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6.

6.

La semana siguiente transcurrió sin incidentes, lo cual resultó ser algo molesto, en realidad.

Jeongguk sentía una impaciencia casi punzante, porque a) él ahora almorzaba junto a Taehyung; y b) ambos pasaban cada segundo trabajando el uno con el otro; pero c) ese era el problema en cuestión.

Todo lo que hacían era trabajar.

Y a ver, que a Jeongguk le encantaba el trabajo—aquello era lo más comprometido que había estado con algo desde que la ropa teñida accidentalmente de rojo y azul en el lavarropa formaba parte de su vida, pero quería acercarse a Taehyung, sin ensayos y ciencia de por medio.

Quería ser invitado a cenar otra vez. Quería invitar a Taehyung a cenar a casa, de hecho, pero no estaba seguro de que su orgullo fuera lo suficientemente fuerte como para hacerlo. Además, el ascensor estaba roto (otra vez) y no quería obligar a Taehyung a subir por seis tramos de escaleras hasta llegar a su apartamento, aunque estaba seguro de que el científico lo haría sin rechistar. Y era exactamente por eso que no podía invitarlo.

Pero aún quería tener algo más que un almuerzo compartido; algo más que esta amistad semi-formal semi-casual en la que se estaban moviendo. Las conversaciones profundas que se desviaban hacia un territorio más neutral cuando uno de ellos (Taehyung, normalmente) recordaba que no eran más que jefe-asistente al final del día.

Jeongguk no tenía idea de qué hacer, y mucho menos tenía a nadie con quien hablar al respecto.

Lo estaba volviendo loco, ciertamente. Tanto que un ladroncillo con el que había dado anoche incluso había conseguido asestarle un par de buenos puñetazos antes de lograr dejarlo colgando patas arriba frente a la comisaría de Nueva York.

—Ah, joder —gruñó la mañana siguiente, cuando la máscara de Spider-Man ya estaba escondida y Jeongguk era simplemente Jeongguk otra vez, al levantarse de la cama y sentir un punzante dolor en el puente de la nariz. Los párpados le pesaban y un interesante ardor en la comisura de su labio inferior tiraba al bostezar, pero eso no era lo peor.

Se había quedado dormido.

Salió corriendo de casa cinco minutos después, tras haber roto el Récord Guinness de la ducha más rápida, con la camisa blanca a medio abrochar y la corbata anudada a la muñeca para ocuparse de ella más tarde. Alcanzó las puertas de Ditko con más de media hora de retraso, el corazón en la garganta y sintiéndose pésimo por llegar tarde—lo cual era una primera vez para él. Cuando trabajaba para el Bugle no le importaba si llegaba a tiempo o no, ni mucho menos le interesaba a sus superiores, con tal de que ellos siguieran aceptando sus fotografías en algún momento del día y él siguiera cobrando su paga en algún momento del mes. Pero esto era diferente. No sólo porque era un trabajo real y serio esta vez (importante), sino por Taehyung.

Y Jeongguk odiaría que le regañara, pero odiaría aún más decepcionar a Taehyung.

—¡Más vale que te des prisa, Jeon! —la recepcionista del edificio canturreó desde su lugar, mientras él pasaba su tarjeta de identificación por el torniquete. Era agradable, mucho más simpática que la mujer que conoció durante su primer día, y aunque había varias personas que atendían el mostrador en diferentes turnos, ella era su favorita. Sobre todo porque siempre les llevaba a él y a Taehyung un delicioso y calentito americano de la cocina cada vez que pasaba por la oficina con algún mensaje o correo importante.

—¡Lo sé! —Jeongguk respondió con prisa mientras se escabullía hacia los ascensores con la cabeza gacha, metiéndose en el primero disponible con un grupo de técnicos de laboratorio que afortunadamente bajaban tres pisos por encima de él.

Jeon sabía que su aspecto era más que desastroso, así que hizo lo posible por peinar su cabello y acomodar su camisa dentro de su pantalón, con la corbata sin anudar colgando alrededor de su cuello sin mucho encanto. Se encontró con las confundidas expresiones de tres de los técnicos entre los pisos siete y ocho, pero ellos apartaron la mirada rápidamente para disimular que le habían estado observando todo ese rato.

—Eh, mañana agitada —él ofreció, con una sonrisa agradable, pero ninguno de ellos respondió.

Jeongguk enarcó una ceja, pero entonces el ascensor llegó a su planta y no perdió más tiempo para salir disparado hacia el pasillo.

—¡Ya estoy aquí! —exclamó al cruzar el umbral del despacho—. Perdóname, sé que es tarde, no sonó mi despertador, o no lo escuché. No sé, yo no... ¡Pero ya estoy aquí! Puedo quedarme hasta tarde esta noche si lo necesitas, o puedo...

Taehyung estaba sentado en su escritorio, con los ojos algo brillantes fijos en la pantalla de su ordenador. Ni siquiera reaccionó, al menos no hasta que Jeongguk dio tres golpecitos en el marco de la puerta para llamar su atención.

—¿Sí?

—Hola.

—Hola.

Jeongguk suspiró—. Siento llegar tarde.

—¿Es tarde? —Taehyung frunció el ceño, y su mirada se desplazó hacia la esquina inferior de su pantalla, comprobando la hora—. Oh, no me había dado cuenta. No te preocupes.

Jeon se preguntó si Taehyung siquiera habría notado su ausencia si hubiera llegado hasta el almuerzo, y concluyó que, probablemente, la respuesta era no. Dejó su bolso sobre el escritorio con un suspiro y encendió su propio ordenador—. ¿Tienes el registro? Voy a hacer las pruebas matutinas.

Cerró la sesión de Spotify que había quedado accidentalmente abierta en el último álbum de Miley Cyrus y abrió la página de Excel, esperando por la respuesta de Taehyung. No la obtuvo. Dudaba que Taehyung le hubiera oído. Siquiera pestañeaba, vaya. Pero tenía la carpeta de registros en el borde del escritorio, así que Jeon simplemente se acercó a recogerla y ojeó los últimos resultados de ayer.

Encontró una anotación en particular sobre la que tenía una duda, así que tocó ligeramente el hombro de Taehyung, intentando no asustarle.

—¿Mmm?

—Eh, ¿puedo preguntarte algo sobre las pruebas?

—Ah, sí, creo que si empezamos con las moléculas de... —Taehyung se detuvo de repente, y Jeongguk levantó la mirada del registro para ver si se había quedado absorto en su ordenador otra vez, pero la mirada del científico ya estaba clavada en la suya, llena de algo que Jeon podría jurar que era preocupación—. Jeongguk, ¿qué...? ¿Estás bien?

—¿Sí? Estoy bien. ¿Tú estás bien?

—Es que–; Jeongguk, tu cara... —La mano de Taehyung se dirigió hacia el rostro del contrario, pero se detuvo en su lugar antes de siquiera poder rozar su piel, dudando si acercarse más era el movimiento correcto.

—¿Mi cara? ¿Qué hay con mi cara?

—Está... uh, mira —Taehyung hace un par de clicks con el ratón para abrir la webcam de su ordenador, y Jeongguk se inclinó a su lado para entrar en el recuadro de la cámara. Entonces,

—Mierda —soltó.

Tenía dos enormes manchas violáceas justo por debajo de sus ojos; moretones de un profundo púrpura azulado que sólo resaltaba la hinchazón de su nariz y pómulos bajo la luz artificial de las oficinas. Su labio inferior estaba ligeramente hinchado y llevaba un corte cerca de la comisura, y de repente tenía sentido por qué los técnicos del ascensor lo miraban tan raro.

A Jeongguk no le llevaría más de dos días curarse por completo, con su ADN modificado y mucho más rápido que el de un ser humano que no fue picado por una araña radiactiva. Pero eso era en dos días. Ahora lucía fatal.

—No... no te preocupes —murmuró Taehyung, casi paralizado cuando volvió a mirar a Jeongguk—. Te conseguiré un poco de hielo.

—Ah, sí. Bajaré a buscar hielo a la cocina después de hacer las pruebas y...

—Olvídate de las pruebas, ¿quieres? —negó—. Déjame llamar a secretaría.

—No, no hace falta–

Pero Taehyung ya estaba levantando el teléfono con cable de su escritorio, el que sólo funcionaba para las llamadas dentro del establecimiento de Ditko. Era la primera vez que Jeongguk le veía utilizarlo por otra razón que no fuera el doctor Sims pidiéndole que baje a su despacho, sólo para que Taehyung tuviera que recorrer a pie dos plantas enteras y responder una pregunta que podría haberse resuelto fácilmente por teléfono.

Jeongguk se mordió la lengua con amargura al recordarlo.

—...a mi oficina, si no es mucha molestia —Taehyung le decía al teléfono, y el murmullo de una voz respondiendo hizo que negara con la cabeza, aunque su remitente no pudiera verle—. No, el hielo no es para mí, no te preocupes.

Llevaba la ya familiar arruga de preocupación en su entrecejo, la misma que contenía todas sus emociones negativas, sin importar el tamaño o alcance.

—Sí. Mhmm. Perfecto, gracias —colgó el teléfono, y se volvió hacia Jeongguk—. Lo traerán en un minuto.

—Gracias.

—¿Qué te pasó?

—Uh... —La mente de Jeongguk se quedó en blanco, tratando de pensar en una mentira lo suficientemente creíble. La última vez que pasó le había dicho a Jin que le habían golpeado en la cara con una pelota de voleibol durante la clase de gimnasia, pero ahora tenía la ligera sospecha de que esa excusa no funcionaría tan bien con Taehyung—. Es que...

—Lo siento —Taehyung interrumpió, salvándolo justo a tiempo—. No tienes que responder.

Jeongguk le dedicó una media sonrisa—. No pasa nada.

—...

—...

—Eh, tienes la corbata desatada —Taehyung comentó, más por romper el silencio que por otra cosa, y Jeon frunció la nariz.

—Mañana agitada.

La comisura de los labios de Taehyung se levantó apenas—. Se nota.

—¿Quieres atarla?

Jeongguk parpadeó una, dos veces, y el científico hizo lo mismo. Los dos se miraron con la misma expresión de pánico de un ciervo en el medio de la carretera observando las dos farolas de un coche acercándose en la distancia. ¿Quién había dicho eso?

—¿Quieres que... anude tu corbata? —Taehyung enarcó una ceja.

Mierda, lo dije yo. Jeongguk en serio necesitaba ese americano. Y rápido.

—Es que, eh, —tartamudeó, buscando otra excusa para su inmensa estupidez—. Sólo... pensé que... ya sabes, ¿quizá... podrías, uh, practicar? ¿Tu destreza con las manos? —y se mordió la lengua, porque eso había sonado absolutamente terrible, así que sólo se resignó a suspirar—. Es que también me atas las agujetas.

La expresión de Taehyung pasó de la confusión a algo ilegible.

Jeongguk deseó que la tierra lo tragara allí mismo y lo escupiera en, yo qué sé, cualquier lugar lejos de aquí.

Pero Taehyung exhaló una risita y asintió—. Claro, ven aquí.

Jeon aguantó la respiración y se agachó con las manos en las rodillas para quedar a una altura cómoda para el científico, quien rápidamente tomó ambos extremos de su corbata para ponerse manos a la obra. ¿Dónde se suponía que tenía que mirar? Jeongguk se debatió entre mirar las ágiles manos de Taehyung o su rostro relajado, ambos igual de bonitos e hipnotizantes, ajeno a la crisis mental de su asistente mientras cruzaba cada extremo sobre el otro, formando un nudo perfecto.

Al terminar, ajustó la pieza alrededor del cuello de Jeongguk, con el dorso de su mano rozando su manzana de adán.

—¿Está bien así? —preguntó suave, todavía concentrado.

—S-sí —Jeon intentó ocultar el quiebre de su voz con una tos, y forzó un tono más grave—. Sí. Así está perfecto, gracias.

—Gracias a ti por la práctica —rió él. Sus manos aún permanecían cerca de su garganta. Jeongguk no podía respirar—. ¿...Seguro que estás bien?

—¿Eh? —Podría desmayarse ahí mismo. Su mente maquinaba muchas cosas al mismo tiempo. Demasiadas. Lo primero y más importante era que quería besar a Taehyung hasta que se les acabara el oxígeno. Cosa que era científicamente imposible. Pero quería hacerlo de igual manera. Práctica. Lo segundo era que lo que estaba pensando acerca de su jefe era totalmente inapropiado.

La mano de Taehyung dejó su cuello y se acercó a su mejilla con delicadeza, apenas rozando con la yema de sus dedos el moretón bajo el ojo izquierdo de Jeongguk.

—Oh, sí. Sí —Jeon asintió—. Está bien. Apenas lo noto.

—Puedes tomarte el día si lo necesitas.

—No, en serio. No es tan malo. Preferiría quedarme aquí, de hecho.

Taehyung se mordió el labio inferior, claramente no convencido, pero Jeongguk le ofreció una pequeña sonrisa con la esperanza de que lo deje pasar. Y así lo hizo.

—Bien, si estás seguro —Apartó la mano—. ¿Cuáles eran esas preguntas que tenías para mí? ¿Sobre las pruebas?

—Sí, sólo... —El teléfono de cable interrumpió con su molesta melodía. Taehyung le miró apenado, pero Jeon negó—. No importa, puedo esperar.

—Gracias —suspiró, y cogió el aparatejo—. Doctor Kim. Ah, hola. Sí, justo ahora... Sí... ¿Has intentado–? Ah, bueno, tal vez... —Le echó un vistazo a Jeongguk, que seguía encorvado a su lado, y el asistente se enderezó otra vez, tratando de no sonrojarse violentamente—. Si me necesitas, sí. ¿Ahora? Claro. Sólo serán unos minutos que... Sí. Sí. Haré lo posible por no tardar tanto. Por supuesto. Sí, yo... Sí. Lo prometo. Gracias.

Taehyung colgó el teléfono. La arruga en su entrecejo había vuelto.

—Oh, no me digas —Jeongguk rodó los ojos.

—Tengo que bajar al piso trece.

—¿En serio?

Taehyung enarcó una ceja, y Jeon tuvo que morderse la lengua para cuidar su formalidad con, técnicamente, su superior. El doctor Sims.

—Es que vas a tener que correr hasta allá abajo, y él sólo va a hacerte alguna tonta pregunta que hasta yo podría saber la respuesta–

—Bueno, yo no diría exactamente correr.

Jeongguk parpadeó—. ¿Eh?

—Ya sabes, —se dió un golpecito en el muslo—, ¿por mi pierna?

Jeon abrió los ojos como platos y sacudió la cabeza, a punto de disculparse por haber sonado tan insensible cuando una sonrisa traicionera comenzó a apoderarse del rostro de Taehyung.

—Estaba bromeando.

—Ah, Jesús —suspiró Jeongguk, sonriendo él también—. De verdad tienes que dejar de hacer esos chistes malos.

—Y tú tienes que mejorar tu sentido del humor —Taehyung se encogió de hombros. Empujó la silla hacia atrás y se levantó con su habitual mueca de dolor, tomando su bastón como apoyo.

—¿Quieres que te acompañe?

El científico ladeó la cabeza, encontrándose con la mirada de Jeongguk—. ¿Para qué?

—Eh, sólo... ya sabes —Intentó pensar en alguna otra razón que no fuera querer servir de apoyo para Taehyung durante el largo camino—. ¿Apoyo moral?

—...

—...

—Okay.

—¿En serio?

—Sí, no estaría mal un poco de apoyo moral —Taehyung sonrió, concentrado en dónde pisaba mientras Jeongguk se apresuraba a seguirle el paso (e intentaba por todos los medios no caminar más rápido que él). Todavía necesitaba ese americano; tal vez podría pasarse por las máquinas expendedoras después de la visita a Sims.

—¡Doctor Kim! Por fin le encuentro, doctor Kim–; oh, Dios mío. ¡Asistente Jeon!

Ambos muchachos se dieron la vuelta al mismo tiempo, encontrándose con uno de los empleados de secretaría acercándose por el pasillo, agitando una bolsa de hielo.

Jeongguk se hizo el desentendido, tanteando su pómulo—. ¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?

—No le hagas caso —Taehyung rodó los ojos, cogiendo la bolsa de hielo con una agradecida reverencia para pasársela a su asistente—. Le he prohibido hacer bromas malas hoy, de hecho.

El empleado los miró a ambos como si hubieran enloquecido (aceptable), y se limitó a asentir antes de marcharse justo por donde vino. Taehyung le sonrió a Jeongguk.

—¿Necesitas ayuda con eso?

—Creo que me hago una idea de cómo hacerlo yo mismo —bromeó Jeon—. Ah, oops. No más bromas.

Taehyung bufó, continuando su camino hacia el ascensor—. Puedes hacer esas bromas raras conmigo. Pero no a otra gente. Al menos no mientras parezca que te han dado un porrazo con un palo de hockey.

Jeongguk resopló, y el científico se dio cuenta de su error.

—Oh–; Dios, lo siento. Eso fue grosero.

—¿Sólo una broma?

—Sólo una broma.

—Así que, ¿qué quiere Sims esta vez? —Jeongguk preguntó, cambiando de tema. Taehyung parecía extrañamente incómodo, como si no se hubiera dado cuenta de lo que había dicho, aunque Jeon no se había ofendido, ni mucho menos.

—Es algo sobre una anormalidad que vio en una de sus pruebas. Cree que podría significar un avance en la investigación.

—¿Y qué está investigando exactamente?

—Ya lo verás.

Jeongguk miró a Taehyung de soslayo, lejos de ser fanático de quedarse con la intriga, pero entonces llegaron al ascensor, y el científico pulsó el botón de la planta de abajo. Toda esta movida sería mucho más rápida si tan sólo pudieran usar las escaleras, que se encontraban justo a un lado de las oficinas, pero Kim + Escaleras parecía ser una receta para el desastre, así que esta era la única opción.

Otra razón por la que era tan exasperante tener que ir al despacho de Sims. El gilipollas podría fácilmente levantarse de su silla con rueditas de cuero, caminar cinco metros hasta las escaleras, y hacerle su estúpida pregunta a Taehyung en menos de dos minutos si así lo quisiera.

Pero no.

Jeongguk se preguntó si el doctor Sims tenía coche. Quizá podría dejar un par de telarañas en los neumáticos o entre los pistones del motor. Pero pronto desistió a la idea, por más buena que fuera, pues el Bugle probablemente tendría primeras planas para al menos una semana entera con aquello. ¿Te imaginas?

Spider-Man ataca un inocente doctor que investiga la cura para el cáncer y la hambruna y la pobreza y blablablá.

Bueno, Jeongguk no tenía mucha idea de qué es lo que hacía Sims exactamente, pero le vigilaría de cerca de igual manera. El par de veces que había visto a Audra, que eran muchas menos ahora que pasaba sus almuerzos con Taehyung, tampoco le había ofrecido mucha información.

El ascensor se abrió en el piso trece y empezaron el largo camino por el corredor hasta el despacho del doctor Sims. A diferencia de su propio piso, éste estaba lleno de gente que iba y venía entre los laboratorios a cada lado con montones de papeles y varios frascos de los que Jeongguk podía suponer que eran productos químicos peligrosos. Era una locura, y era el mismísimo Sims quien dirigía todo esto como una orquesta.

Taehyung comenzó a disminuir la velocidad a medida que se acercaban. Tenía que esquivar a los técnicos de laboratorio que avanzaban a toda velocidad por el pasillo y a los ayudantes con cajas apiladas en sus brazos tan altas que siquiera parecían poder ver por dónde iban. Cada obstáculo significaba un paso extra; energía extra que Taehyung tenía que gastar.

Y energía que no tenía, a juzgar por su respiración ya agitada al llegar justo al otro lado de la puerta.

Jeongguk se mordió el interior de la mejilla, y se aseguró de pisar justo en el extremo del cordón de su zapato antes de dar un paso adelante, fingiendo tropezar mientras deshacía accidentalmente el nudo en forma de orejas de conejo.

—Ay, qué torpe —espetó, y se giró para mirar a Taehyung, que se había quedado unos pasos más atrás—. ¿Me ayudas?

Taehyung le miró el zapato e intentó ocultar su sonrisa escéptica mordiéndose el labio inferior—. Parece que te estás desmoronando esta mañana.

—Le agradecería mucho si pudiera recomponerme, doc.

—Mmm —le siguió el juego—. Déjame ver qué puedo hacer.

Taehyung se apoyó contra la pared, y Jeongguk sostuvo su bastón sin que siquiera se lo pidiera antes de levantar su pie. Práctica, pensó mientras Taehyung se concentraba en su tarea y ajustaba su zapato con la misma facilidad y practicidad de siempre. Parecía estar bien, pero Jeongguk no podía evitar sentirse preocupado por él.

—Deberías dejarte ese hielo un poco más —murmuró el científico, haciendo un prolijo lazo con las agujetas—. No querrás que se hinche.

—Qué... Ah, cierto. —Jeongguk levantó la bolsa de hielo que había dejado olvidada en su mano y la presionó sobre el puente de su nariz. Sus agudos sentidos sufrieron inmediatamente el bajón de temperatura; su piel demasiado sensible ante cualquier cambio o estímulo, pero no se movió. Sabía que la sensación desaparecería en unos segundos.

Taehyung terminó y palmeó el pie de Jeon de la misma forma que lo hizo la última vez—. ¿Mejor así?

—Gracias —Jeongguk le miró por detrás de la bolsa de hielo. Parecía haber recuperado el aliento—. ¿Estás listo?

Le devolvió el bastón y Taehyung asintió, empujándose de la pared.

—¿Hiciste eso para...? —comenzó, pero se interrumpió a sí mismo sacudiendo la cabeza.

—¿Hice qué?

—Olvídalo.

Jeongguk sonrió, esperando que Taehyung no se hubiera dado cuenta de su estratagema totalmente obvia (pero, hey, funcionó). No era lástima, ¿vale? Simplemente se preocupaba por el bienestar de su jefe. Y, además, ya había tenido suficiente práctica con Jin en los últimos meses para saber la manera correcta de hacer este tipo de cosas.

—Hora de enfrentarse a los lobos —murmuró Taehyung en voz baja, y Jeon rió.

—¿Es por eso que estoy aquí? La unión hace la fuerza.

Taehyung bajó la mirada, ocultando una sonrisa—. Sin ofender, pero te traje con la esperanza de que Sims se distraiga con tu cara.

—Déjame ver qué puedo hacer —rió otra vez, y bajó el hielo una vez más para abrir la puerta de la oficina del doctor Sims y entrar a grandes zancadas para anunciar su llegada—. El doctor Kim está aquí, señor.

Había al menos veinte personas hacinadas en todo el habitáculo, todas luchando por mirar a uno de los monitores de un ordenador. Todas se giraron para mirar a la visita indeseada. Todas, las veinte, se quedaron boquiabiertas al verle.

Jeongguk, por su parte, se limitó a saludar con una sonrisa demasiado grande como para ser genuina antes de hacer un gesto con la mano hacia la puerta. Y pensar que antes era tímido. O sea, todavía lo era. Pero la solución para estas cosas era actuar como Spider-Man lo haría, sólo que sin máscara.

Taehyung entró un momento después, entre murmullos de quienes Jeongguk reconocía como empleados de Ditko por el logotipo bordado en sus batas blancas de laboratorio. Los que trabajaban para el gobierno debían de ser los tipos rígidos con traje y corbata, intercambiando miradas entre sí.

—¿Alguien ha visto al doctor Sims? —preguntó Jeon—. Nos ha pedido que vengamos.

—Salió a hacer una llamada —dijo uno de los técnicos—. Debería volver en...

A Jeongguk le recorrió un cosquilleo por la espalda. Su sentido arácnido.

—¿Ya ha llegado ese idiota sabelotodo? —retumbó de repente una voz en la oficina, haciendo que toda la sala se sobresalte—. ¿O todavía está...? ¡Ah, Taehyung!

Sims se detuvo bajo el umbral de la puerta e hizo lo que se suponía que era una sonrisa. Parecía más bien como si acabara de beber leche caducada.

—Creo que 'sabelotodo' es una exageración —dijo Taehyung. Su sonrisa, en cambio, lucía más genuina—. El jurado sigue deliberando la parte de 'idiota'.

El mayor soltó una carcajada incómoda, e inspeccionó la habitación de un lado a otro antes de adentrarse—. ¡Todo el mundo fuera! ¡Rápido, rápido! Ven, Taehyung. Creo que querrás ver esto.

Jeongguk tenía que admitir que casi se sintió impresionado por la forma en la que todos dejaron de pelearse por la pantalla del ordenador y, en su lugar, ahora luchaban por ser los primeros en escapar por la puerta. Estuvo tan ocupado viéndoles salir que no notó que Taehyung se deslizó a su lado hasta que sintió el brazo del científico enroscándose alrededor del suyo.

—Dije todos fuera, boxeador —Sims se cruzó de brazos.

—¿Quién? ¿Yo? —Jeongguk abrió los ojos en grande—. Ah, ¿esto? —señaló los moretones de su rostro con una sonrisa inocente—. Ya me gustaría ser boxeador. El otro tipo definitivamente lo era, por eso terminé así, pero bueno. No está mal soñar en grande, ¿eh?

El mayor puso los ojos en blanco. Fue un movimiento sutil; Jeongguk lo habría pasado por alto si no fuera por... bueno, porque era Spider-Man.

—Puedes esperar a Taehyung fuera, en el pasillo.

—De hecho —el científico interrumpió, y Jeongguk se tensó cuando le sintió dejar caer la mitad de su peso en el brazo donde se estaba sosteniendo—. Preferiría que se quede conmigo. Hoy no me siento muy bien, y el asistente Jeon está aquí para ayudarme.

El doctor Sims miró a Taehyung, luego a Jeongguk, y otra vez a Taehyung. Kim no se inmutó, y Jeon, por su parte, se tomó el incómodo silencio como un permiso para soltar su brazo del agarre de Taehyung y deslizarlo alrededor de su cintura. El mayor observó el movimiento levantando las cejas.

Jeongguk parpadeó inocentemente.

—Perfecto —murmuró Sims, sin molestarse en ocultar el fastidio en su voz. El tipo era realmente lo peor—. Ni una palabra de esto, entonces.

—Ni siquiera sé en qué está trabajando, señor.

Sims lo miró con dureza. Jeon se preguntó si no debería haber dicho eso.

—Entonces, ¿qué hay con las células? —Taehyung preguntó, cortando la tensión y haciendo que el mayor volviera a lo que al parecer era tan importante.

—Cierto. Ven, échale un vistazo a esto.

Taehyung continuó con su actuación, exagerando su cojera y apoyándose en Jeongguk mientras caminaban hacia el ordenador del mayor. En el instituto era igual, incluso antes del accidente de su pierna. Siempre con ese don oculto para la improvisación y lo dramático.

—Lo noté esta mañana —mencionó el doctor Sims, señalando la pantalla—. Al principio pensé que era una variante normal, pero...

—Wow —Taehyung murmuró. Se inclinó más cerca del ordenador, y Jeongguk tuvo que reajustar el agarre en su cintura para poder mantenerle cerca—. Es increíble.

Jeon tuvo que forzar la vista ante la diminuta mancha que ambos científicos estaban mirando. Era una imagen que parecía bastante normal, a decir verdad—no era muy diferente a otros cientos de manchas que había visto alguna vez. La imagen estaba demasiado pixelada para distinguir mucho, pero Jeongguk supuso que estaban viendo una vista microscópica de lo que sea en lo que estaba trabajando Sims.

—Células de piel —le dijo Taehyung, al ver su expresión confusa.

—Ah. —De repente las manchas tenían un poco más de sentido.

Sims volvió a poner los ojos en blanco. Jeongguk volvió a atraparlo haciéndolo—. ¿Te gustaría ver la muestra?

—Por supuesto. Esto es–; no puedo creerlo. ¿Todo esto por mi prueba? —Taehyung preguntó.

—¿Tu prueba? —se burló—. ¿Cómo es eso?

Taehyung vaciló, su mano apretando apenas el brazo de Jeongguk—. Uh, ¿usó las moléculas de aminoácidos peptídicos como yo le dije?

—Sí.

—Y... bueno, funcionó.

—Así es.

—Así que es mi prueb–

—Es mi prueba, Taehyung —cortó Sims, sonando ambos casi al unísono—. A menos que tú hayas irrumpido en mi laboratorio en algún momento y lo hayas realizado tú mismo, es mía. Dime, ¿hiciste eso?

Esta vez fue Jeongguk quien apretó su agarre, lo suficientemente fuerte como para que Taehyung se sobresaltara a su lado. Jeon dejó unas caricias en forma de círculos imaginarios en su costado en forma de disculpa silenciosa.

—No, no lo hice, pero...

—Suficiente —le mandó a callar—. Vamos a echarle un vistazo de cerca, ¿vale? Síganme el paso.

Sims salió del despacho sin decir nada más. Jeongguk miró a Taehyung, con las mejillas sonrojadas.

—¿Estás bien, doc?

—¿Tienes idea de lo que acabamos de ver? —susurró Taehyung, en un estado semi de shock.

—Eh... algunas células de piel. Y una que parecían diferentes a las demás.

—Sí. Jeongguk, necesito–; necesitamos conseguir una muestra de lo que sea que haya usado para esa prueba.

—Okay.

—Es... Te lo explicaré más tarde, pero–

—¡Tic-tac! ¡Estoy esperando, Taehyung! —Sims llamó desde el pasillo, como si fueran perros.

Taehyung exhaló una buena bocanada de aire y comenzó a caminar, y Jeongguk se apresuró a seguirle el paso, aún sosteniéndolo con firmeza.

