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La primera vez que sucedió, Taehyung tenía dieciséis años.
Era un martes cualquiera de octubre por la noche, y Nueva York se aferraba a los últimos vestigios del verano a duras penas. Bueno, eso, o era otro supervillano que andaba suelto por las alcantarillas, haciendo saltar el interruptor y sumiendo a todo el edificio, vecindario y distrito entero en una oscuridad total por sobre la desafortunada ola de calor azotando a la ciudad.
(—Esos no son supervillanos, Taehyung —solía decirle su padre a cada que escuchaba sus teorías acerca de los apagones—. Sólo son delincuentes comunes con demasiado poder, porque la policía no está equipada ni siquiera para limpiarles el culo, ni mucho menos para hacer su maldito trabajo.
—En realidad, el Daily Bugle dice que...
—El Daily Bugle es un montón de porquería; eso lo sabemos todos.)
Sí, bueno. Ajá. Allí era donde solía acabar la conversación, y era también cuando su madre intervenía para hablar de su turno de noche en el hospital, dejando el tema zanjado hasta la próxima vez.
En la escuela, sin embargo, los amigos de Taehyung solían estar de acuerdo con eso de los "supervillanos", así como era natural que el tema de los superhéroes siguiera el hilo de la conversación.
Quizá era él quien empujaba el asunto, pero qué más da. Es lo mismo, porque de alguna manera u otra, siempre terminaban hablando de él.
Spider-Man.
Hasta donde sabe Taehyung, él sólo ha estado aquí por pocos meses; quizá unos tres, pero no más que eso, y sólo durante estas últimas semanas es que ha estado aventurándose fuera de Queens, finalmente ganándose la atención del querido "montón de porquería" de periódico que su padre odia pero sigue comprando todas las mañanas para leer durante el largo trayecto hasta el centro de Manhattan.
Había sido justo allí, en esa especie de pozo negro que todo neoyorquino auténtico intenta evitar como si fuera la plaga (el mismísimo Taehyung había aprendido antes de siquiera balbucear ma-má o pa-pá que era mejor que no le pillaran muerto en el Times Square), que Spider-Man impidió que un tipo armado asaltara a una familia de turistas alemanes.
Alguien—con la calidad propia de un maldito microondas, déjame decirte—había logrado tomar una foto con su teléfono al mismo tiempo que un hombre con capucha roja, pantalón de chándal azul y pasamontañas puestos se columpiaba en el aire para quitarle al atracador la pistola de las manos. Un espectáculo, ciertamente, pero aún así a Taehyung le gustaba muchísimo más la segunda foto que alcanzaron a tomarle: Spider-Man frenando en el medio de la escena para chocar los cinco con los niños que se encontraban allí, mirándole desde abajo boquiabiertos.
Taehyung le había visto una vez, mientras iba en metro. Estaban volviendo a casa, su padre desde el trabajo y él desde el instituto, y recordaba haber tirado frenéticamente de la manga del mayor cuando vio aquel borrón rojo y azul del que los niños tanto hablaban en la cafetería de la escuela. Papá había volteado a ver demasiado tarde (absorto en las columnas del Daily Bugle que no había alcanzado a leer esa mañana), y le había dicho que dejara de tener una imaginación tan vívida si es que realmente quería ser un doctor cuando grande.
Así que, tan rápido como todo aquello había sucedido, Taehyung se resignó al hecho de que quizá sí se había imaginado a Spider-Man, y su vida continuó con su rumbo usual sin más problemas.
Esta noche, sin embargo, no había manera de que se lo hubiera imaginado.
—¡Taehyung, cariño! ¡Cierra la ventana!
—Pero va a hacer más calor —murmuró, pero aún así cumplió con la petición de su madre. Se incorporó en su cama y forzó la vieja abertura hasta cerrarla con un ruido sordo. Intentó ponerle seguro, pero el pestillo simplemente no encajaba por más que lo intentara con todas sus fuerzas, y, al fin de cada intento, la ventana siempre volvía a abrirse, deslizándose un poco hacia arriba.
En la oscuridad, Taehyung salió de su cama con un bufido, quitándose el sudor que se había acumulado en su frente por el calor y palpando los muebles y paredes de su habitación hasta encontrar el camino libre a su puerta.
—¿Papá? —llamó al llegar.
—¡Estamos en la cocina! —respondió desde la lejanía—. Sigue la luz de la linterna.
No era como si Taehyung fuera ajeno a los apagones; había al menos tres grandes cada año debido a la viejísima fuente de electricidad del vecindario, pero al menos hacía calor. Una vez hace algunos años había habido un apagón en la maldita noche de Navidad, y había tenido que dormir con su abrigo de invierno y dos pares de guantes de lana gruesa.
Entre eso, y la sensación de sofocación que se le estaba viniendo encima con todas las ventanas cerradas, no sabría decir cuál es peor.
—Ven aquí —su madre dijo cuando llegó a la cocina, con sólo su rostro visible por el resplandor de la linterna. Ella llevaba en la mano uno de esos ventiladores en miniatura que podías sostener en tu mano como si se tratase de una paleta—. Toma.
—Dios, gracias. —Recibió el mini-ventilador como si fuera su salvación y lo acercó a su rostro lo más que pudo. La pequeñísima ráfaga de aire que alcanzaba a tirar era casi nula, pero vaya si era mejor que nada—. Pa, mi ventana no cierra otra vez.
—Hubo una tormenta hace unas semanas, la lluvia debe haber dañado el marco. —El suspiro de su padre sonó por alguna parte cerca de mamá—. Te dije que dejaras de dejarla abierta por la noche.
Taehyung no le prestó atención, sino que se estaba entreteniendo él solito sacando la lengua y dejando que quedara atrapada entre las aspas de silicona del ventilador, que de repente emitía un zumbido furioso a cada lengüetazo.
—Ay, Jesús —su madre exhaló—. No hagas eso, Taehyung.
—Necesito una linterna —dijo él, entonces—. Todavía no termino de estudiar para mi examen de química.
—Son casi las once. Deberías estar preparándote para ir a la cama.
—No sacaré una A durmiendo, mamá.
—Ah, quizá no, pero al menos vas a estar bien descansado.
—Toma, Taehyung —la voz de su padre apareció otra vez en escena—. Coge este.
Otro pequeño rayo de luz iluminó la cocina. Uno mucho más debilucho y titilante que el industrial que su madre estaba usando, pero de igual manera Taehyung lo aceptó gustoso.
—Grax, pá.
—Le echaré un vistazo a tu ventana mañana —dijo—. Y yo te despertaré para la escuela, no creo que tu alarma vaya a funcionar.
—Okay. Grax.
—¿Te sabes alguna otra palabra más que grax?
Taehyung consideró la pregunta y buscó la respuesta en el fondo de su corazón, en las profundidades de su subconsciente. Luego sacó la lengua y su lengua se enganchó entre las aspas una vez más.
—Taehyung —otra vez, su madre volvió a suspirar, exasperada.
—Voy a seguir estudiando —soltó entonces, escapando del sermón—. ¡Buenas noches!
