13.
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—Demonios —suspiró el padre de Taehyung—. Déjalo en paz, ¿quieres?
—¡Necesita ayuda! —su esposa siseó en respuesta—. ¿Qué se supone que haga, eh? Perdón por preocuparme por nuestro hijo.
—¿Qué? ¿Y yo no lo hago?
—No sé. Tú dime.
Taehyung emitió otro sonido ahogado, sintiendo el líquido raspar su garganta a medida que tomaba lo que podía, y sólo entonces sus padres parecieron recordar que tenían compañía. La señora Kim bajó el vaso de agua que había estado sosteniendo todo este tiempo para su hijo, y ambos mayores se dirigieron una mirada acusadora.
Siempre era la misma discusión entre ellos. Y parte de la razón por la cual casi nunca iba a visitarlos.
Taehyung creía—sabía—que había cambiado mucho desde que ocurrió el accidente, pero sus padres seguían actuando exactamente igual que la primera noche en la que le dieron el alta del hospital. No es que quisiera culparlos, tampoco. No podía. Ellos sólo estaban intentando sobrellevarlo de cualquier forma posible, pero vaya que deseaba que al menos intentasen cambiar su manera de verle.
Mamá, con su gen de enfermera, aún le veía de alguna manera u otra como el niño herido que era en las primeras semanas de recuperación, cuando necesitaba ayuda para todo. Desde masticar hasta rascarse el ojo. Papá, por el otro lado, fingía que no había absolutamente nada malo con él.
Y Taehyung no estaba seguro de cuál de los dos era peor.
Sólo sabía que las cosas eran más simples cuando no estaban los tres en una misma habitación. Recordaba los días en que todos se llevaban bien, cuando hablaban de cosas normales, cuando podía decir que (más o menos) eran una familia normal. Cuando a sus padres les gustaba estar el uno con el otro. Ahora, cada vez que estaban cerca de él, todo se reducía a una simple y cansadora pelea que parecía no tener fin.
Cuando anunciaron que se mudarían a Florida, después de que Taehyung se estableciera como científico cabecera en Ditko y se mudara a su propio departamento en el corazón de Nueva York, lo que sintió fue más alivio que cualquier otra cosa. Ahora podía oír lo mucho más felices que estaban, sólo los dos, cada vez que hablaba con ellos por teléfono. Y tal vez eso debería ponerle triste, pero...
—Ay, Taehyung.
Taehyung parpadeó al escuchar la voz de su padre, regresando desde la burbuja de pensamientos en la que estaba envuelto a su sofá en la sala de estar.
—Estás... —pero no continuó hablando. ¿Él estaba qué?
La señora Kim interrumpió—. Déjame hacerlo por ti, cielo. No te muevas.
—No, no —él la detuvo, tomándola del brazo—. Él puede hacerlo solo.
—No puede. ¿Qué no ves?
—¡Deja de tratarle como si fuera un niño!
—¡Es nuestro niño!
Taehyung bajó la mirada a su regazo, al mismo tiempo que algo blanco y suave caía sobre sus muslos.
Una toalla de papel.
Frunció el ceño y levantó la cabeza, encontrándose con Jeongguk de pie justo frente a él. Los padres de Taehyung dejaron de discutir también, notando la nueva compañía, y las mejillas de Jeongguk tomaron un ligero sonrojo cuando la atenta mirada de los tres Kim se clavaron en él.
Se veía bonito así, pensó Taehyung, pero rápidamente intentó deshacerse de ese pensamiento por su propio bien. Jeongguk era su asistente. Él era su jefe. Su relación era pura y exclusivamente de índole laboral. Nada más. Absolutamente. Nada. Más.
El problema es que ambos cruzaron miradas, entonces.
Y Jeongguk levantó una mano para señalar sus propios labios de manera disimulada.
Y Taehyung, inevitablemente, pensó que Jeongguk le estaba pidiendo un beso.