—¿Recuerdas el catalizador que te mencioné? Ese algo que haría que el tejido cerebral se regenere por sí mismo —susurró el científico—. Es esto. Esto es lo que estábamos buscando.

A Jeongguk sólo le dio tiempo a asentir rápidamente con la cabeza antes de salir al pasillo, asimilando la información. No quería que Taehyung tuviera que continuar caminando para llegar al laboratorio, pero él lucía determinado. También lucía agotado—la forma en la que se apoyaba en Jeongguk parecía cada vez menos fabricada cuanto menos tiempo estaba de pie.

Sims despejó el laboratorio de la misma forma en que lo hizo con su oficina, así que cuando ambos muchachos llegaron se encontraron con otro enjambre de gente pasando de ellos a toda velocidad. Jeongguk los esquivó lo mejor que pudo, pero una persona golpeó el hombro de Taehyung y le hizo tambalear.

Jeon le ayudó a enderezarse rápidamente, sin ningún esfuerzo, pero Taehyung parecía avergonzado por ello.

—En la platina —Sims murmuró una vez dentro—. Véanlo ustedes mismos.

Taehyung y Jeongguk se acercaron a la mesa donde estaba el microscopio, y el científico se apoyó en el borde de la mesa para poder mirar a través del lente, soltando un pequeño jadeo de sorpresa al finalmente ver sin píxeles de por medio lo que había sobre la platina.

—Mira esto —susurró, asombrado—. Jeongguk, mira.

El asistente obedeció, tomando su lugar con cuidado. Del otro lado del ocular, lo recibió una imagen parecida a la que estaba en la pantalla del ordenador, sólo que menos granulada esta vez. Ahora que sabía que se trataba de células de piel, podía distinguir con claridad las diferencias entre ellas.

Como la mayoría estaban muertas, por ejemplo.

Y también, como la única que lucía diferente al resto no lo estaba.

Esto es lo que estábamos buscando.

De repente, la emoción de Taehyung cobró sentido.

Jeongguk se estremeció cuando una mano pesada se posó en su brazo. Apartó la vista del aparato y vio que se trataba de Sims, a su lado, quien le hizo un gesto casi asqueado para que se apartara. El menor hizo todo lo posible por mantener una expresión neutral y obedecer sin quejas a su demanda, pero mientras el científico se inclinaba sobre el microscopio para echarle un vistazo a la prueba él mismo, se preguntó si Taehyung le regañaría si le mostraba accidentalmente el dedo medio al mayor.

También se preguntó si algún día podría traer a Seokjin al trabajo. Él pondría a este hombre vanidoso en su lugar en cuestión de segundos.

No era mala idea. Además podría pasar más tiempo con Jin, y quería que su tío conociera a Taehyung. Tenía la sensación de que ambos se llevarían de perlas.

A su lado, Kim respiró hondo—. Doctor Sims, ¿podría llevarme una fracción de la pieza para estudiar–?

—Absolutamente no.

La mano de Taehyung se abrió y cerró a su lado, en un rápido gesto. Sims seguía mirando por el microscopio, demasiado ocupado para darse cuenta.

—Fui yo quien le dijo que...

—¿Quien me dijo? —repitió, riendo—. No me dijiste nada, Taehyung. Que cualquiera de tus sugerencias se incorpore a mi trabajo no quita que sea sólo eso. Mi trabajo. El del gobierno, también, y no voy a prestar mi terrible esfuerzo a alguien que es increíblemente inexperto en la materia, por no hablar de tu torpe ayudante...

—E-entiendo —intervino en voz baja—. No hay necesidad de meter a Jeongguk en esto.

—Sí, bueno. Uno se deja llevar a veces, ¿verdad? —Levantó la vista del aparato—. Esto es muy privado, Taehyung. Aunque quisiera, no podría dejarte utilizarlo para tus proyectos de instituto.

—Pero fue idea de Taehyung —Jeongguk se metió—. Del doctor Kim. Debería...

—Dime, asistente Jeon. ¿A quién se le atribuye el descubrimiento del ADN?

Jeongguk parpadeó—. ¿Qué?

—¿Quién descubrió el ADN? La estructura de doble hélice. ¿A quién se le atribuye el descubrimiento? Seguro que si estás tan calificado como Taehyung te hace parecer, al menos lo sabrías. ¿O te lo sacaron de la cabeza cuando te dejaron esa nariz rota, eh?

—Doctor Sims —espetó Taehyung. La primera vez que le oía hacer algo parecido a levantar la voz—. No siga.

Pero el mayor sólo volvió a esbozar una sonrisa cuajada, de forma altanera—. Es una simple pregunta, Taehyung. Para ilustrar mi punto.

—Watson y Crick —respondió Jeongguk, entonces. Escondió las manos en los bolsillos de la bata para que no se vieran los nudillos blancos en sus puños cerrados del fastidio—. Y Franklin.

Sims se le quedó mirando un momento, incrédulo en su mejor expresión, y luego echó la cabeza hacia atrás, riendo con una carcajada burlona escapando desde el fondo de su garganta—. Los jóvenes de hoy en día, ¿eh? ¡Ja! Estaba seguro de que dirías eso. Sí, como sea. Los famosos rayos X de Rosalind Franklin contribuyeron al descubrimiento. Pero la historia recuerda a Watson y Crick.

—Y la historia está equivocada —refutó Jeongguk.

—Pero sigue siendo historia. ¿Y qué prueba eso, asistente?

Jeon apretó la mandíbula.

—Que lo que importa —murmuró lentamente, mientras se quitaba los guantes de látex—, es el resultado final. La innovación de un hombre en un proceso de cuarenta pasos no significa que tenga derecho a ganarse un lugar en el resultado final. Sólo toma lo que contribuye, de lo contrario tendríamos miles de científicos diferentes reclamando la responsabilidad de cosas que ni siquiera sabían que se estaban descubriendo. Esto —le dió un toquecito al microscopio—, es mi responsabilidad. Mi proceso. A lo que Taehyung...

Jeongguk tuvo que contenerse de esconder a Taehyung detrás suyo cuando Sims le señaló a continuación.

—...ha contribuido casi nada. Así que no. No puedes estudiar esto. Quizá cuando termine, ¿va? Pero en lo que a mí respecta, esto es sólo el primer paso. Tengo mucho trabajo que hacer, y no quiero que nadie ni nada interfiera. Estoy seguro de que incluso ustedes pueden entender.

Jeongguk no quería entender. Había tantas hipocresías en ese pequeño discurso de mierda que hasta le dolía la cabeza, pero Taehyung se mantuvo callado, asintiendo por ambos.

—Ahora, si son tan amables de salir para que podamos continuar —Sims señaló la puerta; traducción: fuera de mi vista.

Jeongguk miró a Taehyung, quien mantenía un rostro cuidadosamente inexpresivo, pero que no llegaba a ocultar que en el fondo estaba decepcionado. Jeon también lo estaba, aunque se identificaba más con el término de furioso. Jesus, estos encuentros no eran buenos para su presión alta.

—¿Qué están esperando? —Sims gruñó, ahora unos pasos por delante de ellos—. No tengo todo el día. Vamos, vamos.

Jeongguk se movió para asegurar su brazo alrededor de Taehyung una vez más, pero el científico le apartó suavemente, dándole una punzada directamente en el corazón. Sabía que esta noche iba a soñar con la sensación de tenerlo entre brazos. ¿Era completamente patético? Sí. Y qué.

Entonces, su sentido arácnido le puso en alerta con un cosquilleo en el vello de su nuca.

Pero ya era tarde.

El bastón de Taehyung resbaló en el suelo y lo desequilibró peligrosamente, mandándolo a caer al suelo antes de que Jeongguk pudiera atraparle, teniendo que resistir su impulso de lanzar una telaraña que sin duda habría evitado el golpe. Taehyung gruñó al aterrizar sobre su cadera; su cabello tapándole los ojos por el repentino movimiento mientras intentaba incorporarse sobre sus codos.

—¿Qué pasó? —Sims preguntó, sonando un poco preocupado. Jeongguk se sorprendió al oírlo—. ¿Estás bien?

—Asistente Jeon —Taehyung suspiró—. Ya hemos hablado de esto una millonada de veces. Mantén tus agujetas atadas, por favor.

—¿Mis–qué? —Jeongguk miró hacia abajo, y sí, su zapato había vuelto a desatarse. No estaba seguro cómo; fue el mismo Taehyung quien lo había atado hace sólo unos minutos—. Pero yo...

—Espérame afuera —le dijo. Su voz se había vuelto extrañamente vacía, y cuando levantó la vista hacia Jeongguk, su semblante ya no era el mismo de siempre.

—Yo... Taehyung, lo siento. Yo no quise...

—Dios mío —exclamó Sims, con la paciencia agotada—. Haz lo que dice Taehyung, anda. Y tú llámalo doctor Kim, ¿quieres? Muestra un poco de respeto, hombre.

Jeongguk casi se arrancó la lengua de un mordisco al escuchar eso último, pero tenía otra prioridad ahora mismo. Le tendió la mano a Taehyung para ayudarlo a levantarse, pero él negó con la cabeza.

—No hace falta —murmuró.

—Asistente Jeon —el doctor Sims repitió—. Creo que te ha pedido que esperes afuera.

Pero Jeongguk no podía entender—. Taeh–; doctor Kim, de verdad que no quería hacerte caer. Lo siento, déjame ayudarte. Yo no...

—Jeon —cortó—. Por favor. Vete.

Jeongguk tragó saliva. Taehyung ni siquiera le miraba a los ojos ahora.

Sin saber qué más hacer, a Jeongguk no le quedó otra opción más que seguir al doctor Sims fuera del laboratorio, sin poder hacer nada al ver a Taehyung levantarse con dificultad, sosteniéndose del borde de la mesa mientras se erguía con la ayuda de su bastón.

Una oleada de culpa le invadió e inmediatamente se detuvo para agacharse y atarse las agujetas de sus zapatos. Podía sentir los ojos amargos de Sims clavados en su espalda, observando cada mísero movimiento.

—No tienes que vigilarme, ¿sabes? —murmuró.

—Ah, yo creo que sí —respondió él, condescendiente—. Seguro que te mueres por fisgonear entre estas oficinas.

—Ya te gustaría.

Taehyung salió del laboratorio en ese mismo momento, con la corbata torcida pero intacto en todo lo demás.

—Lo siento —le dijo al doctor Sims, pero el mayor sólo lo despidió bruscamente, sin mirar dos veces atrás antes de meterse a una oficina contigua sin mediar más palabra.

Jeongguk terminó de anudar cada zapato con tres nudos y una pequeña telaraña en cada agujeta y volvió a ponerse de pie. Estuvo a punto de disculparse una vez más, pero Taehyung ni siquiera le dirigió la mirada cuando se dispuso a caminar por el pasillo en dirección al ascensor.

No fue difícil alcanzarle, pero aún así mantuvo la distancia durante todo el camino, incluso cuando el científico comenzó a mostrar signos de fatiga a cada paso con su pierna mala. No volvió a ofrecer su ayuda otra vez, y cuando por fin estaban de vuelta en el despecho de Kim, él sólo se sentó en la silla frente a su escritorio, dejando que la culpa le revolviera el estómago.

Taehyung cerró la puerta tras de sí, y los agudos sentidos de Jeon notaron los engranajes de la cerradura moverse con el chasquido del seguro. Oyó el golpeteo del bastón en el suelo, acercándose, pero él dejó la vista fija en el teclado del ordenador.

—¿Te importa si tomo eso prestado?

Jeongguk levantó la mirada, con la confusión en su entrecejo hablando por él. Taehyung señaló con la barbilla su bolsillo, donde la bolsa de hielo se derretía lentamente y sin uso.

—Ah, sí. Sí, claro. Toma.

Taehyung se acercó hasta cogerla él mismo después de que Jeongguk se la tendiera, y se sentó en el borde del escritorio, dejando el bastón de lado para presionar ligeramente el hielo sobre su codo.

—Taehyung —soltó Jeongguk sin poder resistirse un segundo más—. Lo siento tanto, tantísimo. No quería hacerte caer, en serio, yo no sé cómo es que...

—Lo sé.

—Realmente pensé que mis agujetas estaban atadas, lo juro...

—Lo estaban.

—Y yo... Espera, ¿qué?

—Estaban atadas —Taehyung asintió—. Yo las desaté.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Tenía que caerme de alguna manera creíble.

—Taehyung, ¿de qué demonios estás hablando ahora?

—Necesitaba que el doctor Sims me dejara solo en su despacho. No sé si lo notaste, pero a él le incomoda terriblemente mi lesión.

—Yo... Sí, me di cuenta —Jeongguk dijo, lentamente—. Dios, no te estoy siguiendo el ritmo.

—Quería que me dejara solo dentro de su oficina —Taehyung explicó, metiendo una mano en su bolsillo—. Para poder coger esto.

Y Jeongguk, pobre Jeongguk, se quedó boquiabierto cuando el científico sacó la minúscula platina del microscopio y la sostuvo entre sus dedos, victorioso.

—No.

—Sip.

—Taehyung. Taehyung, eres un genio.

El científico rió, pintando sus mejillas de un rosa pálido—. Bueno, tampoco diría genio.

—No puedo creer que en serio lo robaste —murmuró Jeongguk, sacudiendo la cabeza—. El niño con las mejores calificaciones de todo Manhattan es un chico malo. Estoy sin palabras.

—No soy un chico malo —Taehyung frunció la nariz—. Y no lo robé. Sólo tomé prestado un poquito de lo que contribuí.

—Increíble —suspiró Jeongguk, impresionado, y definitivamente embobado por él—. Increíble.

—Siento haberte hecho creer que estaba enfadado contigo. No lo estoy.

—No te preocupes.

—Y en mi defensa, yo te dije que iba a usarte como distracción.

Jeongguk se encontró sonriendo junto al compás de la risa de Taehyung. Era contagiosa, aguda y ligera a diferencia de su tono usual de voz, así que no podía evitarlo. Sin embargo, su propia sonrisa se desvaneció al pensar en su siguiente pregunta.

—¿Por qué te enseñaría las muestras de las células si no tenía pensado compartirlas contigo? Obviamente sabe en qué estás trabajando.

Taehyung ladeó la cabeza, examinando la lámina del microscopio—. Poder. Le gusta hacer que la gente se sienta pequeña a su lado.

—Sabes que no lo eres, ¿verdad? —Jeongguk se encontró diciendo antes de siquiera pensarlo.

Taehyung le observó un segundo más del necesario, con una sonrisa amenazando con levantar la comisura de sus labios.

—Lo sé. Creo que destaco demasiado como para ser algo pequeño.

Jeongguk se mordió la lengua, sin saber muy bien si decir en voz alta o no el recuerdo que de pronto invadió su mente, pero decidió hablar igualmente.

—¿Te acuerdas cuando...? —empezó diciendo, ordenando sus palabras—. ¿Te acuerdas de aquella vez que te llamaron al despacho del director?

Taehyung, que había vuelto su mirada a la muestra, parpadeó—. ¿Me llamaron al despacho del director? ¿A mí?

—Más extraño que la ficción, lo sé —resopló, divertido—. Fue en noveno grado. Enero, justo después de los exámenes.

Taehyung se quedó pensando un momento, pero luego negó con la cabeza—. No, no me acuerdo. Pero hay muchas que no recuerdo, supongo.

Jeongguk desvió la mirada por una milésima de segundo a la cicatriz en su sien, y se le revolvió el estómago.

—Bueno, no preguntes por qué, pero yo también estaba en el despacho del director, y después de que nos mandaran a ambos de vuelta a clase, me detuviste y dijiste... —suspiró, sonriendo para sí mismo—. Me dijiste "quienquiera que te haga daño es porque ve algo en ti que vale la pena dañar".

—¿Yo dije eso? —Taehyung preguntó, riendo—. Eso suena terrible.

Jeongguk se encogió de hombros—. Es una perspectiva diferente. Una que realmente necesitaba en ese entonces. Y nunca pude darte las gracias por ello.

—¿Eso es lo que estás haciendo ahora? ¿Agradeciéndome?

—Supongo. Eso, y recordándote que, bueno, Sims es un gilipollas y todo eso. Pero eres tú quien tiene las ideas brillantes. Tú eres el que tiene algo que vale la pena lastimar, por más chicloso que eso suene.

El científico bajó la vista; sus mejillas rosas otra vez—. Supongo que sí.

—Además, ya tenemos lo que necesitábamos —animó—. Y ahora él va a estar demasiado ocupado haciendo su gran descubrimiento histórico como para molestarte con sus estupideces, así que no creo que te haga daño durante un largo tiempo.

Taehyung resopló de la risa al recordar ese horrible discurso que Sims les había dado en el piso trece, y levantó la mirada para encontrarse con la de Jeongguk. Ahí estaba: la misma calidez que hacía brillar sus ojos felinos y hacía que el corazón de su asistente revoloteara en su pecho como una mariposa enjaulada.

—Creo que aunque él lo intentara —dijo suavemente, no más fuerte que un susurro—, tú no se lo permitirías.

Jeongguk sonrió, porque tenía razón—. No dejaría que nadie te hiciera daño.

Mierda. ¿Lo había dicho en voz alta?

—Me he ganado la lotería contigo, Jeon Jeongguk —murmuró Taehyung, porque sí lo había dicho en voz alta, y ambos rompieron el contacto visual otra vez.

Jeongguk no sabía qué más decir, así que se quedó callado. Taehyung guardó silencio durante casi dos minutos enteros, y el contrario estuvo a punto de agitar una mano delante de su cara para confirmar que no se había quedado dormido con los ojos abiertos cuando, de repente, se puso de pie, bajándose del escritorio.

Jeon levantó una ceja, viéndole sonreír, y él se encogió de hombros.

—Tenemos mucho trabajo que hacer.

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