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7 | On the seventh day of Christmas

—Y entonces el reno se comió toda la zanahoria y... y... Papá Noel me dijo que me traería mi cuaderno de dibujo.

Me río al escuchar a Zoé hablar de su experiencia navideña con tanta emoción.

Después de pasarme toda la mañana rechazando las llamadas de la oficina, he decidido apagar mi teléfono por completo. Al ir a desayunar, me he encontrado con Zoé en la entrada y hemos preparado juntas el desayuno a todos. Al parecer estaba esperando a que me levantara para contarme todo lo que hizo.

Luego ha estado contando la misma historia una y otra vez a medida que el resto ha ido apareciendo por el comedor.

Es raro que Juliet no esté despierta a estas horas de la mañana. Mi primer pensamiento es que haya podido salir a comprar, pero la abuela no la ha escuchado salir y eso que duermen una al lado de la otra.

—Jul —digo tras golpear la puerta. Escucho desde dentro un gruñido e inmediatamente entro. Está envuelta en mil mantas y tiene la cabeza hundida en la almohada.

—Largo —gruñe de nuevo y al darse la vuelta para lanzarme un cojín veo que tiene los ojos hinchados.

Entonces recuerdo que me dijo que había quedado con Oliver y se me revuelve el estómago de la rabia.

—¡Le mato! —exclamo entre dientes—. Dime dónde guardaba el abuelo su escopeta.

Dispuesta a salir a buscar a ese hijo de su madre, Juliet me coge del brazo para detenerme.

—Ya no es necesario. —La miro extrañada. Ella vuelve a la cama y se hunde de nuevo en la almohada.

—¡¿Os habéis acostado?! —añado perpleja y ella se incorpora ligeramente.

—¡Cállate! No lo digas tan alto. —Me coge del brazo para que me siente con ella y me tranquilice—. Es un gilipollas, ahora lo sé.

—¿Ahora? Dios, Jul, te daría una bofetada si no fueras mi prima.

—Estaba tan guapo —comenta y en seguida niega con la cabeza. Luego coge la manta y nos tapa con ella—. Necesitaba despedirme de él.

La golpeo para recriminarla.

—Estás loca.

—Luego me ha dicho que está saliendo con alguien y me he largado.

—Qué asco de tío —bufo con disgusto.

Al menos parece que ella está de acuerdo y no me lleva la contraria como tantas otras veces.

—¿Qué tal anoche con Jacques? —me dice tras un largo silencio, alzando las cejas repetidas veces.

—¿Anoche?

—Os vi por la ventana. Imagino que la abuela también.

La miro boquiabierta y me aclaro la garganta al escuchar su risa.

—No es nada —respondo levantándome para evitar su mirada inquisitiva. Ella me sigue.

—¿Nada? Priscila me contó lo del baño.

Me giro hacia ella y suelto el aire contenido. Supongo que con ella puedo sincerarme.

—Me pone mucho, Jul. Es tan... Y esa manera de decir las cosas —resoplo de nuevo con la intención de aclimatarme agitando las manos para darme aire. Me siento aliviada por haberlo soltado por fin, pero avergonzada al mismo tiempo—. Pero tiene una hija y... No. No me voy a meter en algo así.

—¿Algo así?

—Cuando acabe esto se irá y yo también me iré. No quiero hacer daño a Zoé.

—¿O hacerte daño a ti?

Le lanzo una mirada de odio.

—No eres el mejor ejemplo.

—Consejos vendo que para mí no tengo —contesta en tono burlón, citando el famoso refrán. Tiene razón y al menos lo admite—. Venga, no seas tonta e inténtalo. No perderás nada.

—Y tú no seas tonta y deja de perder el tiempo con el gilipollas de Oliver.

Le lanzo el cojín que me ha tirado hace un rato y me marcho corriendo, dejándola con la palabra en la boca.

❄❄❄❄❄

La abuela se encarga de explicarnos de que va la actividad de hoy, ¡los bastoncillos de caramelo! Hemos colgado los calcetines que nuestro invisible nos hizo. Ver cómo Zoé cuelga el de su padre ha sido divertido, me gustaría saber qué le parece que haya sido yo quien se lo ha hecho. El que yo tengo, por otro lado, es diferente. Es blanco, plateado y azul. Me recuerda a la nieve. Tiene unas cuantas estrellas de color plata y los ángeles son de un azul celeste precioso.

—Hay que encontrar siete. Siete en total. Si lo hacéis, tendréis una pista de vuestro amigo invisible.

—¿Cómo que una pista? —pregunta Priscila intrigada. Marlene le dice algo en voz baja y ella asiente.

—Sobre quién es vuestro amigo invisible.

—Comprendo.

Mi abuela se sienta en la butaca mientras algunos charlan entre ellos, comentando qué les parece. Entonces Zoé me tira de la manga del jersey.

—¿Puedo buscar contigo?

—Claro, bonita —respondo con una sonrisa, acariciándole su rubio pelo—. ¿Te ha hecho tu padre estas trenzas?

Ella ríe divertida.

—No se le dan muy bien, pero no quiero que se ponga triste.

—Ven, vamos a arreglarlas en un momento —la cojo de la mano y vamos a mi habitación.

En mi neceser tengo un cepillo fino, perfecto para este tipo de peinados. Me siento en la silla y ella entre mis piernas, observando su reflejo en el espejo. Siempre me ha gustado peinar. A mi madre le encantaba cuando, de pequeña, le hacía esos peinados tan estrambóticos. Con el tiempo fui aprendiendo y las trenzas era lo que mejor se me daba.

—Si te hago daño, dímelo —digo tras haber acabado la segunda trenza.

—Me gusta cómo me peinas —responde y la miro a través del espejo.

Está jugando con la segunda goma, que tiene un árbol de Navidad pegado a ella. No me está mirando. Me encanta el momento tan íntimo que estamos teniendo con apenas un simple gesto y me dan ganas de abrazarla y no soltarla. No sé qué me está pasando.

En una hora encontramos cuatro bastones, algunos incluso escondidos bajo la nieve. Después, cansadas de la búsqueda, sugiero hacer una parada para llenar el estómago. Rose, August y Jacques se unen a nosotras en uno de los restaurantes más cercanos al hostal. Este último está un poco enfadado con su hija por haberle dejado tirado. En el fondo sé que lo está haciendo para molestarla porque me ha guiñado el ojo un par de veces. Supongo que es por eso. Al final, los remordimientos pueden a Zoé y después de comer me abandona.

Consigo los tres bastoncillos restantes justo cuando una hornada de galletas acaba de salir. Los meto en el calcetín corriendo y voy a la cocina.

—¿Esta es mi recompensa?

Juliet me pega con el trapo para que aparte las manos, pero me da tiempo a coger una. Está ardiendo y me quemo los dedos. El karma.

—Por ansiosa —me recrimina ella y aparta la bandeja de mi vista—. Oye, Charlie, ha llamado antes una tal Cindy preguntando por ti.

—¿Cindy? —respondo desconcertada y soplo suavemente las yemas de los dedos, que aún me duelen.

—No te localizaba.

Mi indiferencia la deja sorprendida. Al escuchar su nombre lo único que puedo pensar son cosas malas, pero al fin y al cabo sigue siendo mi trabajo, ese por el que tanto tiempo he luchado y ella se ha encargado de hacer trizas.

Me levanto, cojo la galleta, que aún quema un poco, y me marcho a mi habitación.

—¿Todavía estás allí? —Es lo primero que me dice nada más verme—. Charlotte, necesito que me mandes ya el informe de gastos de la fiesta de Navidad. Es urgente.

—¿Puedo hablar contigo?

Tengo que dejarle las cosas claras.

—Charlotte, es necesario que hagas esto cuanto antes. Tienes que añadir los posibles gastos extra —responde, ignorando mi pregunta como siempre. Me duele la cabeza de escucharla—. Esta tarde te espero en mi despacho.

Me quedo mirando los papeles de mi presentación, la cual no me dejó hacer. Luego la miro a ella. Me observa desquiciada a través de la pantalla.

—No. Hoy no voy a ir a la oficina.

—¿Perdona?

—Cindy, tú misma me diste estas vacaciones. Estar aquí me está haciendo muy bien.

—Charlotte, eso no es nada responsable por tu parte.

—Tendrás el informe en el correo. Nos vemos en la fiesta de Navidad.

Cindy está a punto de estallar. Entonces cuelgo. Me siento fatal, pero al mismo tiempo muy aliviada. Lo he hecho. Se lo he dicho por fin. Me levanto lentamente. El corazón me late tan fuerte que lo único que se me ocurre es soltar un grito ahogado para liberar la tensión.

La puerta suena con fuerza. Tras ella se encuentran August y Rose, que me miran con nerviosismo. Rose me analiza de arriba a abajo por si me ha pasado algo.

—Lo he hecho. Me he enfrentado a ella —hablo entre carcajadas. Me doy cuenta de lo que acabo de decir y mi sonrisa desaparece—. Y creo... creo que ha salido bien.

Rose hace que me siente en la cama y August va a buscar un vaso de agua.

—¿Qué ha ocurrido?

August regresa junto a Priscila y Jacques. Bebo agua mientras ellos comentan lo ocurrido. Después les explico más claramente lo que ha ocurrido. Ahora que estoy más tranquila ya no me siento tan contenta. Los pensamientos intrusivos aparecen para intentar aniquilarme.

—¿Y si me despiden?

—Intenta hablar con tu jefa —sugiere Rose.

—He trabajado muy duro para llegar a donde estoy.

Sin embargo, Jacques se mantiene en silencio, mirándome con los ojos entrecerrados.

—Sería lo mejor que te podría ocurrir. Tú misma lo admitiste en la actividad de los aros.

—Comenzar de cero asusta, si no dímelo a mí —añade Priscila resoplando—. Te ayudaremos en lo que necesites.

La abrazo con fuerza mientras Rose me pasa la mano por la espalda para tranquilizarme. Jacques mantiene la posición mientras August se marcha. De repente suena la campana que anuncia la cena y todos nos levantamos para ir al comedor. Yo me quedo la última y, cuando estoy a punto de salir de la habitación, veo que Jacques se da la vuelta y camina hacia mí con paso decidido. Por un momento pienso que me da a decir algo malo por lo que he hecho con mi trabajo, pues su expresión es muy seria.

Se detiene frente a mí a escasos centímetros de mi rostro. Su respiración es agitada y sus ojos más oscuros que nunca.

Todo lo que ha ocurrido hace unos minutos desaparece de mi mente como por arte de magia y en lo único en lo que puedo pensar ahora es en sus labios. Me centro en su respiración rozando mi piel y trago saliva para contenerme. Quiero preguntarle qué ocurre, pero antes de poder siquiera encontrar mi voz, Jacques me empuja contra la puerta con fiereza y hunde su mano en mi pelo, haciéndome perder el sentido cuando sus labios tocan los míos. Su arranque de pasión me hace reaccionar tarde, pero en cuanto soy consciente, le agarro con fuerza del jersey queriendo sentir cada parte de su cuerpo sobre mí.

Entonces se separa.

Pardon —dice en francés. Me mira con los ojos muy abiertos y, como si de repente se le acabase de ocurrir algo. Se aparta y se pierde por el pasillo.

Me paso toda la cena dando vueltas a la comida de mi plato en busca de respuestas para todas las preguntas que tengo ahora mismo. El resto intenta sacar temas de conversación divertidos, imagino que para alejar mis pensamientos del trabajo. Y en cuanto a Jacques... No me atrevo a mirarle.

Cuando todos se han marchado, meto los bastoncillos de caramelo que he ido encontrando en mi calcetín. Juliet aparece al rato para entregarme mi nota como recompensa.

—Entonces no te vas. —Niego con la cabeza sonriendo. Salimos a las hamacas con nuestras tazas de té y disfrutamos del silencio de la noche—. ¿Qué pone tu nota?

Meto la mano en el bolsillo de la chaqueta y la saco. El sobre es pequeño como el otro que me dieron, pero este es azul.

—Aprendiendo a crear lazos —leo en voz alta y aprieto los labios pensativa. Juliet hace un gesto de duda y da un sorbo a su bebida—. ¿Qué clase de pista es esta?

—¿Creías que te iba a decir tan pronto quién es tu amigo invisible? —responde soltando una carcajada burlona.

—Solo te voy a decir una cosa —añado mientras me levanto—. Huye.

Juliet observa con los ojos entrecerrados y de repente los abre por completo, atragantándose con la bebida. Se levanta de golpe, dejando su té en la mesita y entra corriendo a casa. Le doy ventaja, pero pronto comienzo a seguirla por el comedor, la cocina, hasta los pasillos de las habitaciones. Procuro no hacer mucho ruido, ya que seguramente estén todos durmiendo, y por fin consigo alcanzarla en su habitación.

La pelea de cojines no dura mucho. Las dos estamos tan cansadas que me invita a dormir con ella.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última noche de primas —comento mirando a la oscuridad del techo.

—Pensaba que el día de las hamacas contaba.

—Teóricamente no.

Me meto en la cama y me tapo hasta el cuello con el edredón.

—¿Me vas a contar una historia para dormir? —bromea y la doy un codazo.

Las dos comenzamos a reír hasta que nos quedamos dormidas.

♦♦♦♦♦♦♦♦♦

Enfrentarse a un jefe no es nada sencillo, pero deben respetar las vacaciones, ¿no creéis?

¿Y qué pensáis del amigo invisible de Charlotte? :P

Ufff, ¡¿Y DEL BESO?!

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