4. Consuelo
El silencio inundó el modesto hogar, como el agua inundando un poderoso barco. Pasaron un par de segundos en los que ninguno de los presentes parecía saber qué decir, hasta que el de ojos verdes tomó la iniciativa.
—¿No tienes nada que decir?
—... —No, vaya que no lo tenía, aquello era un comentario que escapaba de cualquier razón lógica. Para Clear, Koujaku no estaba enfermo, ni solía ser alguien demasiado conflictivo; por dónde se le viera era una situación absurda.
—Noiz-san, por favor nunca más vuelva a jugar con eso, no es gracioso.
El mencionado chasqueó la lengua con fastidio.
—No miento, salió en las noticias hoy, lo encontraron en un estacionamiento, quisieron asaltarlo o hizo enojar a quien no debía.
Clear solo escuchaba en silencio las frías palabras que llegaban como dagas hasta su pecho. Su corazón se volvía pequeño y sin embargo latía con la intensidad de un torbellino. Su mirada estaba clavada en el suelo, tanto que en cualquier momento podría perforarlo con su mirada. Y sus manos enguantadas se habían quedado en el aire, estáticas, congeladas en el tiempo y en una realidad que se disociaba de su mente. No escuchó cuando Noiz se despidió, afirmando que necesitaba darle su espacio para que asimilara la noticia. No notó cuando el sol abandonó el cielo, solo permaneció en su lugar, intentando recoger los pedazos de su ilusión destrozada.
Después de siglos de inmovilidad, su entumido cuerpo caminó hasta el muñeco en el suelo, admiró sus detalles hechos de tela, y lo llevó hasta su pecho una vez más. Ahora no había alegría, ni una inocente vergüenza, solo el silencio de la desolación. Su espalda se estampó contra la pared y resbaló hasta estar en el suelo, y fue solo en ese momento que el silencio se rompió por pequeños sollozos que fueron escalando hasta convertirse en un desgarrador llanto que hizo sufrir a las penumbras.
Dicen que la maldad no descansa, pero vaya que lo hace, pues incluso la lágrimas podían sucumbir ante los brazos de Morfeo. Clear se durmió entre un charco de su propia desolación, sosteniendo lo único que le quedaba ahora de su ser más amado, ese simple muñeco que sin saberlo, era su ser más amado.
Koujaku deseó cada minuto de su existencia desaparecer, no seguir escuchando ese tormento que venía en forma de una dulce voz que horas atrás rio con él. Deseo no haber causado un dolor tan grande a alguien que a penas unos días atrás, ni siquiera sabía que existía. Deseó no haber aceptado el trato de aquel sujeto, demonio, o lo que fuese ese ser malicioso que lo engañó para entregar su alma de la manera más patética posible, casi tan patética como la lástima que sentía por sí mismo. No podía culpar a nadie más que a él, cada maldita decisión era peor que la anterior, como si estuviera condenado a llevar la tempestad a su paso, convirtiendo en carbón todo lo que tocaba.
La ventana frente a él mostró el paisaje nocturno, y una pequeña luz que con el pasar de los minutos descendía más hasta que finalmente, un rayo de la hermosa madre luna se reflejó en sus artificiales ojos. La lluvia de recriminaciones se detuvo y en su lugar un hormigueo dominó todo su cuerpo. Su mano derecha después la otra, sus piernas; podía moverse, no de la misma manera que antes, pero podía moverse. Su cabeza también logró obtener la movilidad y abandonó su estática posición, mirando a los lados con cautela.
Se liberó suavemente del débil agarre de Clear y cayó al suelo desde una distancia casi inexistente. Llevó sus manos a su propio rostro, pero no había más dedos, ni siquiera podía sentir el materia del que estaba hecho, el sentido del tacto se había marchado por completo. Por fortuna su vista seguía intacta y vio unas pequeñas manos de tela y mangas rojizas. A sus pies unos zapatos tradicionales tan similares a los que usaba años atrás, y parte de un kimono rojizo que concordaba con sus mangas.
Se levantó, y confirmó que podía caminar, de una manera extraña pero práctica. No sentía miedo de perder el equilibrio, ni sentía dolor de ningún tipo, ni siquiera cuando ese desagradable sujeto lo lanzó contra la pared; tampoco parecía cansarse; aquellas características humanas habían quedado en el pasado.
Podía moverse ahora pero nada cambiaba, era solo un muñeco, un triste objeto que causaría gritos horrorizados de presentarse así ante la gente. Entonces se giró, mirando a su dueño dormir, con sus ojos hinchados por el llanto y una expresión de melancolía que no desapareció incluso en el sueño. «Lamento tanto haber causado esto». Hubiera querido decirle aquellas palabras, pero no podía, de sus labios no salía una sola palabra, su voz había sido arrebatada, solo su pensamientos eran sus compañeros.
Una pequeña brisa entró por la ventana, y movió la hoja de papel sobre la mesa, cayendo al suelo, justo a sus pies. Y como esa brisa, una idea voló hasta su mente. Quería expresar algo, lo que fuera a ese miserable chico rodeado de infortunios y quizá su nueva forma no sería un impedimento. Tenía que buscar algo con lo qué escribir, pero no veía nada a su alrededor, lo que le desanimó bastante. «Con este cuerpo buscar un bolígrafo o un lápiz me llevará una eternidad» pensó, no tan alejado de la realidad. Recordó el mueble donde estaba la botella que había albergado su antiguo dibujo, por lo que rápidamente divisó una manera de subir. Fue hasta una silla de madera algo vieja, y gracias a su estructura pudo subir hasta llegar a la superficie, los adornos en espiral del respaldo le ayudaron a subir hasta el comedor. No era difícil, no se cansaba, no tenía que preocuparse por una respiración agitada, o detenerse para descansar, ni siquiera sentía miedo a caer; muchos de sus reflejos habían desaparecido.
Buscó como llegar hasta el mueble, pero la separación que desde su antigua perspectiva parecía corta, ahora le hacía saber que no podría cruzar. Un salto terminaría en una caída segura, pues ni siquiera tenía dedos con los que pudiera sujetarse de algo. Y entre las botellas y platos brillantes, encontró un antiguo tintero y una pluma, que aunque artificial, no era nada despreciable. Tomó una de las hojas que habían salido disparadas por el viendo y comenzó a escribir lo mejor que pudo, como nunca lo había hecho, usando sus dos manos sin la habilidad de sus dedos.
Tal vez era un romántico con las mujeres, era espontáneo, por lo que expresar sus palabras en el papel era algo más complicado, no había escrito para nadie, ni siquiera cuando su madre se alejó a vivir la vida pacífica que siempre deseo y él tuvo que ir a un lujoso departamento que lo mantenía siempre bajo el control de su padre.
Una vez terminó lo que el espacio de aquella hoja y su movilidad primitiva le permitió escribir, sintió algo, una mirada que le observaba intensamente. Quizá fue solo sugestión, o las sombras de la noche, pero podría jugar que al girar hacia la ventana alguien con una sombra azulada se ocultó rápidamente. Miró a su dueño durmiente, por lo que suspiró aliviado, de momento, lo único que le importaba era que Clear no lo viera moverse, tal vez por el temor a asustarlo, o en el fondo, muy en el fondo, el temor a quedar solo de nuevo.
Clear abrió con dificultad sus hinchados ojos, a penas si podía ver algo entre el mar de lágrimas en el que se había sumergido la noche anterior. La luz de la ventana era como agujas en sus ojos, por lo que se levantó torpemente para cerrarla y correr las cortinas, y entonces, con la rapidez de un rayo, las palabras de Noiz cruzaron por su mente, destrozando su corazón como un torbellino que destruye todo a su paso, acabando y pisoteando las flores más bellas de su jardín, dejando sus ilusiones en el suelo.
Miró al muñeco en el suelo, apreció cada detalle de éste, hecho a la imagen y semejanza de la persona que más amaba y que ahora no estaba. Sin embargo, su melancolía se interrumpió al ver parte de un papel en el suelo. Se acercó y apreció lo que parecía una carta, con una letra algo primitiva, pero que hizo retumbar su corazón y sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo.
“Clear, esto es extraño, lo más extraño que he hecho, pero quiero decirte que lo sé todo, sé sobre tus sentimientos hacia mí y lamento mucho informar que la razón de ello es la confirmación de la noticia que recibiste ayer.
Lamento mucho no haberme dado cuenta antes, pero quisiera decirte que aprecio tus sentir, y que he visto parte de tu vida. Tienes una gran luz, tan clara y brillante que ilumina el camino de cualquiera, por favor, no dejes que esa luz se apague, no dejes que nadie oscurezca esa claridad en ti, ni tus hermanos, ni aquel bastardo que no tuvo tacto al darte la noticia de mi partida. Mantén esa claridad, pues así yo permaneceré contigo”.
Clear tomó aquella carta y la llevó a su pecho. Se desplomó sobre el suelo entre lágrimas, pero con una pequeña y consoladora sonrisa. Quizá había sido una broma cruel de alguien, incluso del mismo Noiz de alguna manera que solo Dios sabía, pero no le importaba, aquella carta contenía las palabras que siempre anheló conocer, y un consuelo para su corazón hecho pedazos.
Tomó el muñeco sobre el suelo y también lo llevó hacia su pecho, sabiendo en lo más profundo de su ser, que su amado Koujaku lo estaba escuchando en ese momento.
—Gracias... Koujaku-san.
La luz del día habían detenido los movimientos del muñeco que mantenía en sus brazos, pero no importaba, había cumplido su cometido, y por primera vez desde que estaba en ese cuerpo, se sintió vivo. Ni Clear ni nadie pudo verlo, pero aquel muñeco en los brazos del albino, sonrió ligeramente.
Muchas gracias por leer 🥰
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro