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☦ 34 ☦

[ ☦ ]

Se quedó allí parado.

Se quedó allí y me miró durante lo que debieron de ser los segundos más largos de toda mi vida.

¿Se marcharía?

¿Me gritaría?

¿Se quedaría?

Al final empezó a caminar hacia mí.

Había funcionado.

No se iba.

Aunque no parecía estar muy contenta de quedarse.

En especial cuando me arrancó el micrófono de las manos.

— ¿Qué diablos crees que estás haciendo? —preguntó echando chispas por los ojos.

Yo miré a mi alrededor.

Mierda.

¿Qué había hecho?

Todo el mundo nos estaba mirando como si fuéramos la atracción estrella del circo de los horrores.

Alguien a quien ni siquiera conocía le dio un codazo a la persona que tenía al lado y luego hizo un gesto con la cabeza señalando en mi dirección.

Aquello era muy vergonzoso.

— Lo siento —me disculpé— pero no podía dejar que te fueras. Aunque no debería haberlo hecho así.

Le dejaría marchar.

Otra vez.

Me destrozaría, pero lo haría.

— Deja que te acompañe hasta el taxi.

— Ahora estoy aquí —contestó— Será mejor que me digas lo que querías decirme.

Dio un soplido para apartarse un mechón de pelo que le había caído por delante de los ojos y yo me metí las manos en los bolsillos.

No debía ser yo quien le pusiera ese mechón detrás de la oreja.

Lo más probable era que me abofeteara.

Aquello habría sido mucho más fácil si hubiera sido capaz de hablar con él antes.

Antes parecía amistoso.

En ese momento, en cambio, parecía enfadado.

Inspiré hondo.

— Hay una pequeña sala en...

— Señoras y señores —habló el pinchadiscos—, ¡una canción dedicada a los padrinos: Min Yoongi y Park Jimin!

JungKook...

Enseguida reconocí la canción:

Era la que había sonado la primera y única vez que había bailado con Minnie.

Jeon debía de conocerla y la recordaba.

Ese maldito tonto nunca olvidaba nada.

Lo que significaba que se suponía que debía bailar con Minnie.

— ¡Oh, joder! —exclamé, preguntándome cuánto tiempo llevaría mi primo planeando aquello.

Lo mataría con mis propias manos.

Miré a Minnie.

Seguía enfadado.

Quizá no me rechazara delante de toda aquella gente.

Aunque si lo hacía lo tendría merecido.

Le ofrecí el brazo.

— ¿Quieres bailar conmigo? —le pregunté, casi deseando que no contestara.

¿Y si me decía que no?

Pero se hizo el milagro y posó la mano en mi brazo.

Se me encogió el estómago.

Hice acopio de valor, fingí que no me importaba que me acabara de tomar del brazo, y lo llevé hasta la pista de baile.

Con el rabillo del ojo vi que JungKook y Tae Hyung se besaban.

Entonces llegamos al centro de la pista y mis ojos se posaron en Minnie.

Me quedé quieto y le dejé dar el primer paso.

Levantó el brazo y posó la mano en mi hombro.

Se me volvió a encoger el estómago.

— No creo que la situación pueda ser más violenta y desastrosa —dije, porque de todas las que había imaginado, hablar con Minnie en medio de un salón lleno de gente nunca había estado en mi lista de prioridades.

Le rodeé la cintura con un brazo y, quizá fue sólo mi imaginación, pero me pareció que él daba un paso hacia mí.

— Todo es culpa tuya —replicó— Si me hubieras dejado marchar, no habría pasado nada de esto.

Pero entonces se habría ido, ¿es que no se daba cuenta?

— Lo he hecho todo mal —reconocí, tratando de ser completamente sincero— Pero si te hubiera dejado ir esta noche, no me lo habría perdonado nunca.

— Si tan claro lo tenías, podrías haber intentado llamarme en algún momento del último mes.

— No estaba en el punto en que necesitaba estar, Minnie.

— ¿Y ahora sí?

— No, pero me estoy acercando.

