7
La boca de Min Yoongi se estiraba con gracia en torno al miembro de Kim Seokjin y este se preguntó cómo diablos se las arreglaba para no ahogarse con tanto. No que quisiera presumir, que podría, por supuesto. Quizá, barajó un pensamiento fugaz, el hombre debe practicar con su cepillo de dientes e inmediatamente agradeció no ser él el de la boca llena, o se habría atragantado ante la chistosa ocurrencia. Tosió para disimular la risa. Divertido, imaginó al jodido Director y Jefe de Inteligencia de SIN, todo correcto y perfeccionista, trabajando en su reflejo nauseoso para venir a comerle la verga en la sala de juntas. ¿No era eso una picardía?
La suerte del apostador, es que supo que esto no sería apenas una felación. Y tuvo que rendirse a las manos de Min Yoongi que manosearon su culo de un modo que parecía querer algo, pero como si no supiera qué. Magnánimo, o lo más digno que pudo teniendo en cuenta que su paliducho trasero estaba al aire, dio una directriz seca e instructiva. Heteros, pensó, desconociendo las maravillas de la próstata. Por eso, se dijo, no salía con tipos de armario o casados. Min Yoongi ni siquiera le gustaba, si venía al caso. Accedió a la oferta apenas porque… ¿en serio alguien se niega a una mamada? Se compadecía de quién sí; él nomás se bajó los pantalones, se pajeó un poco y para cuando estuvo duro le indicó a Min Yoongi que se arrodille y chupe.
Tan impersonal como sonaba, no dejaba de ser sexo. Gratis. Y placentero a nivel físico –porque lo que Min Yoongi no tenía de experiencia, lo tenía de entusiasta— y mental… ¡Cuánto iba a regodearse por cogerle la boca al insoportable Jefe de Inteligencia! De ahí que, motivado por esta victoria privada –o no tanto, porque daría cuenta a su amigo Im Jaebeom del hecho—, acarició la cabellera oscura de Min Yoongi, como transmitiéndole al otro su disfrute, y felicitándolo por el desempeño. Aunque enseguida tuvo que advertir:
—Cuidado con los dientes.
El solícito mamador se retiró para comentar como una trivialidad.
—El sabor no resulta del todo desagradable.
—Cállate y traga, aquí solo ocupo yo las palabras ¿mmm?
Vio, con extrañeza, como los ojos de Min Yoongi se oscurecían complacidos del dominio que otorgó a Seokjin antes de cerrarlos y seguir con su tarea. Los labios finos brillaban de saliva y de pre semen, y ¿cómo resultaban entrañables las rosadas mejillas, que se ahuecaban cuando chupaba? ¿Podía lo erótico armonizar con algo tan insignificante —para él— en el sexo como lo es la ternura? Tuvo que soltar algo que sonara moderadamente displicente, para espantar el precario indicio de intimidad. Por amor a Dios, esta era la primera vez que tenían un intercambio más allá de los insultos y las indirectas plagadas de desprecio, ¡mente al acto, Kim! Se reprendió.
—Si te portas bien, te doblaré en esta mesa de juntas y te lo haré duro y fuerte, ¿mmm? –y al término de lo enunciado, se lamentó de no poder cumplirlo porque no traía condones y dudaba que Min Yoongi lo hiciera.
No faltaba mucho para que se viniera, de todos modos, y aunque no tenía planes de avisarle a Min Yoongi, para ver de qué bando era –tragadores o remilgados— se retiró un instante. Se obligó a no echarse a reír, y su voz no cooperó en ocultar su diversión, cuando dijo:
—Te ves hermoso esperando a que te la dé. Abre más, colega.
Le abrió la boca con el pulgar, satisfecho de ver que el otro era así de receptivo. Habría hecho un buen culo que cogerse a diario, sino fuera tan estúpido. Y si Seokjin no estuviera interesado en alguien más.
Con la mirada fija en la pared, evocó, sin reservas ni consideración para quién babea y aspira su pene, al muchacho transferido y casi pudo detallar el precioso bochorno de este mientras Min Yoongi despotricaba vaya a saber qué hoy durante la reunión. ¿Acaso el insensible jefe de Inteligencia se olvidó de sus inicios? ¿No recuerda este cuánto influía en su actuar la pasión desmedida por la profesión, cuando los ideales y la moral altísima gobernaban su vida? ¿O es que, como él mismo, se había rendido ya a una resignada vida laboral donde el único entusiasmo real era poder beberse un wiski a las nueve de la mañana como desayuno mientras su escritorio se copa de papelería que tendrá que, eventualmente, archivar sin resolver?
