Abro mis ojos lentamente, reconozco mi habitación. Mi madre duerme sentada en un mueble junto a mi cama. Estoy muy desorientado, ¿cuánto tiempo he dormido? Todo viene a mi mente de golpe. Jessy partiendo de la ciudad. La noticia que tristemente me dio padre.

Debe ser una pesadilla, una cruel y dura pesadilla. Mi Jessy ella no puede estar... Ni siquiera puedo pensarlo.

—¡Jessy! —grito desesperadamente despertando a mi madre.

—Al fin despertaste. —Se acerca ella y toca mi rostro.

—¡Jessy, Jessy! —insisto. Mi padre entra a la habitación—. Papá todo fue una pesadilla, ¿verdad? —El agacha su rostro y se sienta en la cama.

El desasosiego que nace dentro de mi pecho es tan tormentoso. Lo único que se me viene a la mente es su linda sonrisa de niña. Sus angelicales ojos. Su vocecita chillante. Nuestros sueños. Nuestras aventuras. Nuestras peleas. Sus gritos. Su llanto.

—Hijo te recuperarás, todo estará bien. —Me abraza, entonces comprendo que no fue producto de mi imaginación, Jessy relamente... murió.

Las paredes de mi habitación parecen bailar al ritmo fúnebre de mi desaliento, de la congoja de papá y de los sollozos de mi madre.

Lloro desconsoladamente por ella , mi garganta se desgarra gritando su nombre. De pronto entro a un estado de sopor donde parezco entrar a la inconciencia y salir de ella, pero ambas aparece Jessy. Los recuerdos pasan uno tras uno. El día que chocamos en la bici. Peleándonos. Tomándonos de la mano...

Por momentos me parece escuchar su voz, diciéndome: ¡Vamos Thiago! ¿Vas a perder ante mí? Entonces voy tras ella corriendo para alcanzarla, fingiendo que que me es difícil, cuando lo único que debo hacer es dar un par de zancadas más para sujetarla. Ella gira hacia mí con su socarrona sonrisa, alardeando que corre más rápido que yo. Me siento feliz porque ella cree poder ganarme y disfrutar de su victoria. Repentinamente entra a un túnel oscuro y tenebroso. Tengo miedo, pero no es el caso con ella. Ella no le teme a nada. Le advierto que no entre, pero en respuesta soy llamado cobarde. Ahora sí pienso alcanzarla, pero mis piernas no responden y ella se aproxima cada vez más. ¡No lo hagas! Gritó horrorizado, pero ella es impávida. La pierdo en la espesa oscuridad en ese túnel sin salida. ¡Thiago! Su voz resuena en mis oídos y me desespero porque no puedo ayudarla no puedo sacarla de ahí. No puedo hacer nada, absolutamente nada.

—Será mejor que lo saquemos del país —dice mi madre.

Todo se torna oscuro de nuevo.

Doce años después.

Hoy vuelvo a mi país, después de tanto tiempo, vuelvo al lugar donde perdí a mi primer amor, Jessy.

Mi dulce Jessy. Tal como lo prometí nunca me olvidé de ti.

Fui "exiliado" de mi país. Mi cuerpo se dejaba llevar como si estuviese en coma. Mi organismo seguía funcionando, mi corazón seguía latiendo, pero yo me había detenido, mi ser entero se había muerto junto a ella.

Hasta que alcancé la mayoría de edad, mamá se quedó conmigo en España. Papá venía cada fin de mes con nosotros, no podía quedarse permanentemente por la empresa. De ahí en adelante me quedé solo, mamá regresó al país.

No fui capaz de regresar, no fui capaz de enfrentar su muerte. Para mí ella seguía viviendo allí mientras yo lo hacía en España.

Años después vuelvo con el mismo pensamiento, después de tanto tiempo no puedo asimilar que ella ya no esté.

En mi recuerdo ella vive como la linda muchachita de trece años, valiente y divertida. ¿Cómo se vería ahora? El tiempo hubiese pasado en ambos, convirtiéndome en un hombre y a ella en una mujer. Linda y hermosa seguramente. Nunca lo sabré.

Bajo del avión y miro a todos lados. Todos bajan felices, menos yo.

Nadie sabe de mi retorno, sólo mi primo Jack quien ya vive en mi casa como hace ocho años. No estudiamos juntos la Universidad como dijimos, no fui capaz de hacerlo cuando Jessy entró en nuestros planes. No lo hubiera soportado.

El me insistió muchas veces cuando fue a visitarme, pero no pude. Quiso también quedarse conmigo, pero la soledad me era más confortable.

Recojo mi enorme maleta y camino lentamente arrastrándola. Observo el lugar donde años atrás despedimos a Jack junto a Jessy.

¿Quién iba a pensar que luego íbamos a despedirla para siempre?

La gente va y viene cada quien en su mundo. Unos van y otros vienen. Así es la vida. Ella se fue y nunca más volvió.

Bajo mi mirada al suelo, encuentro más interesante mis marrones zapatos. Cuando por fin levanto la mirada, todo pasa en cuestión de segundos. Una joven con un montón de óleos en dos pilas topa bruscamente conmigo. Por consiguiente las pinturas se abren por el impacto contra mi pecho y dejan en libertad su contenido. Lo único que veo es mi abrigo azul con una gran acuarela.

La indignación y la furia toman posesión de mí.

—¡¿Eres ciega?! —le grito a la mujer de grandes ojos marrones