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10. Un rockstar

—¿Y estás nerviosa por volverlo a ver? —Laura se va todo el camino haciéndome preguntas por el estilo. Parece que haber tenido una relación con un famoso es como haber sido secuestrada por extraterrestres.

—Pues... parece que estás más nerviosa tú.

Suelta una sonora risa que me contagia. El tráfico no está muy pesado a esta hora, y vamos con harto tiempo para encontrar un buen lugar en el parqueadero. Gracias a las boletas V.I.P. la logística de entrada al concierto será mucho más fácil.

—Ay, amiga. ¡Es que no puedo creer que vaya a conocer al triplepapasito de Mau Bech! En serio te odio por no haberme contado antes esto. Eres una camandulera.

—¿Una qué? ¿Qué es eso?

—Búscalo en Google.

—Mmm, pues lo haré. Pero no ahora porque me estrello —respondo en broma.

—Pero, Scar, volviendo al tema importante, tengo una pregunta más...

—No me sorprende.

—¿Cómo es Mau... en la cama? O sea, ¿es dulce? ¿romántico? ¿la tiene grande?

—¡Laura! —grito. No puedo creer que me esté preguntando esas cosas—. Eso no tiene importancia. Es nuestra intimidad... 

Giro mi cabeza para ver a mi amiga, quien hace un gesto de desilusión. Luego agrego:

—Pero sí. La tiene gigante.

Nuestras risas inundan el auto y cuando nos reponemos del ataque, veo que el tráfico se pone más lento. Nos acercamos al parqueadero del Movistar Arena y empiezo a temer que por mucha antelación que tengamos, no alcanzaremos a encontrar un buen puesto. 

—Ay, nunca he tenido un novio así... tamaño XL. —Laura abre la ventana y en su voz escucho algo de decepción, aunque en el fondo creo que lo dice por molestar—. Siempre me les he tenido que aguantar sus pendejadas a un montón de pitoscortos. Para eso mejor me quedo soltera.

—No te pierdes de mucho. Mira, a riesgo de sonar algo zorra... te doy mi sincera opinión. Teniendo una experiencia de doce hombres... bueno, trece; puedo decirte que el tamaño no es importante. Los mejores amantes son quienes se preocupan por ti, son tiernos, cariñosos y mezclan el romance con algo de locura y perversión, pero sin exagerar. A veces los que la tienen grande, se creen actores porno, con guarradas incluidas y todo. 

—Oh... —Laura me escucha atentamente, como si estuviera dándole una clase—. Pero debe ser divertido sentirse como una estrella porno de vez en cuando, ¿no?

—¡Amiga! No te conocía esos deseos reprimidos... 

—No son reprimidos, solo no son realizados... aún.

Ambas reímos y al fin podemos entrar al parqueadero. Después de encontrar un lugar más o menos aceptable, ni muy lejos de la entrada al estadio ni muy cerca a la salida del parqueadero, nos acercamos a una puerta donde hay ya muchas chicas haciendo fila y un guarda de seguridad prestándoles atención para que no se fueran a pasar de vivas.

Según un mensaje que me envió enviado Mau en la mañana, tengo que mostrar las entradas en la puerta que diga V.I.P. para que me dejen pasar sin tener que hacer fila. 

—Buenas tardes, disculpe, tenemos estas entradas pero no sabemos por dónde debemos ingresar ni si ya lo podemos hacer... —le pregunto al guarda, quien al principio me mira como si le oliera feo. 

El hombre es gigante. Tiene una tupida barba y una panza que sobresale de su cuerpo musculoso. Mi amiga no puede dejar de verle los brazos. Solo le falta chorrear la baba. ¡Qué vergüenza! Le pego un codazo para que disimule, mientras el gigante musculoso revisa la autenticidad de las entradas, y el resto de chicas en la fila nos grita cosas creyendo que queremos colarnos. 

—Den la vuelta a la derecha después de esa esquina, verán la entrada V.I.P. Y podrán entrar de inmediato.

Le agradecemos al hombre y comenzamos a caminar. Tomo a Laura del brazo, como acostumbro a hacer desde que la conocí, y ella no le quita la mirada a los músculos del guarda. 

—¡Laura! ¡¿Qué te pasa?! Hoy estás desatada, pareces adolescente hormonal. ¿Hace cuánto no tienes sexo?

—¡¿Qué?! ¿Por qué preguntas eso?

—¿Te parece que no debo preguntar? Primero quieres ser actriz porno y ahora babeas por los brazos del guarda. 

Meto la mano en el bolsillo trasero de su pantalón y ella, asustada, pega un brinquito. Tomo su celular, lo desbloqueo y voy al App Store.

—¿Qué haces? —pregunta y trata de quitarme el aparato, pero giro y la bloqueo con mi cuerpo. 

—Descargándote Tinder... 

—¡Que no! —Se lanza sobre mí y me hace dejar caer el celular al suelo—. ¡Mira lo que haces!

—¿Lo que hago yo? ¡Lo hiciste tú por querer quitarme el celular!

Laura revisa su teléfono en busca de algún daño, pero el aparato tiene buena protección y, al parecer, no sufrió ningún percance. Lo vuelve a guardar dentro de su bolsillo y continuamos caminando. 

—Ya te dije que no voy a usar Tinder.

—¿Entonces cómo más vas a conocer hombres?

—No necesito conocer hombres. 

—¿Entonces cómo vas a practicar tus escenas porno? 

—¡Ya basta con lo del porno! —grita y me parece que ahora sí está enojada—. No vuelvo a hablar contigo sobre esos temas. Debí quedarme callada.

—No te enojes. Te prometo que dejaré de hacer bromas con eso. 

Más calmada, trata de cambiar el tema y me señala la puerta que nos describió el hombre de los brazotes. Tal como esperábamos, entramos de inmediato mientras unas chicas nos gritan cosas por haber entrado antes que ellas. Al parecer nuestras boletas son más especiales que las V.I.P. Son como un Full Access o reservadas para la realeza, o algo así.

Agradezco poder entrar enseguida y Laura y yo seguimos caminando por un pasillo largo que termina en una entrada donde está parada una chica joven que nos da una calurosa bienvenida. 

—¿Nombres?

—Scarlett Alcalá y Laura Oyola. 

—Ah, ustedes vienen con Mau. —Nos mira de arriba a abajo—. Bienvenidas. Sigan por aquí. 

Caminamos por donde nos indicó y llegamos a una pequeña sala con muebles blancos, una mesa llena de revistas y otras dos personas que están vestidas mucho mejor que nosotras.  

—Amiga, ¿la mujer esa dijo "ustedes vienen con Mau"? ¿Venimos con Mau? ¡¿Con Mau?! —Su tono de voz suena cada vez más alto y más chillón.

—Pues sí. Él nos invitó, ¿no?

Lau empieza nuevamente a hiperventilar. A veces como que se le olvida que Mau me conoce y que no somos cualquier tipo de asistentes al concierto, sino las V.I.P. de los V.I.P. Para calmarla un poco, y mostrarle que eso no es un sueño maravilloso, sino la realidad, se me ocurre una idea. 

—Mira esto... —susurro muy cerca de su oído.

Me acerco a una chica que tiene la misma camiseta que llevaba la que nos permitió ingresar. 

—Oye, mi amiga y yo queremos dos vasos de whiskey en las rocas. Gracias. —Volteo a mirar a mi amiga y su gesto de desconcierto me hace reír. La risa no me dura mucho, pues la chica gira y me mira con desaprobación. 

—No tenemos licor acá y los invitados de esta zona no tienen meseros propios. Si tiene sed, ahora que salga a la gradería puede comprar una botella con agua —dice y se aleja. 

Mi acompañante suelta una carcajada que dura varios minutos. Yo, por mi parte, quiero morir de vergüenza. Todo lo dije por molestar, y pensé que por el tono en el que lo había dicho le había quedado claro a la chica. Pero al parecer, no tiene un buen día, o buen sentido del humor. 

—Vieras cómo te miró... Yo creo que te hizo mal de ojo... —Las burlas de mi amiga continúan.

—¡Llegó la banda! —grita alguien detrás de nosotras y eso corta de raíz las risas de Lau. Lo agradezco en el alma. 

Pero poco después caigo en cuenta de que significa que todos los del grupo pasarán por aquí. Mau incluido, obvio. Empiezo a ponerme muy nerviosa; aunque creía que tenía mis sentimientos controlados, todo mi cuerpo me dice que no.

Uno a uno, los músicos comienzan a llegar y a saludar a varias personas que se encuentran en la misma habitación con nosotras. Algunos cargan sus instrumentos, como la guitarra o el bajo, y un chico de unos veinte años agita sus baquetas con energía.

No reconozco a aquel baterista, pero el resto de la banda son los amigos de Mau de toda la vida. Inmediatamente cada uno empieza a saludarme, sorprendidos de verme. Algunos me abrazan, y uno por poco me besa en la boca. Al final aparece Mau.

—Hola, mazorquita. ¿Cómo estás? 

Trago saliva y quedo muda por un momento que creo que no alcanza a notar. Mi amiga está en el mismo estado de shock, solo que ella babea como tonta. Aunque traté de ser serena y neutral ante sus encantos, que me llame "mazorquita" me desestabiliza un poco. Así me llamaba cuando éramos novios, pues decía que la mazorca le encantaba y yo también. Entonces...

—Hola, Mau. Bien, ¿y tú?

Me contengo de decirle el apodo que yo utilizaba. Primero, porque no quiero que sienta nostalgia, o que yo aún lo quiero. Segundo, porque me da vergüenza. Ahora que no estoy enamorada de él, me doy cuenta de lo ridículo de la palabra. Se acerca y me da un tierno abrazo. Se siente bien, inesperadamente bien. 

—Aquí, trabajando. —Al parecer recuerda una conversación que tuvimos sobre si a lo que se dedicaba era un trabajo o simple diversión. 

Sonrío. Lo hacemos al tiempo. El azul de sus ojos brilla sobre las luces tenues del lugar donde nos encontramos. Es injusto que solo por ser tan atractivo tenga ese poder sobre las mujeres. Y aunque siempre dije que tenía una debilidad por los chicos guapos, como casi todas, la belleza física no es lo más importante para mí. Parece una idea contradictoria —¡claro que soy consciente de eso!— pero por algo dicen que todo entra por los ojos. Todos los novios que he tenido eran de muy buen ver, pero también contaban con grandes cualidades que hacía imposible no caer rendida ante ellos. 

Pero creo que Mau fue el más guapo de todos. Varias veces fue nombrado el hombre más sexi del país en las revistas del corazón. Y no están equivocados; las mujeres le arrojan lencería en sus conciertos. Fue un curso de control de celos intensivo y avanzado. A él le parecía gracioso y me mostraba las prendas como si fuera un chiste, pero yo solo quería lanzarlas al fuego. Y no precisamente a las prendas. Aunque debo confesar que algunas eran muy bonitas. Las seguidoras de Mau tienen buen gusto. 

—¡Todos al escenario! ¡Invitados a primeras filas!

Gente con chalecos que los distinguen como organizadores nos guían hacia afuera del recinto, mientras la banda camina en sentido contrario. Mau no me quita la mirada de encima, y yo trato de huir de su acoso visual. 

—Amiga, ¿por qué Mau te llamó "mazorquita"? 

—Porque es un tonto. Cuando salíamos me puso así porque según él éramos igual de deliciosas. Pero mejor ni te digo cómo le decía yo... —Ups. Sé que no me la voy a quitar de encima hasta que le diga el apodo. 

—¿Cómo le decías? 

«Demasiado tarde».

—Vamos a ubicarnos antes de que...

—¡Dime, no seas así! —Laura me hala del brazo mientras caminamos a la par del resto de invitados V.I.P.

—Ay, bueno. —Es mejor salir de eso y poder concentrarnos en el concierto—. Le decía "burrito", porque me encantaba ese plato mexicano y por... lo otro.

No le toma más de unos segundos comprender a lo que me refiero y estallar en carcajadas. 

Entre tanta risa, seguimos caminando hacia donde nos indicaron. Nos acomodamos en las filas asignadas, junto con todos los periodistas y los camarógrafos que documentan la gira. ¡Es el mejor lugar de todo el estadio, sobre todo para tomar fotos! Pero a mí no me dejaron entrar mi cámara pues necesitaba un permiso especial de prensa para poder hacerlo, y quiero llorar por eso. 

«Ya podrás cubrir eventos como este e incluso más grandes, cuando te gradúes de fotógrafa y empieces a trabajar» me digo a mí misma para disfrutar del concierto sin preocuparme por no poder documentarlo adecuadamente. 

—¡Scar, Mau es mucho más lindo en persona!

—Yo lo veo mejor en fotos —miento.

—¿Qué? Ay, bueno, en fotos, en persona o en caricatura, tu novio es un triplepapasito.

—Ex... —aclaro.

—Lo siento, es que aún no me cabe en la cabeza por qué ya no es tu novio. Si a mí un tipo como este me parara bolas, lo amarraba a la pata de la cama para que nunca me abandonara.

Su comentario me hace reír, y recuerdo que, de hecho, una vez lo dejé amarrado a la cama y se me olvidó soltarlo.


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