El cielo estaba nublado. Nubes grises se dispersaban ese día sobre él. Caminaba cerca de las albercas de la escuela. Un lugar solitario donde casi nadie iba a esas horas.

Se sento en una banca del lugar y sacó sus libretas y su lapicera. Hojeo su cuaderno hasta encontrar una hoja en blanco y cuando la encontró, tomó su pluma.

Su vista se encontraba en aquel papel blanco. Ese día no había sido el mejor. Sus padres le habían dicho que dejara a Jungkook, su mejor amigo Taehyung le recomendó que no se acercara, que lo dañaría.

No quiso saber más.

Jimin siempre confío en Jungkook y jamás toleraria ningún comentario que borrara esa imagen tan linda que tenía sobre el pelinegro.

Pasaron dos horas ahí. Jimin miraba de nuevo la piscina enfrente de sus ojos. No había nada interesante en ella, más que el simple chapoteo, o las pisadas que escucho al instante. Eran pisadas desesperadas que lo hicieron sobresaltarse. Podría tratar de él encargado de limpieza o simple alumnos. Cualquiera de las dos le daba un poco de miedo, así que fue a esconderse detrás dee una pared.

Escucho risas. Y unos cuantos chasquidos. Su mano se dirigió hacia el extremo de la pared donde estaba recargado, y sacó un poco su cabeza para observar. Aquello que vio lo dejo helado.

Su corazón se rompió al instante. Sus manos temblaron sobre si y su lobo temeroso y hormonal Lloro.

–¿Quieres que te toque bajo el agua? –Propuso el de cabellos rizado pelinegro acercando a Lalisa Monoban hacia él.

Él omega cerró sus ojos ante la imagen asquerosa de la beta y el alfa besándose. Salió rápidamente por el corredizo que se encontraba justo detrás de aquel gran salón de deporte.

Lloro a mares y la lluvia no le daría paz. El frío clima sobre sus mejillas estaban haciendo que sus lágrimas acuosas desaparecieran entre la lluvia. Sus libros que los traía sobre sus brazos empezaron a mojarse. No pudo caminar más, se tiro en el suelo a unos metros del aula. Abrazo sus piernas, se escondio entre estas tratando de pensar que todo fue un sueño.

–¿Jimin? –

Una gruesa voz se empezó a escuchar a unos metros de él. No quiso despegar su cabeza de sus rodillas. Se mantenia firme a su idea. Fue tomado sin previo aviso y acogido entre unos calientes y acogedores brazos. Se sintió protegido y ya no sentía angustia. Quedó dormido a los minutos sin saber quién le había recogido.

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Tomo su Agrio café, levantándose del comedor donde llevaba horas trabajando en unas nuevas inversiones. Tomó un sorbo y se estiró ahí mismo, mientras miraba hacia las escaleras que daba con su cuarto. Dejó el café de nuevo en la mesa y subió las escaleras lentamente.

No quería asustar a la persona que dormía en su cama. Realmente se alegraba que lo encontrará, pues ese día, ese día el celo del omega había iniciado en plena lluvia.

Paso al cuarto y lo encontró ahí mismo sentado tomándose las piernas de nuevo y mirando con nervios a su alrededor. Ambos ya se conocían.

–¿Yoongi? –Preguntó tratando de levantarse de la cama. Sin embargo sólo logró obtener un pequeño gemido de lo más profundo de su ser.

Se sentía bizcoso y mareado. Él olor del alfa estaba volviendo lo loco. El mayor se aproximo y lo atrapó entre sus brazos.

–Espera un momento ¿Sí? Traeré supresores del supermercado –

El celo del chico fue muy imprevisto. No había tenido tiempo de ir al supermercado, no quería dejarlo solo ni menos aún dormido. Le dejó de abrazar y empezó a caminar hacia la puerta. Jimin se sobresalto y fue hacia el tomándolo de su pálida mano y ronroneando sobre ella.

–Alfa, ayuda, por favor –Su voz salía más melosa de lo normal.

Yoongi sabía controlarse muy bien con los omegas. Se podría decir que ningún olor le afectaba. Era inmune a las feromonas. Sin embargo, no sintió lo mismo con el pequeño rubio frente a él, el cual le pedía mediante ronroneos aquella propuesta un poco indecente.

–Por favor –

El pálido jamás quizo lastimarlo. Era alguien fuerte para soportar todo aquello. Aquellas feromonas, pero, su lobo se debilitó ante él chillido, su omega le llamaba.

Y eso lo dejó más que confundido.

Suspiro y se aproximo hacia la cama tomándolo de sus manos y besando estas delicadamente. Beso tras beso hasta llegar a su blanco cuello, donde llevaría su marca.

Ese pensamiento le hizo ponerse duro y caliente al instante. No pudo evitar el capricho de su lobo esa tarde. Lo tomo esa misma noche, formó su lazo y le dio su nudo sin esperar respuesta o afirmación del omega. Puede que al momento se hubieran arrepentido. Pero no tardó mucho tiempo para que un año después y lejos de aquel que le hacía daño a Jimin, Jungkook, fueran a vivir a las afueras de la ciudad. En un bonito hogar forjado por Yoongi.

Estaba feliz de tener a su cachorro y a su omega juntos. Sería una farsa si se dijera que todo fue sencillo. En cuanto se enteraron de que Jimin había quedado en cinta, hubo problemas tras problemas. Los celos de jungkook se hicieron presentes y una faceta que Jimin jamás había visto. El padre de Yoongi siempre trató de alejar al omega del alfa con chantajes.

Pero, después de todo. Y a la vista del alfa mayor todo iba bien. Jimin no había seguido sus estudios de universidad, y aquello hacía que sentir mal a su alfa, que bien, sabía los sueños de su menor.

Es por aquello que lo alentó a seguir y en un año y gracias a muchas personas lograron que este se graduara en arquitectura.

–Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti –El menor llevaba un pastel de chocolate entre sus manos. Lo puso delante del niño siendo visto por muchos pequeños compañeros delante de él. El pequeño soplo a la velas que este llevaba y empezó a aplaudir mientras reía.

–¡2 años! Wow, estas creciendo campeón –Yoongi beso la mejilla de su hijo y le cargo.

–¡Ya estoy grande, papi! –Grito el pequeño con felicidad, dejando a la vista sus pequeñitos dientes, de los cuales sus encías eran notorias.

–¿Qué deseo pediste bebé? –Preguntó el mayor sosteniendo la mano de JiMin, su omega.

–Que siempre estemos juntos... Que tú y papi se amén por toda la eternidad –

Y... Como se esperaría, todos se sorprendieron.