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¡No soy taxista!

Mi corazón late de prisa y un frío aterrador me traspasa. Utiliza la misma técnica, es demasiado parecido. Sus trazos, su manera caótica y perfecta de pintar. Me quedo pasmado viendo aquella pintura. Es demasiado abrumador. Es como retroceder en el tiempo y...

—¿Qué sucede? —La voz de Juliet me saca de trance, pero a la misma vez me obliga a querer saber más.

—¿Quién... te enseñó a pintar de ese modo? —cuestiono entrecortado. Esa forma particular y única de pintar de Jessy no puede tenerla cualquiera.

—¿Eh? No lo sé. —Frunce el ceño, extrañada—. Es como algo propio de mí, algo que nace conmigo.

Mentira, está mintiendo...

—¡Alguien tuvo que enseñarte! —Empiezo a desesperarme—. Dime quien.

Tengo la esperanza que Juliet haya conocido a Jessy. Quizás ella le enseñó, no encuentro otra explicación coherente. Nunca asimilé su muerte, y menos ahora que todo me lleva a ella.

—Pues no, nadie. De verdad es mi técnica. ¿Por qué te pones así?

Luce asustada. No quería provocar ese efecto en ella.

—Es que... —Dudo en decirle. Mejor no lo haré, no tiene sentido. A lo mejor Julieta habla con la verdad y la estoy asustando—. Lo siento no, quería asustarte.

Necesito salir de aquí. Le doy la espalda presto a marcharme. Decido ir en busca de mi primo, él debe saber algo, tiene que saber algo.

—¿A dónde vas?

Me giro para verla. Mantiene la misma expresión.

—Necesito hacer algo.

Sin explicar más, salgo de casa. Llego a toda velocidad a casa de mis padres y subo a la segunda planta corriendo. Mamá se cruza conmigo en las escaleras.

—Thiago querido, ¿qué haces aquí? —pregunta consternada cuando paso por su lado—. ¿Sucedió algo malo?

—No madre. —Me detengo a verla.

—Juliet, ¿cómo está ella?

—Está bien. ¿Jack?

—Está en su habitación.

—Iré a verlo.

—De acuerdo. Luego ve a mi habitación, necesitamos charlar.

—Sí.

Subo a la habitación de mi primo y lo encuentro jugando videojuegos. Está tan concentrado que ni siquiera nota mi presencia. Parece un adolescente.

—Jack. —Llamo su atención.

Levanta la cabeza por unos instantes y eleva las cejas.

—Primo, ¿ocurrió algo? —Apaga la consola—. Te ves mal.

Voy hacia el sofá y me dejo caer sobre él. Jack hace lo mismo.

—Sí. Bueno, no exactamente.

—Me estás asustando, ¿le hiciste algo a Juliet?

—No, pero se trata de ella. ¿Has visto sus pinturas? —Me inclino hacia él.

—Sí, son preciosas, tiene talento.

No era la respuesta que esperaba.

—¿No te recuerda algo? O más bien a alguien.

Frunce el ceño. Parece meditar mirando a un punto en particular. Sonríe y se inclina también hacia mí.

—¿Te refieres a Jessy?

Asiento con la cabeza.

—Te tardaste en descifrarlo.

—Pues sí, tiene la misma técnica —contesta despreocupado.

¿Por qué no tiene la misma reacción que yo? Él también la quiso. ¿Por qué no le afecta para nada?

—¿No crees que ellas se conocieron?

—Cuando conocimos a Jessy, ella nunca habló de una tal Juliet, ¿a ti sí?

—No, nunca.

—Entonces no hay probabilidad de que se hayan conocido.

—Quizá luego de...

—Thiago —dice determinado y serio—, ella murió.

¿Por qué no lo puedo aceptar? ¿Por qué me es tan difícil asimilarlo? Bajo la mirada y trago saliva.

—Jack...

—Lo más probable es que alguien copió el estilo de Jessy y pues se lo enseñó a Juliet, o algo parecido. ¿Le preguntaste de donde lo aprendió?

Asiento.

—Sí, pero me dijo que era propio de ella.

—Qué extraño. —Se lleva una mano a la barbilla—. A lo mejor no te quiere decir.

¿Por qué no me querría decir? No es algo tan complicado ni difícil de hacer. No tiene sentido. Sim embargo mi primo parece no querer ahondar más en el tema, o no lo ve tan confuso como yo. En estos momentos quisiera ser una persona menos compleja como él.

—Supongo —señalo para no parecer obsesivo con eso, aunque él ya lo cree.

—Ya no le des más vueltas. ¿Qué importa que tenga la misma técnica o pinte igual? Eso no la traerá de vuelta.

Bajo nuevamente mi mirada. Él tiene razón, mucha razón. Debo aprender a ser más racional y comprender que ya no está, que nunca más volverá.

JULIET

Thiago se puso tan extraño, ¿por qué le afecta tanto mi estilo? Por más que pienso y pienso no llego a nada concreto. ¡Qué más da, él y sus locuras!

Tomo un baño de agua tibia y burbujas en la bañera, sin el miedo de que mi adorable esposo irrumpa mi paz y tranquilidad. A propósito... ¿a dónde habrá ido? ¿Él no tendría una novia cuando nos casamos? ¡Sería raro que no! Aunque está la historia de su primer amor... Ya me había olvidado.

Entro a la habitación y lo primero que veo es la pintura de Thiago adolescente. Uff, qué egocéntrico, una linda pintura de mí debería ir en su lugar. Me dejo caer en la cama.

¡Un momento!

Me pongo de pie y me acerco a su pintura para verla de cerca. La técnica utilizada en ella es idéntica a la mía, por no decir que es la misma, ¡claro!, eso fue lo que lo conmocionó, por eso él me preguntó quién me enseñó la técnica. Pero dije la verdad, es propio de mí, simplemente me nació la primera vez que pinté. Pero... ¿es posible que dos personas tengan la misma técnica? ¡¿Y si yo la pinté?! A lo mejor la muchacha que le gustaba era mi amiga y ella me pidió que la hiciese...Lo cierto es que no recuerdo mi niñez... O quizá ella me enseñó la técnica. Pero no puedo decir a nadie que perdí la memoria, mucho menos a Thiago. ¿Por qué no ha vuelto aun? No es que lo extrañe, es sólo que ... no sé.

Mejor dormiré y no pensaré más en ello, aunque me es imposible. Muchas veces he querido saber cómo fue mi niñez. ¿Tuve también un primer amor? Hasta ahora no me he enamorado. ¿Encontraré algún día el amor de mi vida?

Me he dado mil vueltas. Me pongo una pijama de seda y seco mi cabello con la secadora frente al espejo. Veo la hora, son 11:02 pm. ¿No va a venir?, ¿debería llamarlo? No claro que no, sólo soy su esposa de mentiras. Me siento en la cama y tomo mi celular; de repente siento la puerta abrirse, lanzo mi celular y me acuesto de golpe mientras me hago la dormida. Siento los pasos de Thiago aproximándose.

—¿Por qué deja sus cosas en el suelo? —Debe estar recogiendo mi teléfono—. Supongo que hoy dormiré en el suelo —resopla.

Abro mis ojos despacio y lo veo mirando su pintura pensativo, voltea y cierro mis ojos. Escucho que se acuesta y apaga la lámpara; pasa unos minutos y me acerco al borde de la cama y lo veo dormir tranquilamente, me quedo mirándolo hasta quedar dormida.

—¡Despierta!

Siento agua caer en mi rostro.

—¡!Qué ocurre?! —Despierto asustada y veo a Thiago con ropa deportiva.

—Iremos a correr.

—Ve tú. —Me limpio la cara con la maga de la bata y vuelvo acostarme y cubrirme con mi rico edredón.

—No quiero tener una esposa subida de peso. —Me destapa.

—¿Dices que estoy gorda? —Me incorporo de golpe.

—No, pero lo estarás sino quemas esa grasa que consumes.

¡Y qué le importa!

—¿No irás a trabajar?

—Sí, pero aún hay tiempo de hacer ejercicio.

De mala gana me pongo mi ropa deportiva y sigo a Thiago al parque.

Apenas doy un par de vueltas y me canso. No puedo seguirle el ritmo. Él se detiene y vuelve en mi dirección.

—No has corrido nada, ¿tan poca resistencia tienes?

—Claro que no.

Ante todo, mi dignidad. Vuelvo a correr a duras penas.

Luego de unas vueltas más regresamos, yo súper cansada y moribunda. Se me ocurre algo.

—Thiago, ¿tienes tiempo?

El consulta su reloj.

—Sí, ¿qué sucede?

—Enséñame a manejar.

—Manejar qué.

—Auto.

—No. —Se da la vuelta y hace el ademán de irse.

—¿Por qué? —Voy tras él y éste voltea de golpe haciendo que choque en su duro pecho.

—Manejar no es algo que todas las personas puedan hacer, mucho menos las mujeres. —Me aparta con un dedo—. Además, no tienes auto donde practicar.

—¿Qué hay de tu auto?

—Ni lo mires. Es demasiado preciado como para que lo utilices como tu herramienta de aprendizaje. —Sus enormes ojos redondos se ven más oscuros.

—Pero... —Hago un puchero.

—Ya dije que no.

—Ruin —murmuro—. Ya me vengaré.

Thiago se va al trabajo, sola en casa intento limpiar, y cocinar un nuevo platillo: "escabeche de pollo." Llamo a Thiago para que me dé la receta, lo pruebo y no me sale tan mal. El viene almorzar, critica mi sazón como siempre, luego sube a su auto dispuesto a volver al trabajo. Actúo rápidamente con mi plan de venganza.

—Espera. —Meto mi cabeza por la ventana.

—¿Qué pasa?

—Lleva fruta. —Le extiendo la bolsa.

Frunciendo el ceño me recibe y tumbo una mandarina a propósito, mientras la recoge, hago mi cometido. Hoy castigaré la maldad y machismo de ese sujeto.

THIAGO

Juliet actúa extraño. Bueno no le daré importancia, debería preocuparme cuando actúe normal. Casi me convence con su puchero y sus dientes de conejo. Esos dos dientes extrañamente grandes que la hace tan particular, y la ligera hendidura en la mitad de su labio inferior, es tan parecido al de... No Thiago, ni se te ocurra compararlas.

Como una manzana mientras manejo, paso cerca de algunas personas y extienden su mano como hacemos para tomar un taxi. Qué extraño.

Noto que me estoy quedando sin gasolina, así que me detengo en una gasolinera. Mientras llenan el tanque decido comprar un agua. Al volver veo gente subiendo a mi auto. ¡¿Qué diablos están haciendo?!

—¡Oigan, bajen de mi auto!

Las tres personas que subieron me miran extrañados.

—¿No estás en servicio? —pregunta el hombre.

—¿Servicio de qué?

—De taxi.

—¿Qué? —Esta gente se volvió loca—. ¡Bajen de mi auto!, ¡no soy taxista!

—Ahí bien grande dice TA-XI —refunfuña la mujer más adulta señalando el parabrisa.

Voy hacia adelante para darme cuenta del anuncio en pegatina: TAXI. ¿Qué rayos? ¿Quién rayos puso eso ahí? Hago un retroceso mental, sólo pudo haber sido una persona

—¡Juliet! —gruño en alta voz frente a las miradas extrañas de esos tres.

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