me importa. La usaré de todas formas, y por encima me pondré una chaqueta de cuero que le quite un poco lo llamativo y me cubra del frío.
Me siento hermosa. Por ahí dicen que el espejo no miente, y gracias a Dios que no lo hace porque me gusta mi reflejo. ¿O son las cámaras las que no mienten? ¿O los borrachos y los niños? En fin, estoy encantada con mi look y eso es lo importante.
—¡Scar! ¡Estás divina! —exclama Laura al verme.
Habíamos quedado de encontrarnos a las seis en la zona rosa, pero tan pronto nos vemos, me agarra del brazo y prácticamente me arrastra a un bar llamado Zona T Bogotá, diciéndome que se antojó de tomarse un cóctel y que el sitio tiene muy buenas reseñas en Google, aunque ella nunca ha entrado.
—Gracias, amiga. ¿No es demasiado para una salida de chicas?
—Para nada, mi ciela. Estás divina. —Me agarra de la mano y me lleva adentro del bar.
A pesar de ser temprano, el sitio tiene muy pocas mesas disponibles. Veo una cerca a la entrada y me dirijo hacia ella halando a mi amiga.
—No, no, no, es por acá. —Opone resistencia.
—Pero acá hay una mesa libre...
—Pero mi mesa favorita está por acá atrás.
—¿Mesa favorita? Me habías dicho que nunca habías venido...
—¡Sorpresa!
Antes de que pueda seguir protestándole a mi amiga por no sentarnos en la mesa que yo había visto, escucho gritar a varias personas y me cuesta algo de trabajo ver que quienes hacen semejante escandalo al verme son Héctor, Felipe y una mujer que no conozco.
—¡Scar! —Héctor me abraza—. ¡Felicitaciones por la buena nota que sacaste en el calendario! Me alegra que le hayas dado una paliza al imbécil de tu profesor.
—¡Gracias! —respondo.
Me acerco a Laura para poder susurrarle al oído—: Se supone que íbamos a celebrar que nos librábamos de los ex... —Voltea a mirarme muy sorprendida y apenada. Pero antes de que empiece a disculparse, suelto una risa y me hacerlo a ella nuevamente—. Bueno, al menos estos ex sí me caen bien.
Mi amiga se relaja un poco y con un gesto, me demuestra que fue imposible no invitarlos.
—¡Gracias a ustedes también! Incluso a ti aunque no te conozca —le digo a Felipe y su acompañante.
La chica sonríe y estira su mano para presentarse.
—Mucho gusto, Silvana.
—¡La novia de Felipe! —exclamamos Laura y yo al unísono.
La chica sonríe de nuevo y el color sube de inmediato a sus mejillas. Es muy linda y dulce. Tiene los ojos claros, el cabello en tono miel, brillante y sedoso, y la nariz cubierta de diminutas pecas. Hablar con ella es muy agradable, tiene buen sentido del humor y congenia muy bien tanto con Laura como conmigo.
El amor brilla en los ojos de Felipe, y verlo así de enamorado sube mi ánimo hasta el cielo. Después de todo, mi mamá tiene razón: soy una romántica y necesito recuperar mi fe en el amor. La fe que Álvaro me quitó. Bueno, Álvaro y una docena de hombres más.
—Disimula, mujer... —susurra Héctor en mi oído al regresar de su última ida al baño—. Que no se note que aún lo amas...
—¿A quién? ¿A Felipe? —Suelto una escandalosa risa que nadie más nota en ese momento—. Pipe solo es un buen amigo, y me alegra verlo tan enamorado.
—¿Y te alegraría verme a mí enamorado? —Trata de disimularlo, pero no puede evitar que sus ojos se dirijan a Laura cuando lo dice.
—¡¿Estás enamorado de mi ami...!? —No puedo terminar la frase porque, en un rápido movimiento, pone su mano sobre mi boca.
—¡Cállate! —susurra en mi oído y busca a Laura con su mirada. Afortunadamente ella está hablando muy entretenida con Felipe y su novia y, al parecer, no se da cuenta de lo que pasa.
—Ay, ¡tan divino! —le respondo con mucha suavidad para que nadie más nos escuche.
Ríe nervioso y da otro sorbo a su cerveza. Seguimos hablando de tonterías durante un buen rato y la música suena un poco más fuerte, algunos ya se empiezan a animar a bailar. Yo no quiero embriagarme, por lo que tomo mi cerveza a lo Luis Fonsi: des-pa-cito. Los demás no se preocupan por eso, al parecer. Incluso Laura va ya como por su tercera cerveza y su cuarto grito de "Wepaaaaa" cuando suena una canción que le gusta.
—¿Les traigo otro balde? —pregunta la mesera que se acerca a nosotros.
—¿Por si vomitamos? No, no creo que lleguemos a eso todavía.
—De cerveza... —la mesera casi extermina a Laura con la mirada.
—¿Por qué no pedimos algo más fuertecito? —pregunta Héctor, entendiendo la broma e ignorándola. Felipe asiente y yo muevo rápidamente mi cabeza de lado a lado.
—No, no, no. Bueno, sí. No, mentiras. Al menos para mí, no.
—Aburrida. Tráiganos una botella de aguardiente, por favor —pide Laura, sorprendiéndome.
—Wow, eres tan buena que deberías ser ilegal —dice Héctor, pero Laura no le escucha.
Los ojos de mi amigo brillan viéndola. En las casi dos horas que llevamos en el sitio, no le ha quitado los ojos de encima, incluso cuando habla conmigo.
Tanto Felipe como él tratan de no charlar exclusivamente con su interés romántico, sin embargo, hay momentos en los que me siento algo sola. En especial cuando suena una buena canción, uno saca a Silvana a bailar y el otro a Laura.
Celebramos mis logros académicos y aún así soy la encargada de cuidar la mesa. Solo por no tener novio. «Ay, no, no, por favor; no puedo empezar a llorar aquí y a querer deprimirme hasta morir».
La última canción que los motiva a todos a bailar, termina y regresan a la mesa. El sitio cada vez está más lleno y empiezo a sentir algo de calor. Me quito la chaqueta y la dejo sobre mi asiento. Todos posan sus ojos en mí, aunque la mirada de Felipe regresa al instante a su novia.
—Me encanta tu blusa —dice Silvana sonriéndome.
—A mí también me encanta —responde una voz que reconozco de inmediato y logra ponerme todos los vellos de punta.
Giro para quedar frente a él. Está tan guapo, que no puedo disimular un suspiro.
—Gra... cias... Adrián.
—Uyyy, amiga, date cuenta de que estás chorreando la baba.
—¿Qué? ¿Yo? ¿Por qué o qué? —Quiero matar a Laura en este mismo instante, no solo por dejarme en evidencia, sino porque estoy segura de que ella fue quien lo llamó.
Adrián y yo nos saludamos con un beso en la mejilla y luego le presento a mis amigos. Bueno, a Felipe y a su novia, no más, porque a Laura y a Héctor ya los conoce.
"Veinticinco horas al día" de Proyecto Uno comienza a sonar y Laura me empuja —no sé si a propósito o por accidente— y quedo pegadísima a Adrián.
—Uy, perdón, parece que ya me agarraron las cervezas... y el guaro —se disculpa falsamente—. Pero bueno, aprovecho para darles un empujoncito hasta la pista.
Se acerca al oído de él, pero no alcanzo a escuchar qué le dice. Solo veo una sonrisa en los labios de Adrián. Mi amiga se va a sacar a bailar a Héctor, mientras que él me extiende su mano.
Hace muchísimo tiempo no bailo con Adrián y se me había olvidado lo buen bailarín que es.
—Felicitaciones por graduarte... —susurra en mi oído, causándome un escalofrío.
—Aún no me graduó, en realidad...
—Pero sé lo importante que era este calendario para que eso pasara, así que ya estás a nada de convertirte en una fotógrafa profesional. Lo que no me habías contado es que todos los modelos habían sido tus novios...
De la vergüenza que me da no sé qué contestar, así que solo asiento con la cabeza y él me acerca más hacia su cuerpo. Está usando la loción que le regalé en su último cumpleaños. Nunca podré olvidar ese olor que me encantaba y que no desaparecía ni siquiera después de que nos duchábamos.
—¿Qué te dijo Laura? —cambio el tema para olvidarme un poco de lo de los ex.
—Que compraste esa blusa cuando supiste que venía.
«¡¿Qué?! ¡No puede ser! ¿Cuántos años de prisión me darán por matar a una borracha si le cuento al juez lo que me hizo?»
Pienso en desmentirla, pero creo que me vería como una niñita de Kinder tratando de negar que un niño le gusta. Será mejor hacer uso de mi mejor cara de póquer, así que en cuanto la canción cambia de ritmo, empiezo a guiar nuestros brazos para poder dar vueltas y vueltas y así distraerme de ese aroma que me va a volver loca.
Cada vez que él termina de darme vueltas, vuelvo a sentir su perfume y así empieza una nueva ronda de vueltas. Al terminar la canción, estoy más mareada que si me hubiera tomado media botella de aguardiente. Ahora entiendo por qué en los libros hablan de un "aroma embriagador".
Cuando regresamos a la mesa, busco un lugar que no sea al lado suyo para alejarme de la tentación. El problema es que como ya todos están emparejados, es difícil encontrar un lugar que me separe de Adrián, sin estar yo misma entremetiéndome entre alguna pareja.
—Extrañaba bailar contigo... —susurra Adrián en mi oído, antes de sentarse en una de las dos sillas que están vacías. Y juntas, para mi desgracia.
Mentalmente ruego porque alguien me deje una silla libre y, al parecer mis plegarias son escuchadas, pues Silvana se levanta para ir al baño. Laura la acompaña y yo aprovecho para ir con ellas y decidir lo de la silla después.
Ah, pero antes de ir al baño, le quito de las manos a Héctor una enorme copa de aguardiente que está a punto de tomarse y me la bebo como si se tratara de agua pura. Si tengo que seguir soportando el contacto y los susurros de Adrián, necesitaré mucha terapia líquida.
—Uyyy, ¿no que no ibas a tomar? —pregunta Laura con una risita incontenible.
—Pues ya me antojaron —digo quitándole esta vez la copa a Felipe, y bebiéndola con la misma rapidez que la anterior.
Antes de que alguien más pueda decir otra cosa, me voy con mis amigas al baño, sintiendo que tres pares de ojos me siguen desde la mesa.
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