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22. Una relación normal

—Soy tu vecino.

¿Vecino? Es cierto que su cara en un principio me pareció familiar, pero nunca habría pensado que lo he visto cerca de mi casa.

—¿Vives en mi edificio? No te había visto nunca. Espera... ¿Eres el recién casado que acabó de mudarse al apartamento del segundo piso? Porque si es así... —Me levanto lentamente de la silla—. Prefiero no estar tomándome una cerveza con un hombre casado.

Suelta una carcajada.

—No, no soy tu vecino casado y probablemente adúltero. Vivo en el edificio de enfrente. Siéntate por favor.

Óliver —así me dijo que se llama— toma un sorbo de su cerveza mientras regreso a mi lugar y no dejo de verlo extrañada.

—Disculpa si te sientes nerviosa —continúa—, te explicaré cómo te conozco. Hace unos días, mejor dicho, unas noches, mi vecina de enfrente y otra mujer, se emborracharon y empezaron a gritarle por la ventana a un tal... Álvaro, creo que se llamaba...

«Dios... Creo que ya sé por dónde va esto» Aunque muero de vergüenza, me tranquilizo un poco.

—...Entonces mi hermano dijo conocerla, y me insistió para que fuéramos a su apartamento a verificar que no se ahogara con su propio vómito.

—¿Cómo se llama tu hermano? —No soy muy buena vecina que digamos. Al único que identifico es a don Valentino, el viudo que vive peleando con los gatos de la cuadra.

—Samuel.

—No conozco a ningún Samuel... —Entrecierro mis ojos automáticamente.

—Bueno, para eso no tengo explicación. Él dijo que te conocía, y efectivamente sabía tu nombre. Por eso lo acompañé a tu apartamento, aunque tuvimos que sobornar al portero para que nos dejara pasar... No, pero no me mires así. El señor cerró la portería del edificio y nos acompañó hasta el apartamento, estuvo parado en la puerta todo el tiempo mientras nos encargábamos de recoger un poco el desorden, y ver si necesitaban algo.

—¿En serio? No me acuerdo de nada...

—¿Ni de que empujaste al portero para que nos dejara solos porque pensaste que éramos strippers?

Me.quiero.morir. Toda la sangre de mi cuerpo se acumula en mis mejillas y siento como me abandona mí respiración.

—Pero no te preocupes, no es lo peor que he visto hacer a alguien despechado. —Óliver se ríe.

—Pues no, gracias a Dios no me acuerdo de nada. Aunque ahora entiendo por qué el portero me ha estado mirando tan raro últimamente... Creo que debe pensar que soy una libertina que contrata puro stripper...

—Pues no creo que eso le moleste. Es más, nos preguntó si éramos strippers y nos pidió una tarjeta.

Ambos nos reímos con fuerza, y aunque sigo sin acordarme del tal Samuel, el miedo se me va quitando un poco. Estamos en un sitio lleno de gente, y si me dan ganas de ir al baño, me llevaré conmigo la cerveza.

—Bueno, y... ¿Cómo sigues? —pregunta Óliver con un gesto algo tímido—. ¿Ya lo superaste? A tu ex, obvio.

«¿A cuál de todos?»

—Pues... Sí. Podría decir que sí. ¿Y tú tienes novia? —Mejor cambiar de tema.

—No, desde hace mucho pertenezco al gremio de los solteros. Mi trabajo me impide tener relaciones normales. —Óliver toma un sorbo de su cerveza y algo de la espuma queda sobre sus labios. Tengo que levantar mi mirada hacia sus ojos para no estar toda embobada por aquél rastro sexi de espuma de mi vecino.

—¿En qué trabajas? —pregunto y bebo un poco de cerveza.

—Soy actor porno.

Por poco escupo todo el líquido que tengo en la boca.

—Nah, no es cierto, no mezclo negocios con placer —dice con una pícara mirada después de soltar una fuerte risa—. Soy técnico de iluminación en una productora de comerciales. Aunque no nos dedicamos solo a eso; también hemos trabajado en series y videos musicales. De hecho, acabamos de trabajar en el último video de Mau y los telepáticos.

«Ay, ¡pero qué pequeño es el mundo!», pienso.

—¿Y qué tal fue trabajar con él? —pregunto con curiosidad.

—Pues los de la banda son muy amables, pero él me pareció un idiota. Se cree lo más grande después de los Beatles. —Su comentario me hace sonreír, y pienso en que al parecer tenemos mucho en común—. Pero eso ya debes saberlo.

—¿Por qué?

—Tú lo conoces ¿no? Lo vi en tu calendario.

—Ah... Sí... —No sé por qué, pero no me atrevo a confesarle quienes son los modelos—. ¿Y por qué dices que no mezclas los negocios con el placer?

—Nadie debería hacer eso. ¿No crees?

—Tal vez, pero si trabajas todo el día, no te quedará tiempo para compartir con alguien.

—Las parejas no son importantes.

—Qué triste —susurro.

—¿Qué? —pregunta y me mira con curiosidad.

—Digo, que a veces debe hacerte falta estar con alguien, ¿no?

—Bueno,  no es que no haya tenido parejas. Es solo que no he encontrado a la mujer que me haga querer esforzarme por encontrar tiempo para estar con ella. 

—¿Y cómo tendría que ser esa mujer? Digo... es para una tarea.

Suelta una carcajada que deja al descubierto, a pesar de su barba, los hoyuelos que se forman en sus mejillas. Por mi parte, me sorprendo de mi desfachatez y me dan ganas de esconderme debajo de la mesa, o de salir corriendo sin dejar rastro.

—¿Planeas sacar un clavo con otro clavo?

«Tal vez quiera sacar doce clavos...»

—Ya no tengo clavos que sacar.

—Cierto. Pues... A ver... Creo que nunca me he sentado a analizarlo. Supongo que lo más importante es que sea una mujer trabajadora. Y que no sea loca. Que me dé mi espacio y no esté constantemente necesitada de atención. Que disfrute las mismas cosas que me gustan, como el cine de superhéroes y los conciertos de rock pesado. Ah, y sacrificar gatitos. —Guarda silencio un momento y luego su risa burlona estalla, logrando que todos a nuestro alrededor volteen a vernos—. Por cierto, eso último era broma. Lo aclaro antes de que sufras un infarto.

Pues no, no me iba a dar ningún ataque por lo último que dijo, es obvio que no es en serio. Aunque se pasa los siguientes diez minutos tratando de hacerme creer lo contrario.

—Pues no creo que vayas a encontrar nunca una mujer tan perfecta...

—¿A qué te refieres? —pregunta con algo de desilusión pero mucha curiosidad.

—Que nadie es perfecto. Y las cosas que quieres son muy puntuales. Encontrar a otra persona que cumpla con todos los requisitos que uno busca, es como... ganarse la lotería. 

—Qué poca fe tienes en el amor —responde indiferente.

—Yo sí creo en el amor. Pero tal vez tu idea de amor es muy diferente a la mía. —Tomo un sorbo de mi cerveza y giro mi vista hacia otro lado, haciéndome la interesante.

—A ver, señorita filósofa... ¿Qué es para usted el amor?

—No sé, pero para mí, el amor no es buscar a alguien que llene los requisitos de una lista, sino estar con alguien que te hace feliz a pesar de no llenar todos esos requisitos.

—¿Eras feliz con tu novio?

Lo pienso por un segundo. Sé que debería decir que sí, pero ¿realmente era feliz con Álvaro? Vienen a mi mente los momentos felices que pasamos juntos. Son muy pocos. La mayoría de mis recuerdos con él, son imágenes planas, asociadas a ninguna emoción, solo un lento pasar del tiempo en compañía del otro. Tal vez mi mamá tenía razón y necesitaba hacer un cambio en mi vida.

—Pero ya —dice después de volver a beber su cerveza, sin bigote esta vez—, dejemos la conversación tan filosófica para otro día y mejor háblame sobre ese calendario.

—Es uno de los trabajos finales que debo entregar para poder graduarme como fotógrafa en septiembre. —Siempre es mejor no dar tantos detalles cuando hablo de ese tema, sobre todo si quien escucha es un completo desconocido con una errónea idea del amor.

—¿Son tus compañeros de clase? Los que posaron, digo. Aunque tienen más cara de modelos que de estudiantes, y supongo que el cantante es tu amigo.

Pienso en decirle que sí. Es más fácil que explicar la verdad, además que tener tantos exnovios me hace sentir un poquitín zorra. Pero hay algo en él que me da la confianza de que no me juzgará.

—Son mis exnovios —suelto sin darle más vueltas al asunto.

—¿Todos ellos? —Ahí está. Ahora sé que él también me está juzgando por mi extenso historial romántico.

—Escucha, no me da orgullo decir que tengo esa cantidad de exnovios ¿sí? Pero tú preguntaste  —respondo algo molesta y mucho más agresiva de lo que pretendo—. Y tal vez quede como una zorra, pero el pasado es pasado y ya no puedo borrarlo, y si no fuera porque mi estúpido profesor me obligó a usar a mis ex en mi calendario...

—¿Zorra? ¿Quién piensa que eres una zorra? —interrumpe. 

Ambos nos quedamos callados por un segundo. Su expresión me hace pensar que se siente apenado. 

—Pues tú, mi novio, mis ex... todos los que se enteran de quiénes son los modelos... 

—¿Y por qué dejas que piensen eso? 

No sé qué contestar, pues en realidad nadie me lo ha dicho de frente. De todas formas, no entiendo su pregunta. ¿Cómo puedo yo influir en los pensamientos o las impresiones de los demás? No es culpa mía que la sexualidad femenina esté tan cohibida y sea tan juzgada que haber tenido más de tres parejas sexuales ya te convierta en una promiscua.

—Porque así es la gente ¿no? Niégame que fue lo primero que pensaste. 

—Te lo niego. Saber que estos hombres fueron tus parejas no cambia la imagen que tengo sobre ti. Solo pienso que no has tenido mucha suerte en el amor, pues has tenido que buscar en demasiados lugares aquello que te hace feliz. Y que tu novio te llamara zorra, me comprueba que no estoy equivocado. Y me alegra saber que ya no tienes una persona así en tu vida.

—Mi novio nunca me dijo zorra... —susurro tan bajo que creo que no alcanza a escucharme.

Nunca lo había visto desde ese punto, pero lo que me deja más asombrada es que esas palabras vengan de un hombre que da la impresión de ser algo materialista y superficial. ¿O tal vez la de los prejuicios soy yo?

—¿Y qué imagen tienes de mí? —Cambio el tema a lo segundo que más llamó mi atención de todo lo que dijo.

Óliver va a contestar, pero saca su celular del bolsillo y lo mira algo preocupado.

—¿Qué pasa? ¿Alguna emergencia? —pregunto.

—Es... Mi hermano. Tengo que irme. ¿Te dejo la plata y pagas? Siento mucho dejarte así pero tengo que irme ya...

—No, no te preocupes. ¿Pasó algo grave?

—Un poco... Pero no te preocupes, lo solucionaremos. Nos vemos luego, vecina.

Óliver se acerca y me da un beso en la mejilla. Me quedo observando cómo se aleja de mí y sale del bar. Ahora que veo su trasero, vuelvo a pensar que ya lo había visto.

¿Serán las lagunas etílicas que me hacen tener esta sensación de conocerlo?

Bueno, es algo que no sabré jamás, por ahora solo me queda pagar la cuenta y prepararme para callarle la boca a Suárez con mi trabajo.

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