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9 | On the ninth day of Christmas


—¿Qué ha pasado?

—¡Lo ha conseguido! —exclama Priscila señalando a Marlene, quien está a su lado. Inmediatamente, sueltan las manos al darse cuenta de que todos las estamos mirando. Juliet y Rose se han acercado también.

—He de aclarar que ha sido un juego sucio —se defiende la víctima, que parece enfadado por lo que ha ocurrido.

—¿Qué palabra ha sido?

Marlene se levanta y se acerca a mí para enseñarme su tablet. En ella aparece una palabra con su definición debajo.

—Limerencia —lee Rose con detenimiento y Juliet se acerca a nosotras.

—Las palabras modernas no están en una enciclopedia —vuelve a quejarse August.

—¿Qué significa eso? —pregunta Zoé con curiosidad, entrelazando sus dedos con los míos.

—Estado mental involuntario, propio de la atracción romántica por parte de una persona hacia otra —recita Juliet para que todo el mundo se entere.

Yo me quedo pensando en lo que ha leído.

—¿Eso es querer darse besos? —vuelve a hablar Zoé y yo me agacho para estar a su altura.

—No exactamente. —La miro sin saber exactamente qué decir. Una vez escuché esa palabra en la universidad. Salió como tema de debate, pues el profesor nos pidió buscar palabras que nos gustaban y, sin duda, esa no era algo bueno—. Significa querer tanto a alguien que duele. Es... hacer daño a las otras personas sin querer.

Mientras nosotras hablamos, el resto se lleva el debate a la mesa, pues la comida ya está lista.

—Pero yo no quiero hacerte daño. Ni que te duela —me dice con preocupación mientras sus ojos se llenan de lágrimas. Le cojo las dos manos y me siento con ella.

—Ya lo sé, preciosa —respondo con una sonrisa, tratando de disimular el nudo que tengo en la garganta—. Nosotras nos queremos con el corazón.

Cuando su sonrisa vuelve a aparecer, siento un repentino alivio.

—Charlotte, ¿te puedo pedir un favor?

—Claro que sí.

—¿Me prometes que vendrás a visitarnos después de Navidad?

Contengo el aire, entristecida. Sé que no puedo prometerle algo que tal vez no pueda cumplir. Me dolerá tanto como a ella cuando llegue el último día de campamento. Zoé me mira insistente y yo trato de sonreír.

—Haré todo lo que pueda.

❄❄❄❄❄

Después de hablar largo y tendido con mis padres sobre la comida de Navidad y que posiblemente no llegaré a tiempo, Juliet ha sacado de su armario el vestido que me solía poner todos los años para las clases de baile. Me queda más pequeño de lo que pensaba.

—Ten en cuenta que la última vez que te lo pusiste tenías...

—Quince años —interviene mi abuela.

—No, se lo puso también para el festival de las luces. Tenía unos veinte.

—¿Tanto ha cambiado mi cuerpo? —comento mientras me miro al espejo.

La cremallera no me cierra.

—Charlie, tienes casi treinta años.

—No me lo recuerdes —añado dejándome caer sobre la cama—. ¿No tienes nada decente en tu armario?

De repente, mi abuela suelta un grito y Juliet y yo pegamos un bote.

—¡El vestido de tu madre!

La miro confusa mientras ella se marcha de la habitación. Nos quedamos en silencio unos segundos hasta que mi prima se sienta a mi lado.

—Cuéntamelo ya.

—¿El qué? —pregunto confusa y ella alza las cejas repetidas veces, divertida.

—No sabía que las cuadras tuvieran tanto morbo. —Maldita Marlene, menuda bocazas—. La escuché comentándolo con Priscila anoche.

—Solo hay tensión sexual.

—¿E intentáis resolverla? —responde riendo.

—Es una tontería.

—Mientes —dice en tono acusatorio—. Te conozco. Te gusta.

—Ya hemos hablado de esto —contesto con cansancio, dándome la vuelta para no mirarla.

—Conozco esa mirada, te estás pillando.

Estoy a punto de contestarla cuando la abuela regresa con un vestido rojo precioso. Cierro la boca para contenerme mientras Juliet me mira entre risas. La abuela no entiende lo que está pasando así que, con enfado, me hace ponerme ese vestido.

—Estás fantástica, cielo —me dice, tapándose la boca por la emoción.

—Lo admito —añade Juliet—. Me gustas hasta a mí. Sé de uno al que se le va a desencajar la mandíbula.

—A unos cuantos diría yo —comenta la abuela sin saber a lo que se está refiriendo mi prima. Yo le lanzo una mirada de enfado a esta y me acerco al espejo para mirarme. Los volantes del vestido hacen que mi cuerpo se estilice aún más.