Inspiré hondo y su aroma se volvió a colar en mi alma.

Desde que se marchó, nunca se me ocurrió pensar que volvería a estar rodeado por aquella fragancia, y supe que aunque no volviera a abrazarlo nunca más, jamás olvidaría ese instante, esa noche, esa canción.

Pero aquél no era el momento de hablar.

Ya había conseguido lo más importante:

Le había dirigido la palabra y él no se había marchado.

Quizá si era sincero, Minnie aceptara quedar conmigo otro día.

— Fue un error pensar que podría hacer esto esta noche.

Seguíamos en medio de la pista de baile, pero ya no nos miraba nadie.

Dejé de bailar y él siguió rodeándome con los brazos.

— No tengo ningún motivo para pensar que vayas a aceptar, y lo comprenderé si no lo haces.

«Ofrécele una alternativa», oí cómo me decía la voz de Chan Yeol en mi cabeza.

— Pero, ¿querrías quedar conmigo mañana por la tarde? ¿Para hablar? ¿Para que pueda explicarme?

Me preparé mentalmente:

Esperaba que se riera de mí.

— De acuerdo.

— ¿Lo harás? —pregunté, incapaz de ocultar mi sorpresa— ¿De verdad?

Él sonrió.

— Sí.

Me había sonreído.

Se me aceleró el corazón.

— ¿Quieres que pase a recogerte? ¿O te sentirás más cómodo si nos encontramos en alguna parte? Lo que tú prefieras.

Su elección.

Su decisión.

A su manera.

— ¿Quedamos en la cafetería de GangNam?

Perfecto.

— Sí. ¿Mañana a la una?

— Está bien.

La canción terminó y yo ya no tenía ningún pretexto para seguir abrazándolo, así que le solté.

— Gracias, Minnie. Gracias por el baile y por acceder a quedar conmigo mañana.

Me sorprendió mucho que no se marchara inmediatamente, pero por lo visto decidió quedarse un poco más.

Tae Hyung se acercó a él poco después de que acabara el baile y charlaron, bastante animadamente debo añadir, durante algunos minutos.

Entonces Minnie levantó la cabeza y me atrapó mirándole.

Le sonreí.

Flores.

Tenía que mandarle flores.

Por un momento me pregunté dónde podría encontrar una floristería abierta.

Aquello era Seúl, tenía que haber alguna.

Volví a mirar a Minnie.

SeokJin se unió a ellos y le dijo algo.

Supongo que le preguntaba por qué no me había dado una patada en las pelotas.

Tenía que regalarle más que flores.

Mis ojos se posaron sobre el bufé y miré la comida.

Tenía que enviarle latas.

No, etiquetas de latas de conserva.

Porque él fue quien me demostró que yo podía ser mucho más de lo que creía todo el mundo.

Nosotros podíamos ser mucho más de lo que creía todo el mundo.

Casi me resbalo al correr hacia el camarero. 

— Disculpe —dije, tendiéndole la mano— Soy Min Yoongi, padrino y primo del novio. Me preguntaba si me podría hacer un pequeño favor...

[ ☦ ]

Cuando tuve la caja llena de etiquetas dentro del coche, escribí una sencilla nota:

Para Minnie:

Porque tenías razón sobre lo de las etiquetas.

Yoongi.

Luego volví al edificio.

NamJoon me estaba esperando.

— Ah, estás aquí. Pensaba que te habías marchado —comentó.

Miré por encima de su hombro:

Minnie seguía dentro.

Le vi bailando con Koo.

Mientras él siguiera en la misma habitación que yo, no me podría ir.

— Nam, ¿te puedo pedir un pequeño favor?

La última vez que hablamos, me dijo que estaba en deuda conmigo, en parte se sentía responsable de mi ruptura con Minnie.

Yo le dije que no tenía nada que ver y discutimos, pero si de verdad me quería ayudar...

— Claro, lo que quieras.

— Tengo una caja en el coche. ¿Puedes llevarla al apartamento de Minnie y dejársela en la puerta?

Arqueó una ceja.

— ¿Yoongi?

Maldita fuera.

Seguro que pensaba que era algo que haría un acosador.

— No —dije— no va de eso. Quiero mandarle un pequeño obsequio en agradecimiento por haber accedido a quedar conmigo mañana.

— ¿Ha aceptado quedar para hablar contigo? —se le iluminaron los ojos— Eso es maravilloso.

— Espero no fastidiarlo.

— ¿Ya sabes lo que le vas a decir?

Me saqué las tarjetas del bolsillo.

— Lo tengo escrito.

— Suena genial. Parece que lo tienes todo controlado. Pero prométeme una cosa.

— Claro, ¿qué?

Señaló las tarjetas.

— No se las enseñes a Minnie.

[ ☦ ]

Llegué a la cafetería una hora antes y empleé ese rato en llamar a Chan Yeol.

Él me ayudó a relajarme un poco y me recordó cuál era mi propósito de aquel día:

Minnie, necesitaba averiguar cómo se sentía.

Yo tenía que escuchar y comprender cómo se sentía.

Entonces, y sólo entonces, podría intentar explicarme.

Después de la llamada, me saqué las tarjetas del bolsillo y las leí por última vez.

Cuando acabé, suspiré con fuerza.

Esperaba que me escuchara.

Esperaba que siguiera habiendo una posibilidad de que fuéramos...

Algo al final del día.

Vi cómo se acercaba a la cafetería.

Llevaba unos vaqueros, un jersey azul claro y el pelo recogido en un moño informal del que colgaban algunos mechones.

En otras palabras:

Como de costumbre, estaba espectacular.

Aún no me podía creer que hubiera accedido a quedar conmigo y, mientras venía hacia la mesa, me quedé mirándolo embobado.

«Esos modales, Min.»

Me levanté y le retiré la silla.

— Hola, Minnie. Gracias por venir. ¿Quieres tomar algo?

Se sentó.

— De nada, y no, no quiero tomar nada.

Claro que no.

No había accedido a verme en público porque quisiera tomarse un café conmigo o comer algo, sino porque imaginaba que, de algún modo, sería más seguro.

Yo había sido quien le había pedido aquella cita y sería yo quien empezara.

NamJoon me dijo que no sacara las tarjetas, así que tomé la servilleta, cualquier cosa con la que poder mantener las manos ocupadas.

— En realidad, no sé por dónde empezar. He imaginado esta conversación cientos de veces. He llegado incluso a escribirla para no olvidarme nada. Pero ahora... Me siento completamente perdido.

Tenía que hacerlo bien.

Era mi única oportunidad.

— ¿Por qué no empiezas por el principio? —me propuso él.

Dejé la servilleta.

Ya había sobrevivido al dolor.

Había empezado el proceso de enfrentarme a mis demonios.

Pero en ese momento...

Había llegado la hora de enfrentarme a su dolor.

Tenía que comprender lo que había supuesto mi comportamiento para él.

— Primero —dije, porque eso era lo más importante— me quiero disculpar por haberme aprovechado de ti.

Él arqueó una de sus delicadas cejas.

¿Cabía la posibilidad de que no lo supiera?

— Yo sabía que tú nunca habías mantenido una relación como la nuestra y me aproveché de ti.

No había otra forma de explicarlo.

Ni siquiera pensaba intentarlo.

— Por ejemplo con el tema de la palabra de seguridad. No te mentí cuando te dije que ninguno de mis sumisos la había utilizado nunca, pero lo cierto era que no quería que te marcharas.

» Pensé que si te convencía de que decirla suponía el fin de la relación, no me dejarías. Pero me acabó estallando en la cara, ¿verdad?

— Fue culpa tuya.

Sí.

Lo fue.

Todo había sido culpa mía, cada palabra una mentira, cada acción un engaño, cada negativa una farsa que no sirvió más que para alejarlo de mi lado.

— Sí que lo fue —reconocí— Tú me entregaste tu confianza. Tu sumisión.

Pero había algo aún más importante, la parte que más le había costado reconocer.

— Tu amor. Y, a cambio, yo recogí tus regalos y te los tiré a la cara.

No reconoció lo que le estaba diciendo ni se mostró de acuerdo conmigo.

Me miró a los ojos y en ellos pude ver el dolor que le había causado.

— Yoongi, yo acepté todo lo que me diste físicamente —dijo— Habría podido con todo lo que me hubieras querido dar físicamente, pero emocionalmente... Me destrozaste.

Le había destrozado.

Con mis acciones.

Con mis palabras.

Con mi traición.

Me sorprendió la intensidad de su dolor y darme cuenta de que era peor, mucho peor que el mío.

— Ya lo sé —susurré.

— ¿Sabes cuánto me dolió? ¿Imaginas siquiera cómo me sentí cuando fingiste que aquella noche no había significado nada?

Entonces dio un golpe en la mesa volviéndome a sorprender.

— Fue la noche más increíble de toda mi vida y al día siguiente tú te sientas a la mesa y me dices que había sido sólo una escena. Hubiera preferido que me clavaras un cuchillo en el corazón.

Sí, porque el dolor físico era soportable.

El dolor emocional, en cambio, era mucho peor.

Debería haberlo sabido, había convivido con él toda mi vida.

— Lo sé. Lo siento.

Me pregunté si me estaría escuchando.

— Lo siento mucho.

— Quiero saber por qué —exigió— ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué no podías limitarte a decir que necesitabas tiempo para pensar, o que íbamos demasiado deprisa? Cualquier cosa hubiera sido mejor que lo que hiciste.

De nuevo volvía a tener razón.

Pero él no lo sabía.

Seguía sin saber toda la verdad.

— Tenía miedo —le respondí— Yo creía que cuando descubrieras... 

— Cuando descubriera, ¿qué?

Tenía que explicárselo, ya no tenía otra salida.

— Nuestra relación fue un castillo de naipes que yo mismo construí —declaré— Debería haber sabido que no tardaría mucho en derrumbarse.

Le miré con preocupación.

¿Se marcharía cuando oyera lo que le iba a confesar a continuación?

— Era miércoles —dije— Hace casi ocho años. Yo estaba...

— ¿Qué tiene que ver con todo esto algo que ocurrió hace ocho años?

— Estoy intentando explicártelo —repuse— Yo había quedado con NamJoon para comer en el campus. Me citó en la biblioteca.

Me pregunté si él recordaría ese día.

Lo más probable era que no.

— Mientras esperaba, vi una joven que subía la escalera corriendo. Tropezó y se cayó y luego miró a su alrededor para ver si alguien lo había visto. Yo quise acercarme a ayudarla, pero tú te adelantaste.

— ¿Yo?

Vale, no se acordaba.

Supongo que nunca esperé que así fuera.

¿Quién recordaría una caída de hacía ocho años?

— Sí, eras tú. La conocías y los dos se rieron mientras tú le recogías los libros. Había más gente cerca, pero tú fuiste la única persona que la ayudó —volví a recoger la servilleta— Yo me aseguré de que no me veías y te seguí hasta la biblioteca. Allí descubrí que estabas en un grupo de lectura de Hamlet. Tú leías el personaje de Ofelia.

Se quedó boquiabierta.

— Me quedé a observar —continué— Sentí unas ganas increíbles de ser tu Hamlet.

El chico que leía el papel no servía de pareja para él.

Nadie merecía ser el Hamlet de aquel Ofelia.

Levanté la vista; Minnie seguía mirándome con sorpresa.

— ¿Te estoy incomodando? —le pregunté.

— Sigue.

— Llegué tarde a mi cita con NamJoon. Estaba enfadado.

Un eufemismo.

«¿Tienes idea de lo apretada que es mi agenda, Yoongi? —me soltó Nam— No he quedado con Jin para comer contigo.»

— Le dije que me había encontrado con alguien. Una mentira piadosa.

No existían las mentiras piadosas.

Todas las mentiras estaban mal.

— ¿Por qué no te acercaste? —me preguntó— ¿Por qué no te presentaste, como habría hecho cualquier persona normal?

¿Como una persona normal?

¿Lo decía en serio?

— Porque por aquel entonces yo ya era un Dominante, Minnie, y pensé que serías un alumno demasiado joven e impresionable.

» En mi cabeza no encontré ninguna forma de conseguir que lo nuestro funcionara. No tenía ni idea de tus inclinaciones sumisas hasta que tu solicitud apareció en mi escritorio.

Por un momento me pregunté si de haberlo sabido habría actuado de otra manera.

Decidí que no, porque por aquel entonces yo ya tenía una relación con otra persona.

— Incluso aunque lo hubiera sabido, en aquel momento yo le acababa de entregar un collar a un sumiso y, cuando lo hago, siempre soy monógamo.

— ¿Mis inclinaciones sumisas?

¿No lo sabía?

¿Cómo era posible que no lo supiera?

Entonces lo comprendí todo:

Era porque nunca habíamos hablado de nada.

Me incliné hacia él.

— Tú eres sexualmente sumiso, Minnie. Tienes que saberlo. ¿Por qué crees que pasaste tres años sin practicar sexo antes de estar conmigo?

— No había conocido a nadie que...

Por fin lo había comprendido.

— Que te dominara como necesitabas —concluí yo.

Agachó la cabeza.

— No te avergüences —le dije con ternura— No hay ningún motivo para sentir vergüenza de eso.

— No estoy avergonzado. Lo que pasa es que nunca lo había pensado de esa forma.

Las piezas del rompecabezas estaban empezando a encajar.

— Claro que no —aseguré— Por eso te enfadaste tanto cuando te sugerí otros Dominantes.

En sus ojos brilló una ráfaga de furia.

— Te odié por decir eso.

Como sospechaba.

— Tenía mucho miedo de que aceptaras mi proposición —expliqué, tratando de que él comprendiera lo mucho que me había dolido decir aquellas palabras.

» Busqué en mi mente e intenté encontrar a alguien que pudiera encajar contigo. Pero era incapaz de imaginarte con otro. Y, sin embargo, lo habría hecho si me lo hubieras pedido. Lo habría hecho.

— ¿Cuándo me sugeriste a otros Dominantes estabas pensando en mí y en lo que yo necesitaba? —preguntó y entonces supe que le estaba costando mucho comprender mi ofrecimiento.

— Sabía que tú habías preguntado específicamente por mí, pero después de convertirte en un sumiso de verdad, sabía que necesitarías volver a hacerlo. Pero ya vi cómo reaccionaste; te pido disculpas también por eso.

Porque, como su Dominante, era mi responsabilidad conseguir que lo comprendiera y eso significaba que también en eso le había fallado.

Le había fallado.

Ésa era la verdad.

— JungKook no deja de repetirme que tú deberías haber hecho más —dije— Que tendrías que haberte esforzado por romper mis defensas. Pero él no conoce los detalles. No sabe lo que hice.

» Para él es muy fácil buscar un culpable. No comprende que era imposible que me hicieras cambiar de opinión aquella mañana. Nada habría cambiado lo que pasó. No te culpes.

Porque todo era culpa mía.

— Te presioné —dijo él— No debería haber esperado tanto tan pronto.

— Quizá no, pero sí que podías esperar más de lo que estaba dispuesto a darte.

Cualquier cosa menos que yo rechazara el amor que me ofreció con tanta libertad.

— Te cerré la puerta por completo.

Minnie asintió.

— Pero hay más —agregué.

— ¿NamJoon?

Nam me había dicho que SeokJin seguía sin saberlo.

Y eso significaba que Minnie aún no sabía lo que había ocurrido en Tampa.

— No hablé contigo, pero tampoco podía dejarte escapar. Iba a la biblioteca con la esperanza de poder verte. Él sabía que le había echado el ojo a alguien, pero le dije que estaba armándome de valor para decidirme a hablar contigo.

— ¿Y te creyó?

Qué chico más listo.

Ni siquiera él se lo creía.

— Probablemente no, pero sabía que yo nunca haría nada inapropiado.

Sin darme cuenta, estiré los brazos sobre la mesa para alcanzarla.

Estaba desesperado por tocarla.

Pero me di cuenta de lo que estaba haciendo justo a tiempo y aparté las manos, pues supuse que él aún no querría tocarme.

— Y no lo hice, Minnie. Te lo prometo. Sólo te miraba cuando estabas en la biblioteca. Nunca intenté averiguar nada sobre ti. Nunca te he seguido.

— Excepto la mañana en que te dejé.

Así que lo sabía; se había percatado de que era yo quien iba detrás de él en la carretera.

— Había nevado y tú estabas muy alterado —le expliqué— Tenía que asegurarme de que llegabas a salvo.

— Entonces, cuando salvaste la casa de mi madre, ¿sabías quién era? ¿Sabías que era mi madre?

O sea que no se había dado cuenta de aquello cuando yo pensaba que lo había hecho.

— Sí. Lo hice por ti. Sabía cómo te llamabas por la biblioteca. Y tu nombre estaba en los documentos del banco. Tú eras el dios que yo me moría por adorar. Mi sueño inalcanzable. La relación que jamás podría tener.

Le miré preguntándome si recordaría las palabras que dijo justo antes de que lo besara.

Ese día Minnie se definió como un dios.

— Cuando estábamos en Tampa, después de jugar al golf, NamJoon bromeó conmigo sobre el chico de la biblioteca de hacía tantos años. La cena de la noche anterior le hizo recordar. Le dije que eras tú y se enfadó.

Minnie asintió con aire distraído.

— NamJoon me dijo que una relación como la nuestra debía basarse en la verdad y ser totalmente sincera.

Arrugué la servilleta que tenía entre las manos mientras se lo contaba.

— Eso fue lo que me dijo. Y yo no estaba siendo sincero: Te estaba ocultando que ya te conocía. Él quería que te lo contara y yo accedí. Le pedí un plazo de tres semanas. Pensé que era tiempo suficiente para planificar cómo quería hacerlo y a Nam le pareció razonable.

— Pero no aguantamos tres semanas.

— No. Quiero pensar que si lo hubiéramos hecho, te lo habría dicho. Tenía toda la intención de hacerlo. Pero entonces compartimos aquella noche y tuve miedo de que pensaras que te había engañado o manipulado de alguna forma.

— Es posible.

«Díselo.»

Se me encogió el corazón.

«Tienes que decírselo.»

—  Nunca he sentido por nadie lo que siento por ti —empecé— Estaba asustado. Tenías razón en eso. Pensé que sería más fácil dejarte marchar, pero me equivocaba.

No había sido fácil, ni para mí ni para él, que era lo más importante.

Minnie no dijo nada, así que proseguí:

— Ahora voy a terapia dos veces por semana. Me resulta extraño decirlo en voz alta. Estoy trabajando algunas cosas. Y tu nombre sale a menudo.

Soltó una pequeña carcajada.

— No te he dejado hablar, pero no has salido corriendo —señalé— Espero que algo de lo que he dicho tenga sentido para ti.

Minnie se miró las uñas.

— Necesito pensar —dijo al fin.

Quería pensar.

Quizá eso significara que quería que volviéramos a hablar.

No añadió nada más, sólo se limitó a ponerse en pie.

Yo me levanté con él.

— Claro. Entiendo que necesites pensar en todo esto. Es más de lo que puedo esperar.

Quizá me pasara de la raya, pero no pude evitarlo, tenía que tocarlo.

Le tomé de las manos y se las besé.

— ¿Me llamarás esta semana? —le pregunté— Quiero seguir hablando.

Minnie nunca me había llamado mientras duró nuestra relación.

¿Lo haría en esa ocasión?

— Siempre que tú quieras, claro.

Porque de nuevo era él quien debía tomar esa decisión.

Esa vez todo dependería de él.

— Te llamaré —susurró— Te llamaré de todas formas...

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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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