☦ 23 ☦
[ ☦ ]
Volví a la suite y, como seguía siendo muy pronto para que Minnie hubiera
vuelto del spa, me senté en el sofá y me quedé mirando su collar fijamente.
NamJoon lo sabía.
Él lo sabía, me iba a obligar a decírselo y Jimin se enfadaría conmigo.
¿De qué otra forma podría reaccionar cuando se enterase de que le había estado espiando?
Le había mentido.
Era una mentira por omisión, era cierto, pero una mentira al fin y al cabo.
¿Volvería a confiar en mí algún día?
Tendría que explicarle cómo le había espiado.
Cosa que nos llevaría a aquella ridícula palabra de seguridad y a cómo le había mentido sobre nuestra forma de vida.
Sabría que le había engañado.
No, jamás volvería a confiar en mí.
No le culparía por ello, pero...
No tenía por qué decírselo.
Lo que Joon decidiera hacer me daba igual.
Que hiciera lo que quisiera.
Después de la pasada noche, mi relación con Minnie había cambiado, había dado un giro a mejor.
Y yo no podía ni quería destruirlo.
Y menos después de todo lo que habíamos pasado, o por algo tan absurdo como un cuelgue.
¿Qué importancia tenía eso?
Sí, le había estado espiando, pero nunca le acosé.
Nunca traté de manipularlo.
Tampoco era para tanto.
Sí que lo era.
Nuestra relación, quizá más que cualquier otra, exigía una total confianza y sinceridad.
Yo lo sabía.
Y Minnie no merecía menos.
Pero no podía hacerlo.
Recordé la absoluta confianza que me demostró la noche anterior y supe que no podía mirarlo a los ojos y decírselo.
Era demasiado para un maldito cobarde como yo.
Después de la cena, iría a buscar a Nam y le comunicaría mi decisión:
Minnie seguiría ignorando lo que pasó.
Y punto.
Tomé el periódico y leí por encima los titulares de la primera página.
Nada importante.
La segunda página era incluso peor.
Me miré el reloj.
Debería llegar en cualquier momento.
Me moría de ganas de verlo.
Y por fin oí el sonido de la llave en la puerta.
Cuando entró estaba absolutamente precioso.
El día de spa había sido una gran idea:
Se le veía radiante.
Su suave melena ondulada le rozaba el cuello y tenía una expresión luminosa en el rostro.
— ¿Has disfrutado del día? —le pregunté.
— Sí, Amo —dijo y agachó ligeramente la cabeza.
Joder.
Me encantaba que me llamara así.
¿Por qué se me ponía dura cada vez que le oía decir eso?
Me puse de pie y le enseñé el collar.
— ¿Añoras algo?
Él asintió.
Me acerqué.
— ¿Quieres recuperarlo?
Minnie asintió de nuevo.
— Dilo.
Quería escucharlo.
Necesitaba escucharlo.
— Dime que lo quieres.
— Lo quiero —susurró— Quiero tu collar.
Mi collar.
Exactamente.
Él llevaba mi collar.
Era mío.
Y no pensaba dejar que NamJoon me lo arrebatara.
Le quité la camiseta y vi que aún se le veía la marca que le había hecho la noche anterior.
Le aparté el pelo a un lado y lo besé justo donde la había mordido.
—Ayer por la noche te marqué. Lo hice porque eres de mi propiedad y volveré a hacerlo.
Le rocé la piel con los dientes.
— Te puedo marcar de muchas formas.
Le puse el collar alrededor del cuello.
Joder.
Se me puso aún más dura cuando le vi con él puesto.
Lo único que quería era tumbarlo sobre el brazo del sofá y follármelo hasta dejarlo sin sentido.
Pero me olvidé de eso y le abroché el collar.
— Por desgracia, tenemos que ir a cenar con NamJoon y SeokJin. Ve a cambiarte. Tienes la ropa encima de la cama.
[ ☦ ]
Yo estaba junto al sofá cuando ella volvió con la camisa de algodón y el pantalón que le había dejado preparado aquella mañana.
— Inclínate sobre el brazo del sofá, Jimin.
Él lo hizo y yo le bajé el pantalón:
No llevaba bragas.
Me reí.
— Qué bien me conoces.
Deslicé una mano por la suave piel de sus nalgas.
— Es una lástima. Esperaba poder darte unos azotes antes de cenar.
[ ☦ ]
SeokJin había reservado mesa en el pequeño bistró del puerto a principios de semana.
Poco después, mientras conducía hacia el restaurante, recordé que Minnie había comido carne roja la noche anterior.
Le iría muy bien tomar una buena ración de pescado, así que le pedí que ordenara pescado para cenar.
Cuando llegamos, NamJoon y Jin aún no habían llegado y acompañé a Minnie hasta un reservado.
Él tomó la carta y empezó a leer.
Yo miré en dirección a la puerta; esperaba que mis amigos llegaran en cualquier momento.
Joon entró el primero y nos vio enseguida.
SeokJin, por su parte, parecía preocupado.
Estaba claro que sabía que había pasado algo.
Yo miré a Minnie, que seguía leyendo la carta.
«No pienso decírselo», le dije a NamJoon articulando en silencio mientras se acercaba.
Se le oscureció el semblante.
— Hola, Minnie —saludó con aspereza.
Éste levantó la cabeza con cautela.
Mierda.
Ahora él también sabía que había pasado algo.
Nam no me quitó la vista de encima mientras Minnie le contestaba; no dejaba de mirarme con frialdad.
Nos sentamos todos y el camarero vino a tomar nota de lo que queríamos beber.
«Tienes que decírselo», me contestó Joon en silencio, mientras Minnie y Jin charlaban tranquilamente.
Yo negué con la cabeza.
Él soltó la carta sobre la mesa cuando se marchó el camarero.
— Dime, Yoongi —dijo SeokJin, claramente ansioso por mantener la
paz en la mesa— ¿Dónde está Apolo este fin de semana?
— En una guardería —le respondí.
Yo podía hablar con normalidad y mantener una conversación razonable.
Tampoco era tan difícil.
— Entonces ¿ya está mejor? —preguntó— ¿Lo puedes dejar allí?
Estábamos hablando sobre mi perro.
Todo era completamente normal.
— Ha mejorado bastante —expliqué.
— Me alegro de que alguien lo haya hecho —murmuró NamJoon.
La tensión entre nosotros era palpable.
Por suerte, en ese momento apareció el camarero con nuestras bebidas.
— ¿Ya saben lo que van a cenar?
Eso.
La carta.
Habría sido una buena idea decidir lo que quería pedir.
Y entonces me di cuenta de la forma en que el camarero estaba mirando a Minnie.
Le estaba mirando con lascivia.
A Minnie.
— ¿Joven? —le preguntó.
Como si no se le estuviera imaginando
desnudo.
— Tomaré el salmón.
Porque yo le había dicho que pidiera pescado y él siempre hacía lo que yo le ordenaba.
Entonces me pasó la carta.
— Maravillosa elección —manifestó el repulsivo camarero— El salmón es uno de nuestros mejores platos.
Y entonces le guiñó un ojo.
Le guiñó el puto ojo.
A Minnie.
Carraspeé.
— ¿Sí, señor? —se dirigió a mí— ¿Qué va a tomar usted?
— El salmón también —contesté, dándole nuestras cartas mientras
tomaba nota del pedido de NamJoon y Jin.
Por fin se marcharía.
Pero en lugar de hacerlo, se balanceó sobre los talones.
— ¿Han venido a la ciudad para ver el partido?
Hablaba en plural, pero no dejaba de mirar a Minnie.
Él se acercó un poco más a mí.
«Eso es, perdedor —quería decirle— Ha venido conmigo. Está sentado conmigo. Cuando nos vayamos, se vendrá conmigo. Y cuando tú estés solo esta noche, él seguirá estando conmigo.»
— Claro. ¡Arriba los Giants! —exclamó SeokJin, tratando una vez más de poner un poco de paz en la mesa.
El pobre se estaba esforzando mucho.
El camarero sonrió.
— Cuanto antes tramite nuestro pedido, antes nos traerán la comida y antes podremos irnos —le advertí yo.
El hombre se marchó por fin, no sin antes lanzarle una última mirada
a Minnie.
La tensión era tan palpable cuando se fue, que estuve a punto de desear que volviera.
Aunque sólo fuera para desviar la atención de Joon y de mí.
Entonces Jin empujó su silla hacia atrás.
— Tengo que ir al servicio. ¿Minnie?
— Claro —dijo éste con evidente alivio en la voz.
NamJoon y yo nos levantamos cuando ellos lo hicieron también y los dos
observamos cómo se marchaban hacia el lavabo.
— Estás cometiendo un gran error —dijo él cuando ya no nos podían
oír.
Nos volvimos a sentar.
— Es decisión mía si lo cometo o no.
— Es posible, pero cuando ese error le haga daño a Minnie, ya no será sólo cosa tuya.
— El error nunca le hará daño, porque nunca se enterará.
Nam se inclinó sobre la mesa.
— Yo no apostaría. Cuando lo descubra, cosa que hará, todo irá mucho mejor si eres tú quien se lo dice. Y también si se lo dices antes que después.
— Déjalo estar —le pedí, inclinándome yo también sobre la mesa.
— Eres un hombre inteligente y respetable —insistió— Basas todos tus negocios en principios de honestidad e integridad. Toda tu vida se asienta sobre esos principios. Y es lo mismo que les pides a tus empleados. ¿Qué harías tú si supieras que le estoy ocultando algo a SeokJin?
— Confiaría en que sabrías tomar la mejor decisión sobre una cosa que concierne a tu vida personal.
— Y una mierda —repuso, levantando la voz— Se lo dirías tú.
Entonces di un puñetazo en la mesa.
—bNo pienso permitir que me lo arrebates.
— ¡Maldita sea, Yoongi! —estalló él— Yo no pretendo arrebatártelo. Al contrario, quiero que se quede contigo porque mereces la confianza que te brinda.
Miró hacia un lado.
— Te sugiero que te tranquilices. Ya vuelven.
Cuando Minnie y SeokJin se sentaron de nuevo a la mesa, ya había conseguido relajar el ritmo de mi respiración.
A pesar de estar convencido de que Minnie sabía que estaba ocurriendo algo, también sabía que nunca me preguntaría nada al respecto.
Técnicamente, mis amigos no eran de su incumbencia.
Soy incapaz de recordar nada de lo que comí, aunque sé que cuando acabó la cena, mi plato estaba limpio.
Sólo recuerdo que no dejé de discutir conmigo mismo.
«Díselo.»
«No se lo digas.»
«Perderle.»
«Conservarle.»
Las distintas opciones no dejaban de dar vueltas en mi cabeza.
No sabía qué hacer.
Era incapaz de decidirme.
Pero un poco más tarde, cuando subíamos en ascensor a la habitación, sí sabía una cosa:
En aquel momento, sólo por aquella noche, Minnie era mío.
[ ☦ ]
Cuando entramos en la suite, cerré de un portazo.
Luego agarré a Minnie del brazo, lo empotré contra la puerta y le acaricié por encima del pantalón.
— Joder, joder, joder.
Susurré embriagado por su esencia.
Era mío.
Su olor me pertenecía.
Su cuerpo era mío.
Incluso su alma era de mi propiedad.
Le quité el pantalón y le arranqué la camisa.
Se quedó desnudo.
Me quité los pantalones de un solo movimiento y me abrí la camisa sin importarme que los botones salieran volando.
Minnie me miraba con ojos salvajes.
Le tomé en brazos y le empujé contra la puerta.
— El fin de semana que viene no te pondrás nada de ropa desde que llegues hasta que te vayas de mi casa.
Estaba tan ido que era imposible que llegáramos al dormitorio.
Le iba a hacer mío allí mismo.
Contra la puerta.
Introduje dos dedos en su sexo.
Por suerte ya estaba húmedo.
No estaba de humor para preliminares.
— Te tomaré cuando y donde quiera.
