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Capitulo XXI Juan David Álvarez

Estando de camino al despacho del señor Salazar ese jueves en la mañana, jamás imaginé la noticia que me esperaba; al tocar dos veces en la puerta escuché un pase con fuerza.

—Buenos días, señor, ¿me mando a llamar?

—Así es, muchacho, toma asiento. —Solicitó elevando un brazo señalando la silla que le quedaba al frente.

—Dígame, ¿ocurre algo con la hacienda? —cuestione mientras me acomodaba tranquilamente en el asiento.

—No, no le he llamado por eso —hizo una breve pausa—. Hemos encontrado a Sergio finalmente—. Me quedé unos segundos callado sin saber qué decir procesando la información.

—¿Él está bien? ¿En dónde se encuentra? —pregunté ansioso.

—Por lo que me han informado, está en perfecto estado y se encuentra en Sinaloa —explico colocando ambas manos en el escritorio para mostrarme una hoja con lo que supongo es su dirección.

—Muchas gracias, señor, jamás tendré forma de pagarle su ayuda. ¿Me permitiría ir hoy a buscarlo y en la semana que viene repongo los días que este fuera?

—De acuerdo, pero me gustaría ir también.

—No es necesario, ya con lo que ha hecho es suficiente.

—Deseo ir para descansar un rato de este viejo lugar; además, creo que también podría ayudar en caso de que las cosas se pongan difíciles con el; uno nunca sabe.

Dude unos segundos, pero luego acepte.

—Bueno, vaya a su casa a recoger algunas vestimentas, por si tenemos que quedarnos más tiempo de lo que pensamos y yo haré lo mismo. Partiremos antes del mediodía.

—De acuerdo, aquí estaré, señor —asegure con emoción.

Y así iniciamos nuestro viaje en el carruaje de los Salazar, justamente aquel en el que vi llegar a Beatriz hace un poco más de medio año. ¿Quién diría que ahora seamos dos buenos amigos? Sin duda alguna, yo no, pero ahora veo que siempre debió de ser así y aunque ella no lo diga sé que también está esperando el regreso de mi hermano, así que esto no solo lo hago por mí, sino por los tres.

Durante el trayecto, el señor Salazar y yo hablamos de todo un poco, incluyendo del trabajo. Claro. Tenemos pensado al volver a la hacienda comunicarles a los comerciantes que ya se ha acabado la oferta que mi hermano propuso y dejarles saber cuáles serán los nuevos precios. De acuerdo a esto, tendríamos que hacer un reajuste en los registros si alguno ya no quisiera seguir contratando nuestros servicios. Sin embargo, creo que eso no será necesario pues todos se han mantenido felices con sus ventas.

Además, me pidió que me encargara de buscar un nuevo jardinero para la hacienda, ya que el actual está en edad avanzada y Salazar desea enviarlo a su casa para que pase sus últimos años con su familia. Aun así, tiene la intención de proporcionarle su sueldo, aunque no esté trabajando, lo cual me sorprendió mucho. No imaginaba que él tuviera tanta consideración hacia sus empleados. Sin embargo, siento que cada día lo voy conociendo aún más, y eso me agrada.

Luego de unos minutos el carruaje se detuvo y el trabajador que conducía nos avisó que habíamos llegado. Al bajar notamos que era una zona bastante tranquila con pequeñas cabañas y casas rodeadas de grandes árboles. Inmediatamente nos dirigimos a la puerta donde le informaron al patrón que se encontraba mi hermano. Tocamos en varias ocasiones, pero nadie nos abría, por lo que supusimos que no se encontraba y nos dispusimos a esperarlo el tiempo que sea necesario.

Después de una hora, escuchamos unas ruidosas voces que nos alertaron, pensando que algo raro estaba sucediendo. Nos sorprendió ver llegar a Sergio acompañado de los extraños que estaban gritando. En un principio, él parecía igualmente sorprendido, pero lo que más me llamó la atención fue su aspecto. Tenía el cabello más largo de lo normal, llegando hasta su barbilla, y había dejado crecer una barba que usualmente no usaba. A pesar de eso, su físico seguía siendo el mismo de siempre. De cierto modo, me alegraba saber que había estado bien.

Entre sus acompañantes, pude vislumbrar a un hombre de estatura media, moreno, con canas y un ligero sobrepeso. A su lado se encontraba una chica de piel un poco más clara, que parecía ser su hija, pues compartían algunos rasgos en el rostro.

Ella, en contraste, era de contextura petite y esbelta, con un largo cabello negro recogido en una trenza que realzaba el brillo de sus grandes ojos. Su sonrisa era encantadora, dulce y, a la vez, rebosante de un humor juguetón. En aquel instante, sentí un irrefrenable deseo de conocerla, pero debía mantener mi enfoque; mi prioridad era asegurar que mi hermano regresara a casa.

—¿Qué hacen ustedes aquí? —nos preguntó Sergio asombrado.

—Vinimos por ti, tenemos que hablar.

—Así es, muchacho, te hemos estado esperando por un buen rato; ¿nos invita a pasar?

—¿Este es David? —preguntó la joven señalándome e interrumpiendo la respuesta de mi hermano.

—Sí, es él —respondió elevando los ojos en señal de fastidio.

—¡Excelente! Soy Margarita; es un placer al fin conocerte —dijo extendiéndome su mano.

Me quede un minuto paralizado sin saber que hacer pues ella tenía algo que me intimidaba, quizás era su seguridad y carisma.

—Un placer, Margarita, igualmente —logré decir acogiendo su mano con una sonrisa.

—¿Y él quién es, su padre? —indagó ella con curiosidad señalando al señor Salazar, el cual comenzó a toser luego de escuchar esa pregunta.

—Margarita, déjale en paz a los señores —le pidió su padre rápidamente, tirando suavemente de uno de sus brazos regresándola nuevamente a su lado.
—No, es nuestro jefe —respondió Sergio con tono juguetón; al parecer la escena le divertía.

—Qué extraño, tienen cierto parecido —contestó esta confundida.

—Discúlpenla, ella a veces se excede de conversadora, pero ya nos tenemos que ir, ¿no es así, mija? —preguntó este haciendo una advertencia con la mirada.

—Sí, padre —respondió esta con desgana—. Espero verlos mañana nuevamente. — Se despidió ella alzando una mano y con una sonrisa radiante que me dejó sin respiración.

Unos segundos después mi hermano se dirigió hasta donde estábamos y abrió la puerta.

—Adelante —dijo el pacíficamente.

Salazar se acercó a su chofer y le pidió que lo acompañe a dar una vuelta por los alrededores para encontrar a la persona que nos pueda alquilar un lugar en donde logremos pasar la noche, pues ya estaba oscureciendo y sería un peligro iniciar el trayecto de regreso.

—Volveremos en un rato, muchachos —comentó Salazar algo nervioso. —Estos se pusieron en marcha rápidamente y luego de perderles de vista ingresamos a la cabaña.

—Es raro encontrarte aquí, imagine que sería distinto —dije repasando lentamente con una mirada la pequeña sala mientras me sentaba.

—Sí, es sencillo, pero acogedor —contestó mi hermano haciendo lo mismo que yo.

—¿Cómo has estado, Sergio? —pregunte con tono pausado.

—A pesar de lo que se puedas pensar, bien ¿y tú?

—También lo estoy —respondí, asentando con la cabeza.

—Me alegra —dijo sonriendo sinceramente— ¿cómo me encontraron? —cuestiono curioso.

El ambiente se sentía realmente pesado, no quería que fuera así, tenía que hacer algo para que las cosas volvieran a hacer como antes.

—Un amigo del señor Salazar trato de ubicarte todos estos meses y sin duda no nos lo has puesto fácil —confesé riendo para aliviar el momento.

—Lo siento, no tenía idea —admitió pensativo asimilando lo que le estaba diciendo.

—Lamento todo lo que pasó, hermano, nunca fue mi intención que las cosas llegaran a este punto; regresa a casa por favor, nos haces falta a todos... Los trabajadores te extrañan, y Beatriz espera por ti —confesé mirándolo a los ojos.

Se quedó callado sin decir nada. Imagino que mis palabras le causan confusión por lo que entendí que debía de ser más específico para que me pudiera entender.

—Comprendí lo que me decías, Sergio. Ahora reconozco que lo que sentía por ella no era amor, sino simplemente una atracción pasajera. No existe esa química especial que parece envolverlos a ustedes. Aunque entiendo que no es necesario ser iguales para amar, nosotros sencillamente no compaginamos y si lo quieren intentar, estoy completamente de acuerdo; cuentan con todo mi apoyo.

—Hermano, yo nunca quise que mis sentimientos formaran una pared entre nosotros y por eso me aleje para que ustedes puedan ser felices, pero ahora me dices esto y es como si todo lo que he hecho hubiera sido en vano —expresó Sergio bajando la cabeza con melancolía.

—Te aseguro que no lo fue, ambos hemos aprendido y crecido con esta experiencia, considero que es lo que importa.

Segundos después ambos nos sonreímos y estrechamos nuestras manos en señal de paz, en ese momento me volví a sentir completo.

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