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10.

10.

Jeongguk soñó con tomar las manos de Taehyung.

No de la forma en la que lo hizo ayer, en el trabajo, y como una necesidad médica entre medio del pánico más que otra cosa, sino... románticamente.

Soñó con ellos juntos en un barco, inclinados sobre la barandilla para sentir el rocío de la brisa en sus rostros mientras la infinitud del océano se perdía en la línea del horizonte. Soñó que Taehyung tropezaba, sacudido por el vaivén de las olas. Soñó que él estaba ahí para sostenerle, sin dejar que nada malo le ocurriera.

¿Estás bien? —le preguntó, tomando sus manos con delicadeza.

Taehyung sonrió tan grande y bonito y precioso que Jeongguk podría llorar.

Estoy bien si tú estás tú a mi lado.

Jeongguk estuvo a punto de inclinarse para besarle cuando el sonido de la bocina del barco tiró el romanticismo por la borda. Era su alarma, en realidad, recordándole que tenía quince minutos para llegar al trabajo si no quería que eso de llegar tarde se le hiciera costumbre.

Rodó sobre el colchón como un tronco y, sin molestarse en abrir los ojos, lanzó una telaraña para abrir uno de los casilleros del otro lado del habitáculo, allí donde había dejado sus cosas la noche anterior antes de quedarse dormido como un bebé. Una nueva telaraña alcanzó el ruidoso teléfono y lo atrajo hasta la palma de su mano con la elegancia de una araña, presionando por fin el botón de 'posponer' en la ahora pegajosa pantalla.

No podía llegar tarde si ya estaba dentro del edificio incluso antes que cualquier recepcionista, lo que significaba que todavía le quedaban diez minutos más de sueño reparador para disfrutar a sólo unos cuantos pisos de distancia de su despacho.

Jeongguk había tenido la intención de regresar a casa anoche, pero su última patrulla nocturna le había dejado varado a sólo unas pocas calles de las oficinas, y no resultaba demasiado tentador tener que balancearse hasta el otro lado de la ciudad cuando tenía que estar de vuelta en menos de dos horas con camisa y corbata bien puestas.

Había sido Taehyung quien le mencionó las ventajas adicionales de trabajar en Ditko cuando Jeongguk lo confrontó por pasar noches enteras trabajando en proyectos, y el científico tenía razón: había vestuarios enormes, duchas bien equipadas y varias filas de literas que ocupaban el laboratorio vacío del segundo piso para que los empleados pudieran refrescarse en caso de ser necesario. Sabía que más que un favor era una manera disimulada de mantener a los empleados al 110% todo el tiempo, pero había que admitir que no estaba nada mal como plan B.

Sobre todo porque en el Daily Bugle, su sala de descanso solía ser la acera manchada con sustancias raras justo afuera del edificio.

Jeongguk se estiró como un gato en el pequeño espacio de su litera y con una telaraña robó la almohada de la cama contigua, acomodando la nueva adición debajo de su cabeza. Había escondido el traje en un lugar seguro, ya se había puesto su ropa normal como pijama, y si pasaba de arreglarse el cabello entonces podría alargar la siesta incluso unos minutos más.

Estar siempre preparado para situaciones así era una de las mejores ideas que se le había ocurrido desde que ser Spider-Man se hizo parte de su día a día. Desde aquella vez que había tenido que acabar en calzones en medio del Grand Central Terminal en plena hora pico, Jeongguk se había asegurado de guardar mudas de ropa completas en la mayoría de lugares que frecuentaba por si alguna vez aparecía con el traje puesto y tenía que quitárselo.

Dormir con pantalones de vestir y camisa no era del todo recomendable, pero ser un superhéroe con impuestos que pagar y un trabajo al que atender tampoco lo era, así que tendría que conformarse.

Al final, su siesta acabó estirándose veinte minutos más de lo planeado, así que el muchacho tuvo que salir disparado hacia la oficina de Kim en un estado caótico similar al del día en que apareció con dos enormes moretones debajo de los ojos. Rogaba que no tuviera algún golpe visible esta vez.

Pero cuando Jeongguk entró casi corriendo al despacho, Taehyung no estaba ahí.

Ni en el laboratorio.

Ni en la cocina.

Ni en el armario de suministros.

Ni siquiera en el despacho de Sims.

Jeongguk simplemente se encogió de hombros porque, bueno, los jefes también podían llegar tarde, y se dispuso a rellenar los registros matutinos, anotando los resultados de la primera tanda de pruebas y repitiendo el proceso con nuevas muestras hasta llenar cada uno de los tubos de ensayos destinados a tests.

