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Capitulo XXIX Sergio Álvarez

Luego de escuchar a Margarita decirle a Pablo que necesitaba decirle algo, nos sentamos todos en la mesa y sin razón alguna noté cómo la situación ocasionaba ponerme un poco nervioso, pues sé lo mucho que mi amigo quiere y protege a Margarita como debería de ser claro; sin embargo, esto me hace dudar si realmente las cosas saldrán como ella y David lo desean.

—¿Qué tal las enchiladas, les están gustando? —indago a Margarita con curiosidad.

—Claro que sí, están muy buenas, sobrina —contestó Ricardo saboreándose los labios.

—Así es, mija, tu madre te enseño bien, si estuviera aquí se sentiría orgullosa de ti.

—Me alegra saberlo, pero saben que no las hice yo sola. Me quedaron así porque David también me ayudó.

—Agradezco tu intención, Margarita, pero no tienes que compartir tus méritos; yo solo pique los vegetales; en realidad la cocina no se me da tan bien —confeso este algo apenado.

—Sí, ya lo notamos —respondió Ricardo espontáneamente. —Al instante de decir esto, Pablo le dio un codazo a su gran amigo, sacándonos risas a todos.

—Si las hubiera hecho yo, hubieran quedado mejor, pero no están mal —alegué jugando con suficiencia para animar el ambiente.

—Es cierto que tienes talento en la cocina, querido Sergito, pero ¿sabes en qué eres aún mejor? Fregando los platos. Así que, ya te imaginaras a quien le tocara hacerlo.

—Claro que no, yo lavé los platos anoche y lo hice solo, al menos tuviste ayuda.

—Es cierto —admitió ella con una sonrisa, mientras Pablo levantó la vista de su plato y observó a Margarita con expresión seria, pero con un destello de curiosidad en sus ojos.

—¿Sobre qué me querías hablar, mija? —Inmediatamente el ambiente en el comedor cambió y pasó a estar un poco tenso, mientras Margarita se tomaba unos breves segundos para respirar profundamente y mirar a David, quien le asintió con confianza apoyándola.

—Padre, sabes que siempre me ha hecho feliz ayudar a madre con los quehaceres o ir contigo a pescar, sin embargo, siento que ya es hora de hacer algo nuevo, algo que realmente me guste como es la jardinería; de hecho, aquí me están ofreciendo una oportunidad en una de las haciendas donde ellos trabajan y deseo aprovecharla si estás de acuerdo, claro. —Pablo frunció el ceño, claramente sorprendido.

—Te entiendo, sabía que en algún momento pasaría, pero mija, yo trabajo para que tú madre y tú no tengan que hacerlo, ¿sabes lo que esto significa? No es tan sencillo como lo imaginas; seguramente te tendrías que quedar a vivir aquí y comprendes que no puedo permitir eso, ¿cierto?

—¿Por qué no, padre? Yo estaré bien, nada me pasará.

—No es que piense lo contrario, pero ¿qué pensará tu madre si regreso sin ti? Ella no me lo perdonaría, ponte en mi lugar también.

—Pablo, comprendo perfectamente sus razones, sin embargo, le quiero asegurar que Margarita no estará sola; ella contará conmigo, con nosotros —aclaro David refrescando su garganta—. Podríamos ir en unos días para darle la noticia a su esposa o traerla para que conozca el ambiente en el cual su hija estará y así quede más tranquila. Incluso por respeto a la familia, ella vivirá en la hacienda Salazar donde estará protegida en todo momento.

Después de observar Pablo a mi hermano detenidamente, evaluando su sinceridad, dijo:

—Esto me parece una tremenda locura, pero antes de tomar una decisión me gustaría conocer al patrón del lugar.

—Y así será, señor, mañana temprano nos estará esperando Antonio Salazar para hablar con usted.

—Veo que tiene todo resuelto, joven David, ¿acaso me estoy perdiendo de algo? —dijo esto mirando a su hija.

—Ciertamente, Pablo, para serle honesto, he sido yo quien ha hablado para que Margarita obtenga el trabajo porque estoy genuinamente interesado en conocerla. En ella puedo ver la mujer con la que deseo pasar el resto de mis días. —Al escuchar eso, Ricardo y yo casi nos atrabancamos con el bocado que teníamos en la boca; definitivamente mi hermano ha perdido la cabeza al confesarse en este momento.

—Reconozco que es usted muy valiente al expresarme sus verdaderas intenciones, David, pero no crea que, por ser el hermano de Sergio, las cosas le serán fáciles. Es de mi hija de quien estamos hablando.

—Lo tengo claro, señor y por eso estoy en la total disposición de ganarme su confianza y aceptación, pero lamentablemente es algo que solo se dará con el tiempo; sin embargo, le prometo que si nos brinda la oportunidad de compartir más tiempo no lo voy a defraudar; en todo momento la respetaré y cuidaré de ella. —Dirigiendo la vista a Margarita, su padre le preguntó:

—¿Estas al tanto de sus sentimientos, mija? —cuestiono sin parpadear ni respirar esperando ansioso cuál sería su respuesta.

—No lo tenía muy claro hasta este momento la verdad, pero reconozco que yo también me siento igual —declaro sosteniendo su mirada con ambas mejillas evidentemente ruborizadas.

—Ya veo...

Pablo no pudo seguir hablando al ser interrumpido por la inesperada y persistente tos de nuestro amigo Ricardo. Luego de unos minutos, cuando ya todo estaba en calma y nos habíamos retirado de la mesa, tomé un momento para acercarme a él.

—Hola, me gustaría hablar contigo, ¿tienes unos minutos?

—¿Vienes a interceder por tu hermano? —inquirió este pensativo con los brazos cruzados.

—No, vengo para hablar con mi amigo de algo que veo, le preocupa.

—Lo lamento Sergio, pero no puedo evitar sentir cierta inseguridad de lo que le espera aquí a mi niña, ha crecido tan rápido que no me di cuenta y ni siquiera se trata solo de una simple oportunidad de trabajo.

Esto es algo serio, están hablando de pasar el resto de sus vidas juntos... no quiero que Margarita resulte lastimada si el día de mañana David decide que ella no es lo que quiere.

—Sé que apenas lo conoces, pero mi hermano es una de las personas más buenas que conozco, Pablo. Si él ha decidido arriesgarse y apostar por lo que siente, es porque es realmente genuino.

Aparte, él jamás sería capaz de jugar de esa manera con Margarita, y te aseguro que yo tampoco lo permitiría, porque la quiero como si fuera una hermana pequeña. Solo te pido que le des la oportunidad de demostrarte la grandiosa persona que es.

—De acuerdo, pero si algo sale mal...

—Todo saldrá bien, ya lo verás. Además, Margarita con mi hermano te darían los nietos más guapos de todo Sinaloa; los puedo imaginar.

—¡Vaya, pero que exagerado!

—No lo niegues, sabes que es así.

—Sí, pero sería gracias a la gran belleza de mi hija.

—Y al porte de mi hermano.

—Sí, como digas, ya me voy a dormir —dijo esto elevando ambos ojos en gesto de hastió, pero pude denotar antes de darme la espalda una pequeña sonrisa que me permitió estar tranquilo.

A la mañana siguiente partimos todos hacia la hacienda Salazar, donde ya se encontraba esperando el señor Antonio, el cual nos informó que David podía pasar con Margarita y Pablo, mientras tanto Ricardo y yo nos quedamos aguardando en la sala de estar. Sin embargo, ver bajar por las escaleras a Beatriz hizo que mis piernas se levantaran automáticamente, tomando rumbo a su dirección.

—Buenos días, señorita. ¿Cómo amaneció hoy? —hablé caminando hacia su costado izquierdo, quedando envuelto por su delicado aroma a rosas.

—¿Muy bien y usted, caballero? —contestó con una suave inclinación de cabeza y una dulce sonrisa que iluminó su rostro.

—No tan bien como usted, en realidad —articule, dejando que mi voz llevara un tono melancólico.

—¿Y eso a qué se debe? —preguntó ella, con sus llenos de preocupación, acercándose un poco más, como si quisiera compartir la carga de mis pensamientos.

—Es que la noche se me hizo muy larga. Anhelaba recibir de sus labios otro beso como el de ayer —le confesé, sintiendo cómo una oleada de emoción me envolvía al recordar ese momento.

—Ah, ¿sí? ¿Pues sabe qué? No creo que corra con la misma suerte hoy —afirmo, arqueando una ceja con un aire travieso que me hizo reír.

Cuénteme, ¿por qué cree eso? —inquirí acariciando una de sus mejillas con ternura.

—Porque acordamos que no lo diríamos a nadie y aquí seguro alguien nos puede ver —aclaro retirado rápidamente mi mano con una conexión innegablemente impalpable.

—Pero ese no es un problema, la invito a dar un paseo en la tarde.

—¿A qué lugar me llevaría? —indagó disminuyendo el tono de su voz mientras trataba de percatarse de que nadie estuviera cerca a través de su audición.

—Será una sorpresa, confía en mí.

—Confió en ti —dijo con un destello de complicidad en su mirada.

—Pues te espero a las cuatro de la tarde en la entrada.

—Bien, ahí estaré.

Ella se dispuso a retomar su destino, mientras yo la veía embelesado como desaparecía del pasillo.

—Así que tú también andas de enamorado, ¿será que hay algo en el aire? —preguntó Ricardo cubriéndose la nariz.

—No sé si hay algo o no y tampoco me importa, mientras esa mujer me siga sonriendo de esa manera, estaré feliz.

—¡Ay, ya lo perdimos! Aunque no te culpo, es re linda la condenada.

Cuando le iba a responder, vi salir a mi hermano en compañía de los demás con una gran sonrisa que me indicaba que finalmente todo estaría bien, pues Margarita se quedaba y eso teníamos que celebrarlo.

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