XX
Luego la despedida con Vaggie en la comisaría, Charlie seguía recordando la decepción en sus ojos aún resonando en su mente. De eso ya había pasado más de hora y media, puesto que ya eran las 9 de la noche y la noche fría estaba comenzando a pasarle factura, dadas las ropas que llevaba.
Pasaron solo unos minutos más cuando Alastor y Niftty emergieron de la comisaría, y desde el primer momento, había notado que algo no estaba bien. El obispo, aunque mantenía su característica sonrisa, parecía irritado, como si una tormenta se estuviera gestando detrás de su fachada siempre equilibrada. La hermana Niftty, en contraste, no ocultaba su frustración.
—Mocosos inadaptados, hacer todo esto por un auto, señor, los chicos malos de ahora son un fracaso —espeto emputada. Alastor la secundo, acariciando sus cabellos pelirrojos apenas cubiertos por el hábito que apenas tuvo tiempo de arreglarse.
—No puedes pedir mucho de chiquillos descarriados que sus padres entregan a la iglesia porque están hartos de ellos, como si fuéramos una especie de reformatorio gratuito —indicó este mientras ambos se acercaban a la silenciosa Charlie—. Mil disculpas querida, esté inconveniente duró mucho más de lo que habíamos esperado y es demasiado tarde para retomar nuestra pequeña celebración por hoy —indicó con pesar, aunque con un tono que intentaba ser conciliador—. Para compensarte, me gustaría invitarte a comer algo en mi casa.
Niftty, a su lado, había añadido, entusiasta:
—¡He dejado toda la residencia acondicionada por si decide quedarse señorita! —se rió ella.
En otras ocasiones, la joven escritora hubiera saltado de vergüenza, mirando para ambos lados esperando que nadie más los hubiera escuchado. Pero, para sorpresa de ambos, Charlie se había encontrado negando la invitación.
—Gracias de verdad, pero... ¿podrías llevarme a casa por hoy? —había pedido, su voz suave pero firme.
El obispo la miró, por un instante, una expresión de confusión cruzando su rostro. En su interior, muchas dudas se presentaron, pero también notó el temblor de la joven, quién se abrazaba a sí misma y tenía sus labios amoratados por el frío de la noche. Enseguida, se quitó su abrigo para colocarlo encima de sus hombros, con cuidado.
—No hay problema cariño —respondió, dándole una seña a la escandalosa pelirroja para que los dejara solos—. Te llevaré a casa.
Los dos se subieron al auto, mientras la pequeña hermana Niffty se despedía de ellos, ya que se quedaría por un rato más esperando por Husk, lo que terminó por dejarlos a ellos a solas.
El trayecto hacia su casa fue más silencioso y tenso de lo que había anticipado. Charlie podía sentir el peso de las palabras sobre su cabeza, la incomodidad flotando en el aire entre ellos. Su mirada estaba enfocada en la ventana, desviando cualquier atisbo de conversación o interacción con el obispo, debido al temor de terminar explotando en el momento menos indicado. Ideo toda serie de excusas en su cabeza para no hablar, desde un dolor de cabeza por el hambre o que estaba demasiado cansada, pero gracias a todos los cielos, Alastor no dijo nada en todo el trayecto.
Finalmente, llegaron a su casa.
—Bueno, muchas gracias por todo hoy —expresó tomando su bolso y abriendo la puerta sin hacer contacto directo con el hombre.
—¡Charlie!
Charlie salió del auto sin mirar atrás, el impulso de escapar la dominaba. Alastor la llamó de nuevo, su voz resonando en la noche, pero ella solo sintió el impulso de cerrar la puerta tras de sí, como si eso pudiera sellar todas las dudas que la atormentaban. El problema fue que no logró hacerlo, no supo cómo ni cuándo pero Alastor se coló detrás de ella, impidiendo que cerrará la puerta y se metiera al departamento, pese al pánico en la mirada de Charlie.
Dio unos pasos hacia atrás, mirando a los lados sin saber qué hacer. Alastor, frente a ella, la miró por un momento pensando lo irónico que esto significaba. En el pasado, el deseo de acorralarla y hacerle sentir agobiada o perturbada con su presencia, demostrando el peligro que podía ser para ella, quien ingenuamente se acercó a él de forma voluntaria, significó una especie de deseo oscuro, en donde podía jugar con ella como el cazador que adoraba ser. Incluso, en muchas ocasiones, fantaseo con cumplir ese deseo, puesto que ella se había colocado en bandeja de plata, tenerla de forma física estaba resultando la oportunidad perfecta. El problema fue que quedó demasiado prendado de ella, de su sonrisa, de su personalidad y sus caricias, su aura magnética lo atraía cada vez más a ella, siendo incapaz de alejarse de su órbita.
Por eso, el ver cómo de forma repentina y sin explicación, se aparta de él como si tuviera cólera, le remeció de un modo que jamás pensó sentir, y el pánico empezó a consumirlo sin poder evitarlo.
—¿De qué trata todo esto Charlotte? —preguntó con voz trémula y expectante, merecía al menos una mínima explicación.
Pero Charlie de verdad no sabe qué decir, su respiración está tensa y su mente va a mil por hora, permaneciendo quieta en su sitio.
—¿Estás molesta por lo sucedido está noche? —pregunta—. Si es así, me disculpo, procuraré que no vuelvan a afectarnos incidentes de este estilo.
El Obispo se queda mirándola, esperando una palabra, una reacción, o al menos una señal que le indique lo que pueda estar pasando. Pero lo que viene a continuación lo deja sin reacción.
—Vete por favor.
El silencio reino.
Charlie tenía su mirada fija en el suelo, como si las palabras se le hubieran atascado en la garganta.
Las manos de Alastor se apretaron hasta volverse casi blancas, las llevo detrás de su espalda, controlándose por la creciente irá que sentía en su interior.
—¿Esto es una broma, Charlotte? —repitió, manteniendo la calma en su tono, pero sintiendo cómo la indignación se acumulaba en su pecho.
El estaba enojado, la escritora lo notó en el tono de su voz y la tensión de sus músculos. Su sonrisa, siempre presente, era ahora una máscara que ocultaba la tormenta que se gestaba detrás de ella, pero en ese momento no podría decir nada que pudiera cambiar esa expresión. Después de todo ¿Qué podía decir? Las palabras se agolpaban en su mente, pero ninguna parecía adecuada. ¿Cómo podría explicarle que su corazón se debatía entre el deseo de permanecer a su lado y el miedo de que terminaran en un hecho que los afectará de forma irreversible? Que cada vez que pensaba en él, un torbellino de emociones la invadía, y que, a pesar de todo, había algo en su esencia que la atraía irremediablemente, pese al peligro que eso implicaba para ella, para él. El es quien tenía una reputación cimentada en el pueblo, era quien tenía más de perder si eran expuestos ¿Acaso no podía ver lo que estaba en juego? La frustración de ella se convirtió en un eco en su mente, mientras recordaba cada momento que había compartido con él, cada risa, cada mirada cómplice. Todo eso parecía tan distante ahora, ya que tenía miedo, miedo de que lo que hiciera destruyera todo lo que habían construido hasta ahora y terminará por causar demasiado daño para ambos, por eso, era mejor acabar todo.
—No podemos continuar así, Alastor —le dijo, armándose de valor—. Hemos cruzado demasiados límites y lo que tenemos ahora ya es insostenible —expresó—... Por el bien de ambos, esto que tenemos debe terminar...
Alastor bufó, sintiendo que una mezcla de indignación y enfado comenzaba a burbujear en su interior. Que fácil era decir esas cosas cuando quién comenzó con todo eso fue ella.
¿Acaso había sido un juego para ella?
La idea de haber sido utilizado le revolvió el estómago, aunque no lo expresaría en voz alta, porque a fin de cuentas, ese pensamiento lo estuvo acompañando por demasiado tiempo pese a que intentó alejarlo. En su mente, la risa burlona resonaba: "Mira cómo te ha tratado, Alastor. Te has dejado llevar por tus propios sentimientos, y ahora, esto es lo que has obtenido a cambio". Sinceramente, estaba tan cabreado que casi quería asesinar algo, pero solo se quedó en su lugar, mirándola.
—Que divertido es ésto —le dijo, su voz casi un susurro, pero cargada de una tensión que no podía ocultar—. Parece que tu juego terminó y quieres finalmente regresar a la normalidad luego de tu pequeño capricho. Está bien querida —le dijo, mirándola con una expresión que distaba mucho de cómo solía verla a ella—. Cumpliré tu deseo.
Charlie levantó la vista, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza y confusión. Sintió que su corazón se encogía, aquellas palabras resonaron en su mente como un eco sombrío. Pero, en lugar de dejarse llevar por la tristeza, se obligó a mantener la compostura y aceptarlo.
—Pero a cambio —hizo una pausa, caminando por todo el largo pasillo hasta sentarse en el sillón de la sala—, espero contar con tus buenos servicios por última vez.
Abrió lentamente la hebilla de su pantalón y bajó el cierre dejando ver parte de su miembro erecto. La escritora estaba quieta, completamente muda en su espacio ¿Él quería hacerlo? Ella pensó que luego de sus palabras, Alastor se iría y no volverían a verse de nuevo, no pensó que...
La escritora respiro, intentando calmarse, debatiendo qué hacer.
Si no aceptaba ¿Se iría sin decir palabra? No tenía garantias. Pero, si lo hacía, no estaba segura de poder controlarse, había estado conteniéndose por mucho tiempo, aguantando las ganas de llorar, así que si se dejaba llevar, seguramente no podría apartarse.
La tensión en el aire era palpable, y Charlie sintió cómo el peso de sus palabras se deslizaba entre ellos.
Para el obispo la espera se volvía insoportable, y