12. Un mal día
Un beso en los labios me levanta y me siento como Blancanieves dejando atrás su sueño mortal. Así amanecí esta mañana, muerta, por haber dormido mal, y porque toda la noche soñé con Mau, y que hacíamos ese famoso trío que tanto me propuso y yo no quise hacer.
—Hola, Scar.
—Hola, amor. ¿Qué haces acá tan temprano? —Álvaro y yo llevamos casi una semana sin vernos.
—Me cancelaron la primera clase de la mañana y vine a verte... —Empieza a besarme el cuello y a meter sus manos por dentro de mi pijama hasta alcanzar mis senos.
—¿Desayunamos primero? —Muero de hambre y quiero tener fuerzas para descargar toda esa energía que se ha acumulado durante la semana.
—Yo ya desayuné...
Pero mi estómago cruje. Él sigue pasando sus manos por cada rincón de mi cuerpo, y en menos de lo que puedo pensar en una excusa para que me deje ir a desayunar, ya me tiene con la parte inferior de mi ropa hasta las rodillas y se desabrocha su jean.
El sexo con él siempre ha sido muy normal. El primer mes hubo algo de diversión y pasión en nuestros encuentros, pero luego se fueron haciendo más y más rutinarios. No me gusta comparar a mis exnovios entre ellos, pero en mi cabeza tengo un ranking muy claro de quienes fueron los mejores en la cama:
1. Adrián (porque el amor siempre es el mejor afrodisíaco).
2. Mau (porque era bastante creativo e intrépido).
3. Axel (la resistencia es la clave).
4. Héctor (es muy considerado y cariñoso).
5. Daniel (doce años de diferencia es muchísima experiencia).
Sin embargo, nunca he utilizado ningún recuerdo para excitarme mientras hago el amor con Álvaro, pero sí he fantaseado varias veces.
A veces me imagino en una playa, o en algún lugar público, con alguien mirándonos. Eso me pone como una moto, y es lo único que le hace creer a Álvaro que en realidad llega a los lugares adecuados.
Cuando da el último suspiro y deja caer su pecho sobre mí, mi estómago pega otro gran crujido. Siento que si no desayuno en este mismo momento voy a morir, así que empiezo a mover el casi cadáver de mi novio, hasta que entiende por fin el mensaje y se hace a un lado para que yo pueda levantarme.
Me limpio, me acomodo la pijama, y salgo a mi cocina a prepararme algo. Lo malo es que anoche, al atacar mi nevera en medio de mi crisis nerviosa, no dejé nada que pudiera calmar mi hambre en este momento.
—¿Me acompañas a desayunar? No tengo nada en la nevera —le digo cuando veo que sale del cuarto.
—No, ya debo irme.
—Dijiste que te habían cancelado la primera clase.
—Pero ya desayuné —contesta secamente.
—Pero no te mataría acompañarme ¿no?
—Lo siento, Scar, pero voy a aprovechar el tiempo para leer unas fotocopias que me dejaron... ¿Nos vemos en la tarde?
Me mira con esa cara de ternero degollado que siempre me hace olvidar lo indiferente que a veces es conmigo. Pero hoy tengo ganas de discutir, quiero hacer valer mis derechos como novia. No puede llegar simplemente, cogerme, y largarse con la excusa de ir a aprovechar el tiempo. Se acerca para darme un beso, pero lo esquivo.
—¿Qué te pasa, Scar?
—Que no quiero quitarte tiempo. Un beso quita demasiado.
—¿Te enojaste?
—No. ¿Por qué? Ah, ¿porque viniste a tratarme de muñeca inflable y ahora te largas? No, pues no, me encanta que me cojan y no me dejen ni comer.
—Ay, Scarlett. No seas dramática por algo tan chiquito...
—¿Chiquito? ¡Chiquito lo que tienes ahí abajo! —Exploto.
—¡¿Qué?! Si estuviera tan chiquito... no... no... —No sabe ni qué responder. ¡Sí! Le he dado donde más le duele a cualquier hombre. Incluso más que un golpe debajo de la cintura. En el ego.
—¿Qué? —Lo miro retadora.
—¿Sabes qué? Hay muchas a las que les encantaría tener este chiquito para ellas.
Y diciendo eso sale del apartamento dando un fuerte portazo. Tomo una de las frutas de espuma que adornan la mesa y la muerdo para liberar la rabia. ¡Lo que más odio en la vida es no poder seguir discutiendo cuando sé que voy a ganar!
Después de respirar profundamente, recuerdo que hoy es la sesión fotográfica con Mau y no tengo tiempo para llorar. Será mejor ahorrarme más malos ratos; ya tendré bastante confusión y mal genio en el día como para desgastarme con Álvaro y su chiquito. Además seguro esta noche o mañana todo quedará olvidado y solucionado. Voy a bañarme y vestirme para salir por el desayuno que tendré que comerme sola.
Mientras termino de desayunar, mi celular recibe una llamada de Laura, en la que me pide acompañarme a la sesión de fotos de Mau. Según ella, quiere darme apoyo moral, pero yo estoy segura de que el modelo tiene mucho que ver.
Eso me divierte, y le agradezco que quiera ser mi apoyo en momentos como este, pues por mucho que el cantante esté en el pasado, volver a estar con él sabiendo que está comprometido no es tan fácil para mí.
Quien se haya enterado de que su ex va a hacer su vida junto a otra persona, me entenderá. Nunca es fácil sentir que los demás siguen adelante cuando tú sientes que tienes un ancla que no te deja llegar a ninguna parte.
Y no es que yo quiera casarme, o hacer una vida con alguien a estas alturas, pero sé que Mau tampoco, y según la poca información que encontré en internet sobre su relación, lo suyo empezó hace muy poco. Al parecer surgieron chispas luego de grabar una colaboración para el próximo disco de Mau.
Eso los hace llevar mucho menos del tiempo que nosotros estuvimos juntos, ¿y ya estaban pensando en casarse? Aunque en este preciso momento no me importa, sí habría sido muy significativo para mí que me propusiera matrimonio. Aunque, pensándolo bien, tal vez no. Solo hace falta recordar cómo terminó mi relación con Adrián para entenderlo.
No estoy lista para un compromiso tan serio, y recordando bien cómo me llevaba con Mau, un compromiso serio con él era imposible para mí.
Durante toda nuestra relación hubo momentos muy divertidos, pero cuando él empezó a tomar más confianza, empezó a hacerme propuestas cada vez más intrépidas. Yo accedía a algunas, cuando mi curiosidad era grande y no eran cosas muy graves —sin contar lo de los polvos tras bastidores— pero una vez llegó a pedirme que tuviéramos sexo con dos fans de dudoso aspecto, y ahí ya no me gustó la cosa.
Y como a él no le simpatizó que yo no le siguiera el ritmo, empezamos a vernos cada vez menos y al final nos dimos cuenta de que lo mejor era seguir por caminos separados.
Sí, con un pasado así es mejor contar con la presencia de Laura en la sesión para distraerme y no estar pensando demasiado en esas cosas.
Voy a mi cuarto a buscar todos los implementos que necesitaré para la sesión fotográfica. Cuando ya he recolectado todo, busco la maleta, pero brilla por su ausencia. Tengo que empezar a hacerle caso a mi mamá y volverme más ordenada. Todo el tiempo que ahorraría... Y el dinero, porque siempre me toca estar comprando flashes y fotómetros que se pierden como si estuvieran hechizados.
Cuando termino de empacar todo, después de encontrar al fin la maleta, recibo un mensaje.
Mau:
Tengo libre la tarde, ¿dónde nos vamos a ver?
Parece una cita clandestina y me pongo nerviosa; qué tonta.
Scarlett:
Aún no tengo pensada la locación
Mau:
Si quieres puedes venir a mi casa. El jardín es grande y puede ser un buen lugar. O mi habitación, si quieres...
Imbécil. «¿Así le respondía a otras mujeres cuando era mi novio?»
Scarlett:
No quiero que DALILA se enoje conmigo, luego va y me escribe una canción... Y no quiero tener que estar cambiando la emisora por 2 canciones.
Escribo la respuesta sin pensarlo mucho, aunque unos segundos después me arrepiento. No sé cómo vaya a interpretar esa confesión. aunque... Bueno, en realidad me vale hongo, que interprete las cosas como se le dé la gana.
Mau:
Dali no está. Y aquí el único que puede componerte canciones soy yo.
¡¿Se puede ser más cínico?! Gruño con fuerza, llena de rabia y frustración por todo lo que me pasa. ¿Es demasiado pedir un trabajo final como el de los demás? Debí haberle aceptado la invitación al viejo calvo y verde ese.
A pesar de toda la bilis que me hizo devolver hasta la garganta con su forma tan descarada de insinuar que yo podría entrar con él nuevamente a una habitación con una cama, le escribo que me mande la dirección y que estaré ahí pasadas las dos de la tarde.
Por más que quiera negarme a conocer su nueva casa, no tengo otro sitio para la sesión, y hoy es el único día que podremos hacerla. Así que, sin pensarlo demasiado, me pongo una chaqueta abullonada, recojo mis cosas y voy hasta mi chatarra para emprender el viaje.
A la una y media paso a recoger a Laura, y me sorprendo de lo bien que se vistió para la ocasión, aunque me sorprende más ver que trae un bate de béisbol en las manos.
—Amiga, vamos a una sesión de fotos, no a una piñata... ¿Para qué el bate? —le pregunto al saludarla.
—Bueno... Nunca está de más llevar uno a la casa de un hombre...
Me hace reír y me la imagino dándole una paliza a Mau, lo que me hace reír aún más fuerte.
—Y eso que no te dije todo lo que me escribió...
—¿Qué? —Abre mucho los ojos y me mira expectante—. ¡Dime qué te dijo! Para saber si dejo el bate en el carro o lo bajo...
Ahora quien la mira con los ojos muy abiertos soy yo. Parece que habla en serio y empieza a asustarme.
—No, no te preocupes... Nada grave, solo se puso algo coqueto. Lo normal. Pero obviamente yo sería incapaz de apoyar ese tipo de comportamientos. Especialmente con un hombre que se va a casar...
—Ay, sí, amiga, sé que no fue fácil para ti escuchar que Mau se casa. Lo noté en la cara que le hiciste, en tu silencio durante el trayecto hasta mi casa, en las ojeras que tienes hoy... —comenta con un tono ya mucho más calmado.
—Solo pasé una mala noche por problemas femeninos...
—Sí, claro. Sé que los únicos problemas femeninos que te atormentan a ti comienzan con "h" y terminan en "ombres"... —dice mientras suelta una risa, que me contagia.
—¿Y por qué iba a atormentarme que un ex cualquiera, con el que no tuve una relación tan larga ni tan profunda fuera a casarse después de más de dos años de terminar conmigo? Es obvio que la gente continúa con su vida, me encontraré con muchos ex que ya tienen resuelto su futuro. Te aseguro que ese no será el único que me diga que va a casarse...
Escucharme a mí misma diciendo esto me hace caer en cuenta del problema en el que estoy. No solo tendré que lidiar con el pasado que tengo en común con doce hombres sino que debo lidiar con su presente. Un presente que en muchos casos no me va a gustar, o puede llegar a incomodarme.
—¿Qué te pasa? —pregunta cuando estaciono el auto frente a la dirección que Google Maps me indica que es la casa de Mau— ¡Amiga! ¡¿Qué te pasa?! —exclama y me sacude de los hombros.
—¿Y si alguno se ha casado? Peor, ¿si alguno sigue enamorado de mí? Por algo con los únicos que sigo hablando son Héctor y Felipe, porque nuestras relaciones fueron hace mucho, y con Felipe ni siquiera me acosté. No soy buena dejando las cosas en el pasado. Esto es mucho para mí... no me voy a poder graduar... Suárez se va a burlar de mí... —Empiezo a hiperventilar.
—Scar, cálmate. —Laura me toma de la mano y comienza a hacerme una especie rara de masaje—. Tú eres una fotógrafa muy profesional con un gran futuro por delante. Aunque esta es una prueba difícil, sé que serás lo suficientemente madura y concentrada para hacer un excelente calendario y no sufrir por tus exnovios. No los veas como ex, haz de cuenta que no los conoces y vas solo a tomarles sus fotos. Y no te agobies por la cantidad, vamos un ex a la vez.
—Un ex a la vez... me gusta la rima.
Ambas reímos y no sé si son sus palabras o su masaje en la mano, pero empiezo a sentirme mejor. Sí, yo soy muy profesional, y solo me falta el cartón para poderlo poner en práctica. Cartón que no podré obtener si no me concentro en este último trabajo.
Tocamos el timbre cargadas hasta la coronilla con luces, trípodes, sombrillas y el enorme maletín donde guardo mi cámara. Parecemos mulitas de carga con tanta cosa sobre nuestros hombros.
—Scar, empuja la puerta —nos dice una voz robótica que sale desde un aparato ubicado en una de las dos columnas de cemento que sostienen el enorme portón de madera.
—Ya basta, Scar. Respira...
—¿Por qué lo dices? Si estoy perfectamente... —respondo, y dejo caer una lámpara—. Mierda.
—Porque te conozco y sé que estás nerviosa por ver a Mau. Incluso más nerviosa de lo que estabas ayer. ¿Tanto te afectó verlo con su prometida? —pregunta con un gesto de preocupación hacia mí.
—No, no me afectó. ¿Por qué me afectaría? ¡Para nada!
—Mmmm. Claro. Estás temblando más que gelatina en montaña rusa. Y eso solo puede ser por los nervios.
—¡Qué no! Mira que no... —Estiro mi mano frente a ella para que vea que estoy firme como una roca, pero no puedo dejar quieto ni un solo músculo—. Mano estúpida.
Mi amiga voltea sus ojos y exhala con fuerza. Empuja la puerta según las indicaciones de Mau, mientras yo lucho por recoger la lámpara que solté, sin dejar caer nada más.
Al entrar, andamos por un camino de extensas baldosas de cemento que atraviesan un jardín muy bien cuidado. El sitio es enorme, y la casa frente a nosotras tiene grandes ventanales y una puerta muy alta, de madera.
—Hola, mazorquita. —dice Mau cuando abre la puerta, recibiéndonos en unos pantalones deportivos, descalzo y sin camisa.
«¡¿Por qué sigues diciéndome así?!»
Suspiro con resignación. A lo mejor lo de bajar el bate del carro sí puede ser buena idea.
Gracias por votar y comentar 😘😘 Las quiero.
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