Hice girar los dedos y él gimió.
— Te follaré cinco veces la misma noche del viernes.
Porque podía hacerlo.
— Quiero que te depiles a la cera para el próximo fin de semana, Jimin. No quiero que te dejes ni un pelo.
Él parpadeó.
— Abre las piernas y flexiónalas —le dije— No pienso esperar más.
Sin vacilar ni un segundo, separó las rodillas y las flexionó.
Yo me coloqué por debajo de él y me metí en su cuerpo de un solo movimiento, embistiendo hacia arriba al mismo tiempo.
Joder.
Sí.
Me retiré y le penetré de nuevo, empotrándolo contra la puerta.
Entonces él dio un pequeño salto y me rodeó la cintura con las piernas.
Se me pusieron los ojos en blanco.
Pero seguía sin ser suficiente.
Yo empujaba contra la puerta una y otra vez, internándome más profundamente en Minnie y esforzándome al máximo para poseerle por completo.
Dejé de sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo para notar cómo movía las manos por mi espalda.
— ¡Sí! —grité, cuando noté que me arañaba.
«Márcame. Poséeme»
— Joder. Sí.
Fue entonces cuando comprendí que él me poseía a mí tanto como yo a él.
Y ese pensamiento, la idea de que yo le pertenecía, me provocó un intenso frenesí.
Empujé una vez más, quería llegar aún más adentro.
Minnie gimió entre mis brazos.
— Aún no, Jimin.
Arremetí de nuevo y me interné un poco más.
— Aún no he acabado.
Jamás acabaría con él.
Gimió de nuevo mientras sus músculos se contraían alrededor de mi polla.
— Será mejor que no te corras antes de que te dé permiso —dije,
embistiéndolo de nuevo— He traído la correa de piel.
Sus uñas se volvieron a deslizar por mi espalda y noté las marcas que iban dejando a su paso.
Saber que me había marcado aumentó mi ansia y golpeamos contra la puerta de nuevo.
Minnie gimió una vez más.
Sabía que era injusto que no lo dejara correrse, pero me estaba dando tanto placer...
Flexioné un poco más las piernas y ladeé las caderas para alcanzar una zona nueva de su interior en mi siguiente embestida.
Él respondió con un gruñido.
«Eso es, Minnie. Tus gemidos y gruñidos son sólo para mis oídos.»
Lo penetré otras tres veces y entonces supe que ya no podía aguantar más.
Ni por él ni por mí.
— Ahora —le indiqué en un susurro.
Entonces soltó el aliento con un suspiro de alivio y su clímax se manifestó en una serie de espasmos.
Sus músculos se contraían alrededor de mi polla una y otra vez.
Agaché la cabeza y le mordí el hombro mientras me corría en él; ya era completamente incapaz de aguantar más.
Le mantuve apretado contra la puerta entre mis brazos temblorosos, mientras luchaba por recuperar el control de mi respiración.
Minnie dejó caer el peso de su cuerpo contra mí y yo me retiré para mirarlo.
Le aparté el pelo de la cara.
Tenía el aspecto de una persona a la que le acababan de echar un buen polvo.
Lo dejé en el suelo y me tambaleé hasta el baño más cercano.
Había varias toallas y paños en un toallero junto al lavabo.
Recogí un paño y lo empapé en agua.
Cuando regresé a la puerta, Minnie no se había movido.
Con suavidad, le separé las piernas y le limpié los restos de su excitación y de mi orgasmo.
Después de lo de la noche anterior y lo que acababa de suceder, estaba seguro de que debía de estar dolorido.
Entonces miré sus dulces y confiados ojos y supe lo que tenía que hacer.
Debía contárselo.
— Lo siento —dije y no estaba seguro del motivo por el que me disculpaba:
Si era por la aspereza del sexo, por la verdad que no le había confesado, por el dolor que él sentiría cuando se lo explicara...
Quizá me refiriera a todo a la vez.
A todo y un poco más.
— Tengo que salir. Volveré más tarde.
Porque en ese momento no podía mirarlo a los ojos sabiendo que le había mentido.
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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