Hasta que las acciones nos separe
Me siento súper nerviosa por conocer al primo de Jack; me pregunto como será. Al fin me atrevo a salir y saludo tímidamente, me acerco hacia ellos y reconozco al sujeto que chocó conmigo en el aeropuerto, ¿qué rayos hace aquí?
— ¡¿Tú?! —decimos al unísono mientras nos señalamos con el dedo.
—¿Qué haces aquí? —pregunto nerviosa.
¿Acaso ese tipo es el primo de Jack?
— ¿Ya se conocen? —interviene Cecilia.
— ¿De dónde? —continúa Jack. Los más adultos observan curiosos.
—Ella fue la que ensució mi traje en el aeropuerto —contraataca el sujeto.
—¿Fue Juliet? —pregunta Jack.
—¡Fue totalmente tu culpa! —le acuso con el dedo índice.
—Fuiste tú la que no tuvo cuidado.
Continuamos de ese modo unos minutos más, nadie cede, y hubiésemos seguido si mi madre no interviene.
—¡Bien suficiente! Fue un pequeño incidente, suele pasar. Van a casarse no pueden discutir de ese modo.
—¿Casarse? —se sorprende Jack, al parecer no sabía nada.
¿Casarse? Dije que lo iba a pensar, aún no había aceptado. Mucho menos lo haré con ese tipo.
—¡No pienso casarme con ésta egocéntrica!
— ¡Yo menos! ¡No quiero ser esposa de un energúmeno!
A
unque guapo es... No lo puedo negar. Alto, cabello marrón, mirada misteriosa, hombros anchos... Concéntrate Juliet, estamos en modo defensivo.
—Escuchen, vean el lado amable, ¿no fue gracioso como se conocieron? —musita Mónica.
— ¡No! —gritamos los dos en coro.
—Al menos están de acuerdo en algo —ríe el señor Raúl.
—Tienes razón —apoya mi padre.
—A ver a ver. —Se pone en medio de los dos Cecilia—. Empecemos de nuevo, pensemos que esto nunca paso y nunca se conocieron. Ustedes llegan de nuevo —les indica a la familia de Jack y los empuja afuera—. Ustedes se quedan aquí —nos indica a nosotros—. Toc toc —golpea la Mesa—. ¿Quién será? —Hace el ademán de abrir la puerta y hace pasar supuestamente a la familia White que nunca salieron de nuestra casa.
Cecilia está loquísima.
—Buenas noches —le sigue el juego la señora Mónica, mientras los hombres voltean los ojos.
—Deja tus payasadas —le riñe Jack.
— ¡Cállate! —le corta Cecilia—. Ven — jalonea al sujeto y me jalonea a mí—. Hola Thiago, ella es Juliet, Juliet él es Thiago. —Nos miramos con recelo—. ¿Qué esperan tómense las mano? —Coge mi mano a la fuerza y toma la de él y las une. El la toma con fuerza y la aprieta, yo hago lo mismo y competimos por quien aprieta más.
—Bien, asunto solucionado. —Separa nuestras manos Cecilia cuando estábamos por rompernos los huesos.
THIAGO.
No podía creer lo que estaba pasando, esto era demasiado.
Isabel nos lleva al comedor y sirve deliciosa comida. La egocéntrica se sienta frente a mí y de rato en rato nos miramos con recelo. No puedo negar que es guapa, pero es tan egocéntrica y egoísta.
Extiendo mi brazo para coger una manzana y ella coge la misma que yo.
—Yo la vi primero —espeta ella.
—Fui yo, toma otra —le gruño.
Parecemos dos niños. Mi lado infantil e inmaduro ha salido a flote. Ella saca lo peor de mí.
—Quiero ésta, es más roja —continúa jaloneando. Sus ojos grandes me miran desafiantes.
—Es mía. —No pienso ceder y la jalo también.
El resto pasa su mirada de ella a mí, esperan para ver quien gana. La jaloneamos otra vez y la soltamos sin querer, haciéndola volar hasta Jack. Este la sujeta, la muerde y nos mira victorioso. Ella me mira con ojos echando fuego y yo hago lo mismo.
JACK.
Me sorprendió mucho la noticia del disque casamiento, pero más me molestó, porque tiene que ser siempre Thiago, primero con Jessy y ahora con Juliet. Es con fines lucrativos, pero es. Supongo que no puedo hacer nada, al menos no se gustan, ni se pasan por último. Tendré que soportar el dichoso matrimonio hasta que la empresa de mis tíos se recupere, entonces Juliet se divorciará de Thiago y yo aprovecharé para proponerle matrimonio.
