Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8. Como si no llevara nada



Tan nervioso estaba que no he pegado ojo en toda la noche. Miro el reloj que hay colgado en la pared. Aún es temprano, pero no tiene sentido seguir tumbado en la cama esperando algo que no va a llegar.

Me levanto y le preparo el desayuno a Willy. Luego me doy un baño. Similar al de ayer. Luego me como el tarro de moscas garrapiñadas que me regaló la vecina de arriba por ayudarle con las tuberías. 

Termino de comer y vuelvo a mirar la hora. Aún falta un buen rato para reunirme con Ella. ¿Qué puedo hacer para matar el tiempo? De primeras no se me ocurre nada. De segundas tampoco. Finalmente decido salir a dar una vuelta por ahí. Que la Providencia provea. A ver qué me encuentro.

Caminando que camino llego a la Avenida de las Estrellas Rutilantes que Jamás Serán Vencidas. De repente, soy golpeado por un fogonazo de luz blanca que me deja momentáneamente aturdido. 

—Pero ¿qué coño...?

No me gusta decir palabrotas ni insultos, creo que estoy por encima de eso, pero en esta ocasión no he podido evitarlo. Recibir un estallido de luz en todo el ojo es algo que, por lo que sea, suele ponerme de muy mal humor. 

—¿Quién ha...? ¡Eh, tú! ¡Dame esa puta cámara, cabrón!

—¡Eh, eh, atrás! ¡No me toques! ¡Soy fotógrafo!—El tío va y lo suelta como si eso significara algo.

Las manchas de luz desaparecen y puedo ver a mi agresor: un hombrecillo achaparrado que ha sido bendecido con el peinado más estupendo del universo—es una abultada masa de cabello plateado con espirales doradas que se mantiene sobre la parte superior de su cráneo en una forma redonda y parece muy capaz de emitir sus propias emanaciones telepáticas—. Lleva gafas de espejo que le cubren media cara y su bigote tiene pinta de pertenecer a otra persona, por lo que seguramente sea falso.

Tipo de Incógnito, así te voy a llamar hasta que descubra quién eres. 

—¡Oye, tú! ¡Escúchame bien! ¡La fotografía que se realiza con fines divulgativos es un derecho constitucional que no puede ser vulnerado por un famosillo de tercera categoría con delirios de grandeza! ¿Te queda claro? ¡Respétame! Si me tocas, si me pones un solo dedo encima, te meterás en un buen lío. Ademas—añade como si tal cosa—, todos sabemos que te encanta chupar pollas, no tiene sentido negarlo. 

—¿Pero qué acuíferos me estás contando?

—Que te he escuchado cantar La balada de X'oan do'Garrok, hombre. Y sé, por experiencia propia, que es imposible cantar esa canción de manera más amanerada y gay, por no mencionar tu obsesión con los cetros y con todo aquello que tenga una forma, ya sabes, fálica. 

—¿Me estás confundiendo con O'ogabi? ¿Por qué, porque los dos somos vodkin, y todos los vodkin somos iguales? Eso es muy racista, tío. Tu madre debe sentirse muy orgullosa de ti. 

—Espera, ¿tú no eres O'ogabi, de los Bardos Lunares?

Niego tajantemente con la cabeza, pero Tipo de Incógnito no da su brazo a torcer:

—¡Demuéstralo!

Le enseño mi cédula de identidad. El documento pone fin a la disputa. Tipo de Incógnito se desmorona. Sus hombros descienden. Exclama:

—¡Oh, mierda! ¡Santa puta mierda! Perdona, tío. Lo siento muchísimo.

—No pasa nada.

—¡Me cago en Lir'grous, joder! Llevo tres días montando guardia en este rincón de mierda y aún no he conseguido ni una sola exclusiva. El mamón de mi informante ha debido darme mal el chivatazo.

—¿Y cuál era el plan, vender que O'ogabi es homosexual? ¿A quién puede importarle eso? Es una noticia bastante desfasada, ¿no crees?

—Puede ser, pero la gente tiene derecho a saber la verdad. 

—¿Y cuál es la verdad?

Nervioso y excitado a partes iguales, Tipo de Incógnito se inclina hacia mí para compartir un susurro confidencial: 

—La verdad, escúchame bien, la verdad es que su mierda huele tan mal como la mía. ¡Esa es la verdad que no cuentan en la escuela, tío, la que nadie se atreve a decir! Mira, hermano, yo no saco gran cosa de todo esto, no lo hago por el dinero.

—¿Trabajas gratis? Muy loable por tu parte. 

—Eh... no, pero me gusta enfocar mi trabajo como si fuera una especie de... labor social. La gente necesita ser desengañada, tío. Lo necesita veras. Están ciegos, ¡ciegos!, pero yo, Wylson Tabbalunga, les quitaré las vendas de los ojos. Con la ayuda de mi fiel cámara y... ¡Joder! ¿Esa de ahí es Koonie Lingus? Qué curioso, el otro me contaron un rumor muy interesante sobre ella...—Echa a correr—. ¡Venga, tío!—Me hace una seña para que le siga—. ¡Vamossss!

Le sigo. No sé muy bien por qué. 

Se sube a una motocicleta eléctrica que está estacionada en medio de la calle, pero se coloca en el asiento trasero. Con otro gesto me pide que conduzca. 

—¡A por ella, socio!—Señala el lujoso coche blanco que acaba de recoger a Koonie Lingus—. Mi nariz está empezando a manar, señal inequívoca de que estamos tras algo que merece la pena.

No tengo nada mejor que hacer, así que hago lo que me pide. 

Sigo al coche blanco durante un rato. Mantengo una distancia prudencial para que no nos pille. Lo mejor del trayecto, cómo no, es aguantar los berridos que Tabbalunga me pega en el oído:

—¡Te voy a pillar el culo, golfa! ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,!

La persecución se prolonga varios minutos. Es un milagro que no nos pare la Guardia Cívica. Es un milagro que no choquemos con nadie y que lleguemos a la casa donde se hospeda Koonie Lingus. 

Montamos guardia durante un par de horas. Vemos entrar y salir a un montón de coches. Uno de ellos, un descapotable verde con rayas rojas en el capó, llama la atención de Tabbalunga. Se frota las manos. Luego suspira, jubiloso. 

—¿Me cuentas ya qué hacemos aquí?

—Koonie Lingus es una actriz muy famosa. Con muchísimos admiradores. Admiradores que harían cualquier cosa por ella, incluso tirarte una botella de ácido a la cara. 

—Oh.

—Koonie presenta un programa infantiloide que es líder de audiencia en su franja horaria. Millones de espectadores cada noche. Muy popular entre los niños pequeños y los no tan pequeños. Es un símbolo de esperanza y pureza para muchísima gente. Pero claro, ellos no saben que en realidad es una puta drogadicta ninfómana que fue expulsada del conservatorio por chupársela al confesor principal. Uno de mis contactos me ha contado que mantiene una relación bastante sexual con uno de sus compañeros de reparto, el cual es menor de edad.

—¿A qué te refieres con menor de edad?

—A que cumple los dieciocho el mes que viene.

—Pero... No hay una gran diferencia entre tener diecisiete años y tener dieciocho, ¿no? Dentro de un mes será exactamente la misma persona. 

—¡Ja! Eso cuéntaselo al público, a ver qué opina. Ella siempre dice que tiene veinticuatro, así que no se lo perdonarán. Ellas no. La llamarán pedófila, asaltacunas y abusadora de niños, y su carrera se irá definitivamente a la mierda. Y dentro de unos años, después de que se haya publicado la novela y vendidos los derechos de la misma a un estudio importante, se hará una película biográfica contando su vida donde la dejarán como una auténtica pervertida.—Tabbalunga adopta una actitud pensativa—. Es probable que para entonces ya esté muerta o suicidada. Así funciona la industria, hermano. No existen las segundas oportunidades. Si vas al hoyo, ahí te quedas. 

—Vaya.

—Que se joda. Que se lo hubiera pensado antes de corromper a un menor tímido e indefenso y de jugar con las esperanzas e ilusiones de tantos hombres. ¡Puta, más que puta!

—Tienes un odio por las mujeres que no es sano, muchacho. Tendrías que mirártelo. Ya sabes, con la ayuda de un especialista. 

