Capítulo 15. Ángeles.
El sonido del clic de la cerradura de mi puerta al cerrarse tras la partida de Danna me deja casi paralizado una parte de mí intenta correr para detenerla y demostrarle mi amor incondicional, sin embargo, otra parte intuye que estamos haciendo lo correcto. No sé cuánto tiempo me llevó reaccionar ni en qué momento me dejé llenar por el alcohol que inmunda mi torrente sanguíneo ni mucho menos cuánto tiempo tengo aquí tumbado en el sofá de mi sala.
El sonido de una llamada entrante resuena en mis oídos, pero decido que aún es momento de soledad. Una soledad necesaria que me hace compañía al remembrar cada momento con Danna. Intento infructuosamente encontrar justificativos para buscarla. Me sumerjo fácil en miles de fantasías donde ambos permanecemos juntos hasta el final de nuestros días.
Miro a mi alrededor y me siento perdido entre la realidad fehaciente y la fantasía de un amor que tal vez no pueda ser. Dejo cae libre un par de lágrimas la cuales justifico por mi resaca, pero sé bien que duele más mi alma que mi cabeza.
Nuevamente mi celular se activa. Una vez más me niego a aceptar mí aquí y ahora, no lo quiero sin Danna, así que la sustituyo con más whisky. Me levanto arrastrando mis pesados pies en busca de más licor para continuar quemando mi garganta, consumo las dos botellas de vino y las seis cervezas restantes. Resignado doy traspiés hasta mal llegar a mi cama la cual fue testigo de muchas entregas entre troncón y cuevita. Mi mundo da vuelta, estoy cayendo en espiral a una zona de despecho en la cual jamás había estado.
El sonido del celular vuelve a activarse, pero decido cerrar mis ojos y dejar que el tiempo pase.
Miles de punzadas atraviesan toda mi nublada cabeza, mantengo los ojos cerrados y entreabro mis labios en busca de una bocanada de aire que me permita poder subsistir. Resignado tomo el ruidoso aparato tecnológico y acepto la llamada entrante.
—Hola, hijo ¿dónde estás? tenemos dos días tratando de comunicarnos contigo, ¿qué demonios que estás haciendo?, que no tienes tiempo de contestar— son algunas de las varias preguntas que logro escuchar.
—Hola papá— contesto con pesadez.
—¿Qué sucede, Daniel?— continua el inútil interrogatorio.
Un silencio se apodera de la conversación la cual es interrumpida por el timbre de la puerta. Cuelgo la llamada sin mucho pesar y abro sin interés la puerta. Delante de mí encuentro al hombre que me ha criado con amor durante toda la vida. Siento mis ojos llenarse de lágrimas y mi mente de recuerdos.
¡Diablos! me quejo para mis adentros preguntándome cuando lograré superarla.
—Se fue, papá me quiere como amigo pero no como esposo— la confesión sale de mi boca sin poder evitarlo. Veo un rastro de sensatez en mi padre como sí de alguna forma ya él daba por sentado ésta decisión.
Dejo la puerta abierta no impidiendo su entrada, mientras yo opto por tumbarme nuevamente sobre el sofá. Coloco mi brazo sobre los ojos para evitar ver mi aquí y ahora.
Por segunda vez en la vida tengo una conversación de hombre a hombre con mi padre. Calculo que duramos horas ya que al verlo marcharse el ocaso hace acto de presencia. Una ducha helada permite a mi fatigado cuerpo reponer un poco de energía, ceno ligero por primera vez en dos días y me dejo arropar por las sábanas.
Dos días después voy rumbo a las oficinas. Sentado en mi ejecutiva silla apoyo mis codos en la resplandeciente mesa de madera añejada y tomo la segunda mejor decisión de mi vida.
No permitiré que el amor que viví con Danna sea un recuerdo tóxico que me impida avanzar con paso firme en mi futuro, ella será recordada como mi primera mejor decisión. Y así lo atesoraré.
Ayer tuve una conversación con troncón donde le informé que cuevita no volverá a él. Busque a ambas manuelas, pero el egoísta de troncón se negó a participar. Le daré algo de tiempo para que asuma su aquí y ahora.
Meses después reconozco que he tenido dos cortas relaciones más de amistad con derecho que de romance propiamente dicho. Sexualmente estoy bien no en mi mejor momento, pero bien. No es que esté desesperado por experimentar mucho, pero si presto a emociones y sensaciones nuevas. Troncón al igual que yo seleccionamos sólo cuevitas no estamos para nada dispuestos a probar cavernas masculinas. De eso nada que ver, cada quien con sus gustos.
Luego de dos años de la muerte de Edward, nuestras vidas están realmente encaminadas hacia el éxito y la estabilidad tanto emocional como profesional. Danna está feliz y centrada, nuestra amistad está muy bien definida; es sólo amistad y nada más. No hemos vuelto a hablar ni tocar el tema de lo vivido, no desde, que le retiré la tobillera.
Voy camino al comedor de la empresa y al pasar al frente de su oficina puedo verla hablando con el mismo hombre que desde hace un año ha logrado conquistar el corazón de mi gran amiga.
Él desde el primer día que inició a trabajar hizo magia con el carácter de ella la transformó en un santiamén. Danna cayó totalmente hipnotizada antes esos cautivadores ojos marrones. Él sólo se le acercó y extendiendo su mano le dijo —hola mi nombre es Ángel, un placer trabajar contigo— y así mismo fue, el ángel que logró hacer florecer nuevamente a la mujer que ella guardó para sí después de la muerte de su amado.
Él la enamoró suavemente entre risas y atenciones, tengo que reconocer que Ángel está por empezar a vivir su amor por duplicado, entres su pequeño hijo y su nuevo amor por Danna. La llegada de esos dos varones a la vida de ella le permitió experimentar una nueva faceta que le sienta muy bien.
Mi familia y parte de mi círculo de amigos mantienen contacto con ella, con frecuencia bromean diciéndome que dejé escapar a mi pareja hecha en el cielo. Yo confío que tengo dos opciones; la primera es que mi amor está por llegar o la segunda opción es que mi amor está por retornar, una de dos, porque me niego a quedarme solo por la sencilla razón que sé que puedo amar y necesito ser amado, así que es sólo cuestión de tiempo y paciencia.
Ya se me hizo costumbre llegar retrasado y apurado al comedor, como siempre soy el último comensal, hoy no es la excepción, en ser servido mientras los dos últimos empleados se retiran a sus puestos de trabajo. Elijo una mesa frente al ventanal, me dejo llevar por mis pensamientos y recuerdos, cuando de pronto una voz suave aterciopelada me saca de mi letargo.
—Hola, disculpe ¿podríamos compartir la mesa?— elevo la mirada y veo parada frente a mí una mujer que me da la impresión de ser extranjera por la exótica pronunciación del español, sus rasgos son realmente difíciles de ubicar en una determinada raza.
—¿Disculpe?— respondo algo perdido en el espacio y aún sin lograr entender.
—¿Me permite compartir la mesa?, no hay más comensales y yo no acostumbro a comer sola, señor— ella se disculpa graciosamente con una pequeña reverencia.
—¿Qué?, ¡uhmm!– dudo todavía perdido en su pintoresca pronunciación haciéndome saber que no es venezolana.
—Prometo no hablar si así usted lo desea, señor— trata de insistir sutilmente desplegando una tierna sonrisa.
—Bien, si, si no hay problema, siéntese— sale de mi tonta boca. Claro, ella se limita a comer en silencio su pequeño plato de sopa no sin antes decir algo que sonó como itadakimasu o algo así.
—Y yo, claro, intento repetir... ¿Ita... qué?— sacándole otra tierna sonrisa.
—¡Ah!, significa buen provecho que los alimentos le fortalezcan el cuerpo igual que su alma— explica sonriente.
—¡Ah! Sí, claro, igualmente itaday...no sé que más— bromeo muerto de la risa.
Comemos por unos minutos sin hablar o mirarnos y luego ella saca de un bolso una caja rectangular de madera oscura con tres piezas y empieza a separarlas en las dos primeras tenían varios manjares hermosamente presentados en distintos compartimentos y de la última extrae un par de palillos chinos.
De haber tenido confianza con ella juro por Dios que le hubiese pedido no mejor dicho rogado intercambiar las comidas, pero de seguro que ella ni loca hubiese aceptado y yo no la culpo.
—Son palitos chinos— pregunto como el tonto despistado que me he convertido desde que se sentó en la mesa conmigo.
—No, son hashi japonés son de madera con su extremo puntiagudo y algo más cortos que los chinos que se llaman kuáizi y terminan redondeados— explica mientras me pincha suave en el dorso de la mano.
—¡Oh!— asintiendo.
—Dios mío, por qué me haces esto— le reprocho al destino comparando su comida con la mía, —tengo que controlarme porque estoy a punto de quitarle parte de esa deliciosa comida con mi tenedor— pronuncio entre dientes en español para evitar que me entendiera, mientras sólo veo resignado mi americana comida del comedor de la empresa.
Para mi asombro ella muy gentil deposita suavemente parte de su comida en mi plato.
—¡Uhm! estoy en el cielo— sonriendo saboreando por el mayor tiempo posible bajo su mirada risueña.
—¡Arigato! gracias por disfrutar de la comida que me enseñó a preparar mi papi— expresa justo antes de marcharse a su oficina.
Así pasan las siguientes dos semanas; yo regando y procurando coincidir con ella para disfrutar y comer como un Dios, que rico, cada día era mejor que el anterior. Para compensarla empiezo a llevarle una bebida con postre especial, para la tercera semana el recipiente cambia al igual que el tipo de comida, quedo extrañado cuando saca otro tipo de palillos.
—¡Ah! son palillos metálicos coreanos y se llaman hangul, son más cortos con punta romo— me vuelve a pinchar la mano para que notara la diferencia.
—Chal mokesubnida— murmura mientras alineaba golpeando verticalmente los palillos sobre la mesa.
Ésta vez la comida es algo más grasosa y llena de salsas con un olor mucho más penetrante pero igual de provocativa. Como siempre yo de glotón no pierdo la oportunidad de saborearla sólo que no esperaba que esa especie de lechuga anaranjada fuera tan picante. Ella explota en carcajadas sin querer controlarse hasta que le brotaron lágrimas mientras yo desesperado me tomo la bebida que le había regalado.
Por primera vez en muchos años me parece hermosa una mujer con lágrimas en las mejillas. Me recordó un ángel.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro