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3.

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—¡Jeongguk! ¡Hey! ¡Hey, Jeongguk! ¡Espera! —gritaba Taehyung mientras corría por el pasillo, con la mochila golpeando su espalda incómodamente a cada paso y las solapas de su chaqueta volando detrás de él.

Estaba llamando la atención de todos los tipos existentes en medio del pasillo, pero no es como si esto fuera lo más notable que hubiera hecho alguna vez. La gente de la escuela (alumnos, profesores, y el conserje de barba larga que a veces hablaba con él) ya estaban acostumbrados a su personalidad naturalmente excéntrica, de todos modos.

—¡Jeongguk! —llamó otra vez—. Te estoy viendo, hombre. ¡Deja de huir de mí!

Esto no era lo ideal.

Gritarle a Jeongguk y compartir toda la atención que había atraído él mismo no era la mejor opción; Taehyung lo sabía. También sabía que Jeongguk necesitaba un trato... especial de ahora en más, pues había perdido a su tío este verano (vio cómo asesinaban a su tío este verano), pero aún así, necesitaba que el niño dejara de evitarlo, y vaya que se la estaba poniendo difícil.

Que sí, dolor, trauma, duelo, y blablablá, pero a ver, no le vendría mal aprender algo de cortesía.

Cortesía y el proyecto de cálculo que tenían pendiente.

Taehyung estuvo a punto de gritarle una vez más cuando notó que Jeongguk se había detenido en la entrada de la escuela mientras otros estudiantes pasaban a su lado como si ni siquiera estuviera ahí, ansiosos por coger el autobús o el metro e irse a casa. Normalmente, Taehyung habría sido uno de ellos, pero Jeon no fue a la sesión de estudio que se suponía que tendrían ayer, y él tenía que saber por qué.

No iba a quedarse de brazos cruzados haciendo todo el trabajo él solito. Ni de broma.

Jeongguk esperó a que el castaño le alcanzara, con la cabeza gacha y la mirada fija en la punta de sus zapatos. Llevaba puesta esa sudadera con capucha que llevaba siempre, pero ahora que hacía un poco más de frío se había puesto encima una chaqueta roja abullonada que le quedaba demasiado corta en los brazos y tenía un parche en el codo. La mochila se le resbalaba del hombro por la tela, y se la acomodó al mismo tiempo que Taehyung llegó a su lado, recuperando el aliento.

—¿Qué te pasó ayer? —preguntó él, agitado—. Se suponía que vendrías a casa.

(También se suponía que tenía que estar como en tres clases que de las que compartía con Taehyung, pero hoy sólo se escabulló en cálculo cinco minutos antes de que sonara el timbre del receso.)

—Lo sé. Lo siento.

—Intenté llamarte, pero luego me di cuenta de que no me habías dado tu número.

—Lo siento.

Taehyung tomó una bocanada de aire. Jeon no parecía tener la intención de explayarse en lo más mínimo.

—Mira, sólo... no puedes dejarme plantado así como si nada. Yo realmente quiero hacer bien este proyecto, y en serio necesito que trabajemos juntos en esto. Si te surge algo, dímelo, ¿vale? Al menos entonces podemos reprogramar o algo. ¿Qué te parece juntarnos hoy?

Jeongguk negó con la cabeza.

—Eh, bueno, ¿quizás el viernes?

Otra sacudida de cabeza.

Taehyung se cruzó de brazos—. ¿Cuándo estás libre, entonces?

—No creo que podamos juntarnos otra vez —Jeongguk murmuró, sin levantar la vista del suelo ni un segundo.

—¿Qué? ¿Por qué no?

Pero Jeon no ofreció ningún tipo de respuesta.

—¿...Prefieres que nos veamos en tu casa?

Jeongguk negó con la cabeza.

Taehyung soltó un suspiro, más incrédulo que otra cosa. El niño había sido completamente amable la semana pasada, por más distante que se hubiera mostrado. Pero ahora estaba siendo todo un grosero.

—¿Qué tal la biblioteca? Sugerí que fuéramos a mi casa porque sé que vives cerca, pero si prefieres quedarte hasta tarde en la escuela y lidiar con todo el tráfico de la hora pico de la gente regresando a Queens entonces...

—No quiero que nos juntemos en la biblioteca.

Taehyung entrecerró los ojos y le observó de arriba abajo, teniendo la ligera sensación de que Jeongguk se había escondido aún más dentro de su sudadera... si es que eso era siquiera posible—. ¿Prefieres que no nos juntemos?

Jeon hizo una pausa, y entonces asintió.

—Vale, bueno, en realidad no podemos no juntarnos,  Jeongguk. Lo siento si hice algo que te ofendió o te hizo sentir incómodo, pero todavía tenemos que terminar con este proyecto.

—Lo sé.

—Así que a menos que tengas una idea mejor, tenemos que pasar tiempo juntos para trabajar en las actividades. Uh, lo que se suponía que íbamos a hacer a noche, ¿recuerdas? —bufó, siempre rencoroso, y Jeongguk asintió, cabizbajo. Joder. Sintió un pinchazo de culpa arderle en el pecho—. Mira, sólo veámonos en la biblioteca e intentemos adelantar todo el trabajo de esta semana que podamos, y ya buscaré la manera de que ni siquiera tengamos que estar entre las mismas cuatro paredes para la siguiente actividad.

Había sido una broma para alivianar un poquitín el ambiente, claramente, pero Jeon no sonrió, ni mucho menos hizo nada por negarse a la oferta, y vaya que dolió. Taehyung no entendía qué había salido mal; él no había hecho otra cosa más que ser amable con Jeongguk (bueno, aparte de este pequeño encontronazo, pero era diferente).

Taehyung se imaginó dos figuritas de sí mismo reposar sobre cada uno de sus hombros, uno vestido de angelito inocente, y el otro siendo un diablo con cuernitos y una cola acabada en púa. El mini-ángel-yo hacía las mismas caras de su madre y le decía que Jeongguk seguramente tenía muchas cosas en la cabeza ahora mismo, pobre niño. El mini-diablo-yo le clavó el tridente en el cachete y rodó los ojos, diciéndole que eso no justificaba que fuera todo un grosero con él.

Al final, Taehyung (el humano de carne y hueso) sacudió la cabeza y estiró la mano para agarrar el brazo de Jeon, pero el muchacho se apartó rápidamente antes de que pudiera tocarlo, viendo sus dedos cerrarse alrededor del aire.

—Jeongguk, en serio —suspiró él—. Yo sólo quiero hacer ese maldito proyect...

—Ya lo hice.

Taehyung parpadeó—. ¿Qué?

—Ya lo resolví. Puedes copiar mi trabajo si quieres.

—No me voy a copiar —replicó, sintiéndose resentido de la sola insinuación de cometer un crimen así.

—Es un proyecto en equipo —señaló Jeongguk, enderezando la espalda—. Y yo soy parte del equipo, ¿no?

—Sí, pero equipo significa nosotros dos. Nosotros dos juntos. No se supone que uno haga todo por su cuenta, y ya son dos los que has resuelto tú —y bajó la voz—... Yo no he conseguido resolver ninguno aún.

—Podemos turnarnos —Jeongguk murmuró, pateando el suelo en busca de una distracción Sus agujetas están desatadas otra vez—. Tú puedes resolver los dos siguientes ejercicios.

—¿De verdad quieres que hagamos esto así...? —Taehyung puso las manos en las caderas, y para su mala suerte, Jeon asintió sin pensarlo dos veces—. Bien. Sí, como sea. Si eso es lo que quieres.

Jeongguk bajó su mochila y la abrió para sacar el único cuaderno que llevaba dentro. Salteó un par de páginas de forma desordenada, sin importarle si estaba doblando hojas o no en el proceso, y se detuvo en una carilla repleta de cuentas y números desde el margen superior al inferior. Estuvo a punto de arrancarla cuando Taehyung le frenó.

—¿Esas son las respuestas?

—Sí.

—Envíame una foto de ellas —dictaminó, aclarándose la garganta—. Te di mi número por algo, ¿no?

Jeongguk se hundió aún más dentro de su abrigo, sin decir nada, y Taehyung suspiró.

—Te juro que no volveré a perseguirte por los pasillos si me escribes. Incluso te dejaré completamente solo, si quieres.

Esperó a que el muchacho asintiera o sacudiera la cabeza, una respuesta, un algo, pero él sólo se quedó callado, con la mirada perdida en alguna parte del suelo.

—Tus agujetas están desatadas otra vez.

—Lo sé.

—Puedo...

Pero Jeongguk se agachó antes de que siquiera pudiera terminar de hablar, y a Taehyung se le revolvió el estómago al ver que ya había perdido el privilegio de ayudarle con eso.

Al menos se había hecho un doble nudo esta vez.

Cuando volvió a ponerse de pie, la capucha de su sudadera se deslizó hacia atrás por el movimiento, y su rostro quedó expuesto a las duras luces fluorescentes del techo... y a Taehyung.

—Mierda, ¿qué...?

Jeongguk se apresuró a volver a colocarse la capucha, pero el contrario ya había visto lo que había debajo. Era inconfundible: un moretón amarillento debajo de su ojo izquierdo, y el corte cicatrizando a duras penas en su labio inferior.

—¿E-estás bien? —Taehyung preguntó, intentando hablar más alto que en un susurro—. ¿Quieres que te lleve a la enfermería?

—Ya he ido. Estoy bien.

—¿Estás...? Dios, Jeongguk. ¿Estás seguro? ¿Cómo es que...? ¿Hay alguien que...?

—Estoy bien.

—Tú no luces bien —replicó, más severo de lo que pretendía, y Jeongguk volvió a bajar la mirada a sus zapatos. El corazón de Taehyung se encogió en su pecho—. Mira, yo no... no sé qué es lo que hice para ofenderte, pero sólo quiero que sepas que si necesitas algo, lo que sea, estoy aquí para ti.

Él asintió—. Gracias.

—Tú... eh, tienes mi número, así que... en serio, cualquier cosa que necesites.

—Lo sé.

Entonces se hizo un largo silencio, incómodo y pesado, que tenía a Taehyung jugueteando con las correas de su mochila y utilizando toda su fuerza de voluntad para evitar mirar otra vez el desastre de moretones que pintaban en el rostro de Jeongguk.

—Uh, tengo que ir al Club de Ciencias Forenses —murmuró Kim, despacito—. Así que envíame lo de cálculo y lo revisaré esta noche, si te parece.

El niño respondió con su asentimiento por default; sólo una pequeña inclinación con la cabeza, casi imperceptible.

—Cuídate, Jeongguk.

Y ya había comenzado a marchar en la dirección contraria cuando Taehyung creyó escuchar a Jeongguk decir "tú también".


🕷️


El segundo día de Jeongguk en Ditko fue tranquilo, pero el tercero comenzó con una explosión.

Bueno, con algo quemándose, en realidad.

Lo notó en cuanto puso en pie dentro del laboratorio esa misma mañana, al mismo tiempo que descubrió el estilo de organización que llevaba Taehyung para realizar sus tareas día a día: la no-organización.

Él simplemente no era muy claro a la hora de dar instrucciones, bueno, aparte del "sólo ayúdame a hacer ciencia. Más y mejor ciencia" que parecía liderar el Top 5 prioridades de su oficina, seguido de la importancia de las pruebas matutinas, que consistían en comprobar lo que sea que hubieran dejado reposando durante la noche y luego hacer un leve registro de ello en un informe por la mañana.

Y era justo eso lo que Jeongguk planeaba hacer en cuanto se encontró con que Taehyung ya estaba dentro del laboratorio, jugueteando con un tubo de ensayo en una de las mesas en un rincón de la habitación.

Sólo tuvo que dar dos pasos en su dirección para que supiera que algo andaba mal.

—Buenos días —dijo Taehyung al notar su presencia—. Pensé que podría acompañarte al... ¿Jeongguk? ¿Estás bien?

Dejó de lado el tubo de ensayo y cogió su bastón, dirigiéndose hacia donde Jeon se mantenía inmóvil, con la manga de su chaqueta presionada contra su nariz para cubrirse del agrio olor a quemado que inundaba la habitación entera. Con sus sentidos agudizados por su condición arácnida, el olor era el doble de fuerte, y el doble de horrible.

—¿No hueles eso?

—¿No huelo qué?

—Creo... —Jeongguk tosió, dando un paso atrás—. Creo que algo se está quemando.

Los ojos de Taehyung se abrieron de par en par—. ¿Eh?

Jeon se acercó y miró por encima del hombro del científico para intentar encontrar al culpable. No parecía haber ningún tipo de llamaradas, lo cual era bueno, pero el aire seguía siendo denso por alguna razón.

—Es algo plástico. ¿En serio no lo hueles?

Taehyung se quedó callado por un momento antes de sacudir la cabeza, negando.

—Okay, uh, déjame comprobar los mecheros —Jeongguk frunció el ceño—. A lo mejor me estoy volviendo loco.

Pero no. El sonido repiqueteante de unos tacones comenzó a acercarse a través del pasillo al mismo tiempo que Jeon se movía para hacer de las suyas, y vio a la recepcionista que le había atendido en su primer día dirigiéndose hacia ellos con aparente apuro. En definitiva, no se estaba imaginando aquel olor, pues a medida que ella se acercaba, su nariz comenzaba a arrugarse en una expresión de asco que sólo comprobaba lo obvio para los dos hombres.

—Doctor Kim —llamó, recomponiéndose con su mejor cara de póker—. El doctor Sims ha pedido verle. Llamé a su despecho, pero no contestó nadie.

Eso último lo dijo mirando fijamente a Jeongguk, pero él se encogió de hombros, inafectado. Si Taehyung hubiera querido que se quedara sentado mirando el teléfono en lugar de ayudarlo con lo que realmente importa, se lo habría dicho.

O quizás no. No sé. De nuevo, eso de dar instrucciones no es su fuerte.

—Ahora bajo, gracias —contestó Taehyung, y la secretaria asintió antes de alejarse otra vez con sus ruidosos tacones, no sin antes enviarle otra mirada mordaz a Jeongguk para dejar en claro su descontento. Hostia—. Lo siento, tengo que ir a ver de qué va todo esto. Eh, ¿te parece bien hacer las pruebas tú solo o...?

—No, sí. Está bien. Te haré saber si me surge alguna duda.

—Perfecto. Y lo siento por lo del olor, no sabía que...

—No, no, debo ser yo el que está alucinando.

(Ahora era claro que no lo estaba, pero Taehyung todavía parecía algo perturbado, él realmente no quería continuar haciéndole sentir aún más fuera de sí en su propio laboratorio, así que le siguió el juego.)