—No es odio, es la intensidad de mi sentido del deber la que habla por mí, el cual mucha gente confunde con una especie de obsesión o fervor religioso, o qué sé yo. Mi único objetivo en la vida es exponer la Verdad y denunciar los males de este mundo, labor que no puedo realizar aquí sentado, así que vamos. ¡Vamossss!

Entramos en casa de los vecinos de Koonie Lingus y saltamos la verja que separa ambas viviendas porque es más fácil acceder desde ahí. Luego avanzamos por el jardín en plan cobarde, encogidos y sin hacer el menor ruido. 

Poco después vemos a un jovencito alto y pelirrojo, de cara ancha y pecosa, confraternizando amorosamente con una mujer de aspecto hidraúlico, antebrazos querúbicos y un ojo entrecerrado a causa del cigarrillo que está fumando. 

—¿A-así te gusta, a-amor mío? ¿P-por detrás?

Ella no suena muy convencida:

—Es fantástico, delicioso, qué gustirrinín—dice mientras hojea la revista que hay encima de la mesa—. Qué grande la tienes, Gixie. Uy, sí. Y qué bien entra. 

—¿E-en serio?

—Oh, sí. Hacía siglos que no me sentía tan completa como mujer. 

—Yo... Yo también te quiero, Koonie. De verdad. Te amo... muchísimo. Como el sol a las estrellas. Y creo que podemos tener una bonita relación, pese a la diferencia horaria. 

—De edad, idiota.

—¿Qué?

—Diferencia de edad.

—Lo... Aaaaaaah.... ¡Lo que sea!

—Gixie, cariño, eres un buen chico, pero yo...—Algo llama la atención de Koonie: es Tabbalunga, que se ha acercado demasiado y se ha olvidado de quitar el dichoso flash—. Pero ¿qu...?.—Su expresión abstraída se transforma en una de pura vesania en menos de un segundo—. ¡Tú!

Tabbalunga grita de alegría:

—¡Te pillé, zorra! ¡Despídete de tu carrera!

Koonie Lingus y Gixie se separan. Se visten a toda prisa. Gixie empieza a dar tumbos por el jardín mientras intenta ponerse los pantalones. Koonie Lingus se encara con mi compañero:

—Joder, Wylson, ¿aún sigues cabreado porque no quise nada contigo? ¡Supéralo ya, capullo!

—¡Furcia desvergonzada e hipócrita! ¡Se la chupaste a todo el mundo menos a mí! ¿Por qué? ¿Qué hice yo para merecer semejante desprecio?

—Contigo no habría llegado a ningún lado, enano. Y no me gusta tu pelo. Es estúpido y está pasado de moda. 

—¡Eh, eh!—intervengo yo—. ¡Eso no! ¡No te metas con su fabuloso peinado, so loca!

Koonie Lingus empieza a gritar:

—¡Eres una nulidad, Wylson, el cero absoluto! ¡Siempre lo has sido! ¡Yock, Yock!

Se abre la puerta de la casa y aparece una montaña de músculos que viste por entero de negro.

—¿Señora? ¿Qué se le ofrece?

Koonie Lingus nos señala con el dedo:

—¡Atrapa a esos comemierdas! ¡Y asegúrate de traerme su puta cámara!

—¡Tenemos que largarnos de aquí a toda hostia, compañero!—dice Tabbalunga—. ¡Venga, sígueme! ¡Vamossss!

Cruzamos de nuevo el jardín, volvemos a saltar la valla...

—¿Qué estáis haciendo, pillines?—nos grita una señora con un sombrero de paja rosa que está regando sus geranios tranquilamente, sin meterse con nadie—. ¡Voy a llamar a la Guardia!

—¡Adelante, llame!—mascullo por encima del hombro, sin dejar de correr—. ¡Para cuando lleguen ya nos habremos ido!

Por fin llegamos a la dichosa motocicleta. Estoy exhausto. A Tabbalunga no le va mucho mejor. Entre jadeos y estertores de moribundo me pide que conduzca. Accedo a su petición porque veo que el coche vuela raudo hacia nosotros. 

—¡Hijos de putaaaargh!—grita Koonie Lingus. Ha bajado la ventanilla y tiene medio cuerpo fuera. Agita un puño. Rabiosamente. Está fuera de sí—. ¡Os voy a matar!

¿Lo hará?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro