Epilogo
Es 18 de julio de 1860 y el viento suave acariciaba el prado donde se había llevado a cabo el funeral. Las flores brillaban con colores vibrantes, casi como un homenaje a la vida de su madre, pero el dolor de la pérdida era palpable en el aire. Serena se pasó el dorso de la mano por los ojos, tratando de ahogar las lágrimas que amenazaban con brotar. A su lado, su hermana Bea, compartía su tristeza, el luto visible en su rostro y en la forma en que se aferraba a la mano de su gemela.
—¿Crees que ella... realmente no pudo soportarlo? —preguntó Bea, su voz apenas un susurro.
—Serena asintió solemnemente—. La pérdida de papá la marcó. Ambas somos testigos de lo que su corazón sufrió. Pero ahora, ¿Qué hacemos nosotras?
Se encontraban atrapadas en un lugar que, a pesar de los recuerdos que albergaba, se había convertido en un sello de su dolor.
—Este lugar ya no representa un hogar, Bea. Es solo un recordatorio de lo que hemos perdido.
—¿Y qué más podemos hacer? —replicó su hermana, aunque sabía dentro de sí que la vida que llevaban no podía continuar más.
Serena respiró hondo, dejando que la brisa helada le despejara la mente.
—Escucha, he estado pensando... ¿y si vendemos todo? Nos iríamos de aquí. Comenzar de nuevo en otro lugar.
Los ojos de Bea se ampliaron con un destello de incertidumbre.
—¿Te refieres a dejarlo todo atrás? ¿A mamá, papá, Juana, los abuelos...?
Las palabras de Bea se deshicieron en un murmullo lleno de dolor, pero Serena no permitió que esa tristeza la detuviese.
—Si permanecemos en Xalisco, nos consumirá. Como mujeres, y con la mentalidad de los comerciantes, la hacienda se vendrá abajo rápidamente, y perderemos todo lo que nuestros antepasados han logrado hasta ahora.
La posibilidad de un cambio desprendía tanto miedo como ilusión. En su mente, Serena veía el miedo reflejado en los ojos de Bea, el mismo miedo que ella también sentía. Pero había una pequeña chispa que no podía ignorar.
—¿Europa? —sugirió Bea, su curiosidad despertando a medida que la visión de un nuevo futuro comenzaba a tomar forma—. Nuestros padres siempre comentaron que talvez podríamos tener familia en España. Además, dices que la escritura esta muy de moda allí
—¡Exactamente! —afirmó Serena, iluminándose—. A través de nuestras aventuras, tú podrías escribir, plasmar tus ideas en papel que se te da muy bien y yo podría venderlas que soy excelente negociante. Seríamos libres, tendríamos la oportunidad de prosperar juntas, de realmente ser alguien en el mundo.
Las mariposas revoloteaban a su alrededor, como si la propia naturaleza apoyara su nueva decisión. Bea sintió un atisbo de fe en medio del desasosiego que la envolvía.
—Pero dejar todo... ¿de verdad crees que seremos capaces?
—Si, hay un mundo allá afuera, Bea. Un mundo que espera que tomemos el control de nuestras vidas.
Bea se quedó en silencio, mirando a su hermana y viendo en sus ojos la determinación que siempre había admirado.
—Está bien... si lo hacemos, será juntas. Por mamá y papá, y por nosotras.
El murmullo del viento parecía confirmar su pacto. Con un nuevo propósito floreciendo en sus corazones heridos, ambas hermanas se abrazaron, sellando su compromiso de despojarse del pasado y abrazar el futuro que aún podían construir. En ese instante, rodeadas del eco de la tristeza, encontraron un rayo de esperanza, dispuestas a desafiar al mundo que las había limitado. Era el comienzo de una nueva historia, un viaje hacia la libertad que nunca imaginaron que podrían alcanzar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro