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La sala de juntas se volvió de pronto sofocante.

Le ardían las mejillas por la vergüenza, pero Jungkook no tuvo intención alguna de abandonar la reunión. No sería la primera vez que le ocurre, mas esto no hacía que fuese fácil aguantarlo. Cuando sintió en el hombro la mano de Kim Namjoon darle apoyo, asintió para tranquilizarlo aunque rechazó devolverle una sonrisa. Estaba furioso. Podía notar que se le apretaba la mandíbula, y no engañarían a nadie sus manos en los bolsillos que se cerraban en puños. Posiblemente la oscura mirada que le daba a Min Yoongi delatase parte de su molestia.

—No estamos manejando ideas extremistas como esas, Jeon –se quejaba el Jefe del Departamento de Inteligencia, Yoongi, mientras reajustaba las filminas de presentación hasta que estuvieran perfectamente alineadas—, estamos en Mokpo, no en estados mayores. Somos un mísero puerto pesquero dentro del esquema económico, no hay células ocultas esperando la guardia baja, ¿cómo…?

La regañina de Min Yoongi fue interrumpida por el ingreso abrupto de Kim Seokjin, Jefe de la Fuerza Antidisturbios, a la reunión interdepartamental. Si hasta entonces había hecho un buen trabajo disimulando su mal humor, bastó ver la sonrisa poco arrepentida de Kim Seokjin para echar al diablo sus intentos. Dejándose el saco en la primera silla que vio, Seokjin recorrió la sala dando con que todos lo observaban. Y cuando llegó a dirección de Jungkook, este prefirió juguetear con sus llaves, balanceándolas en su dedo y viendo el llavero de Mickey Mouse destapador de botella bailotear antes que notar la expresión petulante del otro.

—Lamento la tardanza, pero me tropecé con un par de protestas camino acá –explicó, arrojándose sin cuidado en la silla de su colega y peinándose con los dedos. Suspiró y dijo—: Continúa, Min.

El ambiente se cargó de tensión porque era bastante sabido que los dos jefes de departamento reñían cada que estaban cerca. No obstante, no podía negarse que juntos podían conducir el SIN –Servicio de Inteligencia Nacional— con maestría. Como elementos individuales no tenían fallos, mas en colaboración los resultados eran superiores. Por un lado, Min Yoongi era el cerebro, encargado de dirigir la división de investigación y recopilación de datos y fuentes para cerciorarse de la actuación racional; mientras que Kim Seokjin, la fuerza, ejecutaba la estratagema en cuanto se presentaban conflictos institucionales o, como había sugerido Jungkook antes de ser regañado, planes delictivos y de cierto matiz terrorista del sector trabajador que impedían adrede el proceder gubernamental y la seguridad civil.

—Ten la consideración para con tu equipo de división, como con el cuerpo de colegas, y llega a hora, Kim –ladró Yoongi, a quien sus manos le temblaban de rabia al ajustarse la corbata y señalarle a Seokjin que haga lo mismo. No lo hizo, y el nudo quedó chueco para inquietud de Yoongi—. Estaba desestimando una teoría conspirativa de alzamientos pesqueros…

—¿Por qué? ¿No es eso, justamente, lo que ocurre en la calle –Seokjin se miró la muñeca con exagerado ademán para ver la hora en un reloj inexistente— sí, justamente ahora, por lo que llegué tarde? Y estamos a dos semanas del lanzamiento de campaña de la preciosa candidata Ahn. El clima político se presta, ¿no crees?

Varias cabezas dieron su acuerdo, otras apenas se reservaron la opinión.  Jungkook se sintió conflictuado al respecto. Odiaba la actitud altanera de Seokjin desde que lo conoció y este le dijo que parecía un cervatillo ante las luces de un coche, pero el tipo estaba dándole la razón aun sin saberlo. Min Yoongi dejó lo que hacía y suspiró como perro viejo, llevándose las manos a la cara. El anillo de bodas brilló por la luz del proyector olvidado apenas encendieron las luces. Jungkook sintió lástima por el sujeto, una dosis reducida de empatía, por tener que tratar con Seokjin buena parte del día. Cuando  Min se despejó el rostro, su expresión anticipó otra contienda verbal, aunque esta vez con un contrincante que le respondería sin temor a ser despedido. 

—Escucha, Kim…

Fue el momento en que todos los presentes desconectaron su mente de la discusión. Después de todo, la presentación de Min Yoongi aseguraba que las cosas por SIN estarían en aburrida calma una vez que la reforma pesquera, que imponía un ajuste a la carga impositiva indirecta sobre los productos de exportación, fuera llevada al congreso para su aprobación. Jungkook, que se había quejado al respecto antes de la aparición teatral de Seokjin, no estaba tan seguro de ello, pero era el transferido y no podía empujar más el límite de paciencia de su actual jefe.

Había llegado desde Busan como un paquete de compra que se devuelve al remitente por inconformidad. No estaba contento en su puesto, transcribiendo como un borrego las discusiones sobre secesión de impuestos y reformas, pero su anterior jefe, Park Jimin, lo envió a Mokpo con la pura intención de deshacerse de él después del fiasco del año pasado. Si podía hacer un mea culpa, Jungkook admitía su pasión desmedida y su repugnante sentido moral. Pero no podía culparse por ser un tanto idealista. 

Y tal como mencionó Seokjin, con la posible asunción presidencial de Ahn Hyejin, candidata liberal, ciertamente el clima político no era para relajarse a esperar porque la resistencia conservadora no mantenía un diálogo cordial al respecto, sino que respondía combativa. Sin embargo, Jungkook estaba más allá de eso en este caso en concreto. Enfocado en que sabía que había vacíos legales en los que era evidente que muchos tomarían partido para su conveniencia y enriquecimiento. 

Otra vez la mano de Namjoon lo sacó de sus pensamientos. Le advirtió que estaban listos para marcharse. Observó al resto de los presentes que lucían igual que él, cansados y hambrientos. Algunos entretenidos en la discusión de los jefes, sobre puntualidad, que no se detuvo más que para despacharlos.

—¿Vamos por un trago? –propuso Namjoon, el único Kim que le agrada.

—No, paso –declinó Jungkook, estirándose mientras caminaban por el pasillo—. Pero puedo llevarte, traje el coche, ¿quieres?

—Oh, maravilloso. No quería tomar el bus si es que están copando las calles. Voy por mis cosas, ya vuelvo.

—Ve, estaré organizando mi escritorio.

Jungkook trotó hasta su cubículo y guardó los papeles que halló sobre el escritorio en el primer cajón, sin fijarse de qué era cada uno. Habiendo sido despachado con un no se procederá hasta, y si es que, sea ley, consideró que tendría mucho tiempo libre para ordenarlo y aburrirse como hongo. Apagó la computadora, juntó la silla y se puso el saco largo agradeciendo haberlo traído cuando vio que se avecinaba tormenta. Ya pasada la lluvia, la ventisca fresca lograría que moquee durante días.

Registró los cajones buscando su llave, cuando recordó que estaba jugueteando con ella en la reunión luego de ser regañado. Tal vez las dejó olvidadas. Fastidiado, volvió sus pasos a la sala de juntas. Vio en su recorrido cómo eran apagadas las luces por el sistema de ahorro y decidió que tendría que instalar uno propio en su hogar porque otra factura de luz como la del mes anterior y debería vivir iluminándose con velas.

Encontró que la puerta no estaba del todo cerrada y alguien había dejado una luz encendida. Le extrañó el olvido dado el puntillismo con que suele tratar todo Min Yoongi, mas no le preocupó. El tipo desquiciaba un poco, pero era eficiente como la mierda. Fue a empujar la puerta cuando lo alertó una sombra en el interior y supuso que todavía estaría allí. Cuando asomó apenas la cabeza para preguntar si estaban sus llaves, se congeló en su sitio.

Lo primero que distinguió fue la alianza de matrimonio de Min Yoongi. Lo segundo, el culo de Kim Seokjin. Las manos elegantes de su jefe de división sostenían ambas nalgas en lo que, suponía Jungkook, era un intento de dominar la situación. Min Yoongi le estaba dando una sesión oral, más entusiasta que lo que fue la anterior, a su supuesto némesis departamental. Y parecía complacido de su tarea porque sin que Jungkook se mueva de su sitio para verlo llegaban sonidos golosos de quien se está dando un buen atracón. 

Irrisoriamente, pensó que un atracón del pene de Kim Seokjin debía ser algo por amonestar, pero condenado sea si no se halló curioso al respecto. Sobre todo, porque la idea de Yoongi de rodillas el mismo día que anunció la fecha del parto programado del segundo hijo era completamente morbosa. ¡Era de risa! Y, ciertamente, de indignación. 

Quiso estar más molesto, subrayar la traición a la señora Min, pero estaba más allá de ello cuando, de pie como un jodido voyeur, vio el instante en que Seokjin abrió un poco las piernas para que ahora Yoongi le coma los huevos. Y escuchó la burla, además:

—Si te portas bien –decía Kim Seokjin, evidentemente complacido por las atenciones de Min infiel Yoongi—, te doblaré en esta mesa de juntas y te lo haré duro y fuerte, ¿mmm? 

Yoongi siguió emitiendo soniditos de chupeteo desde su esforzada garganta. Las manos deslizándose por los muslos, por las nalgas de Seokjin apretujándolas y abriéndolas para tantear en medio no parecían extranjeras en aquel terreno y Jungkook se preguntó cuánto hacía que estos dos se cogían. 

No había en este trato nada más que obsceno desdén, pero incluso de esta forma, el sexo, presentía Jungkook, debía ser excitante. Licencioso, sin lugar a dudas. El típico escenario del oficinista no se desgastaba ante el calentón, y él como el propio protagonista de una porno de bajo presupuesto, luciendo un rol de chico que descubre infraganti a los hombres, estuvo de acuerdo en que sí funcionaba el espacio. Sería cuestión de que salga de su escondite y sea bienvenido al juego, o sería cosa de desabrocharse los pantalones y tocarse hasta acabar viendo a esos dos. 

Optó por lo segundo.

Empujó un poco más la puerta, todavía sin dar aviso de su presencia, y notó la mano de Seokjin enterrada en los cabellos de Yoongi en lo que se suponía era guía. Lo motivaba a que siga devorándoselo, marcando el ritmo para su placer.  Pero enseguida lo detuvo y Jungkook, perdido en esa visión, aguardó conteniendo la respiración lo que sea que sucediera a continuación. Descartó bajarse los pantalones, pero sí que oprimió su miembro para controlar su excitación.

Gruñendo satisfecho, Kim Seokjin detuvo el vaivén de la cabeza de Yoongi y lo retuvo quieto con sus manos. Yoongi obedientemente se mantuvo en su lugar, sentado sobre los talones, con una evidente erección en su pantalón, su pecho subiendo y bajando agitado, y los ojos acuosos que le daban un aspecto libidinoso. Y entonces sonrió; el muy hijo de puta sonrió como un niño premiado cuando Seokjin empujó su labio inferior con el pulgar para que abra la boca.

—Te ves hermoso esperando a que te la dé –apreció Seokjin y en su tono siempre persistía esa provocación burlesca, como si fuese un favor permitir que se la chupen en la sala de juntas donde cualquiera podría verlos, como hace Jungkook mientras siente que está humedeciendo su ropa interior—. Abre más, colega.

Yoongi asintió, se relamió los labios y tragó saliva –Jungkook notó su propia boca llena de ella y lo imitó— antes de hacer lo que le pidieron. Seokjin le acarició la cara como se acaricia un cachorro y le tomó de las mejillas. 

Y le cogió la boca, por supuesto. 

No se detuvo ni cuando vio enrojecer alarmantemente las mejillas del Jefe del departamento de Inteligencia, ni cuando escuchó que este tenía arcadas o se ahogaba. Solo se movió rápido, duro, implacable. Pero a juzgar por el modo en que Yoongi comenzó a acariciarse por sobre el pantalón era algo de ellos; un trato aceptado que cumplía con los requisitos e intereses de ambas partes. 

Jungkook estaba, ahora sí, en problemas. Rumbo directo a correrse y ensuciar la ropa si continuaba tocándose también, pero ¿cómo detenerse? ¿cómo hacerlo, cuando la sala de juntas era una sinfónica de sonidos sucios, de agresivo, pero delicioso sexo del más impensado par de amantes del SIN? 

Y fue en picada cuando pudo percibir otros detalles desde su privilegiada posición en las sombras. Notó que ninguno de los hombres llevaba ni saco ni corbata. Tenían las mangas arremangadas y en el caso de Yoongi, que era a quien veía de frente y a quien jamás contempló tan desaliñado, algunos botones de la camisa abiertos. 

Por su parte, Seokjin tenía los pantalones bajos hasta las rodillas, y la camisa larga no impedía verle el culo solo porque Yoongi se lo repasaba con las manos y lo dejaba a la vista. También, notó Jungkook como un dato extra y sin importancia, cuán grande era la espalda de Seokjin y cuán pequeña su cintura. Cosa en la que no se fijó nunca porque ciertamente jamás se detuvo a verlo.

Y en este escrutinio bastante insistente en regresar al culo de Seokjin se perdió de que lo habían descubierto. Solo cuando pudo despegar los ojos del dedo que Yoongi había al fin colado dentro de su colega fue que alzó la vista y la conectó directamente con la mirada de Seokjin. 

Atrapado

Petrificado en su sitio, con la mente bullendo en qué decir o hacer, Jungkook se tropezó en excusas a la par que notaba que Seokjin perdía el ritmo de sus caderas empujando, y se agitaba. Estaba cerca, y Jungkook no encontró voluntad alguna de moverse de allí antes de ver por sí mismo cómo… y sucedió: Kim Seokjin, con el flequillo mojado de sudor y las mejillas coloradas, le guiñó un ojo mientras se vaciaba en la hambrienta lengua de Min Yoongi.

¡Jungkook! –gimió, y el sonido de su nombre siendo dicho en pleno orgasmo causó que Jungkook deba apretarse entre las piernas porque pulsó dolorosamente consciente de toda la ridícula y cachonda situación.

Un instante suspendido, apenas relleno por respiraciones agitadas y la clara degustación de Yoongi, que tragó y se alejó, mirando confundido y ceñudo a Seokjin desde el suelo. Limpiándose la barbilla con el dorso de la mano, Yoongi pareció ofendido.

—¿Qué has dicho? –demandó respuesta, pero Seokjin se estaba subiendo los pantalones mientras se reía entrecortadamente porque todavía no había recuperado el aliento.

—Nada, has sido un buen muchacho, pero creo que hay alguien afuera.

Jungkook vio eso como una oportunidad de moverse y no ser visto, antes de cerrar los ojos, respirar lento, y golpear la puerta. No haría más que pedir las llaves y correr lejos. Sí. Su erección debería aguantar hasta que llegara a su apartamento.

—¿Quién es?

La voz enronquecida de Yoongi hizo que Jungkook quiera maldecir porque era un recordatorio de lo que acaba de suceder. Respiró hondo una última vez, dejando escapar el aire entre los dientes y la mandíbula apretada. Podía hacer esto sin delatarse ni mostrarse perturbado. 

Abrió la puerta, evitando cuidadosamente ver a nadie.

—Lo siento, creo que dejé mis llaves aquí –se dirigió a Yoongi, su jefe, pero le respondió un sonriente Seokjin, mientras se acercaba a la puerta.

—¿Son estas? –agitó las llaves frente a la cara de Jungkook, que lo que menos hizo fue verlas, sino que observó cómo el sonrojado rostro de Seokjin lucía demasiado hermoso tras un clímax para tratarse de un imbécil—. Iba a llevártelas, pero… me entretuve con algo.

Detrás de Seokjin, Yoongi bufó.

—Gracias –Jungkook no quiso indagar en cómo es que Seokjin sabía que eran sus llaves, por lo que estiró la mano para tomarlas.

No obstante, Seokjin no se las entregó tan fácilmente, sino que le sujetó la mano por sobre ellas. Una mano caliente que pareció transmitir ese calor por el brazo de Jungkook hasta estallar en su rostro y afiebrarlo. Sin poder romper contacto visual, Jungkook tiró de su brazo. 

—No es nada, en realidad, quisiera un aventón, ¿te importaría?

Iba a negarse, por supuesto. No sería para nada buena idea tras lo ocurrido. Sin embargo, algo enturbió su buen juicio; quizá la caricia sutil del pulgar de Seokjin sobre su mano. El mismo pulgar que abrió la boca de su jefe para que encajara su pene allí… y no. Jungkook solo estaba atrapado en bucle en esa escena reciente.

—¿Jungkook? –Lo salvó de sus pensamientos, por tercera vez, Namjoon—. Ya estoy listo, ¿vamos?

Nuevamente, Seokjin se adelantó a responder.

—Por supuesto –sin soltar a Jungkook, y por fortuna Yoongi estaba dándoles la espalda, se estiró para tomar el saco que estaba en una silla cercana—. Quiero llegar rápido a casa. Adiós, Min, salúdame a tu familia.

—Muérete –dijo Yoongi.

Y sacándolo de allí, Seokjin llevó a un mudo y algo renqueante Jungkook hasta el estacionamiento. Por fortuna, pensó Jungkook todavía callado, el viaje hasta la casa de Namjoon no requería que se involucrara en la plática y pudo conducir sin accidentes. Seokjin, sentado en el asiento detrás del coche de conductor rellenaba los silencios por él. Pero no fue sino hasta que se bajó que hizo otra jugada para molestar a Jungkook. 










Nota:

Es un 1/? porque no sé cuántas partes serán en total. Mañana, seguramente, vendrá la segunda parte.

Disculpas por la narrativa política, estoy inventando sobre lo poco que entiendo, you know?

No es SIN el servicio de inteligencia coreana, es NIS, pero, che, quedaba justo.

Canción del multimedia toda sexy, porque sí.

Un amén por mis datos de internet.

:)

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