7.
7.
—¡Tenemos mucho trabajo que hacer!
Taehyung suspiró, apoyando la barbilla en el dorso de su mano. El profesor Donnelley golpeaba la pizarra con los nudillos esperando que la clase le prestara atención y se calmara de una vez, pero, bueno. Era difícil.
—Tenemos mucho trabajo por delante —repitió—. Ya habían pasado los exámenes, pero debido a la tormenta de nieve nos hemos retrasado una unidad entera, y es absolutamente necesario que terminen noveno grado con todos los contenidos aprendidos. La profesora Sheridan no les tendrá tanta paciencia como yo.
Taehyung reprimió un escalofrío. Había oído historias horribles sobre la señora Sheridan, la mayoría de ellas terminando en un abominable "saqué una B en el examen". Taehyung necesitaba puras A's o ya podría despedirse de la universidad de sus sueños con un beso en la mejilla.
Golpeteó la punta de su lápiz en una nueva página de su cuaderno, dispuesto a aprender. Las temidas integrales habían quedado atrás por ahora; él y Jeongguk habían sido la única pareja capaz de resolver todos y cada uno de los ejercicios. Bueno, todos menos el último.
Taehyung calculó que había perdido más de cincuenta horas sólo la semana pasada intentando resolverlo. Incluso había seguido a Jeongguk para preguntarle si él había tenido suerte con el endemoniado ejercicio, pero para su sorpresa, hasta él tenía problemas para encontrar el resultado.
Así que acabaron por entregar el proyecto con esa última actividad sin resolver, tremendamente decepcionado consigo mismo por no haber sido capaz. Claro que después el profesor Donnelly había anunciado a la clase que era un ejercicio imposible de resolver, pero igual.
Taehyung no sabía cómo sentirse al respecto.
Pero entonces llegaron las vacaciones de invierno y se olvidó completamente del suceso, demasiado ocupado con las fiestas de fin de año, y su cumpleaños, y los preparativos para comenzar por fin con los exámenes de admisión a la universidad.
Y, por encima de todo, Spider-Man le había visitado otra vez.
Se había estado pasando por su habitación por las noches casi una vez por semana, de hecho, e incluso había ayudado a Taehyung a estudiar para sus exámenes mientras estaba de paso. Al parecer, Spider-Man tenía un don oculto para las matemáticas de noveno grado (aunque tampoco había podido resolver el problema irresoluble).
Cuando él estaba de visita, sin importar que fuera por media hora como mucho, Taehyung seguía sintiendo esa misma emoción vertiginosa en la boca de su estómago que sintió durante la primera vez. Spider-Man era un adolescene normal como cualquier niño de su clase, pero también era un superhéroe. Uno guapo, y talentoso, e increíble, y graciosísimo, y, y, y...
Taehyung no se había quedado sin preguntas acerca de sus poderes, ni mucho menos, pero afortunadamente, Spider-Man tampoco se había quedado sin respuestas para él.
Aunque también solían hablar sobre Taehyung. Sobre su vida, el cómo quería ser un cirujano de alto nivel y ayudar a cualquiera que lo necesitara, cuán fascinado estaba por el Club Forense y cómo le divertían los debates que tenía con su padre acerca de la última polémica de Spider-Man en la primera plana del periódico.
Le preocupaba un poquitín estar aburriendo a Spidey con sus cosas que no estaban ni cerca de ser tan interesantes como lo que debía de ser el día a día de un superhéroe en Nueva York, y se lo había confesado en la cuarta o quinta visita, en un susurro, escondiéndose bajo las sábanas. Pero Spider-Man se había limitado a sonreír al oír la preocupación en su voz.
Taehyung estaba seguro de que estaba enamorado de esa sonrisa.
—Es agradable —Spider-Man le había dicho—. No tengo muchos amigos ni familia, así que me gusta oír hablar de ti y los tuyos.
La mente de Taehyung había ido a parar en Jeongguk entonces, por alguna extraña razón. El muchacho había cortado todos los lazos con él en ese punto, sólo comunicándose por mensajes acerca del proyecto, y sólo si era estrictamente necesario—pero Taehyung ni siquiera podía enojarse por eso. No podía dejar de pensar en los moretones esparcidos en su rostro, violáceos y crueles, y sabía que lo último que Jeongguk necesitaba en su vida era otra persona enfadada con él.