Jeongguk tenía trabajo que hacer, y definitivamente no tenía tiempo que perder como para quedarse observando al científico caminar por el pasillo en dirección al ascensor, pero lo hizo de igual manera, sintiendo una impotencia terrible cada vez que Taehyung daba un paso con su pierna mala y recordaba que el doctor Sims, con sus dos piernas sanas, podría ahorrarle una cantidad inmensa de molestia si tan sólo bajara él en busca de Kim.

Los super-sentidos de Jeongguk hormiguearon entonces; un leve zumbido en la nuca que le llevó a volver a meterse en sus propios asuntos dentro del laboratorio a tiempo, justo antes de que Taehyung volteara a ver por encima de su hombro antes de subir al ascensor.

Solo por fin, ahora solamente tenía que averiguar qué era lo que se estaba quemando.

Y no fue tan difícil de descubrir, tampoco: sólo había dos mecheros Bunsen encendidos en la mesa en la que Taehyung estaba trabajando, y la llama de uno de ellos se alzaba sobre el tubo de ensayos suspendido por encima con mucho más escándalo que la otra. Al parecer, Taehyung había olvidado quitar el envoltorio plástico del tubo antes de comenzar con las pruebas, por lo que el calor del fuego había acabado por derretirlo y fusionarlo apestosamente con el cristal en burbujeantes manchas color café.

Jeongguk apagó el mechero sin darle más vueltas al asunto, y dejó que el plástico se enfriara mientras se disponía a realizar sus propias pruebas, intentando seguir las instrucciones de Taehyung lo más al pie de la letra posible.

(Se dejó una nota mental en una esquina de sus neuronas para llamar a los conserjes y pedirles un poco de spray aromatizador apenas pudiera hacerlo—el olor era tan pútrido que había tenido que taparse la nariz con el cuello de su jersey para poder continuar funcionando sin que le dieran arcadas de por medio.)

Para cuando hubo terminado, Taehyung ya estaba de vuelta en la oficina, luciendo despeinado, con el cabello revuelto como si hubiera estado pasándose las manos por él durante todo el tiempo que estuvo fuera, y Jeongguk se imaginó que su nuevo estado debía de estar relacionado con el doctor Sims.

A ver, que sólo había cruzado caminos con ese hombre unas dos veces como máximo (ayer le había acorralado durante la hora del almuerzo para preguntarle si Taehyung había hecho espacio en su agenda para encontrarse con él) (puto pesado), pero estaba claro que era un Capullo con C mayúscula. Y el mero hecho de que aparentemente se negara a llamar a Taehyung 'doctor Kim' era suficiente para saberlo de antemano.

Joder, que si Jeongguk tuviera un doctorado en neurociencia y un título enmarcado de forma bonita en su despecho para probarlo, haría que su propio tío le llamara doctor Jeon.

Pero Taehyung parecía soportarlo de la misma manera que lo hacía con cualquier otra piedra en el camino: rápido y en silencio.

De cualquier manera, Jeon hizo su mejor intento por subirle el ánimo, así que plantó una sonrisa en su rostro y se dedicó a escuchar atentamente los comentarios de Kim sobre su tarea, que al final no fueron más que amables correcciones y cumplidos donde cupieran y hubiera lugar.

Jeongguk volvió a hacer su trabajo con sus notas actualizadas, haciendo los cambios que Taehyung le pidió que hiciera de manera religiosa, ganándose una revisión casi que elogiosa. Se guardó para sí mismo el pequeño inconveniente con el plástico quemado, y aprovechó un pequeño descanso para tomar prestado un desodorante de ambiente cuando nadie estaba viendo, así que cuando el reloj anunció la hora del almuerzo, el laboratorio ya había vuelto a oler como siempre.

Bueno, mejor que normal. Como a Brisa Caribeña de Guayaba.

Jeongguk echó un rápido vistazo a su alrededor para asegurarse de que estaba completamente solo antes de echarse un poco del desodorante encima. Olía bien, ¿okay? Tú hubieras hecho lo mismo.

Además, necesitaba una dosis extra de coraje para animarse a hacer lo que tenía planeado hacer ayer, pero que al final no hizo. Durante su primer día en Ditko no estaba del todo seguro de cómo se suponía que funcionaba eso de la hora del almuerzo, y había acabado por pasar una hora solitaria en la cocina del personal antes de darse cuenta de que la mayoría de la gente salía del edificio para almorzar lo más lejos que pudieran de ahí.

Y por mucho que hubiera logrado salir de su caparazón, aún continuaba siendo un introvertido de corazón. Pero se había prometido a sí mismo que lo haría; nervios, viento y marea aparte. Jeongguk tragó fuerte al volver a la oficina, y sus manos se volvieron puños a cada lado suyo mientras juntaba valor.

Vamos. Sólo pregunta, Jeon.

Oh, Dios mío.

—¿Taehyung? —llamó, dando tres golpecitos ligeros en el marco de la puerta—. ¿Te importa si bajo a almorzar?

—No, adelante —Kim murmuró, dedicándole un gesto distraído mientras continuaba absorto en lo que sea que hubiera en la pantalla de su ordenador.

Jeongguk se quedó inmóvil en su lugar, pensando en cómo seguir—. ¿Vas a comer algo?

—Eh —Taehyung comenzó, pero se interrumpió a sí mismo para teclear algo rápidamente antes de responder—. Sí.

—¿En tu escritorio?

—¿Mmm?

—Uh, ¿Taehyung?

El científico no contestó esta vez, inclinándose más sobre el monitor y clickeando el mouse casi como desquiciado. Jeongguk no supo si sonreír o poner los ojos en blanco, así que sólo entró a la habitación y se sentó en el borde del escritorio de Taehyung con total impunidad.

—Taehyung —repitió, y el nombrado se sobresaltó apenas, como si acabara de darse cuenta que su asistente se había teletransportado desde la puerta a un lado suyo, y se recostó en el respaldar de su silla.

—Oh, hey.

—Hey —Jeongguk sonrió—. ¿Quieres almorzar conmigo?

—¿...Contigo?

—Conmigo, sí —Jeon confirmó—. Es algo aburrido comer solo, ¿sabes?

—¿Almuerzas solo? —Taehyung frunció el ceño.

—La mayoría de la gente sale a comer afuera, supongo.

—Oh. Oh, ¿quieres salir a almorzar? Puedes tomarte un descanso más largo para ir a un restaurante, Jeongguk. No me importa, puedes...

—No, siempre traigo mi almuerzo de casa —Jeon le frenó. Él no podía permitirse comer fuera todos los días, mucho menos cuando apenas podía permitirse comer fuera de vez en cuando—. Me refiero a que no estaría mal un poco de compañía. Preferiblemente si quien me acompaña eres tú.

Taehyung parpadeó una, dos veces—. Eh...

—¿Eso es un sí?

—¿Sí? Digo, sí. Sí. Almorzaré contigo.

—Genial —Jeongguk se bajó del escritorio, y un ruido sordo resonó en el suelo un segundo después, a un lado de sus zapatos. Era el bastón del científico; lo había tirado accidentalmente—. Oh, lo siento —se agachó para recogerlo, y se familiarizó con su peculiar peso antes de tendérselo a Taehyung—. Podrías decorarlo.

—Lo haría, pero me quedé sin pegatinas.

—Dios, perdona. Ignórame. Lo dije sin pensar.

