Capítulo XXXV Beatriz Araya
Hoy me desperté llena de emoción, a pesar del lluvioso y frio clima que se filtraba a través de las ventanas. Pues finalmente ha llegado el gran día del baile que ha organizado la señora Esperanza. Ella me pidió que eligiera una pieza musical para interpretarla, y en ese instante, solo se me vino a la mente la "Sonata Patética" (Sonata No. 8 en Do menor, Op. 13) de Ludwig van Beethoven. Sentí que esa era la elección perfecta, ya que esta obra transmite un profundo viaje emocional, en el que se entrelazan la lucha, el dolor y la resolución. La cual representa, de manera conmovedora, las tensiones entre el conflicto interno y el anhelo de superarlo, justo lo que he experimentado durante toda mi estadía aquí.
Sin perder más tiempo me dispuse a arreglarme para bajar a desayunar. Al terminar me fui inmediatamente para el salón de música y ahí me pasé toda la mañana y tarde junto a la señora Esperanza, afinando detalles de nuestras presentaciones. Sentí que su confianza, por momentos, se tambaleaba un poco, ya que ella interpretará una melodía de su propia autoría, la cual considero verdaderamente hermosa. Por lo que le hice algunas sugerencias contemporáneas que, en mi opinión, podrían realzar aún más la belleza de su obra. Una vez que le dimos los toques finales, me dispuse a regresar a mi habitación para arreglarme con ayuda de Margarita, pero una de sus manos me detuvo.
—Espera un momento, Beatriz. Antes de que te vayas, deseo expresarte mi más sincero agradecimiento por todo tu apoyo y ayuda. No lo habría logrado sin ti. Reconozco que mis conocimientos son un poco anticuados, pero gracias a ti he podido innovar y aprender mucho más.
—No es necesario que lo haga, señora. Estoy aquí para ello y ha sido un verdadero honor compartir este tiempo a su lado. He aprendido mucho de usted también —admití genuinamente con una pequeña sonrisa.
—Gracias por tus palabras, realmente significan mucho para mí. Me alegra saber que hemos podido crecer juntas. Espero que sigamos creando hermosas piezas en el camino —manifestó acariciando rápidamente mi mejilla izquierda.
—Puede tener por seguro que así será señora.
Tras pronunciar esas palabras, subí a mi aposento envuelta en una extraña sensación. Hoy parecía que todos estábamos un poco más sentimentales de lo habitual; pues Juana Dolores, también me dedico algunas palabras cargadas de cariño y preparo mi desayuno favorito, aunque quizás solo sea una impresión mía, por lo que he preferido disimularlo. No obstante, no podía sacudirme la sensación de que la atmósfera era singular, como si algo intangible flotara en el aire.
—¡Holaaa! ¿Por qué tardaste tanto? Te he estado esperando un buen rato, este es nuestro primer baile juntas y debemos de lucir hermosas —aseguro Margarita entusiasmada.
—¡Vaya susto que me has dado, Margarita! —comenté, llevando una mano al pecho tras lanzar un pequeño grito de sorpresa—. Disculpa la tardanza. Me entretuve un poco con la señora Salazar, pero ya estoy aquí.
—¡Perdón! es que me siento un poco nerviosa por la ocasión, pero espero que esto haga que olvides el pequeño incidente —enuncio colocando algo arriba de mí.
—¿Me has elegido un vestido ya? — pregunte impresionada.
—Bueno, sí, aunque tengo que admitir que no ha sido nada fácil. ¡Tienes tantas prendas! ¿Acaso eras rica y terminaste en la bancarrota o algo así? porque yo apenas con mis ahorros pude comprarme el que usare esta noche —dijo riendo.
—Nunca he sido rica, pero gracias a mi padre he podido disfrutar de una estabilidad económica considerable a lo largo de mi vida, lo que me ha brindado acceso a ciertos privilegios. Sin embargo, en el momento de su fallecimiento, gasté una gran parte de nuestros recursos en un intento desesperado por salvarlo, aunque, lamentablemente, resultó ser en vano. A pesar de ello, no me arrepiento; lo haría una y mil veces más.
—¡Vaya! Lamento mucho lo que tuviste que pasar, imagino que fueron momentos difíciles, pero ya no estás sola, aquí tienes a muchas personas que te quieren, entre ellas, yo. Estoy aquí para ti y puedes contar conmigo para lo que necesites.
—Te lo agradezco profundamente, Margarita, igualmente puedes contar conmigo en cualquier momento y si alguno de mis vestidos te gusta, siéntete libre de llevártelo. Para alguien como yo, que no distingue lo que se pone, no es como que cuente mucho tener variedad.
—Por el momento no es necesario, pero lo tendré presente en el futuro. Gracias, Beatriz. Bueno, ya hemos perdido mucho tiempo; empecemos arreglarnos —expreso tratando de animar el ambiente.
Luego de dos horas, ambas descendimos las escaleras entrelazadas de las manos, llenas de ilusión y emocionadas por disfrutar de una velada inolvidable. Pocos minutos después una voz capto nuestra atención.
—¡Caramba! Por fin nos honran con su presencia, señoritas. Ya temíamos que las hubieran secuestrado —comentó Sergio, con una preocupación fingida.
—Pues evidentemente se han equivocado, aquí nos tienen para rato —respondió Margarita, animada.
—Así es, debo advertirles que no se librarán de nosotras tan fácilmente, caballeros —dije, con firmeza.
—Y es una fortuna que sea así —aseguró Juan David, con convicción.
—¡Vaya, aquí están! Es verdaderamente un placer ver que todos ya se han reunido —afirmó Esperanza, con entusiasmo.
—Ciertamente, cada uno de ustedes se presenta con un porte excepcional; es un deleite verlos congregados en esta grata ocasión —comentó Antonio Salazar, satisfecho.
—Le agradecemos sinceramente la invitación, señor. Es un honor para nosotros estar aquí —contesto Sergio cortésmente.
—Por cierto, ¿Cómo hicieron para venir bajo esta tormenta, muchachos? Pensé que no iban a poder llegar. Le estaba diciendo a Esperanza hace unas horas que les enviaría nuestro carruaje, pero ella me aseguró que ustedes se las arreglarían, y gracias a la Virgen, tenía razón.
—Sin duda, la lluvia a caballo representa un gran obstáculo, señor. Sin embargo, como siempre, mi hermano ha pensado más allá. Al darse cuenta de que hemos llegado a diciembre, un mes caracterizado por sus intensas lluvias, ha decidido adquirir un carruaje y es lo que nos trajo a salvo hasta aquí —admitió juan David con verdadera admiración.
—¡Excelentes noticias! Felicidades por haber adquirido tu primer carruaje, muchacho, y lo más impresionante es que lo lograste sin ayuda. Es un gran logro. Me encantaría tener la oportunidad de verlo más tarde, si le parece bien.
—Claro que sí, estaré atento a cuando cese la lluvia para avisarle de inmediato —respondió Sergio mas serio de lo normal.
—De acuerdo, lo estaré esperando ¿y usted Juan David cuando se va animar a dar el paso? —Pregunto Salazar curioso.
—Pronto, aunque para serle honesto tengo otros planes en mente.
—Oh ¿y puedo saber que es más importante para un caballero que un carruaje? —indago este intrigado.
—No sé si todos comparten mi opinión, pero he conversado con algunos pescadores que mencionaron una propiedad en venta a buen precio, cerca del río y a las afueras del bosque. Me gustaría aprovechar esta oportunidad y creo que sería valioso contar con su apoyo. Por eso, tenía pensado proponerle a Sergio y a usted que me acompañen en unos días para evaluar juntos la posibilidad de adquirirla.
—¡Magnífico! Me parece una idea fantástica para quienes desean formar un hogar. Le felicito sinceramente por ello. Solo necesitaría que me avise con antelación, y estaré encantado de acompañarlos en este proceso.
Después de escuchar eso, Margarita comenzó a toser, como si las palabras llenas de insinuaciones causaran sorpresa en ella.
—Aquí tienes, toma esto para que te sientas mejor —escuché decirle Juan David a ella, con un tono de preocupación.
—Gracias —contesto ella casi sin poder.
—Disculpen, señor, un caballero lo está esperando en la entrada. Menciona que tiene un asunto de suma importancia que tratar con usted.
—Comprendo, Juana. Por favor, infórmale que llegaré de inmediato. —Hizo una breve pausa y luego se dirigió a nosotros—. Muchachos me retiraré por unos minutos, pero regresaré tan pronto como me sea posible, pero les pido que sigan disfrutando de la fiesta.
—Por supuesto, adelante. Aquí estaremos —dijo David con seguridad.
—Bien. Esperanza, te agradecería que fueras recibiendo a los invitados que vayan llegando.
—Entiendo... —dijo con un tono incierto—. Bueno, como ya escucharon, debo despedirme. Sigan disfrutando del momento y, Beatriz, no olvides que tu presentación es la próxima. ¡Éxito!"
—Si, muchas gracias —dije con una gran sonrisa.
Mientras todo esto sucedía, aproveché la oportunidad para conversar a solas finalmente con Sergio.
—Entonces, ¿Compraste un carruaje y no me dijiste nada? ¡No lo puedo creer! Pensé que entre nosotros no habían secretos. —cuestione, tratando de ocultar una sonrisa ante mi fingida indignación.
—Sabes que no es así, mi amor. No te lo mencioné porque quería que fuera una sorpresa, pero el boca floja de mi hermano tuvo que arruinarlo todo. Creo que, con tanto tiempo que están pasando juntos, ya se le están pegando las manías de Margara —alego, con jocosidad.
—¿De qué se ríen ustedes? —pregunto esta curiosa.
—De nada en particular, solo estábamos comentando sobre el carruaje que Sergio compró.
Mentí, esperando que me creyera, porque la conozco y la acepto tal como es. He llegado a sentir un gran cariño por ella y no quisiera herirla de ninguna manera. Además, sé que, a pesar de todo, Sergio también comparte ese mismo sentimiento.
