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Ají de gallina por una semana

El jugo provoca que vaya al baño, creo que traía demasiado colorante. Me siento rápidamente en el inodoro y saco la mugre de mis uñas mientras tanto. De repente la puerta se abre y Thiago entra de empellón.

—¡Ah! —grito mientras cierro la puerta con el pie. ¡Qué vergüenza!

—¡Deberías cerrar la puerta! —Escucho gritar a Thiago.

No, no. ¿Por qué a mí?

—¡Deberías tocar antes de entrar! —le respondo. Siento mis mejillas calientes.

—¡Si la puerta está abierta se supone que no hay nadie!

— ¡O tal vez sí!

¿Qué quería? Nunca cierro la puerta del baño porque antes de venir aquí mi baño era para mí solita. ¿Ahora tenía que compartirlo con él? Somos dos extraños, bueno no tanto, pero no somos un matrimonio normal.

—Chica tonta —resopla, y lo escucho alejarse.

Qué vergüenza, ahora como voy a verle a la cara. Salgo del baño con diligencia, trato de no cruzarme con él.

—Hey. —Me asusta saliendo detrás de una columna.

—Qué...

—Vamos a sembrar en el jardín.

—Ya. —Evito mirarlo. Camino lo más rápido que puedo hasta pasarle.

—¿No vas a verme?

—No.

—Chica tonta, no vi nada.

—¿Seguro? —Volteo de golpe.

—No, menos mal.

—Bien.

Voy a creerle por el bien de mi dignidad.

Me visto para la ocasión con un jamper jean, una blusa de cuadros color rojo, botas negras y un sombrero de paja, toda una jardinera. Thiago sólo lleva un sombrero.

—¿De dónde sacaste todo eso? —Me mira de pies a cabeza.

—Una mujer siempre está preparada para todo.

—Si claro —resopla.

Nos dedicamos a sembrar semillas de rosas, algunas frutas, incluso trasplantamos algunas plantas que mandó pedir Thiago del vivero.

—El surco debe ser más profundo —me indica.

—¿Así? —Rasco la tierra con la pala.

—Ajá.

El olor a tierra mojada huele muy bien.

Lo veo muy concentrado haciendo su trabajo y me da ganas de fastidiarlo, cojo un poco de barro y le ensucio el rostro.

—¿Qué haces? —Retrocede mientras intenta limpiarse, pero no puede porque sus manos están igual de sucias.

—Jajaja. Te ves bien. —Le lanzo más barro.

—Hey, deja de jugar —me advierte. Pero le lanzo más.

—¿Vas a dejarte? —le reto.

—Una pregunta. —Se pone serio.

—¿Qué?

—¿Siempre has tenido un lunar ahí? —Sonríe malicioso.

—¿Qué? —Inmediatamente entiendo a qué se refiere—. ¡Oye! —Mis mejillas arden de vergüenza. Le lanzo más barro.

—Quieres pelea, ¿eh? —Hace lo mismo.

— ¡Dijiste que no viste nada!

Le lanzo todo lo que mis pequeñas manos pueden coger, él hace lo mismo incluso mete barro dentro de mi blusa. Pasamos así un buen rato hasta que nos cansamos y nos tiramos de espalda al suelo muy agitados.

—Maldito pervertido —digo entre resuellos.

—Bah, no es mi culpa que seas descuidada.

—Qué vergüenza. —Finjo llorar.

—No vi nada —habla después de un largo tiempo.

—No mientas.

—De verdad.

—¿Entonces como supiste ...? —Frunzo el ceño.

—No lo sé, lo dije sin pensar y acerté. Las mujeres atolondradas siempre tienen un lunar ahí.

—¿Entonces no viste nada? —Me siento de golpe.

—No. —Se pone de pie—. Pero ya sé que tienes un lunar ahí. —Sonríe disimulado con esa sonrisa encantadora.

—¡Oye! —Me levanto también y le correteo.

THIAGO.

Fastidiar a Juliet se ha vuelto uno de mis mejores pasatiempos. Frunce el ceño de un modo muy particular... En fin, me ducho y al salir la veo cocinando o intenta hacerlo. Bueno, ya es la hora de la cena.

—La comida está lista.

Me acerco al comedor dudoso. Veo el platillo y suelto el aire de golpe.

—¿Ají de gallina?

—Claro, he puesto en práctica tus enseñanzas. Pruébalo.

Tomo el cubierto y lo pruebo.

—¿Cómo está? —Sus ojitos de gata miran expectantes.

—Terrible. —Suelto el tenedor.

—¿De verdad? —Lo prueba ella misma y hace una mueca—. Está horrible. —Se tira en la mesa.

—Tú misma lo has dicho. Cocinar no es algo que puedan hacer todos.

— ¡Yo lo haré!

—Bien, mientras tanto consumiré algo comestible.

Me acerco al refrigerador y saco leche.

Luego de la cena voy a la biblioteca, y empiezo a leer "Fenris el elfo". Lo he leído un montón de veces, cada vez que lo hago recuerdo a Jessy. La primera vez que lo leí ella estaba intentando montar skate. He relacionado ese libro con sus mis recuerdos hacia ella. A veces olvido su rostro e intento desesperadamente recordarlo, sé que me hace daño su recuerdo, pero no puedo ni quiero olvidarla.

Me pierdo en la lectura y subo con el libro a la habitación, me quedo justo cuando Ankris conoce Rona. Lo sé de memoria.

—¿Qué haces ahí?

Juliet está dormida en la cama. Intento despertarla moviéndola de un lado a otro, pero ni se inmuta, me doy por vencido y me duermo en el suelo.

JULIET

Aprovecho que Thiago está en la biblioteca y me duermo en la cama. Entre sueños siento que alguien me mueve y dice que me levante, reconozco la voz de Thiago. Me hago la dormida para que no me obligue dormir en el suelo, parece que se rinde y vuelvo a dormir plácidamente.

—Hey despierta. —La voz de Thiago otra vez.

— ¿Qué quieres? No fastidies —rezongo entre sueños.

—¿Vas a dormir todo el día?

—Sí.

—¡Despierta!, ¡prepara mi desayuno!

Su grito hace que se me quite el sueño. Me limpio las legañas y veo que está vestido formalmente.

—¿A dónde vas?

—A trabajar.

— ¿Y por qué me despiertas?, ¿quieres que te arregle la corbata o te dé un beso de despedida?

— ¡Quiero que hagas el desayuno!

—¿Por qué yo?

— ¿Ya olvidaste el trato?

—¿Cuál?... —Recuerdo su trato antediluviano donde la mujer debe encargarse del hogar y el hombre debe salir a trabajar—. ¿Ah ese trato? Uff, pero no sé cocinar.

—Fríe huevos.

—Que te los fría tu mamá. —Me acobijo nuevamente.

Ni corto ni perezoso, me jala el cobertor. No podré conciliar el sueño nuevamente.

—¡Bien! —Me levanto a regañadientes—. ¿Quién dijo que el matrimonio es hermoso? Debí haber huido cuando pude.

Me voy mala gana a la cocina. Maldito Thiago. Pongo a freír huevos y reviso los mensajes de mi celular. Un mensaje de mamá, dos de papá, uno de Jack, veinte de Cecilia (donde me pregunta si Thiago es buen amante). De pronto huelo a quemado. Corro a apagar la estufa, tarde, porque todo está achicharrado.

—Quemaste los huevos —dice Thiago resoplando mientras entra a la cocina.

Pues sí querido, ¿qué esperabas? Las divas no cocinamos.

—¿Tomas yogurt?

—Sí, pero ni creas que voy a tomar eso todos los días. Aprende a cocinar lo antes posible.

Ni siquiera tenía que cocinar en la casa de mis padres. Los extraño. Estoy empezando a creer que mamá me casó para madurar. Ja. No se llevará el gusto.

THIAGO

Llego un poco tarde a la empresa. Remplazaré a mi padre mientras se recupere. Menos mal fue un tumor benigno y necesita de una operación. Amo mucho a mi padre por eso accedí a casarme con Juliet, no quiero perderlo a él también.

—Buen día presidente —me saluda mi primo en tono sarcástico. Es muy raro verle formal, así que lo máximo que aspira a ponerse es un pantalón de vestir y la camisa con los primeros botones al aire.

—Oh cierto lo había olvidado, trabajas aquí también.

—Claro. ¿Cómo van los recién casados? Me sorprende que aún estés vivo.

—Ah es que yo la maté primero —bromeo mientras ordeno la que será mi oficina por un buen tiempo. La empresa no es una de las más grandes en el país, pero se defiende.

—Ah, eso es imposible.

—Tienes razón, hierba mala nunca muere. —Saco el ordenador.

Jack asiente riendo.

—Bueno te dejo.

—Bien te veo luego.

No pasa ni un minuto y Sandra entra a mi oficina. Con su vestido melón entallado.

—¿Sandra? —Me sorprende verla—. ¿Qué haces aquí?

—Trabajo aquí.

—¿Qué?, ¿vas a quedarte?

—Sí, decidí quedarme en mi país, y pues bueno, tu padre dijo que necesitarías ayuda así que aquí estoy.

—¿No trabajarás en la empresa de tu familia?

—No, ellos tienen a mi hermano. Decidí trabajar en la tuya y ayudarte en lo que necesites.

Me conmueve su manera de ser.

—Gracias Sandra, definitivamente te necesitaremos por aquí.

Su sonrisa es la más linda y angelical.

—Estoy asumiendo la vicepresidencia comercial.

—Eres perfecta para el cargo.

—Esperemos que sea así. Le avisaré a tu secretaria que pase a ponerte al día.

—Muchas gracias Sandra.

Llega la hora de almuerzo. Tenía planeado almorzar aquí, pero Juliet me llamó pidiéndome encarecidamente que vaya almorzar a casa. Los demás ejecutivos que trabajan para mi padre me esperan para almorzar con ellos como bienvenida, pero es imposible.

—Lo siento. —Me acerco a ellos—. Debo volver para almorzar en casa.

—¿Tú esposa te espera? —pregunta un tipo regordete.

—Así es.

—Vaya sí que debes amarla —prosigue otro.

—Es recién casado. Todos fuimos así cuando nos casamos —continúa el gordito.

—Es cierto, ve presidente y alegra a tu esposa.

Asiento sonriente. ¿Amar a mi esposa? Sí claro.

Llego a casa en unos cuantos minutos y entro al comedor. Ni siquiera me saco el traje porque muero de hambre.

—Bien aquí me tienes, espero que hayas cocinado algo delicioso y no me hayas hecho venir por las puras.

—Oye somos recién casados, debes venir almorzar todos los días, es como una ley. —Juliet lleva un vestido corto y un delantal encima. Realmente parece una esposa abnegada que ama sobre todas las cosas.

—Vendría si cocinaras como chef, pero es todo lo contrario.

—Pronto seré una experta, que incluso no querrás comer en otro sitio porque nadie cocinará mejor que yo.

—Quiero creer en eso.

—Bien aquí tienes. Prueba. —Pone el plato frente a mí.

No puedo creer lo que veo.

—¿Ají de gallina?

—Sí. Hoy creo que me salió bien.

—Crees.

—Sólo prueba.

Le hago caso. Se le pasó un poquito la sal, pero está comestible.

—Está menos feo que ayer.

—Entonces voy mejorando.

Mala idea.

Juliet me da Ají de gallina por una semana, le estoy cogiendo cólera a ese platillo, ¿debería decirle que le queda bien, para que deje de darme eso? Pero no puedo mentirle, soy demasiado exigente quizás.

La cama decidimos que un día la utilizaba ella y otro día yo.

Llevamos dos semanas de casados sorprendentemente.

—¿Qué hacemos? Hoy es domingo. —Juliet se tira sobre la cama mirando al techo.

Doblo mi ropa recién lavada.

—Has lo que bien te parezca o más bien utiliza este día para aprender a cocinar.

—Por cierto, ya está lista la comida.

—Déjame adivinar es...—Hago el ademán de pensar—. ¿Ají de gallina? —pregunto sarcástico.

—Bingo. —Me arrastra al comedor, me obliga a sentarme y coger el tenedor—. Prueba.

—Uff. —Tengo miedo probar. A fin y acabo lo hago.

—¿Y... qué tal?

—Comestible.

—A ver. —Lo prueba ella también—. ¡Está delicioso! —grita eufórica—. ¿Está delicioso no es así?

La verdad es que sí, al fin le salió y le salió de maravilla. Lógico no iba a decirle todo eso.

—Sí.

—Al fin.

—Menos mal.

—Estoy feliz, tengo ganas de pintar. Verás que en eso no me ganas. Iré a terminar mi pintura.

—Sorpréndeme —la reto.

Voy a la biblioteca y busco  leer uno de sus libros cursis. Tanto amor me hostiga. Ella se ha pasado toda la tarde pintando. Me canso de leer y decido buscarla para ver como quedó su pintura, criticarla y hacerla enfadar. Pero vamos, no tiene cara de saber pintar.

Guiado por la música proveniente del salón contiguo, voy hacia él, me detengo en el umbral de la puerta contemplando la tranquilidad y estética del mismo. La luz del sol entrando modestamente por la ventana en direcciones paralelas enfocando directamente a su protagonista. Un cuadro digno de ver con Juliet en medio, despeinada manchada de pintura y su mirada fija en su lienzo. Parece toda una profesional. Perdida y concentrada en lo que parece gustarle de verdad, tarareando la música romántica que sale de su celular. Youre beautiful de James Blunt.

—¿Terminaste? —Me acerco a ella con pasos blandos.

—Sí, ya quedó.

—Déjame ver.

—Taran.

Saca el lienzo de la madera para mostrármelo. El libro que tenía en la mano se me cae por la conmoción. Esos trazos, esa combinación de pintura contemporánea y vanguardista me deja anonadado. Una mujer semi desnuda en medio de una fuente de fruta y vino como si cupiera perfectamente en ella, como si fuera parte del aperitivo, y una mano a punto de cogerla y, probablemente comerla; surrealista, placentero, una ambrosía total. Me deja pasmado. Pinta del mismo modo que lo hacía Jessy.

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