—Tengo los zapatos perfectos.

Juliet abre su armario y rebusca entre las cajas que hay al fondo hasta que saca unos zapatos negros de tacón.

—¿Estáis seguras de que esto es necesario?

—Wallace me ha comentado que este año el nuevo profesor de baile es muy riguroso con la vestimenta. Hemos anunciado a todos los participantes que vistan sus mejores ropas.

—¿Has vuelto a ver a Wallace? —responde Juliet. Ya ha encontrado a una nueva víctima a la que torturar.

—¿Tienes algún problema?

Juliet suelta una carcajada al ver la reacción de mi abuela. Mientras ellas discuten, yo aprovecho para marcharme a mi habitación y acabar de arreglarme.

Me quedo un rato mirándome en el espejo. Mi madre llevó este vestido cuando tenía cinco años menos que yo, según me ha contado mi abuela, para la fiesta de Año Nuevo, donde conoció a mi padre. Nunca pensé que acabaría poniéndomelo yo.

Cuando suena el timbre, todos acudimos a la entrada, donde Ryan nos espera para llevarnos. Esta vez, Juliet también viene para conducir el otro coche.

Las clases son en el centro cultural del pueblo que hay al lado, por lo que no tardamos más de quince minutos en llegar. Al salir, los tacones se hunden en la nieve y, antes de perder en equilibrio, una mano me sujeta por la cintura.

—No te caigas todavía, ma chérie.

Jacques se ha echado más colonia que otras veces. O tal vez sea mi imaginación. Lleva una camisa blanca que asoma por debajo del abrigo y una corbata granate. Cuando entramos, me ayuda a quitarme el abrigo y dice algo en voz baja, pero no le llego a entender. Entro en la sala mientras él se queda con Zoé. Me siento junto a Rose.

—Formad parejas lo antes posible —dice el profesor en tono autoritario.

Al principio se ha presentado como Nikolai.

Miro a mi alrededor, esperando encontrar a alguien con quien ponerme. Me acerco a August, pero él ya está caminando hacia una mujer que también ha venido a la clase. Hay mucha gente que no conozco. Priscila y Marlene se ponen juntas, lo cual no me sorprende. Jacques y Rose forman una pareja y Zoé ha encontrado a un niño de su edad.

—Genial —mascullo entre dientes.

—¿Te han dejado sola? —dice una voz masculina y al girarme veo que se trata de Ryan. Me mira con el ceño fruncido y yo me encojo de hombros.

—¿Me rescatas?

—¿Y qué me llevo a cambio?

—Venga, Ryan, a la familia no se le pide nada a cambio —contesto, intentando convencerle. Él me mira alzando las cejas. Le conozco lo suficiente para saber que él siempre quiere algo a cambio, por mínimo que sea. Entonces paso al plan B: mi cara de pena—. ¿Ni por mí lo harías?

—Bailar, Charlotte. No me gusta bailar.

La música empieza. Le cojo de la mano y él resopla.

—Me lo cobraré —responde apretando los dientes.

Me pone la mano en el hombro y seguimos las instrucciones del Nikolai.

Al principio parece sencillo, nada que no haya hecho antes. Pasos con los que moverse mucho de un lado para otro. Sin embargo, los gritos cada vez que lo hacemos mal me ponen de los nervios.

En un descanso para hidratarnos, Ryan se pierde por uno de los pasillos. Sé que no va a volver. Entonces, Rose se acerca a mí.

—Necesito un favor —me dice con la mano en el pecho.

Parece fatigada.

—¿Te encuentras bien?

—Esto es terriblemente agradable, pero no puedo más.

—¿Quieres que hable con el profesor?

—No —responde con una carcajada y me pone la mano en el hombro—. Solo necesito descansar un rato. ¿Crees que podrás ponerte con mi pareja hasta que me reponga? No quiero dejar al chico solo, hay muchas lobas que quieren pescarle.

Al decir eso, señala a un grupo de mujeres de unos cuarenta años mirando hacia donde está Jacques y se me escapa una sonrisa.

—Está bien, pero solo porque me lo pides tú.

Rose no dice nada, pero la escucho reír mientras camino hacia Jacques, quien está hablando con unas de las mujeres que se ha animado a acercarse mientras él intenta beber un poco de agua.

Cuando me acerco a ellos, la mujer me lanza una mirada de desagrado y se cruza de brazos para dirigirse a mí.

—¿Quién eres?

Jacques, al notar mi presencia, sonríe.

—Soy su pareja —respondo a la vez que entrelazo mis dedos con los suyos, percatándome tarde de que lo que he dicho puede interpretarse de otra manera.

—Un placer —añade la mujer, quien se despide con la sonrisa más falsa del mundo y, cuando se da media vuelta, Jacques y yo nos echamos a reír.

Él hace un gesto con la mano como si se estuviese limpiando el sudor de la frente y se gira hacia mí.

—¿Mi pareja?

—Rose está cansada —le explico, algo acalorada por la situación—. Y Ryan ha huido.

Jacques se ríe, pero no suelta mi mano, lo que me pone más nerviosa. Eso y su mirada. ¿Cómo es posible que una simple mirada me haga temblar las piernas?

Nikolai nos llama un par de veces y nos indica las posiciones donde debemos colocaros. Esta vez la música es más lenta. Creo que Rose lo sabía porque cuando la miro me guiña el ojo.

Jacques coloca su mano en la parte baja de mi cintura. En ese instante recuerdo la última vez que nos besamos y cierro los ojos para alejar esa imagen. Esta vez es distinto. Esta vez hay más gente, por lo que la distancia entre nosotros es evidente. Quizá quiere ser precavido. Es lo más sensato. Sin embargo, su mano en mi espalda demuestra lo contrario.

—Estás preciosa —dice en un susurro.

Mi corazón empieza a latir tan fuerte que temo que sea capaz de escucharlo entre el sonido de la música. ¿Cómo se puede frenar un corazón que va desbocado?

—Tú también lo estás —respondo tras aclararme la garganta.

Hacemos un giro sin dejar de balancearnos de un lado para otro.

—¿Preciosa? —añade riendo y le doy un pequeño pisotón.

—Me has entendido.

Bailamos mientras hablamos de todas las cosas divertidas que hemos hecho estos días y de la partida de ajedrez que tenemos pendiente.

—Jacques —le digo, poniéndome seria de repente, pero sin dejar de moverme.

—Charlotte —contesta él, rellenando el vacío que he dejado.

—Quiero... —empiezo. Niego con la cabeza y le vuelvo a mirar—. Necesito saber qué es esto.

A pesar de los movimientos rápidos del baile que Nikolai nos ha estado enseñando, puedo notar su respiración acelerada. Su mano vuelve a deslizarse ligeramente por mi espalda y siento que un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Él se aclara la garganta y se acerca a mi oído para susurrarme:

—Simplemente déjate llevar.

Tras decir eso, me besa en la mejilla. Estoy tan tensa que creo que él lo ha notado, pues me abraza con más fuerza y me levanta en volandas, saltándose las directrices del profesor, quien nos llama la atención. Al escuchar su risa, no puedo evitar contagiarme.

Cuando Nikolai nos deja un rato para bailar como queramos, Jacques y yo empezamos a hacer el tonto, dando vueltas y moviéndonos de un lado para otro, poniendo en práctica lo que hemos aprendido. Luego Zoé se nos une. Jacques acaba rendido y Zoé y yo somos las últimas en salir de la pista.

Después de la cena, aprovecho para trabajar en mi proyecto y, tras darle los últimos retoques a la presentación, le envío el correo de mi propuesta a la juguetería Wonderland. Sea como sea, ya no hay marcha atrás.

Tras ponerme mi pijama de Navidad, cojo la botella de vino que Jacques dejó en mi mesilla hace un par de días y voy al comedor dando pequeños saltos. Una vez una compañera de trabajo me dijo que siempre hay que ir preparada para cualquier ocasión. No supe a qué se refería hasta ahora. Menos mal que he metido en la maleta mi mejor conjunto de lencería. Quizá hoy sea el día de lucirla. Aunque espero que dure poco puesta.

Sin embargo, al llegar, escucho risas y me doy cuenta de que Zoé está colocando las fichas del ajedrez.

—¡Charlotte! —exclama mi nombre con entusiasmo nada más verme—. ¡Papá me ha dicho que vais a jugar!

Jacques me mira con impotencia, encogiéndose de hombros. Yo le sonrío y sin querer se me escapa una carcajada. Dejo la botella de vino en la mesa grande y me acerco a donde están ellos. Tiene gracia la situación, pero aun así no estoy molesta.

—¿Quieres ver cómo le vuelvo a dar una paliza a tu padre? —contesto resignada mientras me siento junto a Zoé.

—¡Ni en tus sueños! —responde él, activando su modo competitivo.


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¡ALERTA CORAZONES! Se vienen cositas muuuuy intensas, espero que estéis disfrutando, ya queda poquito para el final ❤

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