—¡Oh, yo también quiero saber! Dinos ¿Cómo es? —indago ella con interés.
—Bueno —dijo el, dudando que decir—. Considero que es un carruaje clásico, revestido de un elegante color negro que resalta su estilo, luciendo unas brillantes ruedas doradas que aportan un toque distintivo y especial a su apariencia.
—Por como lo describes se escucha hermoso, por lo que te aviso desde ahora que me debes una vuelta en el.
—Claro, todas las que quieras si me dejas pasar tiempo a solas con mi novia y a todo esto ¿Dónde está David?
—Él se fue a buscar otra copa después de ofrecerme la suya, pero un hacendado lo detuvo para conversar. Mira, allá está. ¿Podrías ir a buscarlo, por favor? Así te dejo tiempo a solas con Beatriz —propuso, con un dejo de suspicacia.
—Claro, no lo tienes que decir dos veces.
Así los minutos transcurrieron sin que ambos aparecieran, y aunque la charla entre ellos parecía ser fascinante, yo no tenía motivos para envidiarla, pues Margarita se encargaba de mantener la conversación animada con sus divertidos comentarios sobre los otros invitados, y entre risas y anécdotas, el tiempo voló. Hasta llegar finalmente el momento de presentarme. Todo salió tal como deseaba, quienes presenciaron el momento me aplaudieron y cuando me disponía a regresar con mi amiga alguien me detuvo.
—Princesa, disculpa si no he podido compartir mucho contigo, incluso antes de hacer esto te quería expresar algunas palabras, pero será después.
—¿Sergio, de que hablas? ¿Hacer qué?
—No comas ansias, ya lo sabrás.
» Atención a todos, por favor. Deseo compartir con ustedes esta ocasión, la cual será mi primera vez tocando públicamente y me gustaría pedir mil disculpas de antemano si se me escapan algunas notas —dijo Sergio, haciendo una pausa para dejar que las risas se disiparan—. Agradezco de todo corazón a la señora Esperanza, quien con su paciencia y dedicación me ha enseñado todo lo que sé hasta hoy y gracias a ella es que pude crear esta pieza que se llama 'Eterno' y va dedicada a la mujer de mis sueños.
Unos segundos después de escuchar la melodía, una oleada de emociones me envolvió a tal punto que siento como mi corazón se acelera. Cada nota es un susurro que evoca recuerdos y momentos significativos de nuestra relación. Sin poder evitarlo, las lágrimas brotan por la belleza de la música y por el sacrificio que ha hecho Sergio por mí, al aprender a tocar este instrumento para regalarme un detalle tan hermoso, llenándome de orgullo y amor.
Cada acorde es un reflejo de mi propio torbellino emocional, resonando con alegría y esperanza, mientras que también evoca la ansiedad que a veces me acecha. Siento cómo la música fluye a través de mí, susurrando promesas de renovación y la posibilidad de un nuevo amanecer. En su cadencia, descubro la fuerza para enfrentar mis miedos, dejando que la sintonía se entrelace con la fe, creando un ritmo que me impulsa a seguir adelante y en el que me permito ser vulnerable, eligiendo abrazar cada emoción con gratitud, porque en el encuentro mi verdadera esencia.
En ese instante, el mundo exterior desaparece; solo existe la música y su amor. Cuando la canción termina, el silencio se torna ensordecedor, hasta que, de repente, el salón estalla en aplausos como nunca antes lo había hecho esa noche.
—Beatriz, mi amor, nunca hubiera imaginado que un solo instante pudiera contener tanto significado y emoción. Siento que tu risa ligera y armónica, es la banda sonora ideal para las aventuras que anhelo compartir contigo. Deseo perderme en conversaciones interminables bajo un cielo estrellado y ser tu compañero en cada paso, en cada logro y también en los desafíos, aquellos que sé que juntos podremos enfrentar y superar.
» Quiero construir todo tipo de recuerdos, desde cenas improvisadas hasta celebraciones memorables. Sueño con los pequeños momentos: las mañanas perezosas, los paseos de la mano por el parque, y las noches llenas de risas y complicidad. Todo lo que soy y lo que deseo ser cobra sentido cuando pienso en ti y en cómo nuestras vidas se entrelazan como un libro que jamás quiero que llegue a su fin. Porque para mí, cada instante a tu lado es un tesoro que anhelo conservar para siempre y dicho esto te pregunto: ¿Me harías el honor de ser mi esposa?
Ese tris quedó grabado en mi corazón por su propuesta, sinceridad y amor inquebrantable. Con el alma rebosante de emoción, respondí con un "sí" lleno de alegría, lista para abrazar nuestro futuro juntos.
Sin embargo, como en todo en la vida, nada es tan sencillo como parece. Justo cuando mi futuro esposo estaba deslizando el anillo en mi dedo, una voz fría y autoritaria nos saco de nuestra burbuja, diciendo:
—Sergio, Beatriz, necesitamos hablar con ustedes ahora mismo.
Y ese fue el último recuerdo feliz que atesoro de aquella noche.
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