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Capitulo X Esperanza Salazar

Es increíble cómo, justo cuando estaba tratando de saber más de Beatriz, Antonio desea hablar conmigo; es como si él tuviera en su poder un detector y se diera cuenta de cuando intento ser feliz, pues realmente me siento emocionada, como no lo había estado hace tantos años.

Mi instinto de madre me dice que existe un interés en ambos, aunque lo muestren de diferentes formas. Lo que me falta saber es por quién lo siente ella, así que debo acercarme con el pretexto de querer tocar el piano para ayudarlos a estar juntos. Aunque no la conozco, siento que podría ser una buena esposa. Se ve una joven tranquila, centrada, educada, talentosa y hermosa.

Ella sería perfecta para cualquiera de los dos; sin embargo, siendo realista, creo que Juan David es con quien podría ser más feliz, pues Sergio está más centrado en los negocios. No le dedicará el tiempo que necesita a una esposa o a una familia, ya que no serán su prioridad.

«Es interesante cómo puedes ir conociendo a las personas sin ni siquiera hablar con ellas».

Estando parada frente a la puerta del despacho, me pregunte: ¿qué querrá hablar Antonio? No creo que se haya dado cuenta de todo; he tratado de mantener la distancia con mis niños; solo suelo observarlos en los momentos que no están cerca de él. Al tocar dos veces, escucho una voz que me invita a pasar; al hacerlo, Antonio me pide que me siente. Se nota sumamente calmado, lo que me despierta más intriga.

—¿Deseas algo de tomar, Esperanza?

—No, estoy bien así, gracias.

—Comprendo. Bueno, seré directo; estoy pensando en organizar un baile para celebrar mi 30 aniversario dirigiendo la hacienda, y voy a necesitar de tu presencia en él —explico imperturbable, pero sin la frialdad que normalmente lo caracteriza.

«Quizás el tiempo está haciendo su efecto».

—No creo que sea necesario que esté en esa fiesta, Antonio; puedes recibirlos y compartir con ellos como lo has hecho todo este tiempo tú solo. Ellos deben de estar ya acostumbrados a mi ausencia.

—Sé que en los últimos años no hemos estado bien, Esperanza, pero tengo pensado utilizar una estrategia comercial arriesgada, y para que sea todo un éxito, te necesito ahí.

—No creo que pueda fingir estar feliz, porque la realidad es totalmente distinta; además, no tengo ningún tema para conversar con nadie, así que no creo que te sea de mucha ayuda.

—Esperanza, no estoy esperando que finjas nada; solo deseo que recibamos juntos a los invitados y que toques para todos; no te pido más.

—Hace años que no lo hago y lo sabes bien. Mejor pídeselo a Beatriz.

—No puede ser ella, tienes que ser tú.

—¿Por qué tengo que ser yo?

—¡Maldición! Jamás te he pedido nada, y ahora que lo hago, ¿no me ayudarás?

—Una vez yo también te pedí algo y no me ayudaste; más bien hiciste todo lo contrario. Me quitaste lo único bueno que me ha pasado en la vida, aunque te rogué que no lo hicieras. ¿Por qué tendría que hacerlo?

—¡Por todos los cielos, Esperanza! Este no es el momento para hablar sobre eso; no tiene nada que ver una cosa con la otra.

—Claro que tiene que ver, porque no estaríamos aquí teniendo esta conversación si no nos hubieras hecho eso.

—¿Entonces de esto se trata todo? ¿Te quieres vengar de mí por algo que pasó hace tantos años?

—Para ti puede haber pasado hace tiempo, pero yo he vivido condenada por tu decisión cada día de mi vida — alegue mirándolo directamente a los ojos, enfrentando finalmente delante de él lo que siento que no es más que ira y dolor.

—No te diré que lamento todo lo que hice en ese momento, porque estaría mintiendo; las decisiones que tomé fueron creyendo que estaba haciendo lo mejor para ambos, aunque no lo veas de esa manera. Sin embargo, hoy en día sí me arrepiento de no haber encontrado otra solución.

Desvió sus ojos de los míos, cerrándolos muy fuerte, y percibí que decía la verdad.

—Siento mucho el dolor que te causé, pero nunca has pensado en el que tú me ocasionaste con tu engaño. No obstante, eso para mí está en el pasado, y en este momento te pido que hagas lo mismo. Vamos a hacer las paces; no podemos pasarnos la vida en esto, Esperanza.

Al finalizar, agachó la cabeza como si sintiera vergüenza de los hechos cometidos.

«No recuerdo la última vez que me permitió verlo así».

—Yo jamás te engañé, Antonio; esos niños son tuyos y me hiere que todavía lo sigas pensando. Pero ahora entiendo que te vas a morir haciéndolo, porque no tengo forma de demostrarte lo contrario, aunque estoy bien con eso ya. Solo por favor, no me pidas asistir a ese baile. Beatriz puede tocar lo que desees. Ella es realmente talentosa.

—Te necesito a ti porque tengo que dar una percepción de estabilidad y éxito en todos los sentidos. Si los invitados te ven a mi lado y tocando como lo hacías tiempo atrás, confiarán en que todo sigue bien con nosotros y la hacienda; no quiero que se inicie el rumor de que estoy arruinado y solo.

—Ambos lo estamos, Antonio. Es una lástima que no te des cuenta —dije, respirando profundamente para calmarme antes de responder—. Pero está bien, lo haré.

Me levanté sin ni siquiera mirarlo, pero pude escuchar un "gracias" tan sublime que no estoy segura de sí lo imaginé o si realmente salió de su boca. Así que me dirigí hacia la puerta en silencio, y por sorpresa, al salir del despacho, me encontré a Sergio esperando en la sala de estar.

«Cuánto me gustaría abrazarlo y decirle lo mucho que lo quiero».

—Buenos días, señora; ¿cómo se encuentra?

—Buenos días, estoy bien, ¿Cómo está usted?

—Me complace saberlo; estoy bien también. ¿La reunión con el señor Salazar ya terminó?

—Así es, ¿él lo está esperando?

—Sí, tenemos que tratar algunos temas pendientes.

—Entiendo y, su hermano, ¿cómo está? ¿No vino a trabajar hoy?

—Sí, él se encuentra en el granero evaluando la cosecha de los cultivos que se acaban de recoger.

—Ah, entiendo —respondí sin saber que más decir—. No sé si lo sabe, pero mi esposo está organizando un baile muy pronto, y me encantaría verlos allí.

—Un baile... Interesante —comento después de varios segundos de quedarse pensando—. Claro que sí, ahí estaremos, señora.

Inclinó la cabeza en forma de agradecimiento y me dedicó una sonrisa que siempre conservaré en mis recuerdos. Tocó la puerta y entró al despacho rápidamente, dejándome un vacío que sentí que solo podía llenar con la presencia de ellos...

Desde la soledad de mi habitación, comprendí que, a pesar de no haber tenido la oportunidad de estar a su lado en cada paso de su crecimiento, de amarlos y educarlos como deseaba, así como de no ser quien los acunó de madrugada para calmar sus llantos, vigilar sus sueños y preocuparme por ellos cuando enfermaban; a partir de ahora, haré todo lo posible para asegurarme de que estén bien. Mi compromiso con su bienestar y felicidad será inquebrantable.

En este contexto de reflexión y resolución, una luz inesperada ilumina mis pensamientos: Tal vez esté equivocada, pero he percibido algo diferente en la mirada de Antonio; parece que ha cambiado. Ya no es el cascarrabias amargado y distante que ha sido durante tantos años. Aunque no puedo confiar plenamente en él, esta nueva vulnerabilidad podría ser una oportunidad para guiar a mis hijos hacia su propia felicidad. Estoy decidida a hacer todo lo que mi esposo me pida, con el fin de mantenerlo complacido y evitar que sospeche de lo que realmente está sucediendo.

Lo primero que haré es volver a tocar; después de tantos años sin hacerlo, seguro estoy fuera de práctica y necesito dar una buena presentación en el dichoso baile. Lo segundo es buscar la forma de demostrarle a Antonio que ellos sí son sus hijos, aunque reconozco que no tengo la mínima idea de cómo lo lograré. Tercero, debo investigar qué es lo que siente Beatriz por ellos para buscar una posible solución en caso de que se llegue a dar una relación, pues no quiero ver a uno de mis niños sufrir por no ser correspondido.

Sin duda alguna, son muchas cosas que en este momento me preocupan, pero que, a la vez, por primera vez en mucho tiempo, siento motivos para vivir. Esta noche bajaré al salón de música e invocaré a esa Esperanza de años que se deleitaba con el piano y que era capaz de conseguir todo lo que quería, pues decidí que ya no seré una víctima de mis desgracias. Pretendo ser la heroína o villana en esta historia, si es necesario. 

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