Taehyung cogió su bastón y lo plantó sólidamente en el suelo antes de levantarse—. Lo decía en serio, de cualquier modo. Mis amigos...

Volvió a interrumpirse a sí mismo para agacharse y abrir uno de los cajones de su escritorio, sacando una bolsa de papel marrón con su almuerzo. Jeongguk notó que se agachaba por la cadera, en lugar de las rodillas, y Taehyung volvió a enderezarse.

—Mis amigos me compraron un montón de pegatinas para el que tenía antes, pero terminan por gastarse y despegarse con el tiempo. Aunque son divertidas mientras duran.

Jeon tuvo que resistirse a ofrecerle apoyo con uno de sus brazos cuando se alejaron del escritorio—. ¿Qué stickers le habías puesto?

—Un montón llenos de purpurina. Eran horribles, en serio. Y dejaban brillos molestos por doquier durante meses.

—¿Por qué los usabas, entonces? —rió.

—Porque mis amigos los compraron para mí —Taehyung se encogió de hombros, como si fuera lo más obvio del mundo—. Habría sido de mala educación no usarlos.

Algo cálido se encendió en el pecho de Jeongguk. Un pequeño centelleo.

Él y Taehyung salieron juntos de la oficina y se dirigieron hacia la cocina, con el golpeteo sordo del bastón del científico resonando en los cerámicos de manera rítmica, al compás de sus propios pasos.

—Así que no mentías. Este lugar es un desierto durante el almuerzo, ¿eh? —Kim mencionó—. No me había dado cuenta.

—¿Que nunca has almorzado fuera de tu oficina?

Taehyung se encogió de hombros—. Supongo que no. Normalmente se me pasa el horario de almuerzo haciendo algún trabajo, y suele ser más fácil... uh, ya sabes.

No terminó su oración, pero Jeongguk entendió qué es lo que quería decir: para él, era más fácil simplemente quedarse donde estaba y ya.

—Bueno —Jeon soltó, para llenar el silencio—. Déjame ser el primero en enseñarte la cocina, entonces. Hay un fregadero, un microondas, una cafetera... Te encantará.

—Ah, vaya. Suena todo muy chic.

—De lo más chic —Jeongguk estuvo de acuerdo—. Oh, mira. Aquí estamos. Intenta no quedar boquiabierto, ¿bien?

Taehyung se mordió los labios para contener una sonrisa, y se adentraron en la cocina como si se tratara de un nuevo mundo. Jeongguk sacó su almuerzo de la nevera y se sentó en la mesa más cercana al científico, que se acomodó justo en la silla de enfrente.

—Es impresionante, oye —rió—. Me he quedado sin palabras.

—Pues recupéralas si no quieres que sea yo quien hable todo el rato durante nuestra estimulante conversación.

Taehyung arqueó una ceja, sacando su almuerzo—. ¿Estimulante conversación?

—Así es. Prepárate para que te exprima el cerebro, doctor Kim; tengo una millonada de pregun... tas...

—Eh, ¿pasa algo?

—¿Eso es un limón?

Kim parpadeó—. ¿Qué otra cosa podría ser?

Jeongguk parpadeó también. Quizá el científico no se había dado cuenta de que llevaba una bolsa de plástico repleta de rodajas de fruta amarilla en la mano mientras hablaban. Quizá.

—No... uh, quiero decir, ¿no un limón? ¿Por qué tienes un limón?

—¿Para comer?

—¿Por qué te comerías un puto limón?

—¿Y qué se supone que coma sino? ¿Una puta naranja?

Jeongguk cerró la boca de un mordisco, sólo ahora dándose cuenta de que probablemente no debería decir palabrotas delante de su jefe, pero había un brillo burlón en los ojos de Taehyung que le hizo relajarse en el siguiente suspiro.

—Sí. Me parece a mí que un limón no es normalmente la primera opción.

—Entendible —Taehyung abrió la bolsa, sacó una de las rodajas de limón, y le dio un gran mordisco como si fuera... bueno, como si fuera una puta naranja. Jeongguk intentó no quedarse mirando, él en serio lo hizo, pero. Pero es un limón—. Qué.

—Lo siento. No estoy acostumbrado a ver a gente comiéndose limones enteros así como así.

—Sí, supongo que no es lo usual.

Jeon quedó prácticamente hipnotizado cuando Taehyung comió otra rodaja sin inmutarse en lo más mínimo. A ver, que a él le gustaban los sabores fuertes y esas gominolas en forma de ositos que son más agrios que otra cosa, pero incluso él trazaba la línea límite con los limones—. ¿Cómo haces eso?

—Eh, si esto es demasiado para ti...

—No, no, no, no —Jeongguk se apresuró a retractarse—. No. Perdona, es que. Es que estoy súper impresionado.

—Oh —Taehyung asintió, y bajó la vista hacia donde sus limones marginados descansaban—. No tengo un sentido del gusto muy fuerte, eso es todo.

—Ah, vale.

—O del olfato —añadió, casi avergonzado—. Siento lo del laboratorio.

—¿Eh? Oh, no, está bien. Perdón yo.

Taehyung negó con la cabeza.

Jeongguk estuvo a punto de decir algo más, pero entonces su estómago gruñó con furia, y recordó que aún no se había dado la oportunidad de probar su propio almuerzo. Desenvolvió su sándwich para darle un gran mordisco, y Taehyung comió un poco más de su limón. Realmente esperaba que esa fruta neón no fuera lo único que había traído de almuerzo, por más blanda que le resultara el resto de la comida. Kim ya era bastante delgado de por sí.

—Sabes, es gracioso —el científico comenzó a decir, al mismo tiempo. Jeon levantó la vista de su sándwich, y le encontró mirando fijamente a un punto más allá de la cuarta pared, casi como si estuviera en piloto automático—. Una sola gota de salsa picante podía hacerme llorar cuando era más joven. Una sola. Pero después de mi accidente, uno de mis amigos quiso gastarme una broma y mezcló un poco en mi sopa para fastidiarme. No noté absolutamente nada.

Jeongguk desenroscó el tapón de su bebida, sin saber muy bien qué decir, pero al menos Taehyung no se dio cuenta del incómodo silencio que se formó en la cocina. Su mirada se encontró con la de su asistente al cabo de unos instantes.

—¿Qué es eso que estás bebiendo?

—¿Esto? —Jeongguk extendió el recipiente para mostrarle la etiqueta—. Leche de plátano.

—¿Sabe bien?

Jeon le ofreció la botella y Taehyung la tomó con un gesto de agradecimiento antes de llevársela a la boca y beber un delicado sorbo. Jeongguk observó sus expresiones.

—Hmm —Kim tragó, y se pasó la lengua por los dientes, saboreando los restos—. Está bueno.

—¿Sientes el sabor?

—Un poquito.

—Quédatelo —Jeongguk decidió, y cuando Taehyung negó con la cabeza y abrió la boca para objetar, continuó hablando—: tengo como un millón de esos en mi nevera, en serio. Apuesto que alrededor del 20% del agua de mi cuerpo es en realidad leche de plátano. Hazme un favor y quédatelo.

—¿Estás seguro?

—Sí, por supuesto.

Y Taehyung sonrió, algo apenado—. Gracias. Parece que estamos en el jardín de infantes. Compartiendo leche de fruta.

—Un poco, sí —Jeon rió, también.

—¿Estuvimos juntos en el preescolar?

—Supongo que sí. Digo, seguro.

