11. Un pasado, un presente
La multitud corea su nombre y, de vez en cuando, vemos sostenes y pantis volando por encima de nuestras cabezas. Al parecer, algunas cosas no cambian después de varios meses.
La banda ha tocado la mayoría de sus canciones más conocidas y llevamos más o menos dos horas de concierto. Mi estómago cruje cada vez que van a comenzar a tocar una nueva melodía, pues en el fondo, muy en el fondo, espera que me cante mi canción.
«No, no. ¿Por qué cantaría tu canción, ilusa?».
Laura ya se está quedando sin voz. Ha gritado cada una de sus interpretaciones más que el resto de sus fans. Hasta diría que más que todas juntas. Yo también las canto, obviamente, pero soy mucho más recatada. Mi época de gritar como loca por él ya pasó, pero eso no hace que deje de cantar sus canciones. Son muy pegajosas.
Quiero tocar la guitarra
y meterte mis canciones
Déjame colarme
entre tus oraciones...
—Ay... ¡Es todo un poeta! ¡Lo amo!
—Nah, que poeta ni que nada... Escribe sus canciones usando el autocorrector del celular.
—¡¿Qué?!
Encojo mis hombros para demostrarle que es verdad, por más que no lo crea.
—No sabía que te gusta tanto la música de Mau... —digo levantando la voz, pues justo empezaron con el siguiente éxito.
—¿QUE QUÉ?
—¡Que no sabía que te gusta tanto la música de Mau!
—Ah, sí... ¡Me encanta! —grita.
La banda continúa tocando con la misma energía de siempre, y las fans siguen gritando como ninfómanas multiorgásmicas desesperadas. Hay unas que ni siquiera disimulan, le gritan: "Hazme un hijo", "¡Soy una piñata, agárrame a palo!" y otras cosas más que casi no escucho por encima de tanto grito. Con disimulo, de vez en cuando le pego uno que otro codazo a las guarras que le gritan porquerías a Mau. No es que esté celosa —al menos no como cuando estábamos juntos—, es que quiero enseñarles un poquito de decencia.
—¡¿Cómo la están pasando, Bogotá?! —grita Mau y el público enloquece.
—La siguiente canción no solemos tocarla en vivo... pero esta noche es especial.
Más y más gritos y yo casi me desmayo. ¿Lo estará diciendo por mí? No, no, no. Debe tener alguna noviecita detrás del escenario o en el camerino, o quién sabe dónde, pero no puede referirse a mí.
Me has mirado y he notado
que no he tenido tiempo para decirte
lo mucho que te amo...
«Ay, Dios, sí es mi canción». El público se enloquece pues es uno de los hits de la banda. Todas la corean incluso más fuerte de lo que lo hacían antes, ¿qué clase de bebedizo para las cuerdas vocales se tomaron para gritar así?
De inmediato entiendo que la canta por mí. Con esa canción, hace casi cuatro años, me dijo que me amaba. Empiezo a híperventilar. Creo que estoy teniendo un ataque de ansiedad o un infarto, no reconozco la diferencia.
Quiero salir corriendo, volver a hace un par de meses, a compartir con Álvaro una serie en Netflix, a preocuparme por los trabajos "normales" de fotografía.
Trato de calmarme pensando que estoy loca. «Es parte de tu pasado, siempre lo será. Y hay recuerdos lindos, pero tú ya tienes otro presente» me digo a mí misma. Es el colmo que me deje confundir de esta manera cada vez que un ex se porta medio lindo. «Recuerda por qué terminaron...»
Si sigo dudando si soñar contigo
nunca podré hacerte mi realidad...
«Recuerda por qué terminaron». El único recuerdo que me viene a la memoria es cuando me cantó esa frase, desnudos y acostados en su cama, me pareció lo más increíble en ese momento —así hubiera salido del autocorrector—, y me lancé sobre él, e hicimos el amor durante horas.
¡No quiero esas imágenes en mi cabeza! Tengo que tener más autocontrol, por el amor de Dios, de lo contrario en las sesiones de fotos me voy a ver muy tentada a lanzarme encima de algunos ex, y eso no lo puedo permitir. Para colmo de males, Mau logra encontrarme entre la multitud del V.I.P. y se queda mirándome fijamente por un buen rato. ¿Por qué es tan cruel?
—¿Estás bien? ¡Te ves pálida! —Laura grita.
—Sí, sí, solo que me dio algo de calor...
—¿Quieres que busque a la vendedora de agua?
—No, no, tranquila. Yo creo que ya se va a acabar el concierto y nos podremos ir...
—¿No vas a ir al camerino a pedirle que participe en el calendario?
¡En este momento es lo que menos me importa! Lo único que quiero es irme a mi casa y renunciar a todo, pero no puedo hacerlo. Tengo que presentar el maldito trabajo de Suárez y lograr graduarme como fotógrafa.
La bendita canción al fin se termina y la banda empieza a despedirse. Las fans locas siguen gritando guarradas y arrojando ropa interior —¿acaso es que les regalan las prendas a la entrada?—, y todos los que estamos en el V.I.P. comenzamos a salir hacia las salas donde estábamos antes de entrar.
A los pocos minutos de llegar a la sala, escucho una voz que me parece familiar. Busco con la mirada la fuente de dicha voz y casi me da un ataque cardiaco. Dalila Ponce está aquí. ¡Dalila, mi cantante favorita!
—Scar, ¡¿viste quién está sentada ahí?! —susurra Laura muy cerca de mi oído, igual de asombrada que yo.
—¡Sí! ¡Ya la vi! ¡¿Puedes creerlo?! ¿Qué estará haciendo aquí?
—Será amiga de Mau. ¿Vamos a acercarnos?
—Me da pena. Mejor esperemos a Mau y que él nos la presente...
Justo al decir esto, la banda hace su escandalosa y enérgica entrada. Todos vienen sudorosos y extasiados, como cada que terminan algún show, y recuerdo todas las veces que lo recibí así en un camerino y nos fuimos a buscar un rincón oscuro y lo más privado posible para echar un polvo. Fue la época más candente y el mejor sexo de mi vida. Creo que a partir de esos acontecimientos quedé con un gusto por el sexo en lugares no tan privados; el miedo a ser descubiertos es el mejor afrodisíaco.
Estos chicos son puro fuego en escena, y afuera de ella lo son más. Aunque unos llevan vidas más bien tranquilas, casi todos al inicio de su carrera comenzaron a probar los excesos. Sexo, drogas y rock n' roll, al mejor estilo de cualquier banda americana.
Mau recibe de una mujer una botella con agua y la bebe entera en menos de un minuto. Tomo del brazo a Laura y nos acercamos a felicitarlo por su excelente presentación. Me muero de ganas por preguntarle si cantó la última canción en mi honor, pero me contengo. Tal vez tendré mi oportunidad cuando estemos tomando las fotos para el calendario.
—¿Cómo les pareció el show? Es el último que hacemos en Suramérica antes de nuestra gira por Europa, los muchachos están muy emocionados —dice mientras se acerca a nosotras.
—¿Y tú no? —pregunto.
—¡Claro, yo también! Pero eso me deja poco tiempo para unas cosas que debo hacer acá...
—Ah, pues espero que no sea tan poco el tiempo que te quedes... Necesito pedirte un favor.
—Pídeme lo que quieras... Bueno, lo que necesites... ¿Qué necesitas?
Laura permanece muda pero eso no impide que deje escapar unas cuantas risillas que al parecer solo yo noto. Uno de los libros románticos que tanto odia se llama justo así.
—Pues... Necesito fotografiarte... Para un calendario. Para mi trabajo final de fotografía, debo hacer un calendario y me gustaría que fueras uno de mis meses. De mi modelo de un mes...
—¿Quién va a hacer un calendario? —Dalila Ponce se acerca a Mau desde atrás y lo abraza.
Creo que mis ojos se abren más que las piernas de Miley Cirus en sus videos "feministas" de los últimos años. Esa confiancita, ese brillito en los ojos, esa vocesita coqueta. Solo puede significar que se está acostando con ella. De repente me siento como hace un año, con esas ganas de echar fuego por mi boca y calcinar a la mujercita que toca a Mau. Aunque sea mi cantante favorita.
—Ah, hola, Dali. Mira, te presento a Scarlett y a...
—La... Laura. —Mi amiga extiende su mano para apretar la de Dalila Ponce—. Encantada. ¡Me encanta su música!
La escultura andante le da la mano a mi amiga y luego me la ofrece a mí. Mientras apreto su suave y delicada mano, emocionada por tocar la piel de una persona tan talentosa y con tanto futuro, mi ex dice:
—Ella es Dalila Ponce, mi prometida.
Y en este momento me dan ganas de arrancarle la mano de un tirón.
¡¿Por qué me siento así?! ¡Mau ya no es nada mío! Sin embargo no puedo evitar el ardor en la boca del estómago y la expresión que sé que están haciendo mis cejas. Mau seguro lo nota, porque trata de cambiar el tema de conversación.
—Scarlett es fotógrafa y me estaba pidiendo que posara para un calendario que está haciendo. Ella es... una amiga muy antigua.
«Eso. Que sigan los puños directo a mi estómago y mi orgullo».
—No soy fotógrafa aún, soy estudiante, y el calendario será mi trabajo final —aclaro.
—Ah, ¡qué bueno! Me parece muy cool la fotografía. ¡Y con Mau ahí estoy segura de que tendrás una excelente nota! —Su brillante sonrisa ilumina todo—. Debo ir a saludar a una persona, con permiso.
Siento la mirada de Laura sobre mí, pero no puedo apartar mis ojos de la expresión de la cara de Mau. Él no sabe hacia donde mirar, notablemente apenado. ¿Por qué? ¿Acaso me debe algo? Después de todo fui yo la que acabó con lo nuestro; no debería sentir más que alegría por él.
—Amiga, voy a buscar un baño, regreso en seguida. —No sé si Laura me deja a solas con él a propósito o si de verdad debe ir a orinar.
—¿Tu prometida? Te felicito, al parecer por fin hubo una que te pusiera tu "tate quieto".
—Escucha, Scar...
—¿Y cuándo se van a casar?
—En dos semanas. Antes de salir para Madrid.
—Bueno, pues si me quieres ayudar con mi calendario, podemos hacerlo mañana, para que puedas seguir con los preparativos de tu matrimonio. Me imagino que será una gran celebración. Te felicito, estás por casarte con una mujer hermosa y talentosa.
—Igual que tú —dice con algo de nostalgia en su voz.
—No, yo no me voy a casar con ninguna mujer hermosa y talentosa —bromeo para que la risa haga el momento menos incómodo.
—No es momento de hacer bromas. —Y fracaso.
—¿Por qué no? Cualquier momento es perfecto para eso. Bueno, ¿podemos vernos mañana para la sesión o no?
—¡Claro que sí! Voy a decirle a Zule que mueva mi agenda, en caso de tener ya un compromiso. ¿Dónde haremos la sesión?
Veo que Laura regresa del baño y aprovecho la oportunidad de acabar con esta incómoda conversación.
—Sí, aún no lo sé, pero ya tengo tu número, te escribo para decirte dónde lo haremos. Gracias por invitarnos al concierto. —Mi amiga llega y la agarro del brazo—. Adiós.
Camino casi arrastrando a Laura, quien no deja de pedirme que la suelte pues la estoy lastimando. No lo hago hasta que llegamos al parqueadero.
—¿Estás bien? —Me pregunta.
—Pues claro, ¿por qué no iba a estarlo?
—Por lo que pasó adentro... Lo del matrimonio de Mau con Dalila. Te juro que ni siquiera sabía que andaban juntos.
—Tampoco yo, pero eso no importa.
—¿Segura?
Guardo silencio un momento. No estoy segura de que todo eso no me parezca una mierda, pero no quiero aceptárselo a mi amiga. Ni siquiera a mí misma. Pero es muy difícil hacerse el ciego ante una verdad tan grande como una casa. El maldito cantó mi canción. La que no había vuelto a cantar en escenarios desde que terminamos, y me miró mientras la cantaba. Además me dijo "mazorquita". ¿Qué fue todo eso? ¡¿Qué clase de mierda tendría que seguir soportándole a mis ex en pro de mi estúpido trabajo de fotografía?!
Llego a mi casa, aliviada de poder dejar salir ahora sí mis sentimientos, sin tener que estarle contestando a Laura cada cinco minutos que no me pasaba nada, que me sentía bien y que la boda de Mau con la rubia oxigenada sin talento de Dalila Ponce no me importaba.
Es más de la una de la mañana y cuando por fin estoy lista para dormir, no puedo hacerlo. Por más vueltas que doy en la cama, no puedo quedarme dormida. Veo mi celular y descubro que llevo una hora y media en esas, y pienso en las enormes y horrorosas ojeras que tendré mañana pues tengo clase a primera hora. Me desespera no poder dormir, así que sin poder evitarlo, comienzo a llorar.
Me siento bastante tonta por lloriquear por no poder dormir, pero muy en el fondo sé que no es la única razón. Me duele tener que meterme nuevamente en la vida de esos hombres que ya se habían vuelto fantasmas para mí. Y mis ojeras solo empeorarán si lloro. Enciendo la luz y me miro en mi espejo de cuerpo entero. Definitivamente tendré una cara horrorosa en la mañana. Salgo de mi cuarto para ir por un vaso con agua. Enciendo la luz de la sala y al llegar a la cocina y abrir la nevera, arraso con lo poquito que tengo en ella. Unos cuantos minutos después, yendo de regreso a mi cuarto, veo que mi vecino de en frente tiene la luz encendida. Cuando se da cuenta que lo veo, levanta un letrero que dice:
"¿Insomnio? Yo también. ¿Vienes y trasnochamos juntos?"
Qué tal el puberto. Apago la luz y regreso a mi cuarto. Y después de unos minutos, al fin puedo dormir.
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