Capítulo 21. Naturalmente familiar
Al despertar decido disfrutar al máximo del nuevo día, nada mejor que un sábado familiar. Estamos bajo de la sombra apacible de una acacias en la plaza monumental a unos diez minutos del apartamento de éstas dos mujeres que me tienen el corazón derretido. Sonrío al imaginarme los pensamientos de troncón, en cuanto a la mayor de las dos féminas, de seguro el calor corporal que Talía emite es quien calienta a troncón hasta casi hacerlo arder.
Iniciamos una lenta caminata intentando que Clementine se estimule para dar sus primeros pininos, sostenida por ambas manos. Mi momento preferido está por llegar; adoro comer no uno ni dos helados de paletas, sino tres, sí me gusta comer tres. Sentir el dulzor derritiéndose en mi boca hace que lo pueda casi comparar con el sexo. Espero que nadie nunca se entere de mi gran secreto sobre todo troncón porque creo que se enfadará y mucho. Subo mis hombros al tratar de restar importancia a mi conversación mental.
El calor de las primeras horas de la tarde arremete contra nuestros cuerpos, así que, decidimos que es hora de almorzar. No dudo ni un momento en llevarlas a mi apartamento justificando que así Clem podría tomar una siesta cómoda. Aunque para ser sincero el único espacio personal que quiero mostrar es el que troncón puede crear con mucho sexapil a la dueña de mi corazón, pero ni modo tengo que esperar al menos hasta que la niña se duerma.
El sonido del ascensor nos indica que hemos llegado, caminamos con nuestros dedos entrelazados hasta detenernos al frente de la puerta que protege mi gran preciado apartamento, tomo a la bebé en brazos y le sugiero a Talía que estrenara su juego de llaves. Me hizo gracia verla algo nerviosa y a la expectativa mientras abre lentamente la puerta de roble.
—Bienvenido, Sr. Daniel— se escucha al entrar, Talía se voltea inmediatamente a mirarme buscando respuesta.
—Gracias, Rosa— digo mientras entro con Clem en brazos y una gran sonrisa en los labios. —Le presento a mi Talía y a mi hermosa Clementine— expreso feliz muy natural.
—Bienvenidas— responde sonriente, Rosa, retirando la pañalera del hombro a Talía y colocándola dentro de una habitación. Lo que agradece algo dudosa.
—Ven, te voy a enseñar tu nueva casa— digo mientras la beso apasionadamente en los labios.
—Daniel, nosotras ya tenemos casa— intenta protestar sin éxito, pero algo avergonzada.
Sí tan sólo ella supiera que ya me puse de acuerdo con tres de los cuatro miembros principales en nuestra relación amorosa. Claro que estoy más que consciente que no somos un dúo sino un cuarteto, porque con tríos no quiero nada, mal menos no, desde mi nefasta experiencia con Danna.
Nuestro cuarteto está muy bien definido yo, en primer lugar, troncón cual macho alfa dominante ocupa con orgullo el segundo lugar y la delicada bombonerita que tiene Talía reguardando su sexual intimidad está empatada con troncón, aunque éste se niegue a reconocerlo. Sólo me falta convencer a la hermosa y amada hembra que tengo tomada de la mano.
No pasa mucho tiempo en ser llamados por Rosa para almorzar. Los olores a comida casera impregnan nuestras fosas nasales haciendo aullar a nuestros estómagos. Mientras nos levantamos y dejamos la agradable conversación en espera en el balcón.
—Permítame encargarme de ésta hermosa bebé— sugiere Rosa —mientras ustedes dos almuerzan tranquilos— iniciando un simple, pero divertido juego infantil con sus manos.
Luego de saborear un delicioso plato de crema de auyama como entrada y un suculento bistec al samorejo con vegetales gratinados. Nos dirigimos a la sala a tomar una taza de café para facilitar la digestión.
Observo a Talía revisar concienzudamente las páginas de ofertas de niñeras porque debe incorporarse al trabajo el día lunes. Mientras mi troncón se remueve allí abajo reclamando por su comida, pero debe esperar porque debemos al menos terminar la digestión. Sin embargo me pregunto si bombonerita también está esperando para ser alimentada con mi nutritiva leche.
—¿Qué haces, mi amor?— interrumpo sentándome a su lado.
—Busco una niñera porque el lunes debo ir al trabajo y como es lógico no puedo presentarme con la bebé en brazos— broma algo preocupada.
—Tranquila, juntos lo resolveremos— trato de tranquilizarla. Mientras hago anotaciones mentales; Troncón alimentando a bombonerita es igual a hermano de Clem... continúo mis divagaciones mentales... ¿En ese caso necesitaré una o dos niñeras?.. mis pensamientos amenazan con quemar un par de las sobrevivientes neuronas... Dios mío, qué difícil es la vida del adulto responsable, siento un escalofrío que recorre mi espalda.
—Sí, es por niñera— dice Rosa —yo tengo a la ideal, es mi hijo Cesar el tiene cuatros años de experiencia como niñero y acaba de cumplir 17 años le vendría bien el trabajo y así poder ahorrar dinero para cubrir sus futuros estudios universitarios— expone como si fuera lo más natural a la par que le da de comer a Clem.
Mis sentidos de cuidador y protector se activan emitiendo señales de alarma y agradezco a Dios el conocer a Cesar desde que nació porque de otro modo éste macho pecho peludo nunca permitiría a otro hombre dentro de su hogar. Sin embargo troncón se encoje demostrando su disconformidad, así que, tuve que recordarle que Cesar en un explorador de cavernas masculinas desde temprana edad.
—¡Genial! listo, dile que se presente el día lunes temprano aquí, para discutir las condiciones de trabajo— digo antes que Talía descarte a la opción, la abrazo,la colmo de besos y caricias algo más que castas, esperando que bombonerita la convenza que debe darle de beber, claro está; mi leche blanca y nutritiva.
El domingo lo pasamos sólo nosotros tres y fue simplemente hermoso y naturalmente familiar me siento como pez en el agua, nada me falta o me sobra cuando estoy con mis dos hermosas mujeres.
El lunes en la mañana nos despierta Clem con una risa contagiosa desde su cuarto. Aprovechamos que la niña está distraída para apresuramos a disfrutar de una tanda de sexo mañanero, para luego demorarnos en la ducha, ya que troncón soborna con picardía a bombonerita para tomarse otra merengada. Veinte minutos después estamos saliendo de nuestro cuarto, ya vestidos, para iniciar nuestra jornada laboral, entramos en silencio al baño de Clem, con agrado vemos a Cesar jugar con ella mientras la bañaba, creo que se llevan bien, dice Talía, al ver feliz a su hija.Luego de poner las pautas sobre el cuido de la niña, nos dirigimos al trabajo.
Pasado más de seis de meses de perfecto enlace familiar donde rara vez regresamos al apartamento de ellas. Toda nuestra vida gira en torno en mi apartamento sin darme cuenta hasta la decoración ha cambiado para bien, ya no es un espacio para un soltero empedernido con un viejo despecho amoroso, ahora tiene mil y un toque que Talía ha incorporado dándole calidez de hogar. Se ha vuelto rápidamente en el refugio al cual volver luego de una jornada laboral exigente.
Uno de los momentos preferidos y anhelados del día es llegar a casa y dejar que los los gritos de felicidad de Clem se adueñen de mis cadenas de husilleros al vernos cursar por la puerta de entrada, son mágicamente los más tranquilizantes jamás escuchados por mí. Aunque enseguida luego de varios besos y abrazos nos abandone para continuar jugando con Cesar.
Necesito hablar con bombonerita para que se deje alimentar con una merengada tetra brink, ya saben esa de larga duración la que dura nueve meses en el vientre materno. Pienso, mientras me remuevo lento y profundo dentro de Talía haciendo que alcance su segundo orgasmo, juraría que puedo escuchar cada vez más fuerte los reclamos de troncón en su necesidad de ser padre.
Últimamente hemos notado que Clementine continuamente intenta balbucear algo como abu abu para luego reír. Ya se está adaptando a español. Eso me hace feliz ya que en un par de años debe entrar al jardín de infantes y así podrá sin problema socializar.
Paso buscando a la dueña de mi corazón por su oficina estamos entusiasmados por llegar a casa dos horas antes de lo acostumbrado con la intención de salir de paseo con Clem aprovechando el excelente clima que acuna a la gran ciudad de Caracas. Sin embargo, la palidez en los rostros de Rosa y Cesar al vernos nos indican lo que se supone sería una tarde familiar se vuelve en seguida en la peor de mis pesadillas cuando notamos con horror la ausencia de Clementine en casa.
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