Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo XXX Beatriz Araya

Después de hablar con Sergio y acordar dar un paseo por la tarde, no he dejado de sentirme nerviosa por lo que será nuestra primera cita. Tampoco ayuda el hecho de que él no me quisiera decir adónde iremos, lo cual me ha generado algunas dudas sobre qué ponerme. Considero que tiene que ser algo sencillo, pero bonito.

Por fortuna, hace unas semanas en compañía de Juana Dolores, me dirigí al sastre del pueblo, quien me confeccionó unas nuevas prendas que estoy segura de que alguna de estas le dejará la boca abierta a mi novio. Sí, como escucharon, tengo novio ¡qué emoción! Pero para esto necesitaría ayuda, por lo que le pedí a mi querida amiga Juana que, cuando pudiera, pasara por mi habitación y me diera su opinión sobre cuál me quedaría mejor.

Aunque tuve que omitirle la causa de la salida, debido a que todavía no le cuento a ella ni a la señora Esperanza sobre la relación, deseo que así sea, al menos por un tiempo, hasta que logre decidir cuándo y cómo confesarle a Sergio el verdadero motivo que me trajo hasta aquí. Mi futuro ahora está ligado al de él y no puedo ocultarle para siempre la existencia de esas joyas.

No obstante, estoy consciente de que al hacerlo también lo estaría colocando en una situación difícil, dado que no podríamos establecernos aquí por mucho tiempo si queremos llevar cierto estilo de vida que, tarde o temprano, despertaría en la sociedad dudas y sospechas infundadas que lograrían aislarnos de todos, como si fuéramos unos leprosos.

Lo cual, seguramente, destrozaría a Sergio. Sin embargo, tampoco puedo pedirle que deje su vida atrás solo para estar conmigo; sería egoísta de mi parte. Pero supongo que el tiempo será quien me muestre finalmente lo que debo hacer. De pronto, dos toques en la puerta me sacaron de mis pensamientos.

—Adelante.

—Hola, señorita. Disculpé, ahora fue que pude venir a lo del vestido —dijo Juana, apenada.

—Tranquila, yo estuve con la señora en el salón de música hasta hace poco. No pasa nada —le respondí, sintiendo cómo su tensión se disipaba un poco.

—¡Gracias a la virgencita! No perdamos más tiempo, que casi es hora. Vamos a buscar su vestido —propuso, y pude oír cómo sus pasos se apresuraban hacia mi armario.

—De acuerdo, me gustaría algo cómodo y sencillo, pero a la vez delicado —manifesté, intentando ocultar mi entusiasmo.

—Comprendo. Entre los que le hizo el sastre Francisco, hay dos que son lindos y creo que se podrían ajustar a lo que desea —aseguró Juana, mientras la sentía moverse entre las telas, evaluando los vestidos en busca del adecuado—. Señorita, ¡creo que he encontrado el indicado! —exclamó con entusiasmo.

—¿De verdad? ¿Cómo es? —indagué dando pequeños saltos animada.

—Es de un tono suave crema, con escote discreto y mangas con encajes florales que decoran también el borde del vestido. Simple, pero lindo, como lo quería. Lástima que no lo puede ver; estoy segura de que le encantaría.

—No necesito verlo, confío en su buen gusto —admití con una gran sonrisa.

—Gracias por el halago. ¿Y tiene pensado cómo le gustaría llevar el cabello? Si desea, podría ayudarla con eso.

—No es necesario, Juana. Ya has hecho mucho por mí. Me dejare el cabello suelto y me colocare un adorno en uno de los laterales y listo.

—Entiendo, pero volveré faltando unos minutos para las cuatro, por si cambia de opinión.

Y así fue, pero cuando llegó, ya estaba lista para emprender el rumbo.

—Se ve hermosa, señorita aseguró en un tono que reflejaba orgullo.

—Gracias, no lo habría logrado sin su ayuda respondí, sintiendo una calidez en el pecho ante el cumplido.

—No fue nada, en realidad, hasta la prenda más fea le quedaría hermosa. —Al decir esas palabras, me dio un abrazo que llenó de alegría mi alma.

—¿Y en dónde será la cita? —pregunto, tratando de ocultar su curiosidad y aprehensión.

—No es una cita, es solo un paseo —aclaré, sintiendo que la tensión se acumulaba en mi pecho.

—Sí, como sea que le digan ustedes, los jóvenes —contesto ella con un leve suspiro, como si no pudiera evitar ese pequeño reproche.

—Él no me ha dicho el lugar, pero supongo que lo hará ahora, cuando nos encontremos —alegue, intentando sonar convincente, mientras imaginaba lo que me depararía el encuentro.

—Qué raro, en mis tiempos una dama no daba un paso sin saber hasta el más mínimo detalle de la salida —señaló, con su voz un tanto crítica, pero también comprensiva.

—Me encargaré de que me diga antes de montarme en el caballo —manifesté con seguridad, aunque la incertidumbre palpitaba en mi pecho como un tambor.

—Bueno, me quedo más tranquila entonces —admitió mientras colocaba mis rizos con cuidado y cariño, llevándolos detrás de mis hombros.

Al despedirme de Juana, me dirigí a la entrada donde Sergio y yo habíamos acordado encontrarnos. No bien había llegado, escuché una discreta voz en mi oído derecho que decía:

—¡Está bellísima, mi amor! —asevero él, dejando entrever su admiración a través de un tono vibrante.

—Oye, ¿qué se supone que estás haciendo? —repliqué rápidamente—. Debemos disimular.

—Descuida, no hay nadie cerca —aseguró, con una risa suave que resonaba como un susurro en el aire.

Al sentir su alivio, me relajé un poco, aunque un nudo de ansiedad comenzaba a formarse en mi estómago.

—¿Ya me dirás hacia dónde vamos?

—¿Por qué tanta preocupación por eso? ¿Tienes miedo de algo? —indago juguetón a la vez que acortaba más nuestra distancia.

—Juana dice que una dama no da un paso sin tener un poco de información del lugar donde la están invitando —respondí con suficiencia, poniendo énfasis en "dama" como si pudiera legitimar mis dudas.

—¡Vaya! Pues ya sabemos por qué nunca se casó.

Sentí cómo mi pulso se intensificaba en mi muñeca al imaginar la expresión en su rostro. La ligera picazón de la broma me hizo sonreír, pero traté de mantener la compostura.

—No seas malvado, ella pasó por una gran disolución; en su lugar, también hubiera tomado la misma decisión.

—En tu lugar, ella jamás hubiera necesitado tomarla —cambió su tono por uno más serio.

—¿Estás seguro de eso?

—Beatriz, he llegado a comprender que mi felicidad ahora reside en ti. Estoy comprometido a hacer todo lo que esté a mi alcance para que siempre encuentres paz y protección a mi lado. Mi único deseo es ser la mejor versión de mí mismo para ti. Nunca podría lastimarte de ninguna manera, y es fundamental que lo sepas —reconoció genuinamente, acariciando tiernamente una de mis mejillas.

No mentiré, escuchar esas palabras provocó una sensación de calidez y seguridad que recorrió todo mi cuerpo. Es increíble lo que él provoca en mí sin ni siquiera tocarme. ¿Será que a él le sucede lo mismo? Espero que sí —pensé.

—Estoy convencida de que nunca serías capaz de herirme. Aunque no pueda verte físicamente, percibo la transparencia de tu alma, que fue lo que me cautivó desde el principio, a pesar de que ni tú mismo eres capaz de notarla.

—Oh, entonces desde el inicio fue que capté tu atención. A pesar de que no me quisiste decir ayer, yo lo sabía —hablo con falsa presunción.

—Ya vámonos, que se nos está pasando el tiempo —advertí, elevando ambos ojos en señal de molestia, aunque no podía estar más lejos de la realidad.

—Bien, para que estés tranquila y no pienses que te voy a secuestrar, aunque ganas no me faltan, te diré que iremos al Jardín San Francisco. Ahí podremos compartir sin preocuparnos de que alguien nos vea; días como hoy no suele ser tan concurrido.

—Un jardín ¡magnífico! —exclamé entusiasmada—. Siempre me ha gustado la idea de disfrutar de la naturaleza a través de mis oídos, manos y pies.