Sin embargo, cuando él llevó una mano a sus propios labios, fue que sintió lo que le llevó a entender qué demonios había causado la nueva discusión entre sus padres: sin querer—y sin notarlo—un delgado hilo de saliva había vuelto a acumularse en su labio inferior, y si no fuera porque Jeongguk se lo había hecho saber, entonces probablemente habría comenzado a babear. Taehyung se sonrojó furiosamente, y tan rápido como su cuerpo entorpecido se lo permitía, tomó la servilleta de papel para limpiarse. Era humillante.
Pero Jeongguk sólo metió las manos en los bolsillos y esbozó una sonrisa despreocupada, como si no estuvieran haciendo más que hablar del clima pesado de Nueva York.
Los señores Kim se habían quedado mirando al pelinegro con muecas confundidas (ceños fruncidos y miradas contrariadas), y Taehyung se dio cuenta de que tal vez no había sido la mejor idea pedirle a Jeon que se quedara. Le quería allí, claro, pero no mientras sus padres también estuvieran dentro de un radio de cincuenta kilómetros a la redonda.
—Creo que deberíamos hablar con tu médico cabecera otra vez —dijo su padre, rompiendo el silencio—. No me gustan los medicamentos que te receta el doctor Thompson. Son demasiado fuertes para ti.
Taehyung no tenía muchas razones por las cuales discernir, pero también sabía que cualquier cosa que no fuera igual de abrasiva que sus píldoras era inútil. Por mucho que odiara cómo se sentía al tomarlas.
—No es su culpa —intervino la señora Kim—. Sabes que esto es lo mejor para él.
—¿Lo mejor para él? Estabas ayudándole a beber agua hace un minuto.
—¿Y qué?
—¿Y qué? Esas pastillas le hacen parecer enfermo.
—Eso es porque lo está.
Taehyung se puso de pie.
Bueno, lo intentó, al menos.
Logró mantenerse de pie sobre sus dos pies durante un buen segundo, y parecía que iba a lograrlo antes de que su pierna mala le fallara con un leve espasmo que dejó hormigueos desde su rodilla hasta la punta de sus pies. Habría caído de nuevo en el sofá si no fuera por la mano de Jeongguk que ya estaba firme en su cintura, estabilizándolo en su lugar.
—¿Estás bien? —preguntó él, y Taehyung tardó un segundo en idear el plan de escape perfecto.
—Sólo... eh, tengo frío. Voy a buscar un suéter o algo.
—Ah, sí. Pensaba lo mismo. Está un poco fresco —coincidió Jeongguk, aunque el contacto de su mano sobre su piel se sentía cálida—. ¿Te importa si te pido prestado uno también?
—Oh. Oh, sí. No. Claro. ¿Me esperas aquí?
Jeongguk negó con la cabeza, comenzando a moverse a su lado—. Voy contigo.
La firmeza en su agarre se afianzó en su costado, bajando hacia su cadera con una simpleza casi reconfortante, y el cuerpo del científico le siguió de forma mecánica, sin tener que pensarlo dos veces. Taehyung casi quería llorar al ver cómo Jeongguk manejaba las cosas con tanta facilidad. Ojalá sus padres tomaran un par de notas.
Pero no. Ya podía escucharlos discutiendo de nuevo tan pronto como ambos desaparecieron en el pasillo.
—Por supuesto que sé que está enfermo —murmuraba su padre, que nunca había aprendido a susurrar realmente—. Pero preferiría no ver a mi hijo babeando como un idiota, ¿sabes? Él es uno de los investigadores más brillantes del país. ¡Imagínate si alguien del trabajo le viera así!
—¿Cómo puedes decir algo así? —respondía su madre, que sí sabía susurrar, pero ya ni se molestaba en hacerlo—. Taehyung no es el mismo de antes. ¡Nunca lo será! Él necesita ayuda, por el amor de Dios.
—Lo sé. Pero si crees que deberíamos dejar que dependa de la lástima de los demás para salir adelante, estás muy equivocada. ¿En serio crees que alguien aguantaría lidiar con alguien como él?
