16. Un paño de lágrimas.
Feliz domingo ❤️
Esta semana publicaré la escena del primer beso, esperen instrucciones 😉
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Ayer no fue un día fácil, y la noche fue mucho peor. A pesar de que Axel me hizo muy agradable la sesión -para mi sorpresa-, pasé la noche entera con horribles pesadillas que juntaban a todos mis novios, a la vez y con las mismas intenciones, y en cada una de ellas terminaban todos disfrazados de los Power Rangers y peleando entre ellos.
Me levantaba sudando y gritando, porque toda la vida odié a los Power Rangers, y a muchos exnovios. Y como no podía volver a dormirme, empezaba a pensar en Axel, o Mau, o Adrián, o en Álvaro, pues ya ni sé si tengo que agregarlo a la lista de los ex.
Hace más de una semana que no hablamos por ningún medio, desde que discutimos. Y las consecuencias de la terrible noche que pasé ayer, se notan en mis ojeras y mis ganas de llamar a Álvaro y decirle que venga a verme.
Lo extraño. Siempre he sabido que no es el típico hombre con el que suelo salir, y muchos dirían que no tiene material de buen novio, pero me hace falta su compañía, que me recomiende buenas series en Netflix y sus gustos musicales algo extraños.
Miro mi celular, revisando por enésima vez si me ha escrito algo, pero nada. Busco su número en mis accesos directos y marco, pero cuelgo en seguida. Pienso en volver a llamarlo, pero me arrepiento.
«Soy una tonta. ¿Por qué no puedo llamarlo? Es mi novio. Tengo todo el derecho».
Vuelvo a ver los contactos y hago la llamada. Escucho el tono varias veces pero no contesta. ¿Le habrá pasado algo? ¿Se le habrá formado un coágulo con el golpe que le di y llevará varios días muerto en su ducha, con su cadáver pudriéndose?
No, no debo pensar siempre lo peor.
Vuelvo a llamar unas cuantas veces más, pero el resultado es el mismo. La ansiedad me está matando, entonces me meto a la ducha con afán. Voy a ir primero a su casa a ver si está bien, luego iré a la sesión de Lucas. De lo contrario, será muy difícil para mí concentrarme en las fotos o en cualquier otra cosa que deba hacer.
Cuando ya me estoy vistiendo, mi celular suena. Contesto sin darme cuenta de que quien llama es Álvaro.
-¿Aló? ¿Con quién hablo?
-Pues con Álvaro. ¿Ya borraste mi número de tus contactos? ¡¿Solo por que no te contesté?! -Está bastante molesto.
-No, ¿cómo se te ocurre? Solo... estaba preocupada por ti.
-Hum... pues no se notó. Llevamos más de una semana sin hablar.
Su reclamo me pone muy triste y me avergüenza. Sé que no he sido la mejor novia, y menos después de lo último que le dije.
-He estado... algo ocupada. -No tengo otra excusa que darle, aunque me gustaría.
-Eso me ha dado tiempo para pensar. Y llegué a la conclusión de que ya no debemos estar juntos.
-¡¿Qu... Qué?! -Casi me ahogo con mi propia saliva-. Álvaro... no... no creo que debamos llegar a tanto, podemos arreglar las cosas.
Una sensación muy desagradable empieza a subir por mi tracto digestivo y llega hasta mi garganta. Nunca pensé que Álvaro tomaría esa determinación solo por nuestra discusión.
-No, Scarlett. Ya no hay nada que arreglar. Mañana voy por unas cosas que tengo allá.
-Pero, espera...
-A partir de este momento, puedes agregarme a tu colección de ex. Aunque jamás posaría para tu calendario.
Cuelga. Inmediatamente vuelvo a marcarle, pero ignora mi llamada. Le escribo al Whatsapp, pero ya ni puedo ver su foto de perfil. Me bloqueó.
Vuelvo a llamar, voy a dejarle un mensaje de voz.
-Este es el teléfono del economista Álvaro Duarte. Deje su mensaje después de la señal. Beeeep.
-Al... Yo sé que no soy la novia perfecta, pero sé que podemos arreglar lo nuestro. Te juro que no me importa que tu cosita sea chiquita, lamento haberlo dicho. Perdóname, ¿Si? -Cuelgo.
«¿Qué dije? Estúpida, estúpida, estupida»
Vuelvo a marcar y, después de escuchar el mensaje del buzón de voz, grabo un nuevo mensaje-: No, Álvaro, en realidad tu cosa no es chiquita. Lo dije porque tenía rabia, pero si quieres vienes y la medimos con una regla, te juro que es normal.
Cuelgo otra vez y pego un grito. ¡¿Qué acabo de decir?! Nuevamente marco porque los últimos dos mensajes han sido desastrosos y tengo que arreglarlo de alguna manera.
-¡No! No hace falta medirte la cosa... Es grandota, ¡gandototota! Te lo juro. Por fa ven y hablamos. Que en estos mensajes no me doy a entender bien.
Tiro el teléfono a la cama y luego me tiro yo. Ahogó un grito con la almohada y no paro de patalear. ¡Qué frustración! Odio cometer errores, y más los de este tipo.
Me duele mucho haber lastimado a Álvaro, pero más me duele pensar que ahora estoy sola. ¿Con quién voy a chatear en las noches? ¿A salir? Extrañaré que se enojara casi por cualquier cosa, ¡se veía tan lindo discutiendo!
Me siento al borde de la cama y tomo una gran bocanada de aire. Trato de pensar en positivo, de nada me servirá perder las ilusiones. Espero que el último mensaje que le envié haya sido suficiente para aclarar todo, y antes de seguir cometiendo errores estúpidos, termino de vestirme para irme a la sesión de Lucas.
Llego al estudio con las lágrimas en los ojos, pues en el radio empezó a sonar Y tú te vas, de Chayanne y cantarla a todo pulmón hace inevitable que se abra el grifo de los ojos y empiece a brotar agua.
Por más que busco no encuentro razón
Por más que intento no puedo olvidar
Eres como una llama que arde en el fondo de mi corazóoooon
Un golpe en la ventana de mi carro me saca del trance musical en el que estoy, y veo a Lucas parado afuera de mi carro, mirándome a punto de reír.
-No te conocía esos dotes de Sarah Brightman... -Se burla.
Ahora no solo me siento despechada, sino patética.
Apago el carro y recojo mi bolso del suelo del puesto del acompañante. Salgo con toda la intención de pegarle un portazo para que vaya a burlarse de su abuela, pero él muy hábilmente esquiva el golpe.
-Solo me dejé llevar un poquito por la canción.
-¿Llorando? -Acerca su dedo pulgar a mi cara y me limpia una lágrima.
-Y tú qué vas a saber si no tienes la vena artística.
Suelta una risa y comienza a caminar a mi lado.
-¿Y tú sí la tienes?
-Obvio. Soy la sensibilidad hecha persona.
-No te recuerdo así cuando estábamos juntos...
-La gente cambia.
Saco mi maleta de trabajo del baúl, cierro el carro y trato de caminar más rápido que él para terminar con la estúpida conversación. Él sigue el ritmo, malditas patas largas de modelo que tiene.
Valentina nos recibe con un par de croissants y gaseosa. Su amabilidad y atenciones nunca me han sorprendido.
-Estaba terminando de barrerles un poquito el estudio, si me dan unos diez minutos, se pueden sentar por aquí a comerse el bocadito.
-No te preocupes, Vale, no tenemos prisa.
Nos sentamos en unos puff que a veces son parte de la utilería, a veces funcionan como sala de espera. Empiezo a comer y saco mi celular para revisar si tengo algún mensaje, llamada perdida o algo en el buzón de voz, pero nada. ¿Habrá escuchado Álvaro mis mensajes? Espero que no... o que solo escuche el último y me llame...
-¿Por qué tan pensativa? -pregunta Lucas sin haberle dado ni un mordisco a su croissant.
-Revisar mi celular no me hace pensativa. La gente que vive metida en su celular no piensa.
Ay, no quiero ser tan grosera pero no puedo evitarlo. Menos mal él se lo toma por el lado amable y se ríe.
-Sea cual sea el problema que tengas, tal vez puedo darte algún consejo. Sé que eres reservada...
-¡Acabo de terminar con mi novio! -grito y lo interrumpo, olvidando lo reservada que se supone que soy, y dejando salir las lágrimas que contuve desde que la estúpida canción de Chayanne se acabó.
-Ay, Scar... -Deja su croissant a un lado y se acerca a mí-. ¿Puedo?
Asiento y me envuelve con sus brazos. Huele rico. Sigue usando la misma loción que usaba a los dieciséis.
-Lo siento... Estoy manchándote la camisa de maquillaje.
-¿Para qué son las camisas de los hombres si no para mancharlas de maquillaje?
Sé qué trata de decir, pero la forma en que lo dice me da risa.
-¡¿Qué?! -pregunta sorprendido.
-¿Manchas muchas camisas con maquillaje? A ver... primero hay que vestirse y luego maquillarse -me burlo.
-Me refiero a... Ah, sabes a qué me refiero.
Asiento y en cuanto recuerdo por qué estoy en sus brazos, sigo llorando. Él no dice nada más, solo me acaricia el cabello por unos cuantos minutos. Me separo de él, tratando de sorber los mocos y secar mis lágrimas.
-Ahora entiendo por qué los hombres antes cargaban pañuelos... -asegura.
-¿Por qué?
-Porque las mujeres son muy lloronas, y no se ve uno muy caballeroso si no les pasa un pañuelo.
-¡Las mujeres no somos lloronas! El problema es cuando nos rompen el corazón...
-O cuando otra mujer se pone su misma ropa, cuando las grita el jefe, cuando llueve y andan en sandalias, y así.
-Pues no sé a qué clase de mujeres conoces, pero no todas somos unas lloronas -respondo más ofendida de lo que debería.
-Mi exnovia sí era así.
Me quedo pensando en eso, cuando Valentina nos indica que el estudio está listo y que podemos empezar con la sesión. Se asombra un poco al ver mi cara, pero no dice nada. A parte de amable y atenta, siempre ha sido muy prudente.
-¿Te gustó el croissant? Ayudé a mi hermana a que los hiciera. -Creo que trata de distraerme para que no siga llorando.
-¿Tu hermana, la que tiene una panadería? Estaba delicioso.
-Pues a tu modelo parece que no le gustó -afirma cuando ve el croissant intacto en el plato de Lucas.
-Ay, qué pena, señora. Es que estoy a dieta -responde él con sincera vergüenza.
-¡¿Dieta?! Esta juventud... -Valentina se lleva los platos y los vasos y va murmurando quién sabe qué diatriba sobre las generaciones modernas.
Lucas y yo entramos al estudio. Empiezo a acomodar las luces y Lucas me ayuda a acomodar un poco la butaca de madera donde se sentará a posar.
La sesión dura aproximadamente una hora, casi en silencio. De vez en cuando, una lágrima se resbala por mis mejillas, pero trato de limpiarla rápido para que Lucas no se dé cuenta. Cuando tomo la última foto, él se acerca a mí y me quita la cámara de las manos.
-A ver, probemos si todavía tienes tus dotes de modelo... -Me apunta con ella y escucho el sonido de un clic.
-Pff, esos tiempos pasaron hace mucho. Además, con esta cara solo puedo posar para un anuncio antialergias, o algo así.
-Las mujeres que no temen mostrar sus sentimientos tienen algo muy hermoso.
-¡Ja! Pues entonces no te recomiendo que llegues a ver algún dorama conmigo.
Ambos soltamos una carcajada. Lucas me regresa la cámara y empiezo a empacarla junto con todas mis cosas para irnos.
-Aunque no lo creas, he visto más doramas de lo que puede ser sano para la dignidad de un hombre.
Su comentario me hace ahogar de la risa. No me lo imagino en esas.
-No sabía que tenías esos gustos.
-Yo no, mi ex. De hecho, fue una de las razones por las que terminamos. No soportaba un dorama más.
-¡Es la mejor razón para terminar que he escuchado!
Me despido de Valentina con un abrazo. Ella me susurra al oído que todo va a estar bien. Me reconforta, aunque a la vez, me recuerda por qué lo dice, y otra vez me dan ganas de llorar.
Lucas y yo salimos hacia nuestros carros.
-¿Puedo preguntarte algo?
Temo decir que sí, pero no puedo evitarlo.
-Échalo.
-¿Por qué terminaste con tu novio?
-¿Con cuál?
-El último.
-Quiere cambiar de sexo.
Sus ojos se abren exageradamente, hasta que la risa que suelto me delata.
-Listo, no me contestes si no quieres. -No sé si el enfado que muestra es fingido o sincero.
-Okay. Se enojó porque le dije que tenía el pito chiquito.
-Sí, sí, ya entendí que no quieres contarme. Suerte con tu calendario.
Empieza a caminar hacia su carro sin despedirse ni nada.
-¡Lucas! -lo llamo-. En serio, esa es la razón.
Gira y se queda mirándome sorprendido. Se acerca de nuevo a mí.
-No puedo creer que a uno le terminen por eso -ríe.
-Sé que es muy tonto... -Mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas otra vez.
-Ay no, pero ese tipo no se merece ni una lágrima tuya. ¿Sabes qué es lo que se merece?
-¿Qué?
-Que te vengues de él. Y si quieres, yo te puedo ayudar.
Ahora quien abre mucho los ojos, soy yo.
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