Limpió el desorden y reorganizó los resultados según cuán fructuosos o fallidos hubieran salido, anotó en su libreta las anomalías y coincidencias que había notado en las muestras, y bajó al armario de suministros a por un nuevo termómetro de keroseno, pero no fue hasta su segundo viaje en ascensor en busca de café que se le ocurrió que quizá algo andaba mal.

Ya habían pasado poco más de dos horas, y Taehyung aún no aparecía. Lo que era inusual, y aunque Jeongguk no quería entrometerse, no podía evitar sentirse preocupado.

¿Estás bien?

Estoy bien si tú estás tú a mi lado.

Jeongguk se encontró llamando a Taehyung antes de que realmente pudiera pensarlo. El angelito en su hombro estaba a punto de entrar en un ataque de nervios rogándole que colgara, "¡¡¡se supone que sólo debes llamar a tu jefe para emergencias, idiota!!! ¡¡¡emergencias científicas!!!", pero el diablito de su otro hombro ya estaba clavándole su tridente para que cerrara el pico, porque "esto muy bien podría ser una emergencia, ¿no? A lo mejor Taehyung está muerto." "¡¡¡¿¿¿QUÉ???!!!"

Jeongguk sacudió la cabeza, intentando ser razonable. Quizá las manos de Taehyung habían tenido un nuevo episodio de temblores y se le había caído la tarjeta de identificación en una alcantarilla. O un perro le había robado el bastón y ahora tenía que venir al trabajo cojeando desde su departamento. Tampoco podemos descartar que un grupo de turistas le hubiera confundido con un modelo y ahora Taehyung estaba metido en un mar de flashes y autógrafos...

O Taehyung está muerto.

¡¡¡¡OH, DIOS MÍO!!! ¡¡¡TAEHYUNG ESTÁ MUERTO!!!!

¿Hola? —la voz de Taehyung (vivo) (¡¡¡vivo!!!) sonó pesada del otro lado de la línea, como si apenas hubiera despertado o aún no hubiera dormido. Debía de estar en casa todavía.

—Hey, Taehyung, soy Jeongguk.

Oh, hola.

—Hola, sí.

Jeongguk se quedó mirando la pared, sin saber qué decir a continuación. A ver, no es como si pudiera confrontar a su propio jefe por llegar tarde al trabajo, así que...

Ehm, ¿necesitas algo?

Jeongguk podía oír un leve zumbido de fondo, quizá un aire acondicionado—. Uh, es que... me preguntaba si... bueno, cuándo vendrías a la oficina porque... Hice las pruebas matutinas, pero no sé qué otra cosa debería hacer sin ti aquí.

Oh. No voy a ir hoy. Lo siento. Se lo dije a los de Recursos Humanos, pensé que ellos te lo dirían.

Probablemente lo habrían hecho, Jeongguk reflexionó, si hubiera entrado por la puerta principal esta mañana.

—Oh, mierda. ¿Ocurre algo?

No me siento bien.

—Ah, lo siento.

No es tu culpa —exhaló. Jeongguk creyó oír una pequeña sonrisa en el científico, a juzgar por el ligero cambio en su tono de voz. O tal vez sólo estaba imaginando cosas por su falta de sueño.

—Yo, eh... siento molestarte.

No te preocupes. Puedes irte a casa también, si quieres.

—Oh, ¿seguro? —Jeongguk miró el reloj de la pared. Jin debía de estar en una de sus sesiones de quimioterapia ahora mismo, así que podría sorprenderle con una visita.

Sí, sí. No se me ocurre nada que puedas hacer en esa oficina por ahora.

—Okay.

Mhmm.

—Porque en realidad anoche me quedé pensando en que podemos hacer pruebas cruzadas con la muestra de...

Jeongguk —la voz de Taehyung era tranquila, pero fue el cansancio en ella la que detuvo a Jeon a mitad de camino—. No creo poder hablar de ciencia ahora mismo.

—Ay, joder. Lo siento.

Está bien.

—¿Te lo cuento mañana?

Vale.

—Lo escribiré en algún lado y lo dejaré en tu escritorio por si se me olvida.

Okay.

—Y dejaré mis notas en el registro antes de salir, así que no te preocupes.

Vale.

—¿Necesitas que te lleve algo de la oficina?

Uh, no, gracias.