—Tú no, eso seguro.
—Al menos yo sí respeto a Taehyung lo suficiente como para tratarlo como una persona normal.
—¡Taehyung no es normal!
Los señores Kim parecieron darse cuenta entonces de que el volumen de su conversación había subido demasiado, y rápidamente volvieron a los susurros urgentes que Taehyung ya no podía descifrar.
Pero no importaba. Ya había escuchado las partes importantes.
Jeongguk no había dicho ni una sola palabra en todo el trayecto, concentrado en guiar a ambos con pasos firmes y rítmicos hacia la habitación al fondo del pasillo. Taehyung sentía que se debilitaba a cada segundo que pasaba, teniendo que recargar su peso cada vez más y más en el lateral de Jeongguk, pero al menos había logrado no derrumbarse del todo antes de alcanzar su cama.
—¿Dónde están tus abrigos? —preguntó Jeongguk.
—En el... uh, en el cajón de abajo del armario
Pero preferiría no ver a mi hijo babeando como un idiota, ¿sabes?
Taehyung se pasó una mano por la boca, por si acaso.
Jeongguk se tardó un par de segundos en escoger un suéter del montón, pero pronto regresó con uno de algodón entre sus manos, suavecito al tacto y algo estirado en el cuello y mangas por tantos años de uso. Taehyung observó el color verde del material durante un momento antes de ponérselo encima, aunque no tenía frío realmente.
—¿Tú no querías uno? —preguntó entonces, viendo al pelinegro con las manos vacías.
—Nah. Sólo quería salir de ahí —Jeongguk admitió, con una sonrisa tímida—. Eso fue súper incómodo. Mi encanto ya no tiene el mismo efecto en los adultos desde que pegué el estirón.
—¿Tu encanto?
—Ojos enormes, dientes de conejo y mejillas regordetas. Yo era furor en las reuniones de padres en octavo grado.
Taehyung soltó una risita—. Cierto. Mi madre te adoraba.
Jeongguk le guiñó un ojo.
Tal vez Taehyung estaba un poco enamorado de él.
Sólo un poco.
—Escucha, siento lo de mis padres. Ellos... a veces se ponen algo...
—Confusos.
Taehyung parpadeó. Esa no era la palabra que habría elegido realmente.
—¿Quieres que me vaya? —Jeongguk preguntó, entonces, y el castaño mordió se mordió la lengua.
—No, claro que no, pero ellos... —no hacía falta terminar de decirlo. Ellos no van a dejar de avergonzarme.
—Puedo quedarme aquí escondido contigo el tiempo que quieras, no me molesta —pausó, y esa sonrisa estrecha que siempre hacía cada vez que estaba a punto de hacer una broma apareció de forma bonita en su rostro—. Ni siquiera tienes que pagarme por horas extras, si eso es lo que te preocupa.
Taehyung sintió algo derretirse dentro de él, y deseó con todas sus fuerzas que el repentino calor que sintió aparecer en sus mejillas no fuera igual de notorio para Jeongguk que lo era para sí mismo cuando el pelinegro tomó asiento a un lado suyo, al borde de la cama.
—Hoseok y Yoongi me invitaron a almorzar ayer —comentó Jeon con ligereza, mirándose la punta de los zapatos. Taehyung alzó la vista—. Me los crucé sin querer al salir de aquí. Por alguna razón se me hace muy difícil decirles que no.
Taehyung soltó un suspiro—. Son las personas más amables de todo el mundo.
—¿Verdad? Me lo pasé muy bien, son divertidos. Aunque Hoseok me presentó a tu pez adoptivo y sin querer dije que era Dory de Nemo. Yoongi me miró como si hubiera insultado a su abuela.
—Ah, sí. Yoongi se toma su pez-paternidad muy en serio —Taehyung sonrió, imaginándose la situación—. Y lo más gracioso es que Hoseok fue quien quiso tener al pez en primer lugar.
Jeongguk rió—. 'Blue Tang Clan' es un nombre ingenioso, de todos modos. Nunca habría adivinado que Yoongi fuera tan... hip-hop.
—¿Y tú lo eres? A mí me llevó tres meses entender que ese nombre es por Wu Tang Clan.
—Meh, yo no mucho —se encogió de hombros—. Mi tío lo era.
La mente de Taehyung conjugó rápidamente una imagen distorsionada de Kim Seokjin oyendo ese tipo de música en el comedor social en el que trabajaba, pero algo no cuadraba. La situación tuvo más sentido cuando, sintiéndose como un idiota, recordó que Jin no siempre fue el único tío de Jeongguk.
—Uh, ¿hiciste algo más en tu día libre? —preguntó Taehyung entonces, temiendo que sus pensamientos fueran de repente transparentes.
Afortunadamente, Jeongguk no parecía haber notado nada raro en la actitud del castaño, y sólo se acomodó en su lugar para poder mirar a Taehyung más de frente.
—Visité a Jin en el hospital.
—Si no es grosero preguntar...
—Oh, no lo es. Tiene cáncer de estómago.
Taehyung quiso golpearse por metiche.
—Ay, Jeongguk, yo... Lo siento mucho.
Jeongguk sacudió la cabeza con una sonrisa agridulce—. ¿Por qué? No es tu culpa.
—Igual lo siento. Eso no debe ser nada fácil.
—No, es verdad —Jeongguk suspiró—. Es... es raro, ¿sabes? Él fue quien me crió desde que yo era un bebé, así que es raro que él...
—Que ahora seas tú quien tiene que cuidarlo.
—Supongo que sí, sí —y resopló—. Y eso que ni siquiera me deja. Fue un infierno convencerlo de que dejara de tomar el autobús a casa después de sus sesiones de radioterapia.
—Es... —Taehyung pausó, eligiendo sus palabras con cuidado para no seguir metiendo la pata—. Es probablemente difícil para él aceptar que necesita ayuda.
—Sí, eso suena como Jin. Quiere hacerlo todo por sí mismo, pero no tiene que hacerlo. Y no debería. Así que es frustrante, a veces. No entiendo por qué no quiere mi ayuda.
—No es que no la quiera. Estoy seguro de que está muy agradecido de que estés ahí para él, pero cuando tu cuerpo... Cuando descubres que tu cuerpo te traiciona, y cada vez hay más y más cosas que ya no puedes hacer por tu cuenta... es como si las cosas que sí puedes hacer se vuelven mucho más importantes para ti —Taehyung tragó saliva, sintiendo de repente la garganta seca—. Aunque no sea lo más sensato o lo más fácil de hacer, aún así... aún quieres hacerlo tú mismo. Porque entonces puedes probar que–; puedes asegurarte a ti mismo que aún tienes el control de tu vida. Aunque sólo sea para tomar el autobús.
Jeongguk se reclinó sobre la cama hasta quedar casi recostado, apoyándose sobre sus codos, y le miró desde abajo. Taehyung se sonrojó un poco más. Probablemente había compartido demasiado.
—Supongo que nunca lo había pensado de esa manera.
—Nadie lo hace —explicó Taehyung—. Hasta que estás en una situación así, es difícil de entender. No es una forma, uh, racional de pensar. Pero cuando pasas por esos cambios extremos, la racionalidad simplemente ya no importa.
—Mmm.
—El día que volví a casa del hospital intenté bajar las escaleras por mi cuenta.
Jeongguk continuaba observándole con atención, pero algo nuevo había invadido su mirada. No era curiosidad. Tampoco sorpresa. Era algo que Taehyung no lograba descifrar completamente.
—Me caí, obviamente. Me rompí los dos dientes delanteros de un solo golpe.
Jeongguk jadeó—. No.
Taehyung sonrió, a pesar de todo—. Seh. Afortunadamente pudieron volver a colocármelos, pero después de eso me dejaron en lo más parecido a un arresto domiciliario. Y mis padres y Jimin seguían preguntándome por qué lo hice, porque, joder, no es como si yo tampoco hubiera sabido que no debía hacer esa estupidez pero... No podía explicarles que necesitaba hacerlo. Quería demostrarme a mí mismo que estaba bien. Aunque claramente no lo estaba —tomó una bocanada de aire, reorganizando sus ideas—. Creo que es muy difícil para nosotros admitir nuestras limitaciones. Sobre todo cuando suceden tan rápido.
—¿Es por eso que fuiste a Ditko hoy?
—En parte —Taehyung se encogió de hombros.
—¿Cuál fue la otra parte?
—Me encanta ir a trabajar.
Jeongguk sonrió—. Eso ya lo había adivinado, sí.
Y quería verte.
La sonrisa de Jeongguk desapareció al instante, y Taehyung tardó un segundo en darse cuenta de por qué. Lo había dicho en voz alta.
—No es... Quiero decir...
—¿Taehyung? ¿Estás ahí?
El castaño se sobresaltó al escuchar un golpecito en la puerta y la voz de Jimin del otro lado.
—S-sí, sí. Aquí estoy —respondió como pudo. La voz se le había escondido entre las cuerdas vocales por la vergüenza. Jeongguk no había dejado de mirarle ni un segundo, y ya era imposible intentar convencerse de que el rubor violento que se extendía por su cuello y mejillas no era estúpidamente obvio en su rostro.
—Perdón por traer a tus padres de improvisto, pero ellos iban a venir de todas formas así que pensé que era mejor simplemente enfrentarlo de una vez y... —la puerta se abrió, revelando al rubio, quien detuvo su monólogo de forma instantánea al mismo tiempo que su mirada recaía en cierto pelinegro aún recostado en la cama junto a Taehyung—. Oh. Tú otra vez.
Jeongguk finalmente apartó sus ojos oscuros del científico para encontrarse con la mueca de disgusto de Jimin.
—Yo otra vez.
—Déjame adivinar —Jimin puso las manos en sus caderas—. ¿Más cosas del trabajo?
—Sí, algo así —Jeongguk bufó, irguiéndose en su lugar con la intención de ponerse de pie. Taehyung quería desaparecer de la faz de la tierra y nunca más volver.
—Jeongguk me trajo a casa —soltó de repente, en un intento por a) hacer que Jeongguk volviera a recostarse a su lado y b) que Jimin se tranquilizara de una vez, pero de alguna manera u otra había conseguido cagarla incluso más.
Jimin arqueó una ceja en su dirección. Por tercera vez consecutiva, había metido la pata.
—¿Jeongguk te trajo a casa desde dónde?
—¿...del trabajo?
—Maldita sea —masculló Jimin entre dientes, y ahora definitivamente estaba en problemas—. Voy a dejarte esposado a la cama, Taehyung Kim. ¿Cómo que del trabajo? ¿Estás loco?
Taehyung se quedó callado, porque no había ninguna excusa que pudiera salvarle el culo del sermón que se le venía, pero al menos había un elemento de distracción en la habitación ahora mismo. La mirada de Jimin se suavizó un poco al enfocarse nuevamente en Jeongguk.
—Gracias por eso —le dijo, y Taehyung se imaginaba que Jimin aún estaba en su modo ultra protector cuando el pelinegro se pasó ayer por aquí.
Sin embargo, Jeongguk sólo se encogió de hombros, indiferente.
—Sólo hacía mi trabajo.
Auch.
Taehyung no esperaba que eso le doliera tanto como en realidad lo hacía. ¿No dijo Jeongguk antes que eran amigos? Joder, ¿le había asustado con lo que dijo hace un momento?
Y quería verte.
Dios, era un desastre.
—Debería irme —Jeongguk rompió el silencio, poniéndose de pie finalmente. Su mirada se sentía pesada cuando volvió a Taehyung—. Mañana seguiré con las pruebas que empezamos antes, ¿no?
—Eh, sí. Sí. Está bien, pero tú–; um, puedes quedarte aquí si...
—No quiero ser una molestia.
—No eres una...
—Descansa, ¿sí? Nos vemos cuando te sientas mejor.
Taehyung no tuvo tiempo de responder; Jeongguk ya había salido de la habitación tras lanzarle un saludo casto al rubio antes de cerrar la puerta tras de sí.
El científico se dejó caer sobre el colchón, haciendo una mueca por el tirón de dolor en su pierna por el brusco movimiento.
—Bueno, eso fue raro —apuntó Jimin—. ¿Qué le hiciste?
Qué, en efecto. Aparte de ser totalmente un rarito y dejar ver su incipiente enamoramiento, que ya estaba comenzando a ser un problema. Taehyung no estaba seguro de qué estaba pensando al decir eso, pero ese era el principal problema. No estaba pensando. Lo último que querría Jeongguk era tener al chico que se babea sobre sí mismo diciendo cosas así por él.
Al menos el pelinegro no le había visto en el estado en el que estaba ayer, si es que eso siquiera servía de consuelo.
...
Porque no le había visto ayer.
No, no. De ninguna manera.
¿...Verdad?
Mierda.
Taehyung se sentó de nuevo—. ¿Chim?
—¿Sí?
—¿Jeongguk me vio ayer?
—No.
—¿Estás seguro? Así de, ¿segurísimo?
—Sí. Él quería verte, pero cuando te pregunté dijiste que no querías verle.
Los ojos de Taehyung se abrieron como platos—. ¿Le dijiste que dije eso?
—No, por Dios, Taehyung —Jimin rodó los ojos—. No soy tan idiota. Le dije que estabas enfermo, así que no estabas de ánimo para recibir visitas.
—Oh. Oh, sí. Claro. —Taehyung se mordió el labio inferior, inquieto—. ¿Qué tan mal estaba?
El rubio se encogió de hombros—. Estabas bien.
Pero eso era mentira. Taehyung lo sabía. Tenía un recuerdo bastante claro de estar sentado en el sofá con palomitas a medio masticar cayéndosele de la boca mientras veían Cars 2—. Chim.
—¿Qué? ¿Estabas normal? No, para nada. Pero esa no era la pregunta.
—Pero sí estaba mal —enfatizó Taehyung—. Estaba como un paciente lobotomizado.
Y una mierda. Ciertamente Jeongguk no quería que un paciente lobotomizado anduviera coqueteando con él como si nada.
Jimin suspiró y se sentó junto a él en la cama, ocupando el espacio que el pelinegro había usado cinco minutos atrás—. No sé cuántas veces te lo he dicho ya, pero no me importa tener que cuidarte, TaeTae. Incluso cuando no eres tú mismo del todo. O quien sea que creas que deberías ser.
Taehyung dejó caer la cabeza en el hombro del mayor, soltando todo el aire que tenía en los pulmones cuando unos dedos cortitos comenzaron a peinar su cabello con increíblemente suaves cariños.
—No deberías haber ido a trabajar —continuó—. Parece que casi le das un infarto a Jeongguk del susto. Ni siquiera podía mirarme a los ojos cuando entré.
—Lo siento —murmuró Taehyung—. Sólo quería...
—Querías volver a la normalidad, lo sé —Jimin le dio una palmadita—. ¿Puedo decirte algo que probablemente no quieres escuchar?
—¿No es lo que haces siempre?
Jimin le tiró de la oreja.
—Siempre dices eso. Lo de 'ser normal', quiero decir. Pero esto —apoyó la cabeza contra la del castaño—. Esto...
—...es normal —terminó Taehyung—. Mi normal.
—Exacto.
Taehyung tragó saliva. Él lo sabía. Claro que deseaba que no fuera verdad, así como también deseaba que muchas cosas no fueran como lo son (la actitud de sus padres, el narcisismo del doctor Sims, las miradas de lástima que siempre caen sobre él), pero Jimin tenía razón. Ésta era su normalidad, y aunque incluso mirarse al espejo era difícil de vez en cuando, ya era demasiado tarde para intentar cambiarlo.
Éste era él.
Taehyung Kim.
Y sin importar cuánto el dolor de su cotidianidad le pesara sobre los hombros cada día, si 'ser normal' significaba volver el tiempo atrás y cerrar la ventana de su habitación con seguro después de que Spider-Man le hubiera visitado por primera vez, entonces nunca sería normal.
Dejaría la ventana abierta en ésta, y en mil vidas más.
Aunque eso significara estar al borde del precipicio una vez más.
—No es algo malo —Jimin agregó, explotando la burbuja de pensamientos en la que se había ensimismado Taehyung—. Sólo es diferente.
—Lo sé. No me importa.
—¿No? ¿Por qué te estás escondiendo de tus padres, entonces?
A veces parecía que Jimin le conocía mejor de lo que él se conocía a sí mismo.
—Es que... —Taehyung suspiró—. Ellos piensan que... Para ellos, yo debería... —se interrumpió, sin estar muy seguro siquiera de lo que intentaba decir. Al final, simplemente se conformó con cerrar los ojos y enterrar el rostro en el hombro de Jimin, rendido—. No me dejes solo con ellos, ¿sí?
No sabía por qué de repente se sentía tan vulnerable, pero entre las secuelas de sus medicamentos, la llegada abrupta de sus padres y la aún más abrupta partida de Jeongguk, se sentía un poco más débil de lo usual.
—Por favor.
—Nunca lo haría, Taehyungie —Jimin besó la parte superior de su cabeza, y aunque el castaño creía que estaba haciendo un excelente trabajo ocultando que estaba llorando, los firmes brazos de Jimin rodeándole en un cálido abrazo le decían lo contrario—. No estás solo. Ni hoy, ni nunca.
—Amo a mis padres. En serio lo hago, Chim —sollozó—. Pero me agotan tanto.
—Lo sé.
—No sé qué esperan de mí.
—Oh, Taehyung —Jimin exhaló despacio—. No creo que ellos sepan cómo–; qué hacer tampoco. Estaban tan asustados cuando estuviste en el hospital, y creo que siguen asustados ahora. Y tienen sus propias formas de lidiar con esto, pero... creo que al final todo se reduce a que están aterrados de perderte. Sólo quieren lo mejor para ti. Siempre ha sido así.
—Lo sé.
—Ellos te aman.
—Lo sé —Taehyung se sorbió la nariz, y se animó a asomar sus ojos apenas, lo suficiente para poder mirar a su confidente—. Tus padres también te adoran, ¿sabes?
—Sí, bueno. Tienen una forma peculiar de demostrarlo.
Taehyung no pudo evitar estar de acuerdo, por mucho que le hubiera gustado contrariar el claro sarcasmo en la voz de Jimin. Las cosas habían estado tensas en la familia Park desde que Jimin dejó la universidad, y aunque había cosas muchísimo peores por las cuales discutir (dejar la universidad ni siquiera era algo malo), Taehyung entendía ambos puntos de vista.
Jimin no iba a hacer algo que no quería sólo porque la sociedad había pactado seguir un camino universitario como regla común, pero el señor y la señora Park sólo querían un futuro sólido para su único hijo. Ahora le iba bien, claro, pero al principio apenas lograba sobrevivir a base de ramen instantáneo mientras dormía en el sofá del sótano del novio de la hermana de su amigo.
—Tu papá me llamó —confesó Taehyung—. Hace dos meses.
Se le había olvidado ese detalle por un tiempo (había ocurrido justo antes de toda la desgracia que conlleva caerse en la ducha), y después, cuando recordó que la llamada realmente había ocurrido y no había sido un sueño, pensó que tal vez Jimin no querría saberlo.
Pero ahora parecía un buen momento para hacérselo saber.
—¿De verdad?
—Mhmm.
—¿Qué quería?
Taehyung hizo una pausa—. Quería saber cuándo es tu próximo torneo de Taekwondo.
—¿...Y se lo dijiste?
—Ajá. Pero creo que me equivoqué de día. ¿Es el veinticinco?
—Veintiuno —corrigió.
—Oh. Cierto, veintiuno —repitió, y una idea se encendió en el fondo de su mente—. Tal vez deberías enviarle un mensaje y hacérselo saber. Me dijo que él y tu mamá iban a intentar ir.
—Tal vez debería.
—Deberías. En serio.
—Y tal vez tú deberías salir de la habitación y pasar tiempo con tus padres.
Taehyung se mordió el labio—. Tal vez.
—¿Has pensado en hablar con ellos? —Jimin preguntó, y se detuvo un segundo, como si estuviera debatiendo cómo continuar—. Ya sabes, ¿decirles cómo te hacen sentir?
—Un par de veces.
—¿Y por qué no lo has hecho?
—Porque sólo se echarán la culpa entre ellos.
Taehyung sabía que si intentaba decirles cómo se sentía, las discusiones sólo empeorarían un 110%. Papá culparía a mamá por tratarle como un niño, y ella lo culparía a él por presionarlo a actuar como si el accidente nunca hubiera ocurrido en un principio.
—Por mucho que... por mucho que sea difícil estar con ellos, prefiero mantenernos juntos el poco tiempo que realmente estamos los tres, ¿sabes? No vale la pena decirles.
—¿Pero no los extrañas? —insistió Jimin—. El cómo eran antes.
—Claro que sí —Taehyung cerró los ojos—. Pero estoy seguro de que ellos también extrañan cómo yo solía ser.
—Ay, Taehyung...
—No es culpa de nadie —murmuró de forma mecánica; el monólogo aprendido de memoria desde que le dieron el alta—. Por eso lo llamamos un accidente.
—Por eso la policía lo llamó un accidente —masculló Jimin—. Pero sí, lo que digas.
—Chim.
—Lo sé, lo sé.
—De verdad deberías hablar con tu padre.
—Lo haré —Jimin se enderezó suavemente, obligando a Taehyung a moverse de su hombro—. Deberías dormir un poco, ¿no crees? Estoy seguro de que a tus padres no les molestará quedarse esta noche.
—Sí, tienes razón.
—Claro que la tengo.
Taehyung rodó los ojos y dejó que Jimin le ayudara a meterse bajo las cobijas, sintiéndose agotado tan pronto como su cabeza tocó la suavidad de su almohada. El rubio le guiñó un ojo y le dedicó un pulgar hacia arriba antes de dirigirse a la puerta, a punto de apagar las luces.
—Duerme bien. Vendré a despertarte en una o dos horas.
—¿Jimin?
—Hablaré con mi padre, ya sé.
—No, o sea, sí, pero... ¿Puedo preguntarte algo?
—Oh —Jimin asintió, recargando su peso en el marco de la puerta—. Claro. Dime.
—Dijiste... Hace un minuto dijiste que mis padres tienen sus propias formas de lidiar con lo que pasó. Con lo diferente que es nuestra vida ahora.
—Así es.
—Entonces... Me preguntaba cuál es la tuya.
Jimin levantó una ceja—. ¿Cómo hago yo para afrontarlo?
Taehyung asintió.
—¿En serio no lo has adivinado aún?
El castaño frunció el ceño, dándole un rápido repaso a las ideas que se habían conglomerado en su mente porque a lo mejor sí que lo había hecho, pero nada parecía ser lo suficientemente bueno. Una mano amistosa sacudiendo su cabello le devolvió a la realidad.
—Es fácil, de hecho —Jimin sonrió—. Lo único que necesito para afrontar lo que sea, lo bueno y lo malo, lo fácil y lo difícil, es estar contigo.
Antes de quedarse profundamente dormido, Taehyung se preguntó cómo Jeongguk hacía para lidiar con el peso que cargaba sobre sus hombros desde que era tan sólo un niño.
Pero tampoco encontró respuesta.
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