Taehyung Kim, al despacho del director, por favor. Taehyung Kim a la oficina del director.
Taehyung despertó de un sobresalto de entre sus recuerdos al oír el anuncio resonando en el salón de clases por el altavoz.
—Uuuuuuh —sus compañeros abuchearon al unísono.
El profesor Donnelly miró con cierta confusión a Taehyung, quien se encogió de hombros al tampoco saber la razón del llamado.
—Probablemente quieran darle otro premio —murmuró alguien al fondo del salón, en un tono más bien cruel. Todos rieron.
Taehyung ignoró el comentario, ya acostumbrado a ese tipo de burlas, y se levantó de su asiento, inseguro de si coger sus cosas o no. Suponía que era verdad que podrían darle un premio; después de todo, ya había recibido varios tan sólo ese mismo año, pero nunca había tenido que ir a la oficina del director para recogerlo. Normalmente lo mencionaban durante el canal de noticias del comité estudiantil durante el almuerzo, y luego recibía un certificado por correo.
Sentía un miedo culposo acumulándose en su pecho mientras caminaba por el desértico pasillo, devanándose los sesos intentando pensar qué podría haber hecho para meterse en problemas, pero no podía encontrar nada lo suficientemente bueno. Era verdad que se había saltado un par de almuerzos por quedarse escribiendo borradores de su carta de presentación para la universidad, pero tampoco era tan malo, ¿o sí?
Tal vez era algo sobre los exámenes de medio semestre. Aún no les habían dado las calificaciones, y quizá pensaban que hizo trampa en alguno de ellos.
Taehyung se quedó helado de tan sólo pensarlo.
—El director Capanna está esperando —le dijo la secretaria al verle llegar, y le dedicó lo que él esperaba que fuera una sonrisa tranquilizadora—. Entra.
Taehyung se limpió las manos en los pantalones, ordenándole a su corazón que dejara de latir con tanta fuerza. ¡Ni siquiera sabía si era algo malo!
Pero entonces abrió la puerta y vio que, sin duda, así lo era.
El señor Capanna estaba sentado detrás de su gran e intimidante escritorio, con las manos entrelazadas en su regazo y una mirada cortante que comprobaba que nada bueno podía estar pasando dentro de las cuatro paredes de aquel despacho. Jeongguk estaba sentado en una de las dos sillas enfrente, y llevaba puesta otra vez esa misma sudadera con capucha gris, la de Forest Hills Electrical.
Taehyung casi no le había visto desde el receso de invierno, puesto a que se saltaba la mayoría de las clases que compartían juntos, pero al menos recordaba haberle visto en todas las mesas de exámenes.
Jeongguk sostenía un pañuelo contra su nariz, salpicada en un fuerte color rojo que no podía ser otra cosa que sangre. Tenía un nuevo moretón oscureciéndose hasta casi llegar al azul en su mejilla, mientras que su barbilla estaba pintada de sangre seca. Los nudillos de su mano derecha estaban destrozados, también. Estaba claro que se había metido en una fea pelea.
—Taehyung —el director le saludó—. Gracias por venir. Toma asiento.
Él se hundió en la silla junto a Jeongguk, casi de forma robótica, demasiado nervioso como para hacer otra cosa que guardar silencio y obedecer.
—Taehyung, ¿qué clase tienes normalmente antes de esta?
—¿A-antes de cálculo? —dudó, y Capanna asintió—. Eh, nada. Tengo un período libre.
Era su único período libre a la semana, en la que ahora se pasaba la mayor parte del tiempo estudiando esa unidad de la que el señor Donnelly les había hablado esa misma mañana. Quería estar bien preparado para la profesora Sheridan en caso de que tuvieran que saltearla este año.
—¿Y dónde estabas?
—¿En la biblioteca? —No estaba prohibido estar en la biblioteca, ¿verdad?
—Puedes calmarte, Taehyung —Capanna dijo, amablemente—. No estás en problemas.
—¿No?
—En absoluto. Sólo necesitaba hacerte unas cuantas preguntas.
—Um, okay.
—Entonces, ¿en qué parte de la biblioteca estabas en este período libre?
Taehyung frunció el ceño—. En... eh, en uno de los salones de estudio.
Le gustaba trabajar allí. Se trataba de pequeños habitáculos privados, equipados con grandes mesas y pizarras blancas a lo largo de las paredes que podías llenar de anotaciones. Él siempre había trabajado mejor cuando podía ver todos sus pensamientos desordenados escritos delante de él. Tenía muchas ideas, así que necesitaba mucho espacio. Las bibliotecarias le adoraban, por no alardear. Siempre limpiaba lo que ensuciaba y solía ser más tranquilo que el resto de estudiantes en ese tipo de lugares.
Una de ellas incluso había empezado a llamar al salón de estudio que él prefería utilizar, el más alejado, en la esquina del fondo de la biblioteca, 'El Estudio de Kim', y en su honor, Taehyung había estado internado allí durante toda su hora libre.
Dudaba que alguien le hubiera visto ahí dentro, y a juzgar por la estructura del estudio, ni siquiera sabía si alguna de las bibliotecarias le había visto entrar desde la recepción.
—¿Estaba Jeongguk contigo?
—¿Eh?
—¿Estaba Jeon contigo en la biblioteca? —repitió el director.
Taehyung miró a Jeongguk. Jeongguk estaba demasiado ocupado estudiando el suelo.
—¿...sí? —respondió, más bajito de lo que pretendía, y el señor Capanna enarcó una ceja—. Sí. Sí, él... —se aclaró la garganta—. Jeongguk y yo estábamos repasando la unidad que perdimos de cálculo. Ya sabe, por la tormenta de nieve y, eh, todo eso.
—¿Ah, sí?
Taehyung tragó saliva con dificultad, esperando que ese hubiera sido el movimiento correcto. Jeongguk debía de estar usándolo como coartada, ¿no? No estaba seguro de por qué, pero tampoco quería ser un soplón, ni siquiera por accidente.
—Mhmm —asintió—. ¿Verdad, Gguk?
—Sí, es lo que dije.
Taehyung se sobresaltó un poco por el sonido de la voz ronca de Jeongguk. No le había oído hablar desde antes de Acción de Gracias, más o menos.
El director Capanna seguía mirando a Taehyung. Bah, qué diablos. Parecía estar queriendo leerle los pensamientos por telekinesis o algo peor. Taehyung escondió las manos debajo de los muslos para no inquietarse y delatarse por culpa de su nerviosismo.
—Eh, los dos queremos ser los mejores de la clase —añadió, sin pensar—. Estamos compitiendo por el primer lugar en los mejores promedios de calificaciones.
—Las mejores promedios —repitió el mayor—. Es verdad.
—Sip. Así es. —Taehyung se mordió el labio inferior, rezando por sonar creíble. El siguiente minuto que pasaron los tres en silencio duró más que una eternidad, si no más, y ya estaba seguro de que se desintegraría de la impaciencia si alguien no decía nada más.
—Bueno —suspiró el señor Capanna, más abatido que otra cosa—. Gracias, Taehyung, por tu sinceridad.
Taehyung bajó la mirada.
—Jeongguk, le escribiré una nota al señor Donnelly por tu retraso. Ambos pueden volver a clase ahora.
—¡Gracias! —Taehyung se levantó de su silla de un salto, listo para desaparecer de allí.
—Gracias —Jeongguk repitió, con menos entusiasmo y más flojera, y recogió su mochila, que estaba tirada en el suelo. Taehyung se alegró al ver que parecía estar más llena que la primera vez que volvió a la escuela. Ahora llevaba sus libros, por lo menos.
Jeongguk no dijo nada mientras caminaban por el pasillo de vuelta al salón de clases, y Taehyung tampoco sabía qué decir. Lo único que se le ocurrió hacer es tocar ligeramente el brazo del contrario antes de llegar a la puerta, como si esa fuera su última oportunidad.
—Tu pañuelo —señaló, en voz baja. Jeongguk parpadeó, como si acabara de darse cuenta de que aún lo tenía en la mano—. Todavía tienes algunos... Uh, ya sabes...
Todavía tenía restos de sangre esparcidos por aquí y por allá, pero sus intentos de limpiarla fueron en vano, puesto que ya estaba seca.
Taehyung se asomó por la ventana del salón, y al ver que Donnelly continuaba repasando el temario del segundo semestre en la pizarra, cogió a Jeongguk de la muñeca y se dispuso a marchar en dirección a los baños.
El muchacho no protestó, como creía que lo haría, y lo tomó como una señal para no detenerse ni siquiera cuando entraron al baño de varones, prácticamente arrastrándolo hacia la fila de lavabos frente a los espejos.
Taehyung tomó rápidamente varias toallas de papel y las humedeció bajo el grifo, sólo lo suficiente como para que no se deshicieran fácilmente cuando las acercó al rostro de Jeongguk y comenzó a limpiar con suaves movimientos.
Jeongguk gruñó e intentó apartarse, probablemente queriendo quitarle las toallas para hacerlo él mismo, pero Taehyung sacudió la cabeza en negativa y mantuvo al muchacho quieto en su lugar con una gentil mano en su hombro.
—Es buena práctica para mí —le dijo, con firmeza. Jeon parpadeó—. Quiero ser médico.
Otro parpadeo, pero esta vez con un pequeño destello de comprensión. O de interés. Taehyung volvió a acercar el papel a su mejilla, como tanteando las posibilidades de que Jeongguk volviera a intentar alejarlo, pero para su sorpresa, él se dejó estar, desviando la mirada hacia cualquier otro lugar.
Taehyung sonrió para sí mismo, guardándose el pequeño gesto como un logro, y limpió los restos de sangre de su blanca piel para dejarlo sólo con el moretón de su mejilla y un pequeño corte en su barbilla. Podía ser peor.
Entonces recordó la mano lastimada de Jeongguk, y la tomó con cuidado, levantándola para poder inspeccionarla de cerca. No había sangre en cantidades, sólo piel raspada, y no había mucho que pudiera hacer más que llenar sus nudillos de tiritas adhesivas. Pero de eso tendrían que encargarse en enfermería.
—¿Por qué mentiste por mí?
—¿Mmm? —Taehyung levantó la mirada para mirar a Jeongguk, quien ya tenía su vista fija en él.
—Antes, con el señor Capanna.
Taehyung se encogió de hombros—. ¿Por qué me usaste como coartada?
—Eras la primera persona que se me vino a la cabeza —Jeon murmuró—. Y sabía que estarías en la biblioteca.
—¿Cómo?
—Siempre estás en la biblioteca, ¿no?
Taehyung ladeó la cabeza, sin poder negarlo. Punto para Jeon.
—¿Con quién fue la pelea? —preguntó en su lugar, porque no recordaba haber oído ningún revuelo o rumor entre sus compañeros esa mañana.
—No importa —murmuró, apoyándose completamente sobre el lavabo hasta quedar casi sentado. Taehyung se acercó un poco más, de manera inconsciente, pero otra vez, Jeongguk no le apartó.
—Sí importa si fue con otro alumno de aquí. Se supone que tenemos una política de tolerancia cero con los que se creen matones de película.
—¿Y quién crees que sería el matón en este escenario, Taehyung?
Taehyung frunció el ceño, más dolido por el tono con el que escupió su nombre que por la insinuación, pero Jeongguk sólo se encogió de hombros, sin remordimientos.
—Deberíamos volver a clase —decidió finalmente, sin ánimos de seguir insistiendo. Había intentado acercarse a Jeongguk antes, muchas veces. Invitándole a hacer cosas con él y sus amigos, esperando por él para quizá almorzar juntos e incluso poniendo estúpidas excusas para verle con supuestas sesiones de estudio después de clases. Taehyung ya había sido rechazado demasiadas veces como para siquiera intentarlo de nuevo, así que sólo bajó la vista y salió del baño.
La parte de él que siempre quería ayudar no estaba satisfecha, obviamente, ni siquiera cuando sabía que había hecho lo mejor que pudo con él. Su mente perdida en ideas ya estaba lista para meterse en un tirabuzón sinfín de ideas cuando algo le devolvió los pies a la tierra.
Bueno, algo no. Alguien.
—¿Tienes planeado llevarme de la mano todo el camino? —Jeongguk soltó, a su lado, y Taehyung tropezó con su propio paso antes de detenerse en seco.
Miró hacia abajo, justo donde la unión de sus manos seguía intacta entre ambos, y se soltó rápidamente, casi como si quemara.
—Ay, perdón.
—No importa. Fue agradable —dijo él, y Taehyung sintió un calor vergonzoso encender sus mejillas. Jeongguk no pareció inmutarse al respecto, y en su lugar le rodeó para alcanzar la puerta del salón—. Bueno. Hora de aprender.
—Espera, Jeongguk.
El muchacho le miró por encima de su hombro, con las cejas levantadas, y Taehyung maldijo su bocaza, que tenía una mente para sí sola, porque no tenía absolutamente nada que decir.
Jeongguk se movió apenas para quitar su cabello negro fuera de sus ojos, y el movimiento hizo que el puño de su sudadera se deslizara por su brazo, donde varios moretones también estaban esparcidos a lo largo de su piel. Más antiguos, amarillentos y desteñidos, pero moretones al fin y al cabo.
Tenía que ser alguien de la escuela. A Taehyung se le ocurrió que podría intentar enviar una carta anónima a la administración para exigir que alguien vigile más de cerca a Jeongguk Jeon. Estaba claro que era el objetivo de algún matón, por alguna razón que no podía comprender en lo absoluto.
Recordó algo que le dijo su padre una vez, cuando él mismo tenía que enfrentarse a las crueldades de los niños de su clase al empezar la escuela secundaria. Sus compañeros se burlaban de él por ser un friki y un nerd, un perdedor porque le divertía resolver ejercicios de matemáticas y porque prefería ver documentales sobre naturaleza en lugar de las últimas series de Netflix.
Ser inteligente no era la peor de las burlas, es verdad, pero seguía siendo un asco. Un día de otoño, su padre le dijo que esos niños se burlaban de él porque estaban celosos. Querían lo que él tenía, querían ser tan listos como él. ¿Y no era bonito pensar que él tenía algo tan especial como para que los otros también lo quisieran? Era una lógica más bien errónea, claro, pero Taehyung entendía el sentimiento.
Y esperaba que Jeongguk también lo entendiera, en algún momento.
—Quienquiera que te esté haciendo daño —Taehyung murmuró, despacio, intentando encontrar las palabras adecuadas—, es porque ve algo en ti que vale la pena dañar.
Tan pronto como las palabras salieron de su boca se quiso echar a correr. Pensar cosas así le hacían bien; replantearse sus cosas buenas y sus cosas malas, encontrar soluciones a sus problemas y agradecer por sus dones. Eso estaba bien para él, pero no sabía si sería lo mismo con Jeongguk. Y lo poco que sabía de él era completamente diferente a su propia vida.
Mierda. ¿Por qué dije eso?
Estuvo a punto de disculparse, pero cuando se encontró con la mirada de Jeongguk, notó que, por segunda vez, le había hecho llorar.
—Lo siento —susurró, frenético. El corazón le dolía—. Jeongguk, perdón. Lo siento, lo siento tanto. Siempre digo cosas estúpidas, en serio. No me hagas caso, sólo fue una estupidez que no...
Jeongguk tomó su muñeca, de repente, y deslizó su agarre hasta encontrar su mano una vez más. Le dio un suave apretón como lo hizo la última vez, con tanta delicadeza, contraria a la ferocidad y brutalidad que le cubría de moretones por todas partes.
Y entonces, ahí estaba.
Esa pequeña sonrisa casi imperceptible en la comisura de sus labios, una que Taehyung no sabía qué hizo siquiera como para merecer, pero que estaba seguro de que quería ver otra vez.
Jeongguk soltó su mano y Taehyung se quedó solo en el medio del pasillo, sintiendo un hormigueo recorrer la piel que había tocado, como miles de descargas de energía.
Pero entonces el profesor Donnelly le vio a través de la ventana del salón, y Taehyung tuvo que obligarse a controlar los latidos de su corazón antes de seguir a Jeongguk dentro de la clase.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro