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13 . Una emboscada

Holaaaa

Este capítulo es nuevecito (no estaba en la versión anterior). Espero les guste y haya una lluvia de votos y comentarios. Al final les tengo una sorpresita, pero si nadie comenta, ño. Jajajaja

Qué lo disfruten!!

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Pone su mano en mi cintura, mientras me da un beso en la mejilla. El contacto de su mano fría me toma por sorpresa e instintivamente me alejo de él.

Miro a Lau de reojo, quien trata de disimular que tiene la barbilla en el piso y que chorrea la baba mirando los abdominales de Mau, después de que le da su saludo igual al mío.

—Qué pena recibirlas así, estaba haciendo ejercicio. Bienvenidas. ¿Quieren algo de tomar?

—Quiero desves... Perdón, vestirte para iniciar con la sesión... —¡¿Por Dios, y este error qué es?! Siento que toda la sangre de mi cuerpo se acumula en mi cabeza y me pongo más roja que una cereza.

Con una sonrisa de medio lado, me demuestra que notó mi lapsus mental, pero no hace comentarios al respecto.

—Bueno, pues acompáñame a mi cuarto y me ayudas a elegir qué ropa usar para las fotos —propone.

—Mejor te ayudo yo con eso, así Scar puede ir armando el set —dice Laura mientras me mira como diciendo: "lo mejor es no dejar a este solo en una habitación contigo, además quiero conocerle el guardarropa".

Asiento y los veo alejarse por un pasillo al fondo de la enorme casa. La sala es como del tamaño de toda la manzana donde está el edificio donde vivo. Los muebles son claros y se ven costosos, en la pared hay una enorme chimenea llena de portaretratos por encima. Me acerco a ver las fotos, en la mayoría están Mau y su banda, en presentaciones, entrevistas o sesiones fotográficas. Pero hay una de él y Dalila Ponce enmarcada en un portaretratos precioso. Hacen una linda pareja. Tendrán hijos atractivos.

Dejo la foto a un lado y tomo todas mis cosas para empezar a acomodar trípodes y luces. Las fotos pueden quedar bien junto a la chimenea. O en el precioso sofá que tiene en la sala.

Preparo varios lugares para tener hartas fotos de dónde escoger, y Mau y Lau regresan a la sala. Él usa una camisa de jean entreabierta y unos pantalones negros, ella carga un montón de ropa en sus manos.

—Este hombre duerme en una tienda de Levi's —exclama mi
amiga. Luego se acerca a mi oído y continúa—: Apuesto que tiene más ropa que la novia.

Suelto una discreta risilla que creo que Mau no alcanza a notar. Él va a la cocina y trae tres latas de cerveza. Nos ofrece una a cada una.

—Para entrar en calor. Aunque si quieren, tengo algo más fuerte.

Recibimos las cervezas y negamos con la cabeza a su amable propuesta de cambiar de bebida.

—Bueno, ¿dónde me siento, o qué debo hacer?

—Primero que todo, quédate quieto dónde estás —le pido para medir la luz y hacer los ajustes correspondientes para empezar con la sesión.

—Mmm, se me olvidaba lo mandona que puedes ser a veces... —susurra con una voz extremadamente sexi.

—Yo no soy mandona. A ver, recuéstate ahí en el sofá, abre un poco la camisa y mira al frente tuyo, dándole el perfil a la cámara. ¡Pero ya! —le indico de la forma más suave que puedo para que no ande diciendo que quiero imponerme.

—Eso... me encanta. Mandona. 

Tuerzo los ojos y trato de ignorarlo. Él solo sonríe y abre un poco su camisa como le indiqué. Acerco la cámara a mis ojos y trato de tomar la foto. Y digo "trato" porque tenerlo ahí, en el sofá, esperando a que le indique cuándo cambiar de pose, siguiendo mis instrucciones, me hace sentir poderosa, sexi y empiezo a tener pensamientos indebidos con él.

—¿Ya la tomaste? —pregunta sin cambiar el enfoque de su mirada.

En unos pocos segundos presiono el disparador y tomo la fotografía. Lo hago varias veces, moviéndome un poco de mi lugar para tenerlo desde diferentes ángulos. 

—Ahora, levanta el rostro...

Sigo moviéndome, mientras él empieza a desenvolverse con naturalidad y a hacer unas poses extraordinarias. Definitivamente el curso que pagó hace unos años para sentirse cómodo frente a las cámaras, dio resultados. 

—¿Este hombre qué toma para verse tan churro? —susurra Laura en mi oído. Me asusto un poco pues no había sentido que estaba tan cerca de mí. Cuando tomo fotos puedo abstraerme del mundo que me rodea. Puede pasar un huracán por Bogotá, que yo no me daría cuenta. 

Después de muchos minutos, reviso las fotos en mi computador y no puedo estar más satisfecha con el resultado final.

—Uff, este tipo tiene unos ojos como para chuparle... La boca. —El comentario de Lau me hace reír y me saca de mis pensamientos. Levanto la vista y veo que Mau no está.

—Para ser la primer sesión, no está mal, ¿No?

—¡Nada mal, amiga! Tu calendario va a ser el mejor de todos. Hasta envidia me das.

—No digas bobadas y ayúdame a empacar todo —le pido para no demorarnos más.

Lau lleva unas luces al carro y Mau regresa a mi lado, con una ropa más deportiva y se queda mirándome fijamente.

—Estás hermosa, Scar. Incluso más que cuando estabas conmigo.

Trato de que no note lo nerviosa que me pongo, pero empiezo a dejar caer los implementos que trato de empacar. Él suelta una risita pero no comenta nada. Me pasa uno de los filtros de lente que solté y que fue a parar a su lado.

—Gracias.

—¿Me ayudas a llevar mi ropa al cuarto? —me pide con amabilidad pero la verdad me aterra. Siento como si Drácula me estuviera invitando a entrar con él al sarcófago.

—Cl... Claro —tartamudeo. ¿Por qué me tengo que poner tan nerviosa a su lado?

Busco a mi amiga con la mirada pero no la veo, y me da algo de rabia no ser capaz de decirle que no a Mau. Pero así soy yo, me piden un favor y lo hago, así todas las células de mi cuerpo me pidan que no lo haga.

Mau toma parte de su ropa y me señala el montón restante para que yo lo tome.

—Sígueme.

Camino detrás de él, aprovechando para curiosear un poco la casa. Todo está impecablemente ordenado. A lado y lado del pasillo hay habitaciones que han sido adecuadas para diferentes fines. Una es un estudio con una enorme biblioteca, otra está acondicionada como gimnasio.

Al final del largo corredor hay una habitación cuya puerta es tan grande que fácilmente pasarían cinco personas al tiempo. Entramos a la habitación y quedó anonadada con la cama. La cabecera es del mismo tamaño de la pared, que debe tener unos cuatro metros de altura. Todo es extravagante pero minimalista a la vez. Me siento como en una revista de decoración.

—Deja la ropa en la cama, ahora la organizo.

Hago lo que dice y mis ojos se dirigen hacia la terraza que se conectan con la habitación. Amo la arquitectura, y las terrazas me emocionan.

—Ven... —dice tomando mi mano y me conduce afuera—. Sabía que te iba a gustar está terraza. ¿Viste el jacuzzi?

—¡Sí! Es hermoso. En realidad toda la casa es hermosa. Te felicito.

—Todo lo que hace, o hizo parte de mí vida en algún momento, es hermoso.

Tardo unos segundos en asociar que lo que dice tiene que ver conmigo. ¡Agh! Me choca que los hombres tiren ese tipo de indirectas, nunca las entiendo. Me cuesta asociar que lo que dicen lo dicen por mí, me da pánico asumir que hablan de mí pero en realidad todo esté en mi cabeza.

Junto al jacuzzi hay una silla colgante, de esas que parecen un huevo o el comedero de un pájaro. Mau me toma de la mano y se dirige hacia ella. Se sienta y empieza a acariciarme la mano.

—¿Sabes lo que me gusta hacer en esta silla? —pregunta con su mirada más sugerente.

Asustada, y probablemente reflejándolo en mi mirada, aparto la mano.

—Ay, pero no seas mal pensada que no es nada sexual —continúa—, lo que me gusta hacer aquí es escribir canciones para ti.

¡Ay, hubiera preferido que me dijera que algo sexual!

—¿Para mí? Cuando me escribiste "Recuerdos de ti" aún no comprabas esta casa. ¿O es que esta silla la tenías desde hace mucho? No la había visto.

—"Recuerdos de ti" no es la única canción que te he escrito —responde con tranquilidad, una actitud totalmente contraria a la mía.

—¿Cómo así?

—No le he escrito canciones a ninguna otra mujer, ni siquiera a Dalila.

Todas mis neuronas gritan y mis células quieren salir corriendo. Aunque el día está frío, yo empiezo a sentir tanto calor como si estuviera de vacaciones en la playa.

Mau se levanta de la silla y empieza a acercarse a mí. De su mirada sale fuego, y siento el calor de su piel cuando vuelve a tomarme ambas manos.

Me tiembla todo, quiero salir corriendo pero soy incapaz de moverme. Él acerca lenta, muy lentamente, su cara a la mía, y alcanza a rozarme los labios con los suyos, cuando un grito nos saca de nuestro estupor.

—¡Mau, cielo! ¿Dónde estás?

Dalila Ponce empieza a gritar desde antes de entrar al cuarto y Mau se pone muy nervioso. ¡Ahora sí, perro! ¿A quién es que le escribes canciones?

—Ay, ¡No puede ser! Dalila... Por favor quédate en el rincón y no digas nada mientras la saco del cuarto, luego puedes saltar por el balcón y salir rodeando la casa. —Está más nervioso que perrito Pincher, y más loco que una cabra. 

—¡¿Qué te pasa?! —susurro—. Cómo se te ocurre que voy a saltar por el balcón, puedo partirme algo...

Antes de que pueda seguir hablando, me empuja para ocultarme detrás de una planta de las que adornan el balcón. Su reacción me hace golpearme una rodilla con la matera.

—¿Por qué no me respondias? —Escucho la voz de Dalila y veo que Mau entra a la habitación con rapidez. 

Sin moverme de mi lugar, presto atención a lo que pasa en la habitación y escucho que Mau le dice que estaba saltando. Supongo que es una indirecta para decirme que salte por el balcón. ¡Ni que estuviera loca! Claro que si lo pienso bien, podría quedarme en esa habitación quién sabe por cuánto tiempo y luego empezaría a llover, me daría una pulmonía y moriría. Así que tengo que decidir: la posibilidad de torcerme un tobillo o una muñeca, o morir a mis veinticinco años con toda una vida por delante.

Dalila sigue preguntando cosas, como a qué se debe el montón de ropa sobre su cama, y el idiota en lugar de decirle la verdad, le inventa que está haciendo la maleta de emergencia en caso de terremoto o cualquier calamidad. Siempre fue pésimo con las excusas. Dalila tiene que ser muy tonta si le come el cuento.

Al parecer sí es una boba, porque como si nada salen de la habitación y dejo de escuchar sus voces. O al menos eso es lo que creo. Asomo la cabeza para ver si de verdad se fueron, pero ella mete la cabeza de nuevo al cuarto y me pega tal susto, que sin pensarlo dos veces me tiro por el balcón. 

Afortunadamente el cuarto queda en un nivel intermedio de la casa y no en el segundo piso, por lo que me lastimo un poco pero sin ninguna gravedad. Corro lo más rápido que puedo pero recuerdo que aún tengo cosas por recoger en la sala. ¡¿Por qué me pasan estas cosas a mí?! Pienso en volver a entrar a la casa, pero el riesgo de encontrarme con Dalila es muy grande. 

Mi celular vibra y al revisarlo, encuentro un mensaje de Mau.

"Dalila entró al baño, acércate a la puerta principal y te paso la maleta". 

Hago caso a sus indicaciones y al encontrarme con él, escucho la voz de Dalila que a cada momento se acerca más y más, por lo que le arrebato el maletín de las manos a Mau y salgo corriendo hacia mi carro sin decirle nada. 

Llego a la ventana del asiento del acompañante y trato de abrir la puerta, mientras veo a Laura mirándome sorprendida.

—¡Arranca, arranca! ¡Ah, no, las llaves las tengo yo! —Doy la vuelta al carro y me subo al asiento del conductor. 

Tiro mi maleta sobre las piernas de Lau, quien empieza a gritar preguntando qué pasó, pero yo solo puedo pensar en alejarme de ahí lo antes posible, y mirar por el retrovisor imaginándome que Dalila está corriendo detrás mío. ¿O no lo estoy imaginando?

Bueno, bueno, bueno. ¿Les gustó?

La sorpresa que les tengo es más bien una encuesta. 

Tengo algunos extras y estoy pensando publicarlos según ustedes quieran. 

Entonces, para la próxima actualización, ¿qué quieren que les comparta?

-Fotos de todos los personajes (para que vean lo hermosos que son).

-Escena extra del primer beso con alguno de los ex.

-Spoiler.

¡Voten, voten, voten!

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