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¿Acaso me estoy enamorando?

Me sorprendió que Sandra tuviese mi anillo, ¿cómo llegó a sus manos? De cualquier modo, ya apareció.

—¿Por qué lo tienes tú? —pregunta Juliet con el ceño fruncido.

Pensé que se alegraría al encontrarlo, pero no es precisamente lo que muestra.

—Thiago lo olvidó, quise dárselo, pero ya no lo alcancé.

Lo tomo dubitativo.

—Los veo luego —dice. Se aparta de nuestro lado, y se reúne con otras trabajadoras de la empresa.

Busco la atención de Juliet.

—Ves, ya apareció.

Sus ojos se ven tan oscuros que me da miedo. Esa mirada... nunca la había visto antes. Ni siquiera se digna en responderme, me da una última mirada atemorizante y desaparece de mi lado. Me quedo mirándola mientras se acerca a mi primo y Cecilia.

¿Quién la entiende?, ¿no quería que aparezca el anillo? Ya apareció, ¿por qué se pone así?

Siguiendo sus pasos me acerco a ellos. Converso con su prima de cosas sin importancia, mientras ella habla con mi primo. Inconscientemente busco su mirada, pero ella no me la sostiene, ni siquiera se digna en mirarme. ¿Acaso está enfadada conmigo? ¡Maldición! ¡¿Qué diablos le pasa?! Es tan abrumador, demasiado incómodo.

El mozo nos ofrece una copa de champán; tomo una y le entrego una a Cecilia.

—¿Me concedes esta pieza? —Jack le tiende la mano.

—Claro.

Los veo atento salir a la pista de baile, él la toma por la cintura y ella posiciona sus brazos alrededor de sus hombros. Es una sensación extraña, muy extraña. Termino mi bebida de un solo trago.

—Vamos nosotros también. —Cecilia me quita la copa vacía y me arrastra junto a ellos. Ni siquiera me da tiempo de responder.

El vals empieza con finura, pero bastante sugestivo. La rubia posa su largo brazo en mi hombro, y una mano se une a la mía. Es tan delgada que siento que estoy sosteniendo una delicada muñeca. Se mueve con agilidad y elegancia a la misma vez.

—Siento que soy una princesa —dice con ensueño.

Le sonrío a tiempo que la hago girar.

—Luces como una.

—¡Oh! —exclama entornando los ojos—. Eres tan encantador. ¿Cómo puede decir Juliet que eres un cavernícola?

Con los ojos entrecerrados la busco entre las parejas, ríe estrepitosamente junto a Jack. ¿Qué le parece tan gracioso? Son tal para cual, seguro ríen por cualquier tontería sin sentido.

Fastidiado regreso mi mirada a Cecilia.

—¿Qué más dice de mí?

—¿Juliet? Pues... que eres desesperante.

—¿Ah sí? ¿qué más?

—Pues también dice que... —Se detiene para fijar su mirada en un punto en particular. Sigo la dirección de su mirada, se trata de un chico de cabello rizado, alto y moreno, que baila con Sandra a un metro de nosotros. Él parece no serle indiferente porque le guiña un ojo.

—Oye...

—Cambio de parejas —dice inesperadamente mi prima política, y en un respiro me veo bailando con Sandra.

JULIET

Cuando Thiago conversa con mi prima aprovecho en mirarlo, y lo que veo no me gusta para nada, su mirada está clavada en Sandra. ¡Maldición! ¡Ahora baila con ella! La muy descarada no desaprovecha para envolver su cuello con sus brazos habilidosos.

¡Maldición! ¡maldición! Estoy ardiendo por dentro.

Thiago fija su mirada en mí, y a la velocidad de la luz desvío la mía.

—¿Sucede algo, su gracia? —pregunta Jack.

Sonrío por el calificativo.

—¿Por qué su gracia y no su alteza?

—Creo que las duquesas eran más interesantes.

—¿Entonces soy interesante?

—Sin dudas.

Nuevamente le regalo una sonrisa perezosa.

—Entonces... ¿qué sucede? —Jack sostiene mi mentón obligándome a levantar el rostro.

—No, nada... —Niego— bueno sí. No me siento muy bien. La cena debió caerme mal.

—¿Cena? Ni siquiera hemos cenado.

—¿Ah no?

El niega sonriendo y con su mano en mi espalda me saca de la pista de baile.

—¿Puedes llevarme a casa?

—Sí claro, pero... ¿y Thiago?

Ni siquiera quiero mirarlo, debe estar entretenido con la ojiverde esa. Es más, ni siquiera notará mi ausencia.

—Él está ocupado. Llévame por favor.

—Como quieras.

Salimos entre el tumulto sin mirar atrás; quise despedirme de Ceci, pero estaba muy entretenida con el chico atractivo de exótico cabello. Estoy segura que no se despegará de él hasta mañana.

El frío de la noche nos azota en cuanto salimos del local, la piel se me hace de gallina y me obliga a encogerme como gato abandonado. Pronto siento la áspera chaqueta de Jack sobre mis hombros.

—Gracias. —Le sonrío.

Con galantería me abre la puerta de su auto. Él tiene esa magia de hacerme sentir especial. Si tan solo mi esposo fuese la mitad de caballero conmigo, ojo, conmigo, porque con la resbalosa esa sí que lo es. Les odio a los dos.

Cuando Jack pone el auto en marcha, el reflejo de Thiago sobre el espejo derecho me hace incorporarme de un salto. Ruego para mis adentros que Jack no se percate de su presencia. Para bien es así, él no se da cuenta.

Mientras más la imagen de Thiago se empequeñece, me dejo resbalar en el asiento. Mi celular empieza a vibrar, creo saber de quién se trata, y cuándo lo confirmo lo pongo en modo silencioso. Al instante me llega un mensaje.

¿Qué ocurrió? ¿Te sientes mal?

¿Qué? ¿Ahora te preocupas por mí? Semejantísimo idiota. No pienso responder a tu mensaje. Quizás así te importe algo.

—¿No deseas que te vea un médico? —Jack me saca de mis pensamientos.

—No, sólo quiero descansar.

—Bien, de acuerdo. ¿Quieres algo de música?

Asiento con una sonrisa forzada.

—Canciones corta venas.

Después de esbozar una carcajada pone Limón y sal de Julieta Venegas. Bien, necesitaba de eso. Otra estrellita para Jack.

Cierro mis ojos y me sumerjo en un profundo análisis acompañada de las notas de mi tocaya. ¿Qué me está sucediendo? ¿Realmente son celos lo que estoy sintiendo? ¿Por qué estoy celosa? Ni siquiera somos una verdadera pareja. Juliet, cariño, estás pisando fuego, eso no es bueno para ti. No, no quiero estar así, me siento más vulnerable, esto sobrepasa mi orgullo. El recuerdo de esa devolviendo su anillo, bailando junto a él... Hace que me sienta miserable. ¡Basta Juliet! ¿Qué te sucede? Él puede estar con quien le plazca, no tienes derecho a increparle, ni mucho menos sentirte así. Pero, realmente hiere mi orgullo... Es que... ¿le soy completamente indiferente? Vive con una mujer y no se le mueve nada, no se le da nada. De verdad debo parecer horrible a sus ojos, o me odia, me odia por verse obligado a casarse conmigo.

El auto se detiene, seguro ya llegamos. Abro a duras penas mis ojos para comprobarlo. Veo la casa, nuestra casa, no quiero entrar. Estoy tentada a decirle a Jack que me lleve a casa de mis padres, pero me bombardearán con preguntas, y lo último que quiero es tener que explicar lo inexplicable.

Dejo que mi amigo y primo político me abra la puerta y me tienda la mano para ayudarme a bajar.

—Si necesitas algo, sólo llámame.

—Gracias Jack.

Besa mi frente, y con una sonrisa le entrego su chaqueta. Espero a que se marche para entrar a la casa. Lo primero que hago es retirarme los tacones. El alivio que sienten mis pies al tocar el suelo es maravilloso. Estoy por sentarme en el sofá, cuando el conocido sonido del auto de Thiago, se hace presente. Abro mis ojos de par en par, ¿dejó la fiesta? Aturdida recojo las faldas de mi vestido para poder correr hacia la segunda planta, mientras me voy bajando el cierre. No quiero hablar con él, y la mejor forma es fingir que estoy dormida.

Encontrar mi camisón se vuelve una proeza. Debería ser un poco más ordenada. Cuando lo hallo me envuelvo en el edredón sin sacarme el peinado ni maquillaje.

—¿Juliet? —Se escucha su voz a lo lejos.

No le respondo, y cierro mis ojos con fuerza.

Escucho sus pasos más cercanos, abre la puerta, y vuelvo a cerrar mis ojos con más fuerza hasta ver lucecitas de todo color.

—¿Juliet? —Se acerca a mí—. ¿Te sientes bien? —Me destapa, e intento fingir que duermo pacíficamente—. ¿Estás dormida? —Incluso entreabro mi boca para ser más creíble—. ¿Vas a dormir con ese panal en tu cabeza?

Lo ignoro una vez más. Creo que se está sentando en la cama, se acerca más y saca los sujetadores de mi cabello, dejándolo en libertad. Ah... se siente tan bien. Escucho que entra al baño, sale, y arma su cama. Después de un suspiro apaga la lámpara. Abro mis ojos en completa oscuridad, y me giro hacia el otro lado, meditabunda. Él me hace sentir tan vacía... ¿Qué me ocurre? Este sentimiento es... ¡Diablos! ¿Será que me estoy enamorando?

THIAGO

Juliet está actuando tan extraño que no logro descifrar su actitud, debería seguir los consejos de: Nunca intentes entender a una mujer, es una pérdida de tiempo, ni el más genio de los genios lo lograría. Están en lo cierto.

Ayer estaba de lo más rara... ¡Ya sé! Está en sus días... No, ¿eso no era cada mes? A lo mejor se embriagó pronto, claro, por eso salió tan apurada de la reunión. Pero... ¿por qué no me pidió ayuda? Soy su esposo, no tenía que pedirle a Jack...

Necesito hablar con ella, necesito recriminarle muchas cosas. La busco en toda la casa y no la hallo por ningún lado. ¿Dónde rayos se ha metido? Miro por la ventana, está regando sus preciadas rosas. A estancadas voy a su encuentro.

—Juliet —llamo su atención.

Ella deja de regar, pero no me mira, camina hacia mi dirección e intenta pasar de largo. Con agilidad la detengo del brazo.

—¡¿Qué rayos te pasa?! —le reprocho enfadado. La lava ardiente está circulando en mis venas. Si no me da una razón aceptable voy a estallar.

—¿En serio no sabes? —Se suelta de mi agarre.

¡No! ¡No lo sé! ¡Eso intento saber!

Su mirada furibunda me causa escalofríos.

—¿Estás molesta? —me atrevo a tantear. Ella asiente—. ¡No entiendo por qué! —¿Es por el anillo? —Su silencio me lo confirma—. El anillo apareció, ¿no era eso lo que te enfadaba?

—Yo ...—se detiene—. ¡Ni siquiera lo sé!

—¿Qué?

Ahora sí que estoy confundido, más confundido.

—Sólo deja que se me pase, ¿sí? —Da unos pasos, pero voltea de golpe, provocando que me asuste—. Es cierto que tú y yo no tenemos un matrimonio verdadero, que no somos una pareja real, pero hay cosas que no permitiré. —El tono de voz que utiliza me pone nervioso—. No dejaré que me vean como la engañada, no quiero que sientan lástima por mí.

¿Okey? Si antes no entendía, ahora menos.

—¿Qué? —Enarco las cejas—. ¿De qué hablas?

—Sólo te diré eso.

Sin más entra a la sala. ¿De qué diablos habla? Piensa Thiago, piensa.

Camino de un lado a otro con la misma interrogante en la cabeza, hasta que me detengo de golpe. Un momento, ¿se refiere a Sandra?, ¿se puso así porque ella tenía el anillo? ¿Piensa que se lo di o algo así? Todo es tan extraño y ridículo. Como dice ella, ni siquiera somos una verdadera pareja, no tiene por qué estar así. Ya no le daré más vueltas al asunto, que haga lo que quiera. Es conveniente para mí, no la tendré molestándome todo el tiempo.

Entro al comedor, ella ya está desayunando. Me sirvo leche con cereal, y me siento frente a ella, ni bien lo hago recoge sus platos y se levanta. ¡Es tan incómodo!

De ese modo nos pasamos toda la mañana, intento ser duro, pero ya no puedo soportarlo más. Su indiferencia está sobrepasando el límite, no es un alivio como pensé que sería. Tengo que arreglar esto. De cualquier modo, está en mis manos solucionarlo.

La ubico en la biblioteca leyendo uno de esos libros clichés que adora. Le abro sin preámbulos.

—Juliet, deja de comportarte así, no entiendo tu reacción, pero me incomoda, no me gusta estar así. —Sigue con la vista clavada en el libro. ¿Me estará escuchando? Bueno, continúo—: ¿Piensas que soy infiel? —No hay respuesta—. Incluso si nuestro matrimonio fue arreglado no podría hacer cosas sin escrúpulos, no va conmigo, ¿entiendes?

—¿En serio? —Por primera vez en todo el día me mira a los ojos. Aprovéchalo Thiago.

—Sí, no sé porque pasan por tu cabeza todo tipo de estupideces.

—Es que yo... —Sonríe de oreja a oreja—. Ya no importa. Thiago ¿me enseñas a manejar?

—¿Eh?

¿Eso es todo...? Ella es tan impredecible.

JULIET

¿Acaso me estoy enamorando? No lo sé, pero no se lo diré a Thiago. A pesar de ser como es, sé también que no es un patán, el problema es Sandra, aunque también él, porque le da cabida, pero no lo permitiré. Se me acaba de ocurrir algo grandioso.

—Bien, si fallas y pones en peligro mi preciado auto, las clases culminan, ¿entiendes?

Creo que aceptó a darme clases particulares porque me hizo enfadar.

—Entendido capitán.

—Ya, esto es embrague, freno y acelerador... —Me muestra cada partecita y su uso, me explica todo y cuando digo todo, es todo.

—Entonces ¿este es freno? —Señalo el aparato con el pie.

—¡No!, ¡es el acelerador!

—Oh sí si claro, acelerador, sólo quería ver si me estabas prestando atención. —Me río nerviosa.

Él me mira como quien no entiende un chiste.

—Uff. —Me restriego la cara—. ¿Por qué tiene tantas cosas?

—Sólo presta más atención.

Pasamos toda la tarde en eso. Creo que finalmente logro captar alguito.

—Bien, ya estás lista.

—¿Ya?

—Sí, pasa al volante.

Intercambiamos asientos. Qué nervios, cojo el volante y enciendo el auto.

—Tranquila.

—Sí, sí...

Empiezo hacer andar el auto de golpe en golpe. Lo nervios recorren cada pro de mi piel.

—¡Deja de frenar tanto! No es un juguete.

—¡Si sigues gritándome sólo haces que me ponga más nerviosa!

—No sé por qué acepté ayudarte.

—¿Lo hago muy mal?

—¿En serio quieres que te responda?

—No. —Muevo el auto una vez más.

—Hazlo de esta forma. —Thiago posiciona sus grandes y tibias manos sobre las mías, provocando que me estremezca—. Hazlo suavemente, así...

—¿Así? —Muevo el auto con suavidad.

—Ajá.

Seguimos con la clase por más tiempo, me tomará días aprender.

THIAGO

A decir verdad, disfruto enseñándole a Juliet a manejar, su cara asustada y nerviosa es graciosa, a veces es tierna, muy raras veces. Pero me la paso bien con ella.

—Soy buena, ¿eh? —dice mientras regresamos a nuestros asientos.

—Casi chocas mi auto.

—Casi, pero no sucedió. Hoy cenemos afuera.

—Tienes pereza cocinar.

—Pues la verdad sí.

—Bien, vayamos. —Enciendo el auto.

—Primero pasemos por Bellas Artes.

Me detengo de golpe, para mirarla.

—¿Por qué?

—Hay exposición de pinturas, las mejores pinturas. Vamos.

—No lo sé.

Ahí estudiábamos Jessy y yo, no quiero ir a un lugar que me recuerde a ella.

—¿Por qué? Ay vamos.

No me deja responder, y en un abrir y cerrar de ojos, estamos en aquel lugar donde duermen mis más hermosos y tristes recuerdos. La melancolía me invade una vez más.

—Es por aquí. —Me guía Juliet a un pulcro salón.

Las pinturas son preciosas, de todo tipo, modernas, surrealistas, renacentistas... Ella ve con detalle cada una. Me quedo con una que llama mi atención, una pintura sobre un paisaje lleno de árboles, una casa pequeña y un riachuelo. Es simple pero adictiva, creo que la compraré.

Juliet avanza sin mí. Voy hacia ella que está hipnotizada con una pintura, está seria, y sus ojos se tornan vidriosos, hasta que gruesas lágrimas caen por sus pálidas mejillas. ¿Qué ocurre?

Me acerco para ver bien la pintura, y abro mis ojos como platos al ver de qué pintura se trata. Una punzada dolorosa.

—Thiago —susurra ella con la voz quebrada—. "La pareja ruiseñor".

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