—No te quedes hasta tan tarde despierto, ¿sí? —mamá dijo, después de haberle dado sus respectivos besos en las mejillas y un buen par de caricias en el cabello.
Taehyung no dijo ni que sí ni que no, sino que se apresuró a volver a su habitación con mayor facilidad ahora que iba acompañado de una linterna, y cerró la puerta tras suya.
Pensó por un momento en volver a abrir la ventana, pero ahora que no había humedad el lugar había refrescado un poco, así que simplemente pasó de la idea y se acomodó como bolsa de papas en el asiento frente a su escritorio para reanudar con lo que estaba haciendo antes de que se fuera la luz: estudiar química.
Están aprendiendo nomenclatura, algo que Taehyung no pudo captar tan fácilmente como los conceptos anteriores, pero no es como si pudiera suspender la unidad. Además—y para su oh, santa suerte—, química era un paso vital en la carrera de medicina, así que está escrito en su destino tener que dominarla tarde o temprano.
Se pasó un buen rato haciendo malabares para poder dejar la linterna en sus estantes para que alumbrara su mesa de trabajo, pero acabó por rendirse y resignarse a cogerla con su mano libre mientras la otra sostenía a la altura de sus ojos su hoja de repaso.
Dirigió una mirada tristona al libro de anatomía que se terminó hace horas, mientras esperaba a que su padre lo recogiera después del Club de Medicina Forense para volver a casa en su usual recorrido en el metro. Hoy, escondido entre las páginas del periódico de papá, había encontrado un nuevo artículo sobre Spider-Man: la "amenaza enmascarada" (así como a los del Daily Bugle les gustaba decirle), estaba causando estragos en Tribeca, donde al parecer había ayudado a detener un robo en una cafetería local.
En la humilde opinión de Taehyung, el Bugle debía de estar más disgustado por la cafetería que sirve leche de avena y magdalenas veganas que por el crimen en sí, y el hecho de que Spider-Man estuviera implicado funcionaba como la excusa perfecta para publicar esa estúpida historia en primera plana.
—Es un fenómeno —papá había comentado en voz alta, tras notar el repentino interés del niño—. Desaparecerá en un mes, como mucho.
Taehyung fue más inteligente y no dijo nada acerca de que Spider-Man llevaba aquí más de tres.
Al final, acabó resolviendo la hoja de ejercicios cerca de la medianoche, después de haber chequeado sus resultados y haber hecho algún que otro par de problemas extras para estar absolutamente seguro de que obtendría al menos una A- en el examen. Si quería entrar en la universidad de Johns Hopkins no podía permitirse una B. Mucho menos una C. Dios, todo menos eso.
Taehyung siempre había sido un buen estudiante, y le gustaba que fuera así. Él sabía que era inteligente, y le gustaba aprender nuevas cosas, así que supongo que eso era un buen match—incluso cuando más de un profesor le haya dicho que es demasiado curioso para su propio bien.
A ver, que no era su culpa que aparentemente no hubiera tiempo para responder a tooooodas sus preguntas en clase. Por eso, al principio de cada curso, es que intenta programar algunas sesiones individuales extra-escolares, aunque solían terminar cuando se daban cuenta de que, en efecto, no necesitaba ayuda extra.
Al menos este año estaba resultando más desafiante. Ya había tenido que esforzarse más en el último mes y medio que en toda la secundaria, y ni siquiera el año pasado había sido así. En ese entonces no les decían que ya comenzaran a pensar en universidades, y el aire a último tramo se sentía más bien lejano en el espacio-tiempo.
Digo, no es como si Taehyung tuviera que pensar en la universidad de sus sueños, porque ya lo tenía más decidido que su propio nombre: Johns Hopkins. El mejor programa de pre-medicina del que podrá pasar directamente a la escuela de medicina, y entonces podrá ser un cirujano y nadie le regañará por hacer tantas preguntas.
Y quizá, puede que para ese entonces ya no sea tan curioso, porque en lugar de hacer esas preguntas, él podrá resolverlo todo por sí mismo.
Lo importante es nunca dejar de cuestionarse, dijo Albert Einstein una vez. La curiosidad tiene su propia razón de ser.
Taehyung se lo había dicho a su profesora de ciencias de la tierra el año pasado, pero aún así le hizo sentarse hasta el fondo del salón porque seguía interrumpiendo la clase. Este año se había portado mejor, aunque sólo fuera porque se sentía mal por haber hecho venir a su padre al final del día cuatro veces distintas para discutir el... ¿cómo lo habían llamado..? Ah, sí. El Comportamiento Conflictivo™ de Taehyung.
Así que ahora no hacía cosas conflictivas, o lo que sea, por más que sentía que cada clase acabaría con él a punto de estallar por la cantidad de preguntas que se tenía guardadas. Pero no importaba. Cuando fuera a la universidad, haría todas las preguntas que pudiera.
Aunque tenía que aprobar química primero.
Los ojos de Taehyung ya comenzaban a cerrarse por sí solos, pesados como si un bloque de concreto estuviera haciendo peso en sus párpados, y el lápiz que llevaba mordisqueando estaba a punto de caer del agarre de su mano cuando lo oyó.
Al principio creyó que sólo se trataba de su imaginación, pero luego iluminó la ventana con la linterna y, okay, bien, estaba ocurriendo de verdad.
Taehyung no sabía si gritar o correr o ambas o ninguna, así que se quedó pegado a la silla, con el haz de luz artificial y titilante iluminando la sombra de una mano deslizando el cristal de su ventana lentamente para abrirla.
Voy a morir. Voy a morir, voy a morir, voy a morir y estudié tanto química para nada y...
Entonces el intruso se precipitó dentro de la habitación. Había sido más una caída controlada que una verdadera voltereta, pero de igual manera cayó sobre la suavidad de la cama con un ligero uff.
A Taehyung ya no le preocupaba ser asesinado, sino que ahora tenía un problema aún mayor: no desmayarse por el shock.
No puede ser.
No. Puede. Ser.
—¿Spider-Man?
Porque, oh, Dios, ¿quién más podría ser sino? Su habitación se encontraba en un segundo piso, y, bueno, no es como si fuera exactamente inalcanzable para una persona normal, pero nadie llevaría una máscara y un elastano azul y rojo en la cara. Nadie más que Spider-Man. Un superhéroe.
El intruso rojo y azul se paralizó en su lugar.
—Eh... Hola, niño. Qué tal.
—Hola —Taehyung exhaló. ¿Esto de verdad estaba ocurriendo? ¿Le estaba ocurriendo a él? Vaya. Conque así se sentía conocer a una celebridad. De repente, todas esas películas cursis en las que una mujer se enamora del actor famoso o del multimillonario hombre de negocios comenzaban a tener sentido.
—Casa equivocada.
Taehyung parpadeó, sintiendo que comenzaría a temblar al igual que un chihuahua nervioso—. ¿Vives en el vecindario, entonces?
—Uh —Spider-Man se aclaró la garganta—. No puedo decírtelo.
—Así que eso es un sí.
—...Si eso es lo que quieres creer.
Taehyung sonrió en grande. Meghan Kemper se sentaba a su lado en la clase obligatoria de Lengua y Literatura y dijo que cuando conoció a Spider-Man, él había sido súper divertido y muy genial. Taehyung había anotado mentalmente que ella debía de estar loca, porque todo el mundo sabía que Meghan Kemper vivía en Bayside, y ¿por qué diablos iba a estar Spider-Man en Long Island?
Pero quizá sí que le vio, porque Spider-Man sí es súper divertido y muy genial y mola mucho. Taehyung sintió el repentino dilema de si iba a contárselo a sus amigos o no.
—Eres increíble —dijo, de cualquier manera.
—Gracias, niño.
Taehyung hizo girar el lápiz sin punta entre sus dedos, sin tener mucha idea de qué decir a continuación. Puede que esto sea lo mejor que le haya pasado nunca. Tenía un millón de preguntas en la cabeza y, sin embargo, era como si no pudiera formular ni una sola.
—Bueno —Spider-Man soltó entonces—. Debería irme. Eh, disculpa las molestias.
—¡Espera! —No podía dejarle ir, no así como así—. ¿Quieres...? ¿Puedo ofrecerte algo?
Se imaginó a Spider-Man alzando una ceja por debajo de su máscara—. ¿Qué?
—No sé, algo como... ¿un bocadillo? ¿Algo para tomar?
—Eh... un poco de agua estaría genial, en realidad.
Taehyung, si es que era posible, sonrió aún más—. ¡Okay! Okay, bien. Quédate aquí, no te vayas a ninguna parte.
—Claro, niño.
Entonces Taehyung bajó a hurtadillas a toda velocidad a la cocina con su linterna debilucha. No le preocupaba que sus padres despertaran; su padre dormía como un muerto y su madre se la pasaba agotada por sus turnos en el hospital, así que estaba acostumbrado a escabullirse por la noche, normalmente para poder usar el ordenador y buscar algo de lo que estaba ansioso por saber la respuesta.
Dios, esa es otra cosa que no puede esperar para tener en la universidad. Un ordenador.
Taehyung tomó un vaso de agua y subió las escaleras corriendo, sólo para ver que Spider-Man estaba intentando escabullirse por la ventana.
—Ey —susurró—. Ey, ¿qué estás...? ¿A dónde vas?
El superhéroe quedó petrificado en su lugar, con una pierna colgando del alféizar.
—Te traje agua —Taehyung intentó que el sentimiento de traición no se viera reflejado en su voz. ¿Se conocieron hace dos minutos? Sí. Y qué.
—Cierto.
—Y me imaginé que beberías un poco, al menos. Ni siquiera es del grifo, la vertí de nuestro filtro.
—Okay.
—Así que–; toma, entonces. Usé mi taza buena.
—¿Tu taza buena? —Spider-Man volvió a meter la pierna dentro, sonando intrigado.
—Es la única que no está arañada por el lavavajillas —explicó—. Y la compré yo mismo.
La había conseguido cuando su clase hizo una excursión a la compañía de Ditko la primavera pasada. Tuvieron la oportunidad de explorar el lugar en profundidad y ver todos los experimentos e investigaciones que se llevaban a cabo allí. Taehyung podría haberse pasado allí un año entero, por no decir que los científicos con los que hablaba sí que parecían interesados en responder a sus preguntas, por muchas que fueran.
Compró la taza en la pequeña tienda de regalos que había junto al vestíbulo. Le había llamado la atención porque tenía una cadena de ADN impresa en la parte delantera con "Deja de Copiarme" escrito debajo.
(Recordaba que habían tenido que irse pronto, porque Jeongguk Jeon se había desmayado en uno de los laboratorios. También recordaba que sus compañeros habían sido groseros cuando hablaron de ello en el autobús de vuelta a la escuela.
Aunque ahora nadie decía nada malo de Jeongguk Jeon.)
A Taehyung le vino una repentina oleada de preocupación en caso de que Spider-Man creyera que su taza era estúpida cuando se la dio, pero el tipo rojo y azul sólo le echó un ojo y soltó una risa aireada.
Realmente no esperaba que su risa sonara así, aguda y entrecortada. No encajaba con su voz grave.
—Tierno —dijo Spider-Man, y Taehyung intentó no sonreír como una niña enamoradiza—. ¿Te importa apagar la linterna?
—¡Ah! Sí, claro. —Apagó la luz sin dudarlo siquiera un segundo, dándole algo de privacidad aunque con las cortinas abiertas y la ventana arriba, la luna se filtraba lo suficiente como para que Taehyung pudiera distinguir la sombra de Spider-Man, ahora sentado sobre la cama nuevamente—. Así pues —habló tras volver a la silla de su escritorio—, tengo algunas preguntas, señor Araña.
—¿Tienes preguntas? —Su voz ya no sonaba ahogada, así que debía de haber levantado su máscara lo suficiente como para beber cómodamente.
—Sí. Muchas. Digo, ¿cómo haces tus telarañas? ¿Son así como... como una mezcla de plástico y silicona? ¿O son eco-friendly? ¿Cómo logras que sean tan resistentes? Wow, espera, ¿o las haces tú? Así de, tú. Tú las haces. ¿Te salen por el culo como una araña de verdad?
Spider-Man, el pobre, debió de haberse ahogado con el agua, según se oyó.
—¿D-de mi...? ¿De dónde?
Taehyung frunció el ceño. Por un momento, el superhéroe sonó extraño. Su voz era definitivamente más aguda que antes.
—Sí. Quiero decir, tú puedes trepar paredes, eres súper fuerte, y, digo—te haces llamar Spider-Man, que significa Hombre Araña en español, así que supongo que la verdadera pregunta es si realmente eres mitad araña o si sólo te estás basando en una.
—Bueno...
—Porque si realmente eres mitad araña entonces asumo que tienes esos pelitos pequeñitos en la punta de tus dedos, pero entonces no tendría sentido que pudieras adherirte a las paredes con esos guantes que llevas puestos. Así que mi otra teoría es que tienes algún tipo de ola electrostática corriendo por tu traje, lo que debería darte la fricción que necesitas para hacer tus cosas de superhéroe, y en ese caso sólo estarías imitando las habilidades de una araña.
Entonces, se hizo el silencio.
Taehyung llevó sus rodillas al pecho, abrazándose a sí mismo a pesar del calor, preguntándose si había hablado demasiado. Si estaba siendo demasiado curioso otra vez.
—Estás mitad en lo cierto —respondió de cualquier forma Spider-Man.
—¿Sólo la mitad? —se quejó Taehyung. Su mano deambuló por sobre su escritorio hasta encontrar su ventilador miniatura, y presionó el botón que llevaba en su mango para volver a encenderlo.
—Es verdad que utilizo electricidad estática, pero no es parte de mi traje. Es, uh, es parte de mí.
—¿...parte de ti?
—Y no me salen telarañas por atrás.
—Okay, bueno, así que tú...
—Las fabrico. En un laboratorio. Son sintéticas, eh, sería algo asqueroso que fueran reales.
—Entonces no eres mitad araña —Taehyung concluyó.
Hubo una nueva pausa antes de que obtuviera una respuesta—. Yo... bueno, tampoco diría que no lo soy. Creo que... ¿Qué es lo que habías dicho? ¿Acerca de estar imitando una?
—Pues, eso. Eliges imitar algunos aspectos de una araña...
—Cuidado con tu mano.
—...y eso... ¿Eh? ¡Ay! —Taehyung siseó. Apartó la mano del ventilador y llevó el dedo que acababa de quedar atrapado entre las aspas a su boca, como chupete. No dolía, en realidad. Estaba más sorprendido que otra cosa—. Decía —murmuró alrededor de dedo—, que sólo utilizas las cualidades de las arañas para determinar tus... no sé, uh, tus superpoderes. Y obviamente lo haces, si las telarañas son falsas.
—¿Superpoderes?
—Bueno, eres un superhéroe, ¿no?
—Yo no diría eso, pero...
—¿Por qué no?
—Quiero decir, tal vez lo soy. Vaya, eso sería genial.
—Yo creo que ya lo eres —se apresuró a decir Taehyung—. Todos mis amigos de la escuela piensan igual.
—Gracias.
Taehyung estuvo a punto de hacer otra pregunta cuando Spider-Man volvió a hablar.
—Bueno, gracias por el agua. Me voy.
—¡Espera! —Buscó casi rozando la desesperación algo más para decir—. ¿Vendrás...? ¿Puedes venir a visitarme otra vez? ¿Mañana a la noche, tal vez?
—Uh...
—No soy un rarito ni nada parecido —se apresuró a decir—. Sólo que tengo muchas preguntas sobre cómo tú... cómo funcionan tus poderes y te digo que si no obtengo una respuesta moriré trágicamente.
—No eres un rarito.
—Quiero decir, o sea, no venderé tus fotos al Bugle ni nada. Sólo quiero saber acerca de tus poderes.
—¿Y cómo sabes que el rarito no soy yo?
Taehyung no podía ver su rostro en la oscuridad, pero sonó como si Spider-Man estuviera sonriendo.
—¿...lo eres? —preguntó.
—Podría serlo.
—Pero no eres un rarito, ¿verdad? Digo, eres un superhéroe, así que dudo que seas un cretino.
—Okay, razonable. Pero, ¿y si soy un viejo? No creo que a tus padres les guste que un cuarentón entre a tu habitación a altas horas de la noche.
Taehyung estuvo a punto de volver a meter la lengua en el ventilador de plástico antes de contentarse—. ¿Tienes cuarenta años?
—Tengo veintiocho.
Ante la nueva pieza de información, Taehyung intentó calcular cuántas parejas casadas con doce años de diferencia de edad conocía, y asintió.
—¿Ves? No eres un cretino. Por cierto, me llamo Taehyung. Y usaste mi taza favorita, así que tienes que volver obligatoriamente. Aunque sea por un par de minutos.
—No sé si...
Spider-Man se quedó callado en medio de su oración y Taehyung estuvo a punto de preguntar qué sucedía cuando, de repente, se encendió la lámpara del techo de su habitación. Había vuelto la luz.
Sonrió con los labios apretados, esperando que su cabello no luciera ridículo y que no tuviera las mejillas manchadas con restos de lápiz o algo así.
El tipo Araña estaba casi helado en la cama, pero de a poco volvió a sí, con la mitad inferior de su rostro al descubierto debido a que su máscara aún se encontraba levantada justo por debajo de la nariz.
Y entonces, a Taehyung se le borró la sonrisa de la cara.
—¡Ey! ¡Tú no tienes veintiocho! ¡Eres un niño!
—¿Q-qué? No, no lo soy —Spider-Man dijo, y ahora Taehyung podía notar cómo su voz grave no sonaba verdaderamente grave, sino que era igual a la de alguien pretendiendo tener una—. Soy casi un treintañero. Tengo una tarjeta de crédito.
Se apresuró a tomarse un trago de agua, y quizá haya podido ver a través de los agujeros de su máscara a Taehyung rodando los ojos de manera masiva.
—Tienes veintiocho —repitió, sin creérselo ni un pelo—. En serio.
—¡Sí! —Y se aclaró la garganta, bajando el tono de su voz todas las octavas que sus cuerdas vocales podían permitirse—. Sí.
—¿Y por qué tienes frenillos?
Spider-Man abrió la boca antes de cerrarla rápidamente de un mordisco, intentando ocultar los brillantes brackets en sus dientes que acababan de quedar expuestos Llevaba bandas rojas y azules intercaladas en cada bracket, y el corazón de Taehyung dio una graciosa voltereta en su pecho al notar lo tierno que era que el señor—o más bien niño—Araña combinara sus frenillos con su disfraz.
—Yo- la ortodoncia era toda una rareza donde yo crecí —se defendió Spider-Man.
—¿Ah, sí? ¿Y dónde creciste?
—¿En Queens?
Taehyung volvió a poner los ojos en blanco—. Dios, tienes... ¿qué? ¿Catorce años?
La mitad inferior del rostro de Spider-Man se desencajó por la ofensa.
—¡Tengo dieciséis!
Y Taehyung se encogió de hombros, ahora satisfecho—. Oh, genial. Yo también.
O casi, en realidad. Cumplirá los dieciséis en diciembre, pero Spider-Man no tenía porqué saberlo... Quizá incluso podría invitarlo a su fiesta de cumpleaños.
Huh.
De repente ya no se sentía como si estuviera junto a una celebridad, pero eso era algo bueno según Taehyung. Tal vez ahora el niño Araña le querrá como amigo en lugar de un simple fanático como cualquier otro. Ya quería ver a todos los niños de su escuela volverse locos de la envidia.
—No puedes- no le digas a nadie, ¿bien? —Spider-Man había comenzado a juguetear con los bordes de la taza buena de ADN—. Por favor.
—No lo haré —prometió, desde el fondo de su enorme corazón—. En serio, lo prometo. No lo haré.
—Es sólo que... mi familia- no quiero que salgan lastimados, ¿okay? Y si alguien se entera de quién soy entonces alguien intentaría ir a por mí y mi familia y...
—Hey, hey. Spider-Man. Relájate —rió Taehyung—. Se suponía que eras un superhéroe rudo y toda esa cosa.
—¡Y es por eso que nadie puede enterarse de que tengo dieciséis!
—¡Ya! ¡Bien! —carcajeó otra vez, llevando sus manos al aire en forma de rendición—. Está bien, en serio. No se lo diré a nadie. Te prometo que nadie irá detrás de tu familia —dijo, y se inclinó hacia delante—. Aún no me creo que tengamos la misma edad. Dieciséis y estás- estás luchando contra el crimen. ¿No es peligroso?
—Supongo —respondió, encogiéndose de hombros—. No lo sé.
—¿Cómo que no lo sabes? Detuviste a un tipo armado el otro día, lo leí en el Bugle.
—O sea, sí, pero ya sabía que no iba a dispararme.
—¿Cómo puedes saber eso?
—Tengo superpoderes —susurró, y Taehyung lo imaginó guiñando un ojo por debajo de su máscara.
—¿Y cómo se supone que eso es posible? Digo, ¿naciste con ellos o...?
—No puedo decírtelo.
—¿No?
—Uso esta máscara por una razón, Taehyung.
Algo se agitó en la boca de su estómago cuando oyó su nombre escapar de aquellos labios. Raro, pero familiar que de alguna manera u otra no puede descifrar del todo. De cualquier modo, lo ignoró por el momento.
—Okay, okay. Entonces supongo que no debería preguntar a qué escuela vas.
—Definitivamente no.
—Y tampoco debería preguntar si vamos a la misma escuela.
—Nosotros... —Spider-Man se enderezó en su lugar, y ladeó la cabeza—. No estoy aquí.
—¿Qué?
—No estoy aquí —repitió, esta vez en un susurro casi imperceptible—. Y no te asustes.
—¿Por qué me asus-...? Oh, Dios mío —Taehyung exhaló, quedando boquiabierto al ver a Spider-Man, el Spider-Man, trepar por su pared y gatear por el techo hasta llegar a las puertas abiertas de su armario y meterse allí dentro de un sólo balanceo.
—Taehyung.
El chico saltó en su silla como un resorte y el ventilador de plástico que llevaba en mano salió volando a lo largo de la habitación.
Su padre estaba en la puerta medio dormido y con un ojo pegado del sueño, pero lo suficientemente despierto como para verse amenazador.
—Pá. Hola.
—Es la una de la mañana —murmuró con la voz ronca—. Deberías estar ya acostado.
—Lo sé, lo sé. Estaba, uh, terminando de estudiar.
—¿Había alguien más aquí?
—¿Queeeeeeé? —Taehyung rió, sintiendo el corazón golpearle el pecho con violencia—. ¡Ja! ¿Qué dices? No, claro que no. No.
Papá entrecerró sus ojos, desconfiado—. Te oí hablar.
—No, sí, estaba- estaba recitando mis notas. Sólo para asegurarme de que entendí todo.
—Ya, pero descansa un poco, ¿está bien? Y pon tu alarma, que regresó la electricidad.
—Sip. Lo haré.
—Buenas noches.
—Buenas noches.
Taehyung suspiró con el corazón en la garganta y esperó a oír la puerta de la habitación de sus padres cerrarse en el pasillo antes de levantarse de la silla y cerrar la suya. Cuando se dio la vuelta para mirar hacia el armario, Spider-Man ya estaba saliendo de su escondite con la máscara cubriéndole el rostro completo otra vez.
—¿Cómo sabías que él...?
—Superpoderes.
Taehyung rodó los ojos, pero aún así no pudo evitar sonreír. Vaya que podría acostumbrarse al niño Araña siendo molesto con sus cosas geniales de superhéroe.
—Tengo que irme —Spider-man dijo, entonces—. Gracias por dejarme usar tu taza favorita.
—Oh, sí, claro. Uhm, vas a volver, ¿no? Digo, será divertido, como tenemos la misma edad y todo eso.
—Uh...
—No voy- no estoy intentando descubrir quién eres —Taehyung se apresuró a decir, para evitar malentendidos—. Sólo creo que eres genial y eso.
—¿Me dejas pensarlo?
—Eh, supongo.
—Gracias. Deja tu ventana abierta, entonces.
—Lo haré. El seguro no funciona, de todos modos.
—Eso suena como un problema.
—Tal vez —O podría ser el inicio de algo—. Uhm, buenas noches. Cuídate.
—Gracias, Taehyung. Buena suerte en tu examen de química.
Y con eso, Spider-Man trepó fuera de su ventana, y Taehyung se quedó parado solo, en el medio de su habitación, observando la silueta de su nuevo amigo desaparecer entre las sombras de la ciudad.
Luego se tomó un buen tiempo para saltar y corretear por su habitación llevando sus manos a sus mejillas acaloradas, porque acababa de conocer a Spider-Man. Y tenían la misma edad. Y era divertido, y genial, y tierno, y guay, y Taehyung no dudaba que también era guapo. Sonaba guapo, al menos.
Ya sabía que probablemente se estaba adelantando una línea de tiempo completa, como siempre, pero de igual manera no pudo evitar imaginarse a ambos como mejores amigos. O sólo amigos. O lo que sea.
Apagó las luces y se escondió bajo el edredón, ahora que el aire acondicionado volvía a funcionar y el frío comenzaba a apoderarse de su habitación. Se sintió estúpido sonriendo tanto sólo por ver la silueta de su taza en el alféizar, y dio unas pataletas aún más estúpidas cuando se encontró con más alegría que sueño en su sistema.
Finalmente, tras un buen rato creando escenarios imaginarios que volvían a pintarle las mejillas de un tono rosáceo, se quedó dormido sin llegar a preguntarse cómo es que Spider-Man sabía que estaba estudiando para un examen de química.
🕷️
El examen salió bien, obviamente, como la mayoría de las veces.
Esa misma noche, escondido bajo sus sábanas junto a una pila de periódicos viejos de su padre, Taehyung se quedó despierto con una linterna iluminando cada página que pasaba incómodamente en busca de cualquier noticia de Spider-Man. Los fragmentos que había por ahí y por allá no eran... bueno, del todo agradables, pero aún así sentía una sonrisa abultar sus mejillas de forma dolorosa con la mera mención del superhéroe entre columnas y columnas de noticias.
No fue hasta que llegaron las 2 A.M que finalmente quedó rendido ante los pies del sueño, y apenas cuatro horas después tuvo que salir de la cama más dormido que despierto por los gritos de su madre diciendo que llegaría tarde a la escuela.
Spider-Man no había vuelto esa noche, pero Taehyung no estaba molesto por eso. Digo, el señor Araña no había dicho que volvería, ¿no?
Su taza buena aún continuaba esperando por él en el alféizar, de cualquier manera. Sólo por si acaso.
🕷️
Spider-Man tampoco volvió la noche siguiente, ni la que le sigue. Taehyung de veras intentó quedarse despierto lo máximo que su cuerpo exhausto le permitió durante el fin de semana, pero, oh, sorpresa, fue en vano: él aún seguía sin aparecer.
Cuando el lunes llegó sin más remedio y tuvo que resignarse a arrastrar los pies del cansancio por los pasillos de la escuela una vez más, finalmente entendió que todo lo que había ocurrido sólo había sido una cosa de una vez. Una locura milagrosa de una sola vez que vaya que se moría por contarle a sus amigos detalle por detalle.
Pero no lo haría. Taehyung le había prometido a Spider-Man que se mantendría callado.
Eso, y que su mente estaba muy ocupada teniendo una visión acerca de un examen sorpresa de cálculo hoy mismo.
¡Y había estado en lo cierto! O, bueno, algo así. Taehyung intercambió miradas confundidas con sus amigos mientras el profesor Donnelly lo explicaba a la clase, caminando de lado a lado frente a la pizarra que llevaba escrito PROYECTO DE FIN DE SEMESTRE escrito en tiza.
—Durante los próximos dos meses, tendrán integrales para resolver... Chssst. No. Nada de quejas —se apresuró a callar por encima del alarido de frustración colectivo de la clase—. Tendrán que resolver actividades integrales de todo lo que hemos visto hasta ahora.
—¿Eso cuenta como proyecto? —le susurró al oído uno de los amigos de Taehyung—. Suena demasiado fácil.
El profesor Donnelly estiró los labios en una sonrisa estrecha, oyendo su cuchicheo—. Ah, no sé. Tendrán una semana para resolverlas, aunque no se preocupen si no pueden en el primer intento. El objetivo de este proyecto es poner en marcha sus cerebros. Quiero ver como sus cabecitas piensan, así que por favor, por favor, por favor, hagan su trabajo. —Le echó un rápido vistazo al reloj colgado en una de las paredes del salón. Tenían el descanso del almuerzo en unos cinco minutos, y ya la mayoría había comenzado a guardar sus cosas en sus mochilas, levantándose de sus lugares para huir de allí como si alguien hubiera explotado una bomba apestosa ahí dentro—. Ah, otra cosa —sonrió otra vez—. Es un proyecto de parejas.
—¡Me pido a Taehyung! —gritó alguien detrás de Taehyung, quien sonrió aún en su pupitre. La clase estalló en un frenesí: todo el mundo intentaba coger de la mano a sus amigos o hacer todo lo posible para no quedar atrapado en un espiral hacia abajo con uno de los chicos tontos.
—Es un proyecto de parejas —repitió el profesor, aclarándose la garganta entre el caos—. Parejas a-sig-na-das.
Se oyó un suspiro unísono y armónico en lo que todos volvían a sus asientos, incluido Taehyung. Eso de los "compañeros asignados" nunca iba bien. Siempre acababa metido con personas que le dejaban el trabajo entero para hacer por sí solo. Podría no hacerlo, claro, pero la idea de sacar una mala nota era mil veces peor que pasarse la noche en vela para terminar a tiempo, así que terminaba por hacerlo de igual manera.
El señor Donnelly no perdió el tiempo y comenzó a enumerar las diferentes variaciones de parejas, leyéndolas de una hoja de papel que sacó de uno de los cajones de su escritorio.
Taehyung dejó una pequeña nota a lápiz en el margen de su hoja para no olvidarse de practicar algunas actividades integrales cuando llegue a casa—entrará en un loop de mala suerte si no resuelve cada una de ellas, sean irresolubles o no, más los problemas que debía resolver como deberes para mañana.
—Taehyung —el profesor llamó, y el muchacho tensó los hombros sin querer por la expectativa. Por favor no apestes por favor no apestes por favor no apes-... —Te toca con Jeongguk.
Oh.
El alarido que se estaba guardando por si acababa con un terrible compañero y el gritito de emoción que estaba reservando para cualquiera de sus amigos parecían igual de inapropiados para la situación.
Jeongguk.
Taehyung se giró en su asiento para mirar a su pareja asignada, encontrándolo desplomado en una silla al fondo del salón con la cabeza gacha y la barbilla prácticamente tocándole el pecho en una incómoda posición. Dormido.
—¿Te importaría explicarle esto del proyecto, Taehyung? —Donnelly pregunta, en voz calma, y el muchacho sacudió la cabeza, negando.
No, claro que no le importaba. A nadie le importaba, al menos cuando se trataba de Jeongguk. A cualquier otro chico al que pillaran durmiendo en clase sería castigado, pero Jeon tenía algo así como un pase.
Taehyung no era capaz de enfadarse por eso, ni tampoco los demás, porque no es como si hubiera una sola alma en aquella escuela que estuviera dispuesta a pasar lo que él pasó para conseguirlo. Con un suspiro, Kim terminó de copiar en su cuaderno el número de páginas de los deberes y volvió a mirar a Jeongguk por encima del hombro.
Su cabello oscuro le caía sobre sus ojos y la gran sudadera que llevaba puesta parecía engullirlo entero entre tanta tela. Él había llevado esa misma prenda de ropa todos los días desde que empezó el curso, incluso cuando el sofocante calor de agosto en el asfalto y concreto de Nueva York amenazaba con ser insoportable.
No, espera. Jeongguk no estuvo en la escuela en agosto, recordó Taehyung. De hecho, no volvió a aparecer por el lugar hasta mediados de septiembre.
Una vez que el profesor Donnelly por fin dio fin a la clase, Kim se tardó un poco más de lo necesario en guardar sus cosas en su lugar con el leve murmullo escapando de sus labios acerca de que los alcanzaría en la cafetería más tarde. Cuando estuvo solo, se puso de pie y se dirigió con pasos suaves hacia la parte trasera del salón, donde el único alumno que no había salido despavorido de allí para ir a comer continuaba durmiendo.
Taehyung se mordió el labio, sin saber muy bien qué hacer. En un impulso, llevó una rápida mano hacia el brazo del pelinegro para sacudirlo ligeramente.
O al menos esa fue la intención, ya ves. En cuanto estiró un dedo para apenas siquiera poder rozarlo, Jeongguk se despertó de un salto y le dio un manotazo con los ojos abiertos de par en par.
—¡Jesús! —Taehyung soltó un grito agudo, dando un brinco hacia atrás por la conmoción. Jeongguk le miró por un momento, parpadeando de manera somnolienta—. Me... Dios, me asustaste.
—...lo siento —respondió con la voz ronca.
—Uhm, ya terminó la clase.
Jeon apartó la mirada de Taehyung para escudriñar la habitación, y escondió un bostezo detrás de sus manos—. Oh.
—Eh, sí.
Kim se quedó parado en su sitio de manera incómoda mientras dejaba que Jeongguk echara sus libros y lápices dentro de su mochila, e intentó mirar hacia otro lado cuando notó una pequeñita mancha húmeda al final de una hoja, donde debía de haber babeado un poco. Tendría que resultarle asqueroso, al igual que cualquier cosa repugnante que hacían sus amigos con sus fluidos corporales, pero Taehyung no podía evitar sentirse mal por él. Al final, terminó por darse una reprimenda mental y quedarse callado, guardándose su lástima para sí mismo.
—No sé si escuchaste —empezó a decir cuando Jeon finalmente cerró la cremallera de su mochila—, pero somos compañeros para el proyecto de matemática.
El pelinegro ladeó la cabeza—. ¿Qué proyecto?
—Eh, el proyecto de integración...
—...
Suspiró—. Durante lo que nos queda del semestre nos van a dar unas integrales imposibles que tenemos que resolver cada uno. Pero Donnelly quiere que lo hagamos en parejas.
—¿Somos compañeros? —repitió, y Taehyung asintió—. Okay.
—Así que... —jugueteó con sus dedos, tronando sus nudillos uno por uno—, estaba pensando que podríamos quedar después de clase. ¿Tal vez el jueves? Podrías venir a mi casa si quieres.
—Claro.
—Sí. —Vaya. Eso fue sorprendentemente fácil—. Okay.
O sea, no es que Taehyung esperara que Jeongguk hiciera las cosas más complicadas de lo que ya eran, no, no. Eso sí que no. Es sólo que Jeongguk era, bueno, él era complicado, si me entiendes.
El pelinegro se puso de pie, entonces, y Kim aprovechó para tenderle un pedacito de papel—. Toma.
Jeongguk lo tomó despacio, al igual que casi todo lo que hacía. Despacio, lento. Cansado. Tenía sus razones, Taehyung suponía, pero no podía evitar que la punta de sus dedos le picaran por las ganas de sacudirlo y gritarle que sólo tiene dieciséis, hombre, no se supone que tenga que estar así de melancólico todo el tiempo.
—Nuestros deberes —explicó con calma, al contrario de sus impulsos—. Y ahí abajo está mi dirección. Ah, y mi número de teléfono, por si quieres escribirme.
Jeon miró (por no decir estudió) el papelito por un momento, y fue sólo entonces que, estando a tan poca distancia del pelinegro, Taehyung notó que había un logo en la parte delantera de su sudadera. Un rayo de caricatura con las palabras Forest Hills Electrical impresas por debajo.
—Gracias —acabó por decir Jeongguk, doblando el papel con cuidado y metiéndolo en el bolsillo de canguro de su abrigo. Los puños estaban ya deshilachados y tenía un pequeño agujero en la hendidura de su codo, pero cuando se colocó la mochila en un hombro y subió su capucha hasta casi cubrirle el rostro, era como si hubiera entrado a una especie de lugar seguro.
—Ah, no es nada —Taehyung se encogió de hombros y pateó el suelo, haciendo una mueca de desagrado cuando la suela de su zapato hizo un sonido chirriante de forma estrepitosa—. ¿Vas a comer ahora?
—Sí.
Kim se preguntó si Jeongguk alguna vez decía más de dos palabras en una misma oración. No es como si antes hubiera sido más hablador, la verdad, pero quizá era sólo porque era tímido. Ahora había mucho más amontonado encima de eso. No parecía justo.
—¿Quieres... ir a comer conmigo y mis amigos? Tenemos la mejor mesa de la cafetería, ¿sabes? Justo al lado de la ventana que da al patio con el...
—Estoy bien —interrumpió el pelinegro, en voz baja—. Gracias de todas formas.
—Oh. Oh, sí. Claro. Vale.
Si Taehyung se sonrojaba delante de él juraba que moriría allí mismo de la vergüenza.
—Es que tengo un examen de compensación.
Siete palabras, anotó Kim mentalmente.
—No, sí, está bien. Eh, tal vez en otra ocasión.
—Tal vez —Jeongguk asintió y la capucha resbaló por su cabello hasta caer, despeinándolo en el proceso. No tardó en volvérsela a subir—. Gracias, Taehyung.
—No agradezcas. Nos vemos el jueves entonces. Bueno, obviamente te veré en clase, pero. Eh. El jueves en mi casa. Sí. Jueves. ¿Te gusta la limonada?
Jeon asintió.
—Okay. Bien. Prepararé un poco.
Jeon asintió otra vez, luego se dio la vuelta y se dirigió hacia la salida. Taehyung le sigue por detrás, ansioso por llegar con sus amigos y salir de lo que sea que fuera esa extraña burbuja que se había formado entre ambos. Burbuja extraña y tristona, que eran probablemente las dos palabras principales que la gente usaba para describir a Jeongguk.
El pelinegro trastabilló de repente. Kim extendió un brazo para atraparle, pero no hizo falta, pues él recuperó el equilibrio justo a tiempo.
—Uh... —Jeongguk se aclaró la garganta y miró a sus pies, con Taehyung siguiendo la misma dirección con la mirada.
Estaba pisando el cordón desatado de Jeon, tensado en el pequeño espacio entre ellos.
—Oh, mierda. Lo siento. —Se apresuró a mover el pie y no dudó en arrodillarse torpemente—. Lo siento, déjame...
El pelinegro hizo el ademán de agacharse también, pero Kim había sido más rápido y ya tenía los cordones entre sus manos.
—Tienes que tener cuidado con estos —dijo—. Tiene que estar bien apretado y... —dio un par de vueltas hasta terminar en moños enredados—... ya está. —Le dio unas palmaditas en el pie y se puso de pie—. Así está mejor.
Jeongguk parpadeó con una expresión indescifrable desde el fondo de la capucha de su sudadera, y Taehyung fue de repente consciente de lo cerca que estaban.
—Siento lo de tu tío.
Mierda. ¿Lo había dicho en voz alta? Ay, sí.
Mierda. Mierda, mierda, mierda.
Kim tuvo el repentino impulso de taparse la boca con la mano, a ver si eso revertía lo que había dicho o si siquiera podía ocultar sus palabras tras su palma, pero era demasiado tarde. El rostro antes inexpresivo de Jeongguk se torció por un segundo antes de volver a quedarse en blanco, como las ondas de agua en un estanque cuando arrojas una piedra pesada a sus profundidades.
Mierda.
—Sé que todo el mundo dice eso, y estoy seguro de que lo dicen en serio, digo, yo también lo estoy diciendo en serio, pero yo sólo... —Taehyung había comenzado a balbucear antes de que un pensamiento lógico se le cruzara por la cabeza, y no es como si siquiera supiera qué es lo que estaba diciendo, sólo que por alguna razón u otra continuaba hablando, y no podía detenerse—. Lo siento mucho. En serio. Sé que significaba mucho para ti.
—¿Lo sabes? —dijo él, entonces, y Kim se sobresaltó ante la repentina pregunta. Jeongguk continuaba mirándole con esos ojos apagados—. ¿Cómo?
—Uhm —casi que se devanó los sesos pensando en una respuesta, mientras se maldecía por haberle hecho hablar en primer lugar—. Porque... me ganaste el primer lugar en la feria de ciencias el año pasado. Eh, tu tío estaba allí y recuerdo que tú; digo, los jueces estaban intentando darte la medalla pero tú... saliste corriendo del escenario antes de que pudieran.
Podía recordarlo como si fuera ayer, de hecho. El proyecto de Jeongguk había ganado por encima del suyo por varios puntos, y no es como si hubiera estado muy feliz por ello en aquel entonces. Todos en Midtown Science sabían que él y Jeon eran los mejores de la clase... o que él lo era, al menos. Ahora estaba por verse si Jeongguk seguía siendo el mejor después de que los exámenes parciales arrasaran con todos sus compañeros de clase.
De cualquier manera, todo el mundo sabía que Jeon era el mejor en química, al igual que todo el mundo sabía que Taehyung quería ser un médico. Eran una competencia el uno para el otro, claro, pero sólo en un sentido general, ¿entiendes?
Además, los señor y señora Kim no habían podido asistir a la feria de ciencias por sus apretados trabajos, y fue algo así como bastante tierno ver a Jeongguk siendo anunciado como ganador y oír a su tío estallar en una mezcla de aplausos, vítores y amplias sonrisas de hoyuelos pronunciados.
Taehyung recordaba subir al escenario del auditorio y esperar pacientemente en su lugar a que colocaran la medalla de segundo lugar alrededor de su cuello después de que el otro muchacho hubiera ganado. También recordaba que un momento Jeongguk estaba a su lado, y al siguiente ya estaba bajando corriendo los escalones del escenario.
—Y cuando tu tío te abrazó vi tu rostro y yo... digo, lucías más feliz con él que cuando te dieron la medalla de oro —y soltó una carcajada, sonriendo de manera inconsciente ante el recuerdo—. Lo que tiene sentido, porque eran más de plástico que de oro, pero... sí. Eso.
Taehyung sólo entonces oyó un tembloroso jadeo que aclaró su mente de sus bonitas memorias y levantó su vista para encontrarse con Jeongguk enfrente suyo, con ojos tan vidriosos que uno temería poder romper en mil pedacitos si siquiera los mirabas por demasiado tiempo. Estaba llorando.
—Ay- ay, no. Jeongguk, lo.. lo siento —balbuceó rápidamente, dándose cuenta de lo que acababa de causar—. No, por favor no llores, hey. Lo siento, no quise... lo siento. Lo siento tanto.
Y Jeon tomó su muñeca. No fue un agarre brusco, ni mucho menos con fuerza como para hacerle doler, pero aún así Taehyung cerró la boca de un mordisco, con el corazón latiéndole desbocado a punto de perforarle el pecho para salir corriendo de ahí.
Esperó a que Jeongguk dijera algo, pero él sólo le dio un suave apretón. Familiar. Reconfortante. Como si fuera Taehyung y no él quien necesitaba consuelo. Luego sonrió.
Fue una sonrisa pequeña, temblorosa y rápida que estaba seguro de que si parpadeaba en el momento equivocado se la hubiera perdido entre las lágrimas acumulándose en sus ojos y cayendo irremediablemente por sus mejillas marcando húmedos caminitos por su piel, pero fue una sonrisa.
Y, entonces, se esfumó.
Taehyung se quedó paralizado en su lugar durante un segundo, pero no tardó en salir corriendo al pasillo para intentar alcanzarlo. No podía dejarle ir así, no después de haber visto cómo prácticamente se encogía en una bolita de tristeza y fragilidad que podría caber en su bolsillo, pero los corredores estaban vacíos. Jeongguk ya no estaba en ninguna parte.
Kim dejó caer su espalda contra la fila de casilleros más cercana a él y suspiró. Extraño y tristón, así era Jeon. Y tenían tres meses enteros de proyectos para terminar juntos.
A Taehyung no le importaba lo extraño; él también era raro. Rarísimo, vaya. Pero quizá, cuando todo esto acabase y ya no fueran más compañeros asignados reunidos por el profesor Donnelly, él—en lo que cabe—podría ayudar a Jeongguk a estar menos triste.
Con aquel pensamiento guardado en el fondo de su corazón, sacudió la cabeza para aclarar su mente y se dirigió a la cafetería para almorzar de una vez por todas.
🕷️
Jeongguk llenó sus pulmones de aire antes de soltarlo en un largo suspiro en lo que sus pasos resonaban incómodamente en el suelo hasta la gran recepción.
No la cagues. No. La. Cagues.
—Bienvenido a la institución de Ditko —la voz amable de la recepcionista resonó en el lugar—, ¿en qué puedo ayudarle?
—Hola, estoy aquí por... eh, ¿me llamo Jeongguk? Se supone que empiezo hoy aquí.
La mujer detrás de la mesa de recepción le miró indiferente, parpadeando.
—Soy el nuevo asistente de investigación —continuó Jeon, aclarándose la garganta—. Genética.
—Hmm —asintió, y entonces tecleó frenéticamente quién sabe qué cosas con la vista fija en una pequeña pantalla. Luego volvió a mirarle, todavía con la misma expresión en blanco de antes—. ¿Apellido?
—¿Jeon?
—¿Fecha de nacimiento?
—1 de septiembre de 1998.
—¿Último lugar de trabajo?
—Uh, ¿...eso es relevante?
—Último lugar de trabajo —repitió—. ¿O no lo sabes?
—El Daily Bugle —respondió Jeongguk precipitadamente, enrojeciendo incluso antes de que las palabras hubieran escapado de su garganta—. Era fotógrafo para el-
—Eso es todo lo que necesito —interrumpió la recepcionista sin más, y se puso de pie, tendiéndole una mano—. Bienvenido a Ditko.
Jeon aceptó el gesto antes de que decidiera cambiar de opinión.
—Sígame, por aquí.
Jeongguk casi tropezó unas dos veces por los cordones desatados de sus zapatos al intentar seguirle el ritmo a la mujer, ya enfilando a través de los amplios pasillos blancos y pulcros por donde los veas, con cerámicos pulidos bajo su andar y ventanales que recubrían cada pared. Las luces colgantes fluorescentes escalaban por el lugar en un sentido moderno y tecnológico, intercaladas con pantallas holográficas llenas de anuncios y publicidades sobre quién sabe qué cosa de Ditko.
Lo más seguro es que se hubiera quedado boquiabierta en algún punto, porque la mirada que la recepcionista le dio sobre el hombro no fue del todo buena. Cinco minutos dentro y Jeongguk ya podía jurar que no le caía bien. Lo que era una locura, porque apenas acababan de conocerse, pero luego recordó que no suele agradar a la gente y su presentimiento cobró más sentido.
Con un poco de suerte, su nuevo jefe no irá a odiarlo. O al menos no a primera vista.
Jeongguk había anudado su corbata y había peinado la rebeldía de sus mechones fuera de su rostro. ¡Que ni siquiera se había cortado afeitándose esta mañana, oye!
Estaba listo.
No la voy a cagar. Uh uh.
La recepcionista le guió a través de la distribución de la planta y él escuchó atentamente a cada indicación, asegurándose de tomar nota de dónde se encontraba la cocina. Ya tenía hambre otra vez.
—Y aquí está tu oficina- bueno, oficina —ella infló el pecho—, ese de ahí es tu escritorio. Que es casi lo mismo.
Ya varios (demasiados) pisos arriba del edificio, ahora se encontraban delante de las puertas abiertas de un amplio despacho con un enorme ventanal con las vistas de Nueva York pintadas al fondo del lugar. Jeongguk echó un vistazo a su nuevo espacio de trabajo, acostumbrándose al lugar.
Estuvo a punto de hacer un comentario cuando sintió un cosquilleo en la nuca; sus sentidos activándose en un escalofrío que disimuló rascándose la mejilla cuando la recepcionista le miró con extrañeza. Para su alivio, ella simplemente decidió ignorarlo.
—Aquí —dijo ella en cambio, dándole punto final a su guía turística por Ditko— es donde trabajarás con el doctor Kim.
El cosquilleo se hizo más fuerte.
—Oh, nada de eso —sonó entonces una voz grave y masculina detrás de ellos—. Vamos a trabajar mucho juntos, no creo que tengamos que ser tan formales.
Jeongguk ya no estaba seguro de que fuera un cosquilleo. Era un terremoto.
—Hola —continuó la voz—. Puedes llamarme Taehyung.
Ah, joder. La voy a cagar.
Bienvenidos al bonito
(y empalagoso) universo de
DNA <3.
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—zoqi :D
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