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Luna de Hiel

Los nervios me consumen, es un falso matrimonio pero aún así me siento nerciosa. Thiago está extremadamente guapo, no puedo negarlo. La ceremonia tarda un tiempo estimable y nos entregan los anillos.

—Hasta que las acciones nos separen —murmura Thiago, mientras me coloca el anillo, yo tomo el suyo.

—Hasta que las acciones nos separe —repito lo mismo mientras le coloco el suyo.

—Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia —se escucha los aplausos de los invitados.

—Beso, beso —escucho la voz de mi prima, y el resto se une a la plegaria.

Volteo a verla y la fulmino con la mirada, ¿porqué tiene que ser así?

—Lo haré rápido —dice Thiago mientras se acerca y pega sus labios con los míos por micro segundos. Sin emoción ni nada, me cuelgo de su brazo y fingimos estar felices, al menos yo, porque él permanece con su expresión indescifrable de siempre.

La recepción se realiza en el mismo local.

Tiro el bouquet y mi prima se lanza hacia el, empujando a una joven de ojos verdes que iba a cogerlo.

—¿Con quién vas casarte?, ¿con tu perro? —la molesta Jack, y ésta le propina un golpe.

La ceremonia va de maravilla, a pesar del corto tiempo de preparación. El animador nos llama al centro para el baile principal.

—Prohibido pisarme —le advierto—. Ya tengo los pies muertos por los tacones.

—Sácatelos entonces, porque no se bailar —habla despreocupado.

Ni bien lo dice empiezo a sacarme los tacones, Thiago me mira sorprendido.

—Lo decía en broma.

—Me diste una idea —tiro los tacones y me subo en sus zapatos. Con las justas y paso de su hombro, estamos demasiado cerca, incluso puedo percibir el latido de su corazón.

—Bájate —espeta.

—No, ensuciaré las medias —me sujeto bien de su espalda.

—¿Por qué eres tan chiquita? —pasa su mano de mi cabeza a su hombro.

—No soy tan chiquita, tú eres demasiado alto —lo miro con ojos de miedo. Desaparece su sonrisa, parece que está pensando algo.

THIAGO

Las palabras de Juliet hacen que recuerde a Jessy, fue lo mismo que me dijo cuando la fastidié con lo de su estatura.

La canción inicia, y cada estrofa se impregna en mis oídos haciéndome estremecer.

Éramos niños buscando amor

Sin saber sentirlo

Pero ahora no renunciaré.

Bésame lento, amor

Tengo tu corazón

El mío en tus manos ya está.

Bailaré
En la oscuridad
Abrazándote
Descalzos al bailar
Nuestra favorita ya sonó
Y dices que te ves tan mal
Yo susurré y dije
Eres tan bella y la más perfecta, amor.

Me es imposible no recordar a Jessy en cada estrofa.

—¿En qué piensas? —me trae a la realidad Juliet—.  La canción ya empezó, empieza a mover tus pies.

—No puedo hacerlo si estás sobre ellos.

—Soy peso pluma.

—Pluma de avestruz —digo con sorna.

— Odioso —me patea.

Dejamos a los invitados en la recepción y una limusina viene por nosotros para llevarnos al aeropuerto, Juliet está un poco ebria.

—¡Ahí vamos, Paracas! —baja a tropezones del vehículo.

—Deja de hacer el ridículo —la sostengo toscamente de su chaqueta para que no vaya a dar en el suelo.

—Suéltame salvaje —saca mi mano de un tirón—. Quiero dormir —se recuesta en el primer asiento que ve.

—Duermes en el avión —la jalo de golpe y la arrastro conmigo.

Solo espero que la dejen entrar en su estado.

Milagrosamente no tenemos problemas para subir, después de explicar que somos recién casados.

—Hola Hola —saluda a los pasajeros—. El es mi esposo —me señala—,  acabamos de casarnos pero nos odiamos.

—Felicidades —le responden algunos, mientras otros la ignoran.

La siento junto a la ventana y se queda dormida con la boca abierta. Saco de mi bolsillo una basurita y la introduzco en ella, luego le tomo una fotografía con el celular, la amenazaré con eso.

Me siento cómodamente para dormir y Juliet se recuesta sobre mi hombro, sin pensarlo dos veces la empujo hacia la ventana y choca contra ella, me asusto por un momento, luego me aseguro que esté bien y consigo conciliar el sueño.

JULIET

Abro mis ojos lentamente y veo que estoy en el interior de un avión, no recuerdo como llegué aquí. Volteo a mi izquierda y veo a Thiago dormir plácidamente, se ve tierno, muy distinto al energúmeno que es cuando está despierto.

Anuncian que el avión pronto va a aterrizar, es de madrugada. Thiago despierta entre tanto.

—Ya llegamos.

—¿Ya no estás borracha?

—No —le saco la lengua.

Tardamos poco tiempo en llegar al hotel, es uno muy lujoso y elegante. Un sujeto nos recibe y revisa nuestros nombres, luego nos lleva a un montón de parejas que no dejan de mostrarse amor.

—Bienvenidos al hotel, "paradise", exclusivo para recién casados, donde su estadía será inolvidable.

—Esto fue obra de tu madre —me codea Thiago.

—Más bien de la tuya.

—Más seguro de las dos.

Asiento con la cabeza.

—Quieren hostigarnos con tanta demostración de amor.

—Uf —llevo las manos al rostro.

Un joven nos enseña la habitación, todo lleno de romanticismo; con corazones y pétalos de rosa. Hubiera aceptado esto sí me hubiese casado con alguien que ame, pero pasar aquí con Thiago me deprime.

—La cama es amplia y muy cómoda para dormir, aunque dudo mucho que duerman —sonríe de medio lado el anfitrión, haciendo que Thiago y yo nos pongamos incómodos.

—Si no tiene nada más que decir —le indico la puerta.

—Oh si claro, deben estar presurosos —vuelve a sonreír del mismo modo.

—¡Fuera! —empiezo a perder la paciencia. Debió asustarse que salió volando.

—Supongo que así empieza la Luna de hiel —dice Thiago tumbándose en la cama.

Le doy pataditas cortas en el pie para que se levante.

—Esta es mi cama, tuya es el sofá grande —intento levantarlo de un brazo.

—¿Estás loca?  si quieres tú duerme allí, yo me quedo con la cama.

—De ningún modo —lo jaloneo pero no consigo levantarlo, así que me lanzo a la cama también.

— ¿Qué haces? vete al sofá —me empuja.

—Vete tú —lo empujo con los pies.

De tal modo luchamos hasta que caemos al suelo.

—Esto no está funcionando —me pongo de pie con las manos a la cintura—. Decidámoslo a la yan ken po, ¿de acuerdo?

—Listo.

A la yan Ke po —hago una tijera con los dedos y el una piedra.

—Yo gané —mira victorioso—. Me quedo con la cama.

Derrotada me acuesto en el sofá.

THIAGO

La luz del sol entra por la ventana incitándome a abrir los ojos, siento una pierna sobre la mía, abro bien mis ojos y veo a Juliet a un centímetro de mí, tanto que su respiración hace cosquillas a mis labios.

—¡Juliet!

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