Probablemente mi vida es caótica, sí de hecho es así. No tengo casa propia y con las justas alcanza el dinero. Pero soy feliz, después de todo soy feliz. Amo a mis padres y ellos me aman a mí.

—¡Jessy!

Esa es mamá. Su voz suena como a dos cuadras y resuena haciendo vibrar las ventanas.

—Ahí voy ma.

Voy a la sala dando saltitos, veo a mi madre de espaldas, camino sigilosamente hacia ella y golpeo sus pantorrillas con mis rodillas.

—Auch, mocosa.

Me corretea lanzándome el mantel que lleva en su mano.

—Ya me cansé mami. —Me detengo—. Bueno, ¿para qué me llamaste? —pregunto entre resuellos.

—Ve a comprar estas cositas —dice extendiendo un largo pergamino lleno de anotaciones de cosas para la cena.

—¿Todo esto mamá? —Tomo la hoja mirándola con un mal gesto.

—Sí, y ve rápido.

—Okey —digo desganada.

Guardo la lista en mi bolsillo y subo a mi bicicleta manejando lo más rápido que puedo. Quiero volver a tiempo para ver mi serie favorita, "Pucca".

Ya sé es para niños, pero me gusta. A mis doce años debería preocuparme en otras cosas, pero yo prefiero vivir en "Nunca Jamás" y ser niña por y para siempre. Mientras pienso en mis fantasías llego al mercado y compro todo lo que dice en mi lista, meto los productos en la canastilla de la bici y regreso tarareando la canción de "Pucca". He estado obsesionada con "Garu" desde que veo Pucca, es que es tan lindo. Es decir, su personalidad... Tengo posters de mi Garu por toda mi habitación. Entro a un parque grandísimo y doy vueltas alrededor de el, luego levanto mi mirada para salir del parque y me asusto al ver que estoy a punto de chocar con otra bici. Trato de esquivarla, pero no lo consigo y termino cayendo. Mi cuerpo queda pegado al suelo y veo los productos tirados también. Me levanto enfurecida para ver al que maneja la bici. Se trata de un niño de piel blanca, cabello castaño, y ojos grandes. Sus labios son rojos como si se pintara. Estoy a punto de gritarle, pero él me gana.

—Niña boba, ¿no ves por dónde manejas?

¡¿Qué?! ¿Me está culpando a mí?

—Fuiste tú el que me chocó y por tu culpa no cenaré hoy —le acuso.

—Yo estaba manejando tranquilamente y me chocaste con tu chatarra —señala a mi adorada bici, lo que provoca que arda en ira.

Puedo disculparle que me chocara, pero que insulte a mi bien más preciado hace que explote en furor. ¿Sabe de cuánto tuvo que trabajar papá para comprarla? ¿Y cuántos mandados tuve que hacer yo para ganármela?

—¿A qué has llamado chatarra? —Lo miró furiosa.

—A esa cosa —dice despreocupadamente señalando mi bici, y dándome la espalda. Camina tomando su resplandeciente bicicleta.

Pero está muy equivocado si piensa que lo voy a dejar pasar fácilmente. Cojo un tomate aplastado y llamo su atención, éste voltea para verme y aprovecho en lanzarle el tomate en su cara donde termina de aplastarse y escurrirse.

—¡Oye, ven aquí! —le escucho gritar, pero yo ya estoy huyendo en mi bici.

THIAGO

Regreso a mi casa furioso. Llevo la cara manchada de tomate que esa molestia en forma de niña me lanzó, traté de alcanzarla, pero esa mocosa maneja rapidísimo así que la perdí. Entro a mi casa golpeando todas las puertas, tiro mi casaca con furia al suelo y una de las domésticas la recoge. Subo a mi habitación y veo a mi primo Jack jugando videojuegos sentado en mi cama

—¿Qué te pasó en la cara? —pregunta dejando el mando y abriendo sus ojos como platos.

Le cuento lo sucedido y el muy condenado no para de reír.

—Jajajajajaja, como me hubiera gustado estar ahí. Pero dime, ¿la niña era bonita?

—¿A quién le importa eso?

—A mí —dice levantando sus hombros exageradamente.

—Uff.

—Dime ¿era bonita? ¿Era? ¿Era?

—Un poco, ¿Okey? Pero la fregó, se metió con la persona incorrecta.

—Quiero conocerla.

—Yo espero no volverla a ver nunca más.

—Me late que la verás otra vez.

JESSY

Llego cansadísima a casa. El mocoso quiso atraparme, pero no lo consiguió, es demasiado lento, o yo soy muy rápida, bueno las dos cosas. Tomo unos colores y me pongo a pintar luego que mi madre me castigue por echar a perder los víveres. He hecho como cincuenta dibujos en las vacaciones. Tengo que aprovechar mis dos tristes semanas de libertad. Primer año de secundaria me ha chocado; soy buena en el cole pero me da mucha lata. Me meto a la cama y recuerdo lo ocurrido en la tarde y me duermo con una sonrisa.

—¡Jessy, Jessy! —Siento que alguien me mueve.

—Déjame dormir.

—Jessy levántate.

Abro mis ojitos lentamente y veo a mi madre quitándome las sábanas.

—¿Por qué me despiertas?

—Me voy a trabajar, y tú vienes conmigo.

—¿Y eso por qué?

—Porque necesito que me ayudes, la chica que me ayudaba ha enfermado así que pensé en llevarte a ti, me pagarán el doble.

—¿Me darás mi sueldo?

—Te daré la cuarta parte porque yo haré el trabajo duro.

—Está bien. —Me levanto y me alisto lo más rápido que puedo.

Es una oportunidad de ganar dinero, aunque sea poco. Se acerca el cumple de papá y quiero regalarle unos zapatos que le hacen falta.

Tomo el bus con mamá y bajamos en una urbanización lujosísima. Al fin conozco su trabajo, la casa es enorme. ¡Qué casa! ¡Mansión! Tiene un jardín precioso; entramos a la cocina que es casi del tamaño de mi casa, exagerando un poquito, pero sí es enorme, cada cosa ahí es brillante que incluso puedo ver mi reflejo.

—Mamá, ¿es la casa del presidente de la nación?

—Algo así. Mi patrón es el presidente de una empresa.

—Humm. —Husmeo en la linda cocina—. ¿Y son buenas personas?

—Sí, el señor es amable —responde mientras llena una tetera con agua—. La señora es muy alzada, con las justas y ve a sus empleados. Su hijo es amable también, pero cuando se enoja no hay quien lo soporte.

—Mmm, ¿tienen un hijo? ¿Cuántos años tiene?

—Tiene trece.

—Ah, es un año mayor que yo.

—Sí.

— ¿Y sólo viven los tres?

—Si mi amor, aunque ahora está de visita su primo de la misma edad. Él vive en otra ciudad, pero sus padres siempre lo mandan aquí para las vacaciones.

—Humm, ¿y el cómo es?

—Él es más laverintoso —Se dedica a rebanar una manzana—, y también más divertido.

—Humm, interesante.

Ayudo a mi mami a preparar el desayuno. Un tremendo banquete.

—Jessy lleva este desayuno a la habitación que queda en el segundo piso. —Me extiende una fuente que contiene dos vasos de jugo, tostadas, mermelada, fruta. Con tan sólo verlo se me hace agua la boca—. La habitación es la que tiene la imagen de una guitarra en su puerta.

—Oki.

Subo las escaleras con cuidado, veo la puerta con una guitarra y toco con el pie. No tarda en abrirme un muchachito de cabello negro azabache y ojos negros; me sonríe y se dibujan dos hoyuelos en sus mejillas, me pregunto si es el hijo o el primo.

—Hola.

—Hola, vengo a dejar el desayuno.

—Sí, pasa —dice mientras abre más la puerta.

Dejo la fuente en una mesita, estoy para irme y veo salir alguien del baño, se trata de un muchachito. Me incorporo para verlo bien y no tardo mucho en reconocerlo, se trata del mismo muchacho que ayer me chocó, al parecer él también me reconoce.

—¿Tú? —decimos al mismo tiempo mientras nos señalamos con el dedo.