El agente transferido era refrescante, una novedad en el centro SIN, que parecía marchitarse en la infamia. A Seokjin le ponía duro –y lo cautivaba— ver el perfil anguloso y terco de Jeon Jungkook al enfrentar a Min Yoongi y soltarle cualquier cosa inteligente que se le ocurría para el caso. El muchacho no se rendía, incluso al haber estado meses ya en SIN y notado la inactividad del centro, y la poca cabida que obtenía de su jefe, quien no perdía oportunidad de recordarle lo frágil de su posición en ese centro tras haber sido despachado de otro ya.
Quizá por eso, motivado por una venganza personal para con el chico que representaba lo que él fue cuando inició en su trabajo, tomó las mejillas de Min Yoongi y comenzó a marcar un ritmo impiadoso en su boca. Se vislumbró como el héroe al que nadie acudiría si estuviera en peligro. Mucho menos Jeon, que manifestaba su desprecio por él cuando lo abordaba con bromas o comentarios absurdos. Solo que quemaba sus manos, si debía de ponerlas al fuego, apostando a que Jeon Jungkook no lo detestaba tanto como parecía.
¿Y de cuándo a un tiempo hasta acá importaba el sentimentalismo a la hora de coger? ¡Menudo cursi se ponía cuando le chupaban el pene! ¿La lengua golosa de su colega, acaso, lo drenaban de la frivolidad necesaria para no confundirse con que esta historia no era un romance, o un acto de buena fe?
Escuchó lo que sonaron como pasos, aunque no les dio importancia. Quería concentrarse en correrse, porque se le escapaba el subidón inicial de su travesura. El final de escena estampaba lo patético del momento, y cerró los ojos. Apenas unos segundos después, los volvió a abrir cuando sí pudo distinguir con mayor claridad el leve chirrido de la puerta. ¿Habían olvidado bloquearla? Posiblemente, no es como si alguno de los dos hubiera esperado encontrarse en tal situación. Pero no, razonó. Ya se habían marchado todos tras la aplastante e improductiva reunión.
Ah, qué más da. Y ahora que Yoongi tuvo un lapso de iluminación divina y encontró oportuno meterle un dedo, al carajo las protecciones. Le gustaba el estímulo. Un dedo siempre era recibido con gracia, quizá dos o tres. Solo que no iba a alentar al otro a que crea que podría tener su culo. No iría debajo de Min Yoongi ni aunque le paguen. Y siendo él una persona que no se niega al donativo –soborno, catalogarían otros— de nadie, era mucho que decir.
Dispuesto a conceder una gentileza al hombre que desprecia miró hacia abajo y se agarrotó ya que, por rabillo de ojo, captó algo. Alguien, más bien. Su primer impulso fue voltearse, pero no había pasado años entrenando para delatarse. En cambio, imprimió esfuerzos en relajarse y continuó en lo suyo –que era simplemente dejar que le atiendan la calentura— mientras inclinaba la cara apenas perceptiblemente hasta dar con que podía enfocar mejor la silueta en la puerta. La penumbra del pasillo, desgraciadamente, no ayudaba a distinguir quién era la persona que estaba allí espiándolos. Pero no pasó demasiado hasta que esta misma abrió más la puerta y la luz de la sala de juntas fue generosa al iluminar su rostro.
Para crédito de Seokjin, no chilló de gusto de ver a Jeon Jungkook. Se auto felicitó por esto. Y pensó qué diablos hacía este allí y no se había marchado, cuando recordó que Min Yoongi, antes de derivar en la proposición de chupársela, había mencionado que alguien había olvidado algo. ¿Qué? No recuerda, pero ¡puta madre!, qué linda casualidad de la vida.
Ahora sí, caliente y cerca de correrse –se le había puesto tan dura que dolía cuando notó al agente Jeon viéndolos— aceleró su cuerpo, perdiendo un poco el ritmo y en su último declive, reaccionó con lo que creyó sería un premio para el voyeur. Dobló el cuello y enfocó fijo los ojos vidriosos del mirón —¿acaso estaba excitado? ¡Pues venga, mucho mejor!— antes de gemir y comenzar a vaciarse en la lengua de Min Yoongi.
No supo qué dijo en su punto clímax, sino hasta que sus oídos dejaron de emitir un ruido sordo:
—¡Jungkook!
Así, dictó condena sin saberlo.
——————————
—¡Jungkook! –gimió Kim Seokjin en el oído de su amante, mientras este bajó él jadeaba ya su reciente orgasmo—. Jungkook, Jungkook, Jungkook…
Agotado, se dejó caer sobre el cuerpo del otro, sin disculparse por apretarlo contra el colchón. Concentrado como estaba en resolver que sus sentidos volvieran a funcionar más allá del aroma, del sabor, tacto y audición copados de Jeon malditamente hermoso Jungkook.
—Muévete –dijo sin enfado Jungkook, temblando cuando se salió de su estrecho y caliente culo—. ¿Puedes dejar de ser tan ruidoso? Creo que mis vecinos llevan registro de cuándo es que lo hacemos.
Perezosamente, Seokjin sonrió. Envidiaría a los vecinos en cuestión si no tuviera un asiento de primera para presenciar el espectáculo que era Jeon Jungkook en la pasión.
—¿Crees que nos den copia del registro? –un codazo asestó contra sus costillas—. ¡Ouch!
—Idiota –pero Jeon Jungkook volteó sobre la cama y se abrazó a él—. En serio, eres muy ruidoso.
—No me disculparé por pasármelo estupendo contigo, si es lo que pretendes.
Transcurrieron unos minutos hasta que se reajustaron en la cama ya para dormir. Jeon Jungkook, como había tomado por costumbre, se pegó a su costado, pasándole una pierna por encima y el brazo atenazado sobre su abdomen. Por su parte, Seokjin deslizó un brazo bajo Jungkook y posó el mentón sobre su cabeza. Las hebras despeinadas del cabello de Jeon bailotearon en su nariz cuando inspiró y le hicieron cosquillas.
¿De cuándo, a un tiempo hasta acá, abrazaba a alguien después del sexo?
—Gracias –susurró Jungkook, tan relajado que sus palabras se perdían en la penumbra del cuarto—, mmm… necesitaba esto. La semana ha sido un infierno.
O Min Yoongi lo ha sido, pensó, pero no lo dijo. El jefe de Inteligencia había hecho su misión molestar a Jeon Jungkook estas últimas semanas. Y no necesitaba ser un cerebrito para dar con el motivo de este; un par de mañanas atrás su propio colega se llegó hasta la oficina de antidisturbios preguntando si era verdad que salían. Seokjin le había dicho, en palabra menos amables, que no era asunto suyo. No obstante, no lo negó.
El último año y medio había sido una verdadera prueba para Jeon Jungkook y él, puesto que, en medio, su romance transitó un distanciamiento. Los celos que infantilmente motivaba Seokjin haciéndole creer a Jeon Jungkook que estuvo más de una vez con Min Yoongi, más la inoportuna aparición de Kim Taehyung, ex de Jeon, trajo consigo y se sumó a los malestares de la inusual relación que mantenían.
La necesidad de alejarse y chequear sus sentimientos e intereses fue apremiante. Tuvieron que plantearse verdaderamente si los dos podían sostener una relación sin querer matarse uno al otro o donde la confianza fuera suficiente para no herirse mutuamente. Si valía la pena intentar algo estable dado el historial de peleas que mantenían al ser elementalmente opuestos.
Eventualmente, algo caló hondo en los dos que les dio el sí sobre ser pareja; y aunque no lo anunciaron y tampoco lo ocultaron, lo cierto es que no querían esconderse. Y así se percibió en el centro SIN cuando llegaban y se iban juntos; cuando los almuerzos dejaban pistas más que obvias sobre la intimidad compartida.
La confrontación de su colega, además, concedió a Seokjin una jornada de larga reflexión al respecto. Y llegó a la conclusión de que prefería las cosas tal y como estaban sucediendo; incluso si su pareja debía enfrentar a su jefe o si él mismo estaba siendo puesto en jaque en su puesto laboral. ¿Cómo de distinto sería el presente si él no se hubiera marchado con Jungkook aquella vez que lo pilló con Yoongi?
Fue un momento clave, si lo piensa. Esclarecedor, sin lugar a dudas. A escondidas, hubiera sido cualquier lío amoroso de Min Yoongi y Kim Seokjin, pero a plena vista ocurría el romance con Jeon Jungkook y Kim Seokjin lo elegía siempre y por encima de cualquier cosa.
Se había enamorado, por amor de Dios, ¿cómo se arruinó de esta manera? Y qué hermosa manera de volverse un desastre, de poner su vida patas arriba, ¿eh? La revelación, no espontánea, sino que llevaba tiempo pensando, es que estaba listo para decirle a Jeon Jungkook que lo amaba. ¡Menudo cursi! Abrió la boca, pese a que ya el sueño lo arrastraba, y soltó:
—Jeon –escuchó que el otro gruñía para que hable—. No babees sobre mí, ¿mmm?
—Te detesto.
La sonrisa de Jeon Jungkook quemó sobre su piel y aunque no le contestó algo dulce, sonrió. Kim Seokjin apuesta, con todas las de ganar, que Jeon Jungkook también lo amaba.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro