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Capítulo 3. Las reglas del juego.

Sintiéndome confiado de tener a Danna con tres dardos bien clavados, le digo.

—Empieza por no llamarme señor, dime Daniel— solté de buenas a primeras.

—No, señor, aún no hemos llegado a un acuerdo, por lo tanto seguiré llamándolo señor— refutó muy sería.

Debo reconocer que eso me sorprendió e hizo preguntarme; quién es ésta mujer que tengo al frente, por qué no actúa como el resto de las mujeres que conozco.

—Bien, Danna, cómo usted quiera— me resigné a escuchar sus reglas.

Reglas, que según sean planteadas rechazaré "educadamente". Desde un principio debo hacerle entender que; yo mando y ella obedece. Ya saben dominante y sumisa, como debe ser. Desde tiempos inmemorables los hombres, machos, pechos peludos domamos y adiestramos, para ser precisos; domesticamos, a esas pequeñas fierecillas que se creen leonas, pero al final de cuentas dentro de nuestros encantos se vuelven gatitas silvestres. Por ende, ningún hombre que se precie de serlo, dejará que una mujer imponga reglas. No señor, eso nunca. Mientras yo así pueda evitarlo dejé que mis pensamientos varoniles dominaran mi mente.

—Sólo será por seis meses, ni un día más— limitó el tiempo del trato.

Claro que sí, porque sólo necesito seis meses para verte de rodillas a mis pies. Sentencié para mis adentros, sin necesidad de refutar la primera regla. Sólo asenté con la cabeza.

—Acepto el primer pago, pero no el segundo al menos que se me presente alguna emergencia, en todo caso no creo necesitar tal cantidad de dinero adicional, sólo recibiré el que me permita cubrir la urgencia que se presente— dijo manteniendo una mirada cautelosa sobre mí.

Nuevamente asentí lentamente con mi cabeza manteniendo su mirada. Astuta y precavida me salió la mujercita. Confirmó mi teoría; las mujeres solo quieren solvencia económica y un pendejo que pague por ella. Segunda regla sin refutar, aunque lamentablemente vi como el dardo de la economía cayó junto a mis pies.

—No dispongo de poder económico ni conocimientos de actos sociales por lo tanto, usted señor, deberá seleccionar y comprar lo necesario, todo lo que use le será devuelto al final de los seis meses— aseguró, para mi sorpresa.

—Sí, ya le dije que los gastos corren por mí, no tiene que devolver nada lo que le entregue, será suyo, insisto en ello— me hice ver como todo un caballero con tal de ganar la apuesta.

—Si usted insiste en esto último, entonces señor, por favor solicito que las facturas estén a mi nombre; en caso que yo decida vender algo, y tomando su palabra como serán míos, usted no podrá preguntar por el paradero de los artículos— expresó con un brillo en los avellanados ojos.

Tercera regla intacta sin queja de mi parte.

¡Ufmmm! eso me dejó fuera de base, pero acepté, total; qué tanto puedo gastar en ella, me pregunté.

Danna, retoma la conversación y continúa lanzándome flechas las cuales no intento esquivar, ya que compartimos secretamente la idea que lo nuestro será un simple y lucrativo contrato con fecha de expiración.

—Estoy comprometida por lo tanto, usted, no tendrá ningún contacto con mi circulo social o familiar— me aseguró ella.

¡Qué demonios! varias preguntas apuntaron mi mente entre una de ellas está; cómo ha dicho, oír a una mujer negarse a lucirme antes su círculo social y familiar, es extraño, ilógico, inconcebible. Me intrigaba saber si ésta mujer es de éste planeta. Cuarta regla que regañadientes acepte sin protestar aunque mi orgullo quedó más que arrugado. Ya me lo pagaras, Danna. Habló lo que quedaba de orgullo, pero acepte de manera estoica.

Algo enfadado y contrariado por las ya exigidas reglas, intenté dar por terminada la reunión al extender mi mano para cerrar el trato, pero, Dios mío, veo como la mano de ella no se mueve sino todo lo contrario inclina su cabeza de medio lado y chasqueando la lengua sonríe haciendo saber que su lista aún no está terminada. Sin más prosigue con indiferencia. Me obligo a recoger mi mano mientras achino mis ojos con fuertes deseos de callar a esta mujer.

—Tendrá que facilitarme un celular por el cual nos mantendremos en contacto, ya que no usaré el mío,— exigió tan tranquila que se me erizó la piel.

Quinta regla que me beneficia, así que, cierro mi varonil boca y muerdo mi filosa lengua.

Tranquilo, me digo, la siguiente regla será la que refute, aunque viéndolo desde mi ganador punto de vista ésta mujer ha pensado en todo, y eso me facilita las cosas. Acepto subiendo mis hombros con desdén

—Al terminar esta loca relación, usted, no podrá despedirme— enfatizó.

—Esa nunca ha sido la idea, se lo puedo asegurar— le dije sinceramente.

Diablos, me odié al quitarme yo mismo la oportunidad de refutar ésta sexta regla, pero de ser sincero, nunca fue mi intención despedirla aun si Morgan sale triunfante.

En este momento un silencio inesperado se instaló en nuestra negociación. Ella respira, gira su rostro hacia el ventanal, luego busca con la mirada la puerta para finalmente atrapar mis ojos que están a la expectativa, activo todos mis sentidos, y es cuando la escucho resoplar una y otra vez, mis pensamientos se pierden dentro de mí cuando afirmo precipitadamente que; te faltará el aire cuando suspires enamorada de mí.

Contemplo como sus pálidas mejillas cambien a un rosado hasta lograr reflejar una rojo intenso. Color que me hace sentir cautivador y siento regocijo al darme cuenta que mis efectivos encantos harán de ella una más en mi lista de conquistas.

Su frente refleja rastros de un ligero sudor. Diablos, trago saliva, me pregunto qué tanto sudará luego de alcanzar un par de orgasmos en mi cama, o sobre éste escritorio, o tal vez en el mesón de la cocina mientras la estufa termina de calentar nuestros cuerpos.

Sus manos se aprietan entre sí; logrando imaginarlas firme alrededor de mi gran y fiel cilindro que está empezando a inquietarse entre mis piernas, solicitando satisfacción. Tranquilo amigo, río para mis adentros, será toda tuya luego un par de citas, mis pensamientos presagian el futuro.

—¿Danna?— rompo el incómodo silencio, al ver que no responde me levanto para acercarme a ella. —Danna, ¿éstas bien?— vuelvo a preguntar, ella levanta sus ojos, aprieta sus labios e implanta la siguiente regla con voz tímida.

—Referente a las relaciones sexuales esporádicas, déjeme decirle que tal vez después de la primera, usted decida no repetir—.

La escucho carraspear su garganta buscando valor para continuar, mi mente trata de procesar lo que acaba de salir de esos sensuales labios, pero ésta no estaba preparada para procesar dicha afirmación.

—Porque mi experiencia sexual es muy poca en comparación con la suya, señor. Ya que sólo las he tenido con mi prometido en contadas ocasiones, así que le garantizo que no lo podré satisfacerlo como usted está acostumbrado— dijo mientras miraba sus manos temblorosas y dejaba rodar una lágrima por su mejilla.

—Espera, ¿me está tratando de decir que sólo se ha acostado con su prometido?, pero tienes 26 años— afirmo asombrado —¿qué tan lejos ha llegado con su novio?— pregunté intrigado, ansioso y mil cúmulos de sensaciones que revolotearon mi cochina mente sexual.

Con una actitud llena de indignación, Danna, me reprocha, y con sobrada razón. Mientras mi imaginación reflejó cientos de imágenes que pasaron dese la sumisión a la entrega total, sin dejar de lado encuentros en lugares públicos, incómodos y hasta peligros. Dos fluidos se activaron en mí en ese momento; la saliva que trague pausadamente y mi preseminal que estoy seguro goteó mojando el glande de mi carnoso amigo.

—Eso es algo privado que prefiero no discutir con usted, señor– dijo manteniendo mi mirada en sus manos.

¡Genial! un bono extra como motivación, le agradezco a Dios por eso, triunfo, que cerca te veo. Nunca, jamás me perdonaría perder esta apuesta, juré internamente. No refutes, me gritó mi sexual conciencia.

Luego de otro silencio incomodo la vi subir su rostro con la dignidad recuperada y en esta ocasión exigió más que solicitar. Su tono de voz fue claro y fuerte conforme inició a decir.

—Le voy a pedir o mejor dicho exigir un gran favor; en caso de hacer algo que me incomode en el acto sexual pronunciaré la palabra miedo dos veces, usted deberá cesar en ese mismo instante la actividad y no repetirla nuevamente— dijo sosteniendo una mirada firme mí.

Sus ojos reflejaron un brillo inesperado que difícilmente logré definir, pero podría jurar que estaba entre la timidez y la vergüenza. Otro dardo acaba de caer a mis pies, el de la moralidad. Maldije para mis adentros mientras levantaba mi corrupta mano derecha para jurar en vano.

–Tranquila, ya le dije, no soy un maniático sexual ni ningún aberrado, vuelvo y le repito, la compañía sexual no es el objetivo de esta relación contractual– enfaticé.

Sin embargo, internamente me aseguré de garantizarme disfrutar sensual, sexualmente de ésta casi virgen durante esos seis meses, ese bono no lo voy a desaprovechar.

—Y por último y más importante; dos veces a la semana yo me ausentaré para reunirme con mi prometido por unas seis horas aproximadamente, durante ese tiempo permaneceré incomunicada ya que apagaré el celular, usted no podrá impedir o preguntar nada referente a ese tiempo, en cuanto yo este nuevamente disponible le enviaré un mensaje haciéndole saber— aclaró de manera enfática.

Diablos, ésta sí que la refutaré. Aquí me impondré, me forzó mi alfa interior.

—Lo siento Danna pero no puedo aceptar que te desaparezcas por tanto tiempo, te daré dos horas para tus encuentros románticos— me impuse de la manera más frívola y descarada sin darle opción a negociar.

Danna, me observa y analiza, en cuestiones de segundo se levanta de la silla, apoya sus pequeñas manos en mi impecable escritorio, sube los hombros, y de su boca suelta.

—¡Genial!, demos por nula la oferta, no acepto entonces, búsquese otra mujer, pues ésta está a punto de retirarse de su oficina. Entienda algo; no es un punto a negociar, es usted el interesado en este trato no yo. Por otra parte no pienso ni por un minuto dejar de estar con mi novio para esperar que usted me necesite. Adiós— dijo extendiendo lentamente su mano dando finalizada la reunión.

Salvaje leona disfrazada de gatita, mataré a Morgan por elegir una fiera en lugar de una mujer. Juré vengarme de mi amigo.

Compruebo con ojos llenos ira al último dardo rebotar contra el piso, contemplo como mi diana queda completamente vacía anunciando mi derrota antes de empezar la partida. Maldiciones, truenos y diablos, mi apuesta se va por el drenaje antes de iniciar la jugada.

—Siéntate— le grito, con voz gruesa, pero ella mantiene sus pasos firmes, mueve sus largas piernas sin inmutarse, el sonar de los tacones marrones que están parcialmente cubiertos por esos pantalones de lino grueso me hacen saber que se aproxima a la puerta.

—¡Que! te sientes—le espeto.

Veo como disminuye solo un poco el andar, segundos después los acelera.

—Diablos, Danna—

Llego con tres zancadas hasta ella, la tomo en un solo movimiento por la pequeña cintura, levanto sus pies del suelo, y apoyo su espalda en mi pecho. ¡Ummm!, que rico huele, capto perdiéndome el delicado olor que brota de su cabeza, con pensar que en éste aroma de rosas y jazmín me perderé mientras nuestros gemidos rebotan sobre cuatro paredes. Genial, es ligera, me facilitará varias posiciones en elevación que pienso hacerle.

—Loco de mierda, suéltame o grito, y serás tú quien tenga problemas—pelea infructuosamente contra mí.

—¡Dios!, ¿qué le pasa, Danna? — pregunté tratando de ganar tiempo. — No estoy interesado en su vida privada— le dije bajando el tono de voz.

—Suélteme— grita varias veces aún con actitud de pelea.

—Danna, te voy a soltar pero debes calmarte, sólo respira profundo, ¿quieres?, esta conversación está tomando un rumbo equivocado, lo juro— dije lo más pausado que pude.

—Danna, voy a ir soltándote mientras nos calmamos, luego buscaré un poco de agua para continuar hablando— rogué como nunca había hecho jamás.

Mientras que ella se calmaba, de a poco, mi agarre fue disminuyendo hasta que ambos sólo respirábamos buscando control. Me levanté, serví un vaso de agua y uno de Brandy, giré sobre mis talones para llegar al sofá donde estaba sentada.

—Danna, me voy a sentar junto a ti, nos tomaremos esto y continuaremos como dos personas civilizadas que somos, ¿de acuerdo?— ella asintió con su cabeza algo arrepentida.

–¡Bien!,— afirmé algo asustado por nuestra reacción, pero igual, extendí el vaso de agua, pero ella negó y extendió su mano para tomar el de licor.

Nos miramos de reojos y de ambas bocas se desplegaron un par de sutiles sonrisas que nos dejaron apenados.

—Danna, está bien, no hay problema acepto tus reglas. Realmente te necesito, entiendo que ames a tu prometido, y no soy nadie en tu vida para pedirte que regules el tiempo de ambos. Perdón, no fue mi intensión llegar a ese extremo. Pero si estás de acuerdo con mi propuesta bajo tus reglas estoy dispuesto a aceptar— le extiendo formalmente mi mano, esperando una respuesta positiva. —Por mí, trato hecho– mantuve extendida la mano.

—Trato— dijo ya mucho más calmada.

Di por finalizada la primera etapa. ¡Que empiece el juego! 





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