—No podía ser diferente... Me fascina que siempre le veas el lado positivo a las cosas.

—Te equivocas, no siempre lo hago, pero te prometo que al menos lo intentare —confesé con nostalgia, recordando algunos momentos difíciles en los que tuve que mantenerme fuerte aun sin poder.

—Y eso es suficiente para mí —dijo él con calidez, alcanzando mi mano y entrelazando sus dedos con la mía.

Luego de ese encantador momento, nos marchamos a nuestro destino, al cual llegamos después de lo que me pareció una hora. Sergio entrelazó nuestros brazos y caminamos unos minutos hasta unos bancos de madera que se sentían confortables y cómodos.

—Vaya, qué fresco se siente aquí —hable mientras pasaba la mano suavemente por el aire, como si quisiera acariciar la brisa que me rodeaba—. Ahora me tendrás que traer todos los días.

—Entiendo por qué lo dices, pero no creo que esa sea una buena idea —artículo pensativo.

—¿Por qué lo crees?

—Porque cuando visitamos un sitio por primera vez, cada rincón, cada sonido y cada aroma pueden parecer fascinantes y llenos de posibilidades. Sin embargo, a medida que regresamos a ese lugar con más frecuencia, lo que antes era sorprendente puede convertirse en algo familiar y, en cierto modo, monótono.

—Comprendo tu punto, pero yo lo veo de otra forma.

—Ah, ¿sí? Explícate, por favor; me gustaría saber lo que esa cabecita piensa.

—Creo que visitar varias veces un mismo lugar puede ser también positivo, pues cada vez que volvamos, podemos redescubrirlo con una nueva perspectiva, apreciando detalles que antes podrían haber pasado desapercibidos.

—No negaré que en parte tiene sentido lo que dices, pero esos cambios se darán y los notarás solo con el tiempo. No creo que mañana los pájaros que están cantando ya no se encuentren aquí, pues ese árbol es su hogar. De igual manera, las flores y el pasto no se van a marchitar y renacer en un día. No me malinterpretes, claro que te traeré, pero no todos los días; deseo llevarte y enseñarte muchos más lugares.

—Está bien, esta vez ganaste. Disfruta este momento, porque la próxima no será así —afirme cruzando los brazos y elevando la cabeza con dignidad.

—¿Qué? Disculpa, no escuché. ¿Qué yo qué? —preguntó extasiado.

—Deja de ser presumido, me estás cayendo mal ya —anuncie con ojos entrecerrados, tratando de aparentar desdén, pero mi corazón latía cada vez con más con fuerza.

—De acuerdo, con una condición... —propuso con seriedad.

—¿Qué quieres? —hable, inclinándome ligeramente hacia él, curiosa y expectante.

—Un beso —admitió jocoso sosteniéndome la barbilla.

—Olvídalo, me estás extorsionando —declare divertida retirando su mano al instante.

—¿Qué? ¿De dónde sacas eso? Como yo lo veo, es un trato justo; además, no niegues que también te mueres por besarme.

—Ay, por favor, mej...

No pude seguir hablando porque sus suaves labios lo evitaron. Si tuviera que describir ese beso en dos palabras, éstas serían: sublime y conexión. Incluso, al colocar una de mis manos en su pecho, sentí cómo nuestros corazones latían al mismo ritmo. Ni siquiera sé si eso es posible, pero por un largo lapso, en el jardín solo existimos él y yo.

—¿Qué hora es? Creo que ya tenemos que regresar —enuncie melancólica.

—Son apenas las seis y me gustaría invitarte a cenar con mi hermano y Margarita. Vamos a celebrar que ella se quedará un tiempo más en Xalisco; de hecho, desde hoy empezó a trabajar en la hacienda.

—Oh ¡qué bien! Claro que me gustaría, y más si tú cocinaras. Margarita me dijo que lo haces muy bien —le conté mordiéndome los labios con timidez.

—Lamento decirte que esta vez iremos a una fonda, la cual dicen que tiene una comida muy sabrosa que además se encuentra cerca de aquí. Incluso ellos deben de estar llegando ya.

—Pues andando, muchacho. No los hagamos esperar —conteste sosteniéndome de su brazo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro