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Descubriendo la verdad

¿Cómo me siento? Inmensamente feliz. Han pasado dos meses desde aquella vez que Thiago dijo que sentía lo mismo que yo. Ahora somos realmente esposos. Nos obviamos muchas etapas, pero aquí estamos felices.
A veces tengo miedo que todo esto sea un sueño, o que Jessy decida volver, a veces me siento aterrada, y sé que Thiago se siente del mismo modo. Es complicado vivir con incertidumbre a diario.

—No, no puede ser, no pudo morir, no.

Thiago otra vez tiene pesadilla, últimamente tiene muchas, y eso me preocupa.

—Thiago, despierta. —Lo muevo incesantemente.

Abre de golpe los ojos y me mira fijamente causando un pequeño escalofrío en mi interior, se sienta de golpe y me abraza con fuerza.

—Juliet —jadea.

—Tranquilo, todo está bien. —Acaricio su cabello intentando tranquilizarlo.

Aunque él no me lo dice, sé que sueña con Jessy, no puede superarla, y no lo hará mientras no sepa su paradero. El prometió dejarla ir y lo cumplió. Pidió al detective que detuviera su búsqueda, pero sus recuerdos no lo abandonan, necesita saber dónde está ella para poder superarla. Necesita tenerla enfrente para saber si ha dejado atrás sus sentimientos.

—Tengo miedo —susurra.

—Lo sé. —Dudo unos instantes en decir lo que tengo pensado, pero es mejor, tanto para él como para mí, ya no podemos seguir viviendo así—. Pide al detective que reanude la búsqueda —hablo finalmente.

Thiago me aleja de su cuerpo y me mira fijamente, niega con la cabeza.

—Prometí dejarla ir —balbucea—. Si ella aparece...

—Estarás confundido, lo sé. Pero no saber de ella te confunde también. Búscala por favor, hazlo por mí, ¿sí?

Me mira sin decir una sola palabra, no hay necesidad que me lo diga. Me abraza con todas sus fuerzas, se siente reconfortante, pero a la vez desalentador, esto puede significar nuestra unión definitiva, o nuestra separación.

La familia de Thiago y la mía llegan a nuestra casa; hace tiempo que no nos reuníamos.

En la tranquilidad de nuestro jardín preparamos carne a la parrilla, mi papá y mi suegro son los chefs encargados de alimentarnos hoy. Sonríen con complicidad mientras uno mete más carbón, y el otro mueve la carne para que se cocine a ambos lados.

Nuestras madres preparan la mesa con un mantel floreado y platos de porcelana.

—Realmente casar a nuestros hijos, fue la mejor decisión, ahora se aman. Sabía que eso sucedería —dice mi suegra.

Thiago deja de mover la ensalada para fijar su mirada en mí. Le sonrío dulcemente. Aun no sé si me ama, aunque debo admitir que yo tampoco sé si lo amo, estoy perdidamente enamorada de él, pero no sé si he llegado a amarlo, solo sé que lo necesito demasiado, que ya no puedo conciliar el sueño si no es en sus brazos, que me preocupo por él, que deseo que esté bien y que sea feliz.

Cecilia quita el corcho del vino; se había mantenido en silencio hasta ahora, pero decide abrir su bocota.

—Sin embargo, me pregunto, ¿cuándo nos darán un sobrino?

Thiago que se había metido un trozo de lechuga a la boca, por poco y se atraganta con ella. Inevitablemente me invento un estornudo.

—¡Aún somos muy jóvenes! —Le golpeo con el pañuelo que tenía en la mano.

Jack niega con la cabeza.

—Están en la mitad de sus veinte, no son tan jóvenes.

—Claro, ya queremos nieto, ¿verdad consuegro? —le pregunta el padre de Thiago al mío.

—Sí, ya queremos

Thiago se ha puesto rojo, parece un tomate. Está tan incómodo como yo. Voy a desviar la atención de nosotros sobre nuestros primos.

—Ustedes también están en la mitad de sus veinte, ni siquiera tienen pareja, así que no pueden opinar.

—¿Cuántos años tengo?, ¿veinticinco o veintiséis? —Jack cuenta en sus dedos—. Aún soy joven.

—Yo soy menor que ustedes tres, aún tengo veinticuatro; además hoy en la noche tendré una cita —habla orgullosa Cecilia.

Los más adultos sólo sonríen.

—Me compadezco de tu cita. —Ya se estaba tardando Jack.

—Uff la envidia la envidia. Es abogado me llevará al exclusivo King's house.

—Es un buen restaurante —opina mi suegra.

—¿Cita arreglada? —pregunto.

—Así es; en su foto se ve muy bien.

Mamá la felicita.

—Suerte, cariño.

—Para él —dice Jack haciéndonos reír, menos Thiago, él está distraído, creo saber en qué piensa.

CECILIA.

Nunca había visitado un restaurante tan elegante como este. El color rojo, amarillo y naranja, estimulan la vista, pasan de ser escandalosos, para ser incitantes. Mi cita de hoy debe ser alguien apasionado.

El anfitrión constata mi reserva y, amablemente, me dirige a mi mesa. Luego de ofrecerme agua fresca, me deja sola.

Hay una lámpara en forma de copa sobre mi cabeza, emite una tenue luz blanquecina que me deja hipnotizada. Definitivamente las quiero en la sala, le tomo una foto y le mando a mi tía que, inmediatamente me pregunta cómo me está yendo. Le comento que mi cita aun no llega, y que espero que se vea como en su perfil.

La voz de Harry Styles llega dulcemente a mis oídos. "Buena elección", me digo a mí misma. Observo mi outfit que consiste en una blusa blanca manga tres cuartos, una falda corta en color negro, y zapatos de tacón rojos, ¿le gustará? Un poco nerviosa, jugueteo con los pies.

Cuando elevo la vista, un chico se dirige a mí; me arreglo el cabello rubio y achico los ojos para verle mejor. ¿Será él? Cuanto más cerca está, se me cae el mentón. ¡Se trata del odioso de Jack!

—¡¿Qué diablos haces aquí?! —le recrimino poniéndome de pie.

—Tendré una cita también. Ah, mira, ahí está —señala a una chica.

Cuando la veo bien me doy cuenta que se trata de Raysa, mi peor enemiga.

—¿Sales con ella?

—No, pero hoy nos conoceremos.

—Maldito Jack, sabes que la odio.

—¿De verdad? —Se hace el sorprendido.

Raysa se acerca agitando su cabello rubio ceniza. Pasea sus ojos de gata sobre mí, de pies a cabeza. Bitch. Repito su acción mirando con disgusto su muy delgado cuerpo. Debe ser anoréxica para ser así de flaca. El vestido tubular que lleva puesto le queda flojo en sus piernas de pollo.

—Cecilia no esperé encontrarte aquí.

—Yo menos —digo apretando los dientes.

—¿Cenarás sola?

—Tengo una cita —contesto, orgullosa.

—¿Con tu Sugar daddy? —punza.

El imbécil de Jack se ríe junto a ella.

—¿Cecilia? —llama una voz masculina, gruesa y sexy.

Me volteo para verle, se trata de un hombre guapo, no es muy alto, pero su presencia impone.

—¿E...Enrique? —tartamudeo.

Sonríe de medio lado a la vez que asiente. Se me aflojan las piernas, es demasiado sexy.

Enfoco a Jack y a la odiosa, para sonreír triunfante. Jack luce serio, pero no vuelve a molestar más; arrastra a su cita a una mesa cercana a la mía.

Me concentro en mi cita, me encanta su estilo urbano y liberal que, a la vez no deja de ser elegante. Retira la silla para mí, me trata como la princesa que soy.

—Eres tan linda como se ve en tu foto —asegura sonriendo; dos notables líneas de expresión se dibujan alrededor de sus ojos gatunos—. El color de tu cabello es precioso.

Le agradezco sin evitar sonrojarme. Inconscientemente diviso a Jack y le saco la lengua.

La charla con Enrique fluye, es demasiado divertido hablar con él; al inicio se mostró un poco reservado, pero en cuanto cogimos confianza, empezó a parlar y a contar sus graciosas anécdotas.

¿Será este mi ser amado?

Repentinamente se pone serio, poniéndome en alerta. ¿Será que no le gusto? ¿Hablé mucho, quizás?

—Cecilia, hay algo que debo decirte.

—Dime —balbuceo.

—Serías la chica ideal para mí, eres jovial, alegre y espontánea, perfecta, pero yo...

—¡Así te quería encontrar!

Nuestra atención cae en un muchacho que solloza descontroladamente. Sus ojitos magullados se plantan en mi acompañante con evidente tristeza.

¡¿Qué rayos?!

Enrique se pone de pie en modo alerta.

—Evans, ¿qué haces aquí?

—¡¿Qué hago aquí?1 —Se lleva la mano al pecho.—. ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?!

—Evans, yo... —Le toma de los hombres, pero el chico se suelta completamente indignado.

—¡Tú! —me acusa con el dedo—. Tú me lo quitaste.

—¿Eh? Acaso... —Busco la mirada de Enrique—. ¿Eres gay?

Asiente con la cabeza gacha. No, no puede estar pasando esto...

—Claro que lo es —interviene Evans—. Llevamos un año juntos.

—Ya decía yo. —Raysa mete su cuchara—. Alguien guapo como él no podría salir contigo.

¡Maldita, y mil veces maldita! ¡Quiero arrancarle el cabello falso!

—Eso no es cierto —me defiende Enrique—. Yo...

—¿Por qué saliste conmigo? —me atrevo a preguntar.

—Yo... es que nadie sabe que soy gay, mi padre arregló esta cita y yo...

—No sigas —le interrumpo.

Las lágrimas amenazan con resbalar de mis ojos, esto es tan hiriente.

—Te lo dije. —Ya se estaba tardando la bocona—. Ningún chico saldrá contigo.

Jack se pone de pie, seguro dirá cosas hirientes también. Cuando está lo suficientemente cerca, toma mi rostro con sus dos manos y pega sus labios a los míos. ¿Qué rayos está haciendo? Mi corazón late a la velocidad de la luz, nunca me había sentido de este modo. Finalmente se separa, y vuelvo a respirar. Lo miro confundida.

—¿Qué es esto? —pregunta Raysa.

—Yo saldré con ella —dice Jack mientras sujeta mi mano y me saca de todo ese alboroto. Ya fuera del restaurante me suelto de su agarre.

—¿Qué que fue eso? —le pregunto atónita.

—Deja de darle vueltas —dice mientras sube a su auto, y yo lo hago en el asiento de copiloto.

No soy capaz de olvidar lo ocurrido, ¿por qué lo hizo? Lo miro de rato en rato evitando cruzar miradas con él. Ahora mismo estoy tan confundida.

THIAGO.

Juliet y yo caminamos en el llamado "Parque del amor". Entiendo al instante el porqué del nombre, solo hay parejas en el centro, junto a una roca en forma de corazón.

—Es ahí —dice ella con gran entusiasmo.

—¿Ahí?

—Sí, ¿trajiste el plumón?

—Sí, aquí lo tengo. —Lo saco de mi bolsillo—. ¿Qué harás?

Me arrastra de la mano hacia la roca.

—Aquí las parejas escriben sus nombres, se dice que las parejas que lo hacen nunca rompen.

—¿En serio?

—Ajá, mira, aquí está los nombres de mis padres.

La roca está repleta de nombres, corazones y frases. Nos cuesta un mundo encontrar un espacio vacío. Como está alto, ella deja que yo lo haga; con precisión escribo la "T" y la "J". Ella me pregunta por qué no escribo nuestros nombres completos, pero pienso que se ve mejor así. De todos modos, me obliga a escribir: juntos por siempre. Le fastidio diciéndole que no pensaba aguantarla por siempre, pero me calla con un vehemente beso que me deja sin aliento.

—¿Decías? —ironiza coqueta.

Le vuelvo a besar apretando su cintura.

Cuando volvemos a casa, Juliet se baja corriendo del auto, mientras yo lo meto al garaje. ¿Por qué habrá corrido así? Tal vez le urgía ir al baño, ella odia usar cualquier baño público.

Al entrar a la sala, escucho el fuerte grito de Juliet. El corazón se me paraliza al verla tendida bajo las escaleras. Las manos me empiezan a temblar. Me acerco a ella desesperado; está inconsciente. El miedo de perderla se apodera de mí. Tomo mi teléfono y marco a "emergencias". El doctor me advierte que no intente levantarla, solo que eleve su cabeza sobre algo suave. Al hacerlo, la sangre se pega a mis manos. Hago un esfuerzo enorme para no perder la cordura.

Todo pasa demasiado rápido, como si sucediera y a la vez no, como si mi cuerpo reaccionara por inercia, porque mi alma me ha abandonado.

Me quedo en la sala de espera mientras ella es ingresada a Emergencia. Restriego mi rostro con mis manos. Espero que no sea nada grave, me muero si le llega a pasar algo malo.

Le aviso a nuestra familia que, no tardan en llegar. Su madre está nerviosa, y no es para menos.

Intento responder sus preguntas, pero yo estoy nervioso también.

—Tranquilo todo estará bien. —Se acerca mi padre para abrazarme.

Me quedo en silencio tratando de asimilar todo esto. Me aparto de ellos a un rincón; estoy devastado. Trato de ser fuertes por ellos, pero sabe el cielo que estoy tremendamente asustado.

Mi Juliet, no puedes abandonarme tú también. ¿Te he dicho ya, que te amo? Sí, te amo, te amo... Perdóname por dudarlo antes, pero estoy seguro que te amo.

Luego de un largo tiempo el médico se presenta; todos corremos hacia él.

—¿Cómo está? —pregunto desesperado.

—Está fuera de peligro, ahora está descansando en su habitación.

—Qué alivio —dicen todos en coro.

—Le haremos una tomografía. Según su historia clínica, la paciente presenta amnesia disociativa, ¿no es así?

—¿Amnesia? —pregunta mi madre, extrañada.

—Así es. —Mi suegra agacha la cabeza—. Juliet cuando era niña
sufrió un accidente, entonces perdió la memoria.

—¿Por qué no lo dijiste antes? —pregunta mi madre.

—Son cosas del pasado, así que quisimos mantenerlo en el pasado —responde con nerviosismo.

Mis padres asienten.

—Pasaré a ver a Juliet —digo intentando cortar la tensión.

Cuando entro a su habitación, la encuentro durmiendo como un ángel, mi ángel. Beso su frente y acomodo su cabello que caía sobre la gasa que le han puesto. Está conectada a un aparato extraño que no deja de pitear de rato en rato.

Mis suegros ingresan detrás de mí.

—Mi pobre niña —suspira su mamá tomando su mano—. Cariño, llévame a casa necesito traer unas cosas para ella.

Mi suegro niega.

—Ahora no sé si pueda manejar.

—Yo la llevaré, suegra.

—Bien, gracias.

Llevo a la madre de Juliet a su casa, sube al segundo piso a recoger unas cosas. Mientras la espero, observo la sala, diviso en una repisa un álbum de fotos, en la portada aparece el rostro sonriente de mi esposa.

—Te lo presto. —La voz de la madre de Juliet capta mi atención.

—¿Puedo llevarlo a la clínica?

Ella sonríe mientras asiente.

En el ascensor de la clínica, empiezo a revisar el álbum de fotos, en las primeras páginas está Juliet junto a mí en el día del matrimonio. La expresión de nuestras caras es para morirse de risa, aun así, ella se veía hermosa.

Más adelante aparece ella en la universidad junto a Cecilia. Me doy cuenta que álbum está en orden descendiente según su línea de tiempo.

Llegamos al piso donde está mi esposa.

—Iré a la cafetería, tus padres están ahí —dice su mamá.

—Bien.

Continúo viendo las fotografías mientras llego a su habitación. Hay unas muy graciosas. La que me causa más risa es donde aparece con un estilo gótico. Era de esperarse que Juliet atravesara su etapa de emo.

Cuando voy llegando a sus fotos donde se ve más joven, me encuentro con una extraña sensación, como si me hiciera recordar a una persona que había conocido antes, pero no sé quién.

Paso una hoja más; me quedo totalmente paralizado. En la foto aparece Jessy con los padres de Juliet. ¿Qué? ¿Acaso...?

La puerta de su habitación se abre, para mostrarme a ella llorando desconsoladamente.

—Soy yo —balbucea—, yo soy Jessy.

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