JULIET.
No sé como, pero me dejé convencer por mamá. Mi lado sensible siempre es para ella su mejor arma y mi peor debilidad para mí. Terminé aceptando unirme en sagrado matrimonio con el guapo pero estúpido Thiago. Bien, no será algo verdadero así que lo podré superar... Utilizare ese tiempo para domarlo...
Los días pasan apurados y ocupados haciendo los preparativos para el matrimonio.
El tal Thiago y yo nos hemos visto algunas veces y terminamos siempre peleando, no sé cuanto va a durar nuestro infeliz matrimonio.
—Vas a ser la envidia de todas —dice alegre Cecilia—. Es muy muy guapo y alto —habla en un tono soñador.
—Y ególatra, espeso, egocéntrico, y grosero también.
—Tú no te quedas atrás.
—Eres mi prima, ¿por qué lo apoyas?
—Porque Jack te apoya a ti, quien lo va a apoyar a él.
—Uff, me rindo. Cuando me divorcie, puedes casarte con él.
—Quien sabe y nunca te divorcias de él —sonríe pícara.
—Creo que duraremos una semana, si no nos matamos antes.
THIAGO
El triste día llega. Me alisto con el traje escogido por mi madre y volteo a ver la pintura que hace años Jessy me regaló. No tengo otra alternativa, debo casarme con esa loca.
—Perdóname Jessy, hoy romperé aquella promesa tan lejana que te hice. Odio que todo haya sucedido así.
—¿Realmente vas casarte? —Me trae mi primo a la realidad.
—¿Cuándo llegaste?
Ni siquiera le escuché entrar a mi habitación.
—Justo ahora. Dime ¿de verdad te casarás? Puedo ayudarte a escapar si no quieres hacerlo.
—¿Desde cuándo estas interesado en ayudarme?
—No es por tí, es por Juliet, ¿cómo puedo dejar que se case contigo? Siento lástima por ella —utiliza un tono dramático.
—Entonces cásate tú en mi lugar.
—Lo haría, pero todo está a tu nombre, así que no ayuda de mucho.
—Sí claro. —Me acomodo la corbata—. Por cierto, ¿vendrá Camila?
—¡No!, ¡ni lo digas! Quiero a mi hermana lejos, lo más lejos de aquí.
—Le tienes miedo —me burlo de él.
—Nunca has recibido un golpe de ella, por eso no sabes. Además que papá siempre sale a su favor.
—Todos los padres son así, es el complejo de Edipo y Electra, los padres son muy pegados a sus hijas mujeres, y las madres a sus hijos varones.
—Bueno sea como sea —hace un movimiento extraño con las manos—. Sandra está aquí.
—¿Sandra?
—Sí, ella misma. La preciosa chica de ojos verdes.
Bajo inmediatamente a su encuentro; está sentada tímidamente con un vestido guinda. Mamá debió haberla invitado para la boda. En cuanto me ve se pone en pie.
—¡Sandra!, ¿cuándo volviste? —Le doy un fuerte abrazo.
—Ayer —sonrie tímida—. Tu madre me invitó a tu boda.
—Me alegra que estés en mi matrimonio.
—¿Cómo es ella?, ¿linda? Debe ser una buena persona.
—Nada de eso. Te lo cuento a ti porque eres una buena amiga.
—¿A qué te refieres?
La invito a sentarse junto a mí.
—Me caso sólo con fines lucrativos, algo así como un matrimonio arreglado.
—¿De verdad? —Sus ojos brillan—. ¿No te casas por amor?
—Nada de eso.
—Vamos. —Aparece mi mamá—. Estamos tarde.
Llegamos a la ceremonia justo a tiempo. Al ritmo de la suave música —el tradicional canon—, entran primero mi padre sosteniendo el brazo de la señora Isabel; después los padrinos y finalmente yo junto a mi madre.
Ni siquiera conozco a la mitad de los invitados.
Me coloco en mi posición y siento un poco de nervios. La música tradicional de bodas suena, quiere decir que la mentada ya llegó. La veo entrar del brazo de su padre, y aunque me cueste admitirlo, se ve hermosa, pero lo que tiene de bonita lo tiene de odiosa. Su padre le da un beso en la mejilla y me la entrega. Tomo su mano y camino junto a ella al altar, se ve tan nerviosa como yo, se muerde el labio constantemente.
La ceremonia tarda un tiempo, y luego nos entregan los anillos.
—Hasta que las acciones nos separen —le murmuro, mientras coloco el anillo en su dedo anular.
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