—Recuerdo que lo estuvimos en la secundaria, obviamente. ¿También fuimos compañeros en la primaria?

—Sólo en algunas clases.

Taehyung hizo un puchero, pensativo—. ¿Por qué no te recuerdo, entonces?

—Probablemente porque no era alguien muy memorable —Jeongguk le dio otro mordisco a su sándwich—. Creo que la gente ni siquiera sabía quién era yo hasta que mi tío murió —soltó sin pensar, y la expresión alarmada del científico le hizo apresurarse a seguir hablando—. Siempre fui muy callado, de todas formas. Súper tímido.

—Pero ya no lo eres.

—¿No?

—No. Te desenvuelves con mucha confianza, a decir verdad.

—¿Lo hago? —A Jeongguk le sorprendía oír eso de su persona.

Taehyung asintió.

—Uh, sí, bueno. Supongo —Jeon carraspeó, con la esperanza de poder cambiar de tema antes de que sus orejas acabaran de ponerse rojas por completo—. Me he dado cuenta de que mucha gente trabaja en ese... ¿Qué es? Eh, el proyecto del doctor Sims.

Él realmente intentó mantener el desagrado fuera de su tono de voz, pero al parecer no fue lo suficiente, pues Taehyung sacudió la cabeza con una sonrisa cómplice.

—Así es. Sims tiene todo un equipo para él solo. Mucha gente intenta trabajar junto a él, aunque no lo creas. Lleva más de veinte años trabajando en este rubro, después de todo.

—¿Y nosotros estamos intentando trabajar junto a él...?

—No.

Y Jeongguk suspiró una sonrisa. Tal vez no sea profesional, pero a él realmente le causaba rechazo aquel hombre. Las pocas veces que había podido ver a Audra esta semana le había parecido cada vez más y más agotada, aunque siempre tenía tiempo para un chiste rápido o dos. Era obvio que Sims trataba a su personal como una mierda en el zapato, y por si fuera poco, también se tomaba total libertad para tratar horriblemente a Taehyung.

—¿Y por qué sigue incautándote en su oficina, entonces?

Kim rodó los ojos—. Yo no diría que me incauta, tampoco.

—Pues yo sí. Cada vez que me ve actúa como si yo tuviera que entregarte un mensaje directo del presidente o algo.

—Yo... hago asesoramientos, con él —Taehyung confesó, de repente. Se notaba que estaba escogiendo sus palabras con cuidado—. Nuestros proyectos no son tan diferentes, en realidad. Así que nuestras investigaciones suelen superponerse de vez en cuando.

—¿Él también está tratando de regenerar tejido cerebral?

Taehyung ladeó la cabeza de un lado al otro, pensándolo bien—. No exactamente.

—¿Qué es? ¿Tengo permitido saberlo? Es de esas cosas que el pentágono se deshace de ti en un accidente dudoso si sabes más de lo que deberías, ¿verdad?

—No estoy del todo seguro, a decir verdad —Kim se mordió el labio inferior—. Al doctor Sims le gusta mantener las cosas en secreto tanto como le sea posible, y está enredado en algunos contratos con el gobierno, así que...

—No tienes que decírmelo —Jeongguk aseguró—. Sólo me daba curiosidad. Dijiste que había gente unos pisos más abajo que nosotros intentando volver a crecer brazos y esa mierda, así que. No sabía si era eso, tal vez.

—No lo es, no.

—Tendré que seguir adivinando, entonces.

Taehyung le dio un gran sorbo a la leche de plátano, luciendo de repente ligeramente afligido.

—Estaba bromeando.

—Creí que habíamos quedado en que no haríamos más bromas —Taehyung murmuró, tratando (y fallando) ocultar su sonrisa detrás de la botella.

—Lo siento, no puedo evitarlo. Soy gracioso por naturaleza.

—Divertidísimo, sí.

Jeongguk enarcó una ceja—. ¿Es sarcasmo acaso lo que acabo de escuchar, doctor Kim?

—¿Tú qué crees?

Taehyung le sostuvo la mirada durante lo que se sintió como una eternidad. Jeon no iba a negarlo, tampoco, pero es verdad que estaba hasta impresionado de lo guapo que era. La edad sólo había mejorado sus bonitas facciones que ya eran lo suficientemente impresionantes en el instituto, y el tiempo había terminado por desgastar esa capa de energía frenética que solía caracterizarlo de pequeño. ¿Eso era algo bueno o algo malo? Ni idea, pero vaya que era sexy.

¿Estaban coqueteando?

—Entonces, ¿quién es el que está haciendo crecer brazos?

Bueno, si en serio estaban coqueteando hace un segundo, seguro que ya no lo hacían ahora por culpa de su bocota. Jeongguk debería dejar de ayudar a Taehyung con su proyecto y centrarse en desarrollar un filtro artificial que detuviera sus pensamientos idiotas en el camino del cerebro a la boca.

Por suerte, el científico sólo rió—. Los que hacen eso son parte de LabCorp.

—¿LabCorp?

—Empresa privada. Esencialmente trabajan en colaboración con nosotros, y solemos tener equipos mixtos; el equipo del doctor Sims, por ejemplo. Él es parte de Ditko, y aunque tiene algunos investigadores enviados por el gobierno, todos trabajan juntos. Tenemos algunos de los nuestros metidos en el proyecto de LabCorp, pero, a decir verdad, no hacen mucho ahí. Parece que a LabCorp sólo está interesado en los recursos —suspiró—. Es una mierda para nuestros científicos, en realidad. Se ofrecieron como voluntarios y todo, pero no pueden realizar ningún tipo de contribución allí dentro. Tiene que ser frustrante, especialmente si eres investigador. Todas sus ideas son rechazadas.

—¿En serio? —Jeongguk alzó las cejas. Se le hacía divertido que Taehyung estuviera metido en todos los chismes que parecían rondar en el rubro de la ciencia. Si tan sólo detestara al doctor Sims tanto como él lo hacía...

—Sí, aparentemente. Se suponía que uno de nuestros internos iba a ser mi asistente, pero entonces surgió este proyecto y pidió estar en él en lugar de venir conmigo. Su padre es un amputado.

—Oh, vaya —Jeon se tragó el gusto agrio de celos que le invadió al pensar que alguien más habría estado en su lugar, ayudando a Taehyung en vez de él—. ¿Eso es común?

—¿Qué cosa?

—Que la gente trabaje en proyectos con alguna conexión a temas personales.

Taehyung se tomó un segundo para considerar la pregunta—. Claro, sí. Es natural, creo. ¿Cómo dice el refrán? "La necesidad es la madre de la invención" y todo eso. Todos buscan una forma de arreglar algo, o alguien.

—¿Es por eso que tú trabajas aquí?

—¿Qué? ¿Para encontrar una manera de arreglarme?

Jeongguk abrió bien los ojos, apenas dándose cuenta de su error—. Mierda, no, no quería...

—Está bien —Kim negó, aunque su semblante se volvió exhausto de repente—. Creo que casi todo el mundo me pregunta eso en algún momento.

—Bueno, al menos ya te he quitado esa pregunta de encima, entonces —ofreció, con una media sonrisa, y Taehyung sonrió por completo. Se sintió como una victoria—. Lo siento, de verdad que no lo dije en ese sentido.

—¿No? —soltó, sonando genuinamente curioso—. ¿En qué sentido lo dijiste?

—Sólo... en general. En serio. Hay un montón de razones por las que la gente va a por un doctorado, así que, eso. Me preguntaba por qué neurociencia, por encima de cualquier otra cosa.

Taehyung se encogió de hombros, jugueteando con la cáscara de un limón—. Quería ser cirujano, en realidad. Pero después de mi accidente... bueno, ya no era una opción viable.

—¿Por qué no?

—Mis manos —explicó—. Ya no están tan mal, pero solía tener unos temblores horribles. Aún los tengo, de hecho, pero sólo en oleadas. Aunque no debería tenerlos en absoluto, no si quiero operar, al menos.

—Lo siento.

—¿Por qué? No es tu culpa.

El siguiente bocado del sándwich de Jeongguk se le quedó atascado en la garganta antes de que pudiera tragarlo. Sabía a arena. Tal vez había escuchado a demasiada gente decirle eso mismo antes, pero era la primera vez que le pasaba que no era verdad.

—Sinceramente —Taehyung continuó, ajeno a la situación de su asistente—, sólo quería tener algo que hacer. Siempre he tenido mucha curiosidad por las cosas, y aprendí mucho sobre neurología por cómo se relacionaba conmigo, así que fue algo natural seguir ese camino, supongo. Pero, ¿qué hay de ti?

—¿Qué hay conmigo?

—¿Qué te hizo interesarte en trabajar aquí?

—La obra social y el seguro médico.

Taehyung soltó una carcajada, y fue tan liviana y brillante que Jeon decidió que quería volver a escucharla otra vez, aunque también le gustaría que aquella respuesta hubiera sido una broma de verdad.

—Es todo un cambio de dirección —el científico comentó—. De periodismo a investigación médica.

—Ah, yo no llamaría periodismo a lo que hacía. No a menos que cuente colgarte de un mástil de bandera para conseguir una foto de Spider-Man.

—¿Spider-Man? ¿El superhéroe?

—Bueno, yo no lo llamaría superhéroe, pero...

—¿Le tomaste fotos a Spider-Man?

Jeongguk bajó una mano a su muslo y pellizcó disimuladamente, intentando dejar de repiquetear la pierna de forma ansiosa bajo la mesa—. Eh, sí.

—¿Alguna vez lo conociste? Cuando lo fotografiabas, digo. ¿Alguna vez se paró a hablar contigo?

—Uh, no realmente. Pero me chocó los cinco un par de veces.

La arruga que había aparecido en el entrecejo de Taehyung se suavizó de nuevo—. Él sigue siendo el amigable vecino Spider-Man, entonces.

Jeon asintió, dudoso.

—¿Por qué dejaste de hacerlo?

—No quería seguir tomando fotografías. No de las que se suponía que tenía que hacer, al menos —confesó Jeongguk, completamente sincero, y Taehyung levantó una ceja—. Siempre era muy... Se sentía muy deshonesto. El Daily Bugle no era precisamente conocido por escribir artículos agradables, ¿sabes? Así que nos encargaban hacer fotos que encajaran con las noticias de ese estilo.

—Mmm —Kim asintió—. Recuerdo que también hacías fotos en el instituto.

—¿En serio?

—En serio —apoyó la barbilla en su mano—. Eras muy bueno. Las mejores fotos del anuario eran siempre tuyas.

—Ah. Gracias —Jeongguk murmuró, avergonzado por la misma vergüenza que sintió al recibir un cumplido inesperado. Creía que ya había dejado este tipo de timidez atrás hacía mucho, pero al parecer estaba equivocado. O quizá era porque Taehyung le estaba mirando con tanta sinceridad que Jeon sentía que caería a sus pies en cualquier momento.

—¿Qué tipo de fotos te gusta hacer? Si no te va eso de seguir a Spider-Man.

—Me gusta la naturaleza, sobre todo.

—No hay mucha naturaleza aquí en Nueva York —Taehyung señaló.

—Otra razón por la que quería trabajar aquí. Al menos tenemos conejos y esas cosas.

—Yo no hago pruebas con animales —se apresuró a decir, alarmado—. Nunca.

—Sí, lo sé. Lo siento, no quería...

—Pero tengo un pez en mi departamento. Digo, si estás buscando algo de naturaleza.

Jeon alzó las cejas—. ¿Me estás invitando a tu casa?

—Sí —y se comió su última rodaja de limón antes de encontrar la mirada escéptica de Jeongguk—. ¿Por qué? ¿Es raro?

—Sólo si a ti te parece raro, jefe.

—Ahora, eso —Taehyung soltó, señalándolo con la barbilla—. Eso es raro.

—¿Qué? ¿Que te llame 'jefe'?

—Sí.

—No volverá a pasar, jefe.

Taehyung puso los ojos en blanco, y sacudió el polvo inexistente de sus manos antes de echar su silla hacia atrás. Jeongguk intentó no mirarlo demasiado mientras se levantaba; podía ponerse de pie perfectamente solo, pero Jeon no podía evitar sentir una punzada en el pecho al ver la pequeña mueca de molestia que se formó en su rostro al enderezarse por completo.

—¿El jueves, por la noche?

—¿Perdona?

—Jueves por la noche —repitió Taehyung—. Ven a cenar a casa. Cocino yo.

—Oh, sí. Sí, por supuesto. No puedo esperar.

—Ah, no te emociones demasiado —rió el científico, recogiendo los restos de su almuerzo todo lo que pudo con una sola mano antes de coger su bastón con la otra y acercarse cojeando al tacho de basura—. No soy muy buen cocinero, que digamos.

—Me devoraría hasta un limón —Jeongguk prometió. Se levantó y limpió el resto de la basura que había quedado de Taehyung para amontonarla con la suya, y la tiró a la basura bajo el ceño ligeramente fruncido de Kim.

—Podría haberlo limpiado yo.

—Lo sé. Te toca limpiar mañana.

—¿Qué te hace pensar que almorzaré contigo mañana? —bromeó, y Jeon sonrió.

—Porque tu secreto de que te comes limones enteros ya está a salvo conmigo.


🕷️


—Knock, knock —Jeongguk canturreó alegremente, con una sonrisa confiada que esperaba que pudiera ocultar la sensación de pesadez que le inundó en cuanto cruzó el umbral de la puerta—. ¿Cómo va todo?

—Bueno, iría mucho mejor si mi sobrino no se olvidara del horario normal de visitas.

Jeon dejó la sonrisa atrás y le echó un rápido vistazo al reloj de la pared, que ya casi anunciaba burlonamente las once de la noche. Mierda. Se quitó la mochila del hombro, y se apresuró a abrir la cremallera mientras se adentraba en la habitación.

—Perdona, perdí la noción del tiempo en el trabajo y luego paré a comprarte unas flores que me parecían muy bonitas y... —se quedó callado cuando consiguió dar con el ramo y lo sacó, revelando una pobre planta aplastada y de tallos quebrados, sin mencionar los pétalos de colores que habían quedado abandonados al fondo de su mochila—. Bueno, eran bonitas cuando las compré. Eh, siento llegar tarde, pero te prometo que...

—Cariño, sólo estoy bromeando. Gracias por venir. Y las flores son preciosas.

Jin le dedicó una sonrisa desde la cama del hospital, pero a diferencia de la de Jeongguk, la de él era completamente genuina. Siempre lo era cuando se trataba de su sobrino, y Jeon había notado con el paso de los años que eso era lo más cercano que tenía a un hogar.

—No, no lo son. Me aplastaron en una esquina del metro y creo que eso fue lo que terminó de arruinarlas.

(Lo que realmente las había arruinado fue el hecho de que tuvo que pasar balancéandose en una telaraña entre medio de dos camiones de camino al hospital para evitar una bandada de palomas enfurecidas, pero era casi lo mismo. En esencia, al menos.)

—Espero que hayas pedido permiso —Jin le dijo, cogiendo el ramo aplastado y inspeccionándolo con cuidado. Acomodó cada flor en un par de movimientos, y de alguna manera consiguió que tuvieran mejor aspecto. Él tenía talento para eso; para hacer que las cosas estuvieran mejor.

—¡Pero fueron ellos los que me aplastaron! —Jeongguk se quejó.

—Y tú tienes que ser educado de igual forma. ¿No te educamos así? —llevó una de las flores cerca de su nariz y la olió, con los ojos cerrados.

Jeon rodó los ojos—. Sí.

—No me pongas los ojos en blanco.

Y el menor suspiró. Podía jurar que Jin tenía poderes arácnidos propios, sino no se explicaba su habilidad mágica para atraparle con las manos en la masa y regañarlo cada vez.

Se sentó en la silla que había junto a la cama y dejó su mochila a sus pies. Los ojos de Jin volvieron a abrirse, y dejó el ramo sobre su regazo—. Tengo algo para ti.

—¿Para mí? —Jeon dudó.

—Así es. —Se acercó a su mesilla de noche, y le dio la espalda a su sobrino por un momento. Por la abertura de la bata que le había dado el hospital, Jeongguk podía ver lo delgado que se había puesto, con la piel estirada sobre los huesos de su columna vertebral. Ya era bastante delgado incluso desde antes de los tratamientos, incluso cuando bromeaba con que ya estaba comenzando a heredar las caderas de su madre—. Han repartido esto en la cena de hoy.

Y entonces se dio la vuelta con una pequeña taza de pudín de plátano y una cuchara de plástico, empujando ambas cosas en las manos de Jeongguk antes de que el menor siquiera pudiera protestar.

—¿Recuerdas que solía empacarlos en tu almuerzo?

Jeon asintió. Tenía un nudo en la garganta, pero se había jurado a sí mismo después de la primera visita que no lloraría enfrente de él. No le ayudaba a sí mismo, y desde luego que no le ayudaría a Jin.

—Recuerdo que había sido casi imposible darte de comer apenas te tuvimos. Odiabas todo lo que intentábamos darte, sobre todo los duraznos, por alguna razón. Y un día Namjoon te dio un pedacito del plátano que estaba comiendo, y fue como si hubieras probado comida por primera vez en tu vida —rió, negando con la cabeza—. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que llegué a casa y encontré un desastre de puré de plátano contigo en medio. ¡Y lo único que Joon decía es que "al menos estabas comiendo bien"! Dios, eso me ponía tan furioso.

Jeongguk frunció la nariz, al mismo tiempo que su estómago decidió emitir un gruñido de hambre particularmente fuerte.

—Come —instó Jin—. Sigues siendo un bebé en crecimiento, contra todo pronóstico.

Jeon no se opuso, abriendo su pudín y guardándose para sí mismo el pensamiento de que probablemente él siempre sería un bebé en crecimiento, con su super-metabolismo y super-hambre.

—Mmm, ¿'ómo 'e hue h...?

—Jeongguk, no hables con la boca llena —suspiró, y el menor tragó su cucharada de pudín obedientemente.

—¿Cómo te fue hoy?

—Bien —Jin se acomodó contra la almohada debajo de su espalda—. Puedo volver a casa mañana.

—¿A 'é hor...? —Jeongguk se obligó a tragar otra vez—. ¿A qué hora? Puedo venir a recogerte.

—No hace falta. Estoy perfectamente bien para tomar el bus.

Fue Jeon quien suspiró esta vez—. Jin, no estás hablando en serio.

—No pasará nada —insistió él, de cualquier manera—. Es durante tu horario de trabajo, además. No quiero robarle tiempo a tu día.

—¿A qué hora te dan el alta?

Los labios de Jin se volvieron una línea recta, rendido—. A las dos.

—Bien. Estaré aquí a las dos menos cuarto.

—Jeong–

—No pasará nada —imitó su tono—. A Taehyung no le importará si me tomo un descanso más largo en el almuerzo.

—Taehyung. ¿Ese es tu jefe?

—Ajá.

—¿No solías ir a la escuela con un Taehyung, también? —Jin pensó en voz alta, y Jeongguk le dio un enorme mordisco al postrecito para evitar contestar—.  Sí, Taehyung Kim. El que tuvo ese terrible accidente. ¿Cómo estará él ahora? ¿Sigues en contacto con él?

—Uh, ese es él.

—¿Hmm?

—Mi jefe Taehyung es el mismo Taehyung de la secundaria.

—¿En serio? Vaya, qué bien —exclamó Jin, tomado por sorpresa, y entrecerró los ojos—. Así que ya se conocen bien, ¿eh? ¿Y ahora es tu jefe? ¿A los veintiséis?

Jeongguk se encogió de hombros—. Tiene un doctorado. Y es una especie de genio, así que...

—Tú también lo eres.

—Mi currículum no está de acuerdo.

—Pues yo sí que lo estoy —y Jin le acarició la mejilla, en un gesto dulce. Jeongguk detesta las ojeras debajo de sus ojos. La última vez que se había visto tan decaído, él... bueno, no quería pensar en lo que había pasado la última vez—. Y me alegro de que ya no trabajes para ese horrible periódico, también.

—A mí también me alegra.

—Y tienes la oportunidad de hacer ciencia. Es divertido, ¿no?

Jeon asintió, dándole otro bocado al pudín.

—¿Es Taehyung un buen jefe? No es muy duro contigo, ¿verdad?

—No, no. Es súper agradable, en realidad. Hoy hemos almorzado juntos.

—¿Ah, sí? —sonrió, luciendo conmovido—. ¿Te lo ha pedido él o se lo pediste tú?

—...Yo se lo pedí.

—¡¿En serio?! Ay, cielo. ¡Estoy orgullosísimo de ti!

Las mejillas del menor se encendieron en un rojo intenso indisimulable, como siempre pasaba cada vez que Jin le decía algo así—. Es sólo el almuerzo, no exageres.

—Lo sé, lo sé. Pero es bueno saber que estás haciendo amigos.

—Ya no estoy en preescolar, Jin —se quejó—. Puedo hacer amigos.

—Sí, cariño. Has crecido tanto. Luces tan grande con tu corbata...

Jin.

Y el mayor río, dejando a la vista pequeñas arrugas en las esquinas de sus ojos—. Ya, cuéntame qué has hecho hoy. ¿En qué trabajas?

—Eh —Jeongguk raspó el fondo del recipiente, totalmente decepcionado por haberse terminado el postre tan rápido—. En cosas de ciencia.

—Mhmm.

—Cosas de ciencia muy aburridas.

—Estoy seguro de eso.

—¿...De verdad quieres saberlo?

—¡Por supuesto! Cuéntamelo todo. Mi pequeño y tonto cerebro probablemente no entienda ni una palabra, pero haré lo que pueda.

Jeongguk frunció el ceño—. Joon odiaría oírte decir algo así.

—Apuesto que sí, tienes razón. Vale, eh, mi cerebro normal, de tamaño promedio —se corrigió—. De cualquier manera, nunca pude entender de qué es lo que ustedes dos discutían en la mesa cada que podían. Yo soy más de las artes.

—Sí, artes dramáticas.

—Eh, eh, eh. Cuida tus modales, mocoso —se puso serio de repente—. Soy la persona menos dramática que vas a conocer en tu vida.

—Ya, sí. Si Joon estuviera aquí, él estaría de mi lado.

—Eso es porque él siempre se ponía de tu lado —sonrió Jin—. Si me descuidaba un poco, te habrías echado a perder de tan mimado. Incluso más de lo que ya lo estás ahora.

Jeon bufó—. No estoy tan mal.

—No, para nada. Saliste muy bien, después de todo.

¿Lo hice?

Jeongguk pensó en unos meses atrás; en él y Jin discutiendo en la cocina, como era usual.

—No quiero que sigas trabajando en ese lugar —el mayor le había dicho—. Es un periódico horrible, con una reputación aún peor.

—Oh, ¿y qué hay del sueldo que me permite comer y mantener un techo sobre mi cabeza? ¿Eso es horrible también?

—¡Te estás desperdiciando a ti mismo! Eres tan talentoso, tan brillante e inteligente. No entiendo por qué dejas todo eso a un lado... ¡Para rebajarte a su nivel! ¡Te estás menospreciando! Haciendo estúpidas fotos y... y apoyando a un periódico que sólo escupe cosas horribles e hirientes. No te criamos así, Jeongguk. No entiendo por qué actúas como si así lo hubiéramos hecho.

—Tienes razón —le había ladrado—. No lo entiendes.

—¡Entonces ayúdame! Ayúdame a entender, cariño, porque esto se está saliendo fuera de control, y no voy a quedarme sentado viendo cómo tiras tu vida por la borda. No cuando sé lo increíble que podrías llegar a ser.

—¿Y qué si esto es todo lo que hay para mí, Jin? ¿Alguna vez se te ha cruzado por la cabeza que tal vez esto sea todo? No soy exactamente un ejemplo de éxito, ¿sabes?

—Sé que eso no es verdad. Lo sé. Y si sólo lo intentaras, Jeongguk, lo sabrías tú también.

—No quiero hablar más de esto.

—Namjoon lo sabía —había continuado diciendo, de cualquier manera—. Él creía en ti, en que algún día harías cosas asombrosas. Que usarías todos tus maravillosos dones para ayudar a la gente. No para lastimarlos. No para hacer cosas así.

—Sí, bueno, ayudar a la gente no paga las cuentas, ¿o sí? No todos queremos vivir a base de un seguro de vida como tú.

—...No vuelvas a decir algo así nunca más, ¿me oíste?

—Lo siento.

—Si no puedes ayudar a otros, Jeongguk, está bien. Okay, lo entiendo, pero al menos ayúdate a ti mismo. No desperdicies tus talentos, por el amor de Dios. ¡No desperdicies tus sueños! Sé que todavía tienes ese fuego dentro de ti en alguna parte, cariño. Encuéntralo. Por mí. Y si no es por mí, encuéntralo por Joon. Él estaría tan, tan decepcionado de verte así.

—Eso no es... No es justo, Jin.

—No lo es para ninguno de los dos.

Aquella pelea había acabado con él enfadado, largándose de la cocina como la mayoría de sus discusiones solían acabar. Era casi rutinario, a decir verdad, hasta que encontró esa endemoniada carta una semana después y las ganas de pelear con Jin se esfumaron en el aire.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—No quería preocuparte, Gguk, yo no...

—¿Desde cuándo lo sabes?

—Sólo unas semanas. Sólo lo confirmaron ayer.

—Jin, tú... ¿Qué tan grave es?

—No siempre es blanco o negro en estas cosas, cariño.

—¿Cuán grave es?

—Es operable, supuestamente. Tengo que hacer un tratamiento de radiación, pero dijeron que hay al menos un setenta por ciento de posibilidades de que...

—¿Por qué no me lo dijiste, Jin?

—No es para tanto...

—¡Es cáncer! ¡El cáncer es para tanto!

—Es cáncer de estómago, Jeongguk. No es como si estuviera en mi sangre ni nada parecido; todo estará bien.

—No puedo perderte a ti también.

—No me vas a perder, hey. Estaré bien. Todo va a ir bien. No te preocupes, te prometo que todo saldrá bien.

Jeongguk no estaba seguro de si todo estaba saliendo bien o no, con Jin cada vez más débil después de cada sesión de radiación. Al menos no tenía que hacer quimio, lo que era un alivio inmenso, pues no podía imaginarse ver a Jin el doble de enfermo de lo que está ahora. La operación estaba prevista para el mes que viene, aunque para Jeon eso era el equivalente a años luz.

Y Jin seguía insistiendo en hacer las cosas por él mismo, como siempre, así que Jeongguk tenía que seguir enterándose a través de los médicos de que, por ejemplo, había vuelto a casa de la sesión anterior en metro. Hasta Forest Hills. En metro. Solo.

Claro que su sobrino se había echado a llorar como bebé hambriento cuando se enteró, así que Jin había acabado por prometerle que no volvería a hacerlo nunca más en esta vida, ni en las siguientes diez.

Jin no era bueno dejando que otros se ocuparan de las cosas que él podía hacer, nunca lo había sido. Namjoon siempre decía que no había nadie en el mundo entero que tuviera un corazón más grande que Seokjin, y nadie que tuviera un mejor trasero que él. Lo que era asqueroso, y hacía que Jin se volviera rojo como un tomate, pero al menos Jeongguk sabía que se amaban con locura. Y era verdad, al menos en la parte del corazón. Dios, ni siquiera quería pensar en la parte del trasero. Qué asco.

Incluso ahora, Jin no dejaría que su sobrino volviera a mudarse a la casa de su infancia con él, especialmente después de que hubiera conseguido su nuevo trabajo en Ditko con Taehyung. Él hasta continuaba trabajando en el comedor social los días que no tenía que asistir a la radioterapia, aunque Jeongguk sabía que iban a tener una franca discusión sobre eso en una semana o dos, lo que probablemente acabaría en una pelea. Otra vez.

Pero Jeon parecía estar ganando cada vez más discusiones últimamente. Al menos así es como había convencido a Jin de que una enfermera a domicilio le visitara dos veces al día para asegurarse de que todo estaba en orden. Sus vecinos también estaban metidos en todo eso, gracias a Dios, y le visitaban con suficiente frecuencia como para que a Jeongguk no le preocupara que Jin se sienta solo.

—Ven aquí —dijo el mayor, entonces—. Dame la mano.

Jeongguk arrimó su silla a la cama lo más que pudo, sin tocar ninguno de los mil cables conectados a su tío, y obedeció. Jin tenía la mano huesuda y fría, pero intentó no pensar demasiado en ello. Una vez que él estuviera mejor, podrían trabajar juntos para que volviera a comer y ganar el peso que había perdido en toda esta movida.

Se preguntó si Jin debería probar rodajas de limones, también.

Su tío le apartó el cabello de la cara con su otra mano, y Jeongguk no pudo evitar dejarse llevar por las dulces caricias, relajándose bajo su toque. A la mierda los poderes arácnidos. Jin tenía poderes curativos.

—Okay. Cuéntamelo todo, ahora sí. ¿Taehyung, decías...?














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Tiktok: @/sozoqi

Gracias por leer,
con mucho amor,
—zoqi.

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