—¿Algo que no sea de la oficina, entonces? ¿Sopa? ¿Café? ¿Helado?

Creo que sólo necesito descansar un poco.

Jeongguk se mordió la lengua. Normalmente no era tan hablador, pero tras crecer con Jin se le había pegado esa manía suya de preguntar más de la cuenta cuando algo o alguien le preocupaba. Quizá Spider-Man podría pasar rápidamente a chequear que todo estuviera en orden de camino al hospital...

—Siento haberte tenido al teléfono —dijo Jeongguk, sacudiéndose el pensamiento de la cabeza—. Voy a colgar.

Okay.

—Sí, okay, voy a... ¡Ah! Espera, ¿Taehyung?

El científico suspiró—. ¿Sí?

—Que te mejores.

Hubo una pausa, y Jeongguk sabía a ciencia cierta que Taehyung realmente estaba sonriendo esta vez.

Gracias.

🕷

Taehyung estaba intentando recuperarse de su quinto casi-desmayo consecutivo cuando oyó la puerta principal de su departamento abrirse. Sólo podría ser una de tres personas, y sabía que Hoseok y Yoongi aún debían de estar en sus respectivos auditorios a esta hora de la mañana, así que tenía que ser Jimin.

Taehyung esperó a que el muchacho anunciara su presencia, pero el único sonido que podía distinguir en el silencio de su hogar era su armario abriéndose y cerrándose mientras Jimin colgaba su abrigo y se quitaba los zapatos. Al parecer ya sabía que hoy era uno de esos días.

El ardiente dolor que hormigueaba debajo de su piel disminuyó lo suficiente como para darse cuenta de que tenía el teléfono en la mano, a punto de resbalar de sus dedos. El registro de llamadas había quedado abierto en la pantalla, y una conversación de tres minutos con "Jeongguk J." era la entrada más reciente en el listado.

Ah, cierto.

Que te mejores.

Los dedos de Taehyung temblaban demasiado como para ser realmente útiles en este momento, pero aún así se las arregló para abrir Whatsapp y ver que le había enviado un mensaje a Jimin hace poco más de media hora.

Yo [9:01 AM]
ayufa

Jiminie [9:03 AM]
eh?

Yo [9:03 AM]
m duele la csbeza

mucho

Jiminie [9:03 AM]
voy

Yo [9:03 AM]
pot favor

Un maestro de la comunicación, sin duda.

Jimin entró en su habitación sin apenas hacer ruido. Taehyung intentó encontrar su mirada en la oscuridad, preguntándose cuán lamentable sería su aspecto en este mismo momento, acurrucado en la cama con su pijama de franela ya descolorido por el tiempo. El verde original de su tela solía inclinarse hacia una vibra relajante como de espuma de mar, pero ahora se había transformado en algo más parecido a un chartreuse vomitivo, casualmente.

Odiaba este pijama, pero tras arruinar un precioso conjunto de seda que Hoseok le regaló una Navidad, Jimin sugirió que era mejor estar preparado con algo... estropeable. También fue él quien sugirió el combo camiseta + shorts verde-vómito para este tipo de situaciones, lo que explicaba que el feo conjunto hubiera aparecido en su armario mágicamente, incluso después de que Taehyung se hubiera deshecho de ellos al mudarse de la casa de sus padres en Queens.

Jimin odiaba esos pijamas tanto como él. El conjunto había sido un regalo de los padres de Jimin cuando aún se llevaban bien con la familia materna de Taehyung.

—Hey —susurró el muchacho en cuestión.

—No hagas esa voz —Taehyung suspiró, vencido—. No cuando acabas de llegar.

—¿Qué voz?

—La voz del pajarito herido.

—¿La qué voz?

—Ow —Taehyung hizo una mueca—. Demasiado alto.

—Y por eso estoy usando esta voz —soltó Jimin, bajando su tono a un susurro otra vez—. ¿Cómo te sientes? Escala del 1 al 10.

—8 negativo.

—Esa no está entre las opciones.

Taehyung rodó sobre su estómago, apretando las sábanas en sus puños y aplastando la cara contra la almohada. Normalmente podía controlarse, mantenerse independiente como cualquier adulto funcional de su edad, pero su fortaleza siempre acababa por derrumbarse cuando Jimin estaba cerca.

Lloriquear como una niña en su primer dolor menstrual era fácil con él.

—No se va. Tomé las pastillas, apagué las luces, me estoy congelando con el aire acondicionado, intenté dormir, pero no... —Taehyung sintió las lágrimas acumularse en sus ojos, sin poder evitarlo—. Duele, Chim. Duele tanto.

—¿Qué pastillas?

—...esas.

—¿En serio? —Jimin preguntó, y Taehyung no necesitaba levantar el rostro de la almohada para saber que tenía las manos en las caderas y una ceja enarcada bajo su flequillo rubio—. ¿Y todavía te duele?

—.¿..sí?

El muchacho suspiró exageradamente—. Tendremos que ir al hospital, entonces. Anda, arriba.

—No, no, no. No tenemos que... —Taehyung comenzó, pero Jimin tiró de su brazo para levantarlo y el mero movimiento fue suficiente para que el dolor en su cabeza creciera tanto hasta dejarle viendo blanco—. Chim, d-detente —rogó—. Para, en ser–; para —pero Jimin tiró otra vez, implacable, y—: ¡Vale! Vale, no tomé las pastillas. Sólo analgésicos.

—¡Lo sabía!

Jimin salió de la habitación dando pisotones furiosos, tan fuertes como para hacer que Taehyung enterrara la cabeza bajo la almohada como un avestruz. Estaba convencido de que el cerebro estallaría dentro de su cráneo ahora, en cualquier momento.

El rubio regresó en menos de treinta segundos, mucho más tranquilo cuando cerró la puerta detrás de él. La mano que comenzó a acariciar la nuca de Taehyung era imposiblemente dulce.

—¿Tae-tae?

—No puedo.

—Sí puedes. Tienes que.

—Estaré bien.

—No lo estarás. Me acabas de decir que no estás bien.

—No es tan malo —Taehyung medio-murmuró medio-suplicó—. Se me pasará en una hora, estoy seguro.

La mano de Jimin seguía masajeando su piel ardiendo, enredando sus dedos en su cabello—. ¿Y cuántas una hora han pasado ya?

—...uh.

—Taehyung.

—Desde que desperté —admitió, bajito.

—Que fue cuándo.

—No lo sé. ¿A las cinco, tal vez?

Jimin suspiró otra vez—. Taehyung, en serio–

—Deja de suspirar así.

—Lo haré si te cuidas como se supone que debes hacerlo.

Taehyung se dio la vuelta despacito, sin nada de elegancia en su sistema, y pudo distinguir la silueta de Jimin flotando a un lado suyo en la oscuridad.

—Las odio, Chim.

—Lo sé, ya sé. Pero hoy no tengo trabajo, puedo quedarme aquí contigo hasta que pase.

—No se trata de estar solo, no...

—Taehyung —Jimin interrumpió, acomodándose en el borde de la cama con cuidado. Su mano ahora hacía su mejor esfuerzo por quitar el cabello de Taehyung fuera de su vista, incluso cuando el castaño ni siquiera podía sentir las suaves caricias por encima del dolor—. ¿Quieres que tome una de las píldoras yo también? Podríamos pasar esto juntos. A todo o nada.

—Chim...

—Lo digo en serio —rió el rubio—. Lo haré si eso hace que te tomes una por fin.

Taehyung suspiró. En el fondo sabía que esto pasaría—lo supo en el momento en que le envió el mensaje de auxilio a Jimin. Debía tomarlas. Su dolor de cabeza había ido empeorando a lo largo de la mañana, y en este punto ninguna absurda cantidad de ibuprofenos de venta libre ayudarían a calmar su tormento.

—¿Te quedarás aquí? —preguntó, rendido.

—No te desharás de mí tan fácil, Taehyungie —sonrió—. Podemos ver una peli. Hacer palomitas.

El castaño cerró los ojos, sopesando su situación. Mañana sería un infierno.

—Vale.

—Te traje agua —Jimin le ayudó a sentarse con cuidado, acomodando las almohadas detrás de su espalda para brindarle apoyo, y dejó un vaso frío en la mano de Taehyung—. Y aquí está tu pastilla.

Taehyung extendió la palma de la mano para sentir la pequeña píldora blanca caer en ella, y la metió en su boca antes de que su mente intentara convencerle de que podría sobrevivir otro minuto más de tortura sin ella. Tragó tanta agua como pudo sin ahogarse de por medio, odiando el gusto amargo que siempre las acompañaba.

—¿Qué quieres hacer ahora? —Jimin preguntó suavemente—. ¿Vas a intentar dormir un poco más?

—No creo poder hacerlo —soltó, con abatida sinceridad. No tenía que ver el rostro del mayor para saber que estaba frunciendo el ceño.

—¿Has hablado con tu médico al respecto?

—Mhmm. En mi último chequeo.

—¿Y?

—Sólo dijo que debería tomar las pastillas más a menudo.

—Tal vez deberías.

Taehyung no respondió. Se acomodó en su lugar y, sin querer, las sábanas descubrieron parte de su pierna izquierda, revelando la ya cicatrizada herida en forma de rayo sobre su piel. Jimin volvió a arroparle, asegurándose de mantener su bajo calor corporal en él.

—Puedo quedarme unas noches contigo —ofreció, dulce como siempre—. Si tienes problemas para dormir.

Taehyung cerró los ojos. Ya podía sentir el palpitante dolor detrás de su cabeza desapareciendo, lo que significaba que su claridad mental también comenzaría a desaparecer en cualquier momento—. ¿Estás seguro?

—Sabes que adoro estar contigo.

—¿Qué hay de tu gato?

—Le diré a los hijos de algún vecino que le hagan compañía.

Taehyung encontró la mano de Jimin en la oscuridad, y entrelazó sus dedos con los de él.

—Gracias por ser tan bueno conmigo, Minnie.

—¿Para qué está la familia? —Jimin sonrió, y se recostó a su lado tan delicadamente como pudo; el colchón apenas moviéndose con su peso. Taehyung no podría encontrar ninguna palabra en ningún idioma que pudiera realmente expresar cuánto lo amaba—. Sólo intenta descansar por ahora. Estaré aquí.

🕷

—¿Taehyung? ¿Sabes dónde estás ahora mismo?

—...en el hospital.

—Muy bien, muy bien. ¿Puedes decirme tu nombre completo, cielo?

—Taehyung Kim.

—¿Y cuántos años tienes?

—Dieciocho.

—¿Sabes qué día es hoy?

—Abril... ¿dos de abril?

—¡Casi! Hoy es cuatro de abril. ¿Recuerdas qué año?

—Dos mil dieciséis.

—Excelente. ¿Y cómo te sientes hoy? Me dijo un pajarito que tienes sensibilidad en las manos y en los pies, ¿no es así?

—Pican.

—Ah, ya veo. Puede ser un poco incómodo, pero es una buena señal. Parece que estás en el camino a la recuperación, Taehyung.

—¿Dónde...? ¿Dónde está mi mamá?

—Creo que ha tenido que salir, cariño.

—¿Y mi papá?

—Puede que esté con ella. Podemos intentar... veamos si encontramos a los Kim, ¿vale? Tú... —se alejó un poco—. Sí, Taehyung Kim. Habitación 406 —y volvió su atención al paciente otra vez—. Muy bien, Taehyung. Voy a revisar algunas cosas por aquí, ¿estás bien con eso?

—Mhmm.

—Puedes dormir si aún te sientes cansado, ¿okay?

—Vale.

Esta era la segunda parte del día que menos le gustaba a Taehyung. Ocurría por la mañana, cuando su cuerpo comenzaba a despertar y el dolor aparecía como una vieja amiga en cada célula de su sistema, completamente exhausto tras una noche en la que sus músculos se la pasaban oscilando entre violentos espasmos y la más pura inactividad.

Era entonces que entraba el médico y le pinchaba y palpaba y revisaba hasta que decidía que sí, Taehyung seguía sufriendo un traumatismo craneoencefálico, y que sí, todavía había una enorme posibilidad de que tuvieran que amputarle la pierna izquierda, pero que aún no podían decirlo definitivamente.

(La primera parte del día que menos le gustaba a Taehyung era cuando tenían que cambiarle la bolsa del catéter).

Si hoy era cuatro de abril, eso significaba que llevaba aquí dos semanas, sin contar el par de días que estuvo en coma. La mayor parte del tiempo había sido un borrón confuso, y lo único que unía los minutos y horas fragmentadas que sí podía recordar era el dolor insoportable y constante. Hasta que le inyectaban los medicamentos, claro, y entonces el sufrimiento desaparecía.

Pero entonces todo lo demás se esfumaba también.

Ahora mismo estaba bajo un cóctel de analgésicos, de hecho, una mezcla que lograba calmar apenas la molestia sin despojarlo de la vida real en el proceso. Podía sentir el dolor cuando las enfermeras movían sus extremidades, iluminaban sus ojos o revisaban sus oídos, pero era más bien un dolor sordo, algo que podía esconder bajo la lengua y soportar si apretaba los dientes lo suficiente.

Debía de haberse quedado dormido, porque cuando volvió a abrir los ojos el médico ya no estaba en la habitación, y ahora había una nota adhesiva color naranja en su mesilla de noche. Incluso con la vista borrosa podía reconocer la letra de su madre.

Papá y yo tuvimos que ir a trabajar.

Pá volverá para cenar contigo y yo te veré mañana en el desayuno.

Te amamos, ¡sé fuerte!

Taehyung parpadeó tenuemente ante la nota durante varios minutos antes de comprender el significado. Lo entendía.

Las enfermeras le habían dicho que, mientras estuvo en coma, sus padres no se separaron de él. Ni siquiera comían, salvo lo que el personal del hospital les traía de las máquinas expendedoras de la planta. Tienes unos padres increíbles, le habían dicho.

Taehyung lo entendía.

Ellos perdieron tres días de trabajo, y muchos más después en las dos semanas que llevaba aquí. No podían faltar tanto, lógicamente, y sus facturas médicas no se pagarían por sí solas.

Lo entendía.

Pero quería que mamá y papá estuvieran ahí con él.

No podía hacer otra cosa que quedarse tumbado en la cama y esperar a que todo el cansancio acumulado le pusiera a dormir nuevamente. Su pantorrilla izquierda picaba como el demonio, y sin importar cuánto lo intentara, no había manera alguna de que pudiera controlar su cuerpo lo suficiente como para poder rascarse. Pero al menos podía sentir la picazón. Le aterrorizaba algún día despertar y que su pierna ya no estuviera ahí.

Quería a mamá y papá.

Estuvo a punto de sumergirse en un nuevo sueño profundo cuando un alboroto se oyó en el pasillo.

—¡Señor! —alguien gritó; un enfermero, presumiblemente—. ¡Señor, necesita un permiso de visitante! ¡Tiene que firmar en el registro! ¡Señor!

Taehyung no podía incorporarse, apenas sí podía levantar la cabeza, pero el accidente debía haber activado algún tipo de reacción involuntaria en su cuerpo, intentando con todas sus fuerzas protegerse cuando una figura rubia entró como un torbellino a la habitación y cerró la puerta detrás suyo.

—¡Taehyung! —respiró Jimin, agitado. Dejó caer la mochila que llevaba al hombro en el suelo, y se acercó a la cama del menor a pasos pequeños antes de caer rodillas a su lado, desolado—. Vine tan pronto como me enteré. Estaba... estaba en Argentina, no vi las noticias. Mis padres no me lo dijeron–; acabo de volver y... oh, Taehyung. Lo siento mucho.

—¿...Argentina?

Jimin levantó la cabeza. Tenía los ojos brillosos—. Una competencia de taekwondo.

—¿Y ganaste? —Taehyung murmuró, ganándose una sonrisa tristona ante su pobre intento de levantar los ánimos.

—Ni cerca.

—Oh.

—Taehyung.

—¿Mmm?

—Taehyung, lo siento tanto. No te mereces esto. No sé cómo... —su voz se rompió, y tuvo que darse un segundo para no quebrar en llanto ahí mismo—. Mi Tae-tae. Estoy aquí ahora, ¿vale? Y estaré aquí hasta que estés mejor. No... No puedo creer que mis padres no me lo dijeran; sé que no estamos en buenos términos pero...

—¿Jimin?

—¿Sí? Oh, Taehyung... Tae, no llores.

Taehyung ni siquiera habría notado las lágrimas si el rubio no lo señalaba—. Jimin.

—Estoy aquí —prometió, acariciando su mano entre las inyecciones intravenosas conectadas a su piel—. Aquí mismo, osito.

—...Chim.

—¿Sí?

—Tengo miedo —susurró Taehyung—. No quiero estar solo.

—No lo estás. Estoy aquí ahora.

Jimin limpió las lágrimas de sus mejillas con un toque delicado y tierno, lo que no hizo más que lograr que Taehyung llorara aún más fuerte.

—No q-quiero estar s-solo —sollozó—. No me... no me d-dejes solo, Chim.

Jimin se levantó del suelo y se inclinó sobre la camilla, acercándose para abrazar con el mayor cuidado del mundo y dejar un beso en la mejilla de Taehyung.

—No me iré —declaró, sin poder evitar llorar él también—. No me voy a ninguna parte, Taehyungie. Aquí estoy.



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Hoy y siempre,
gracias por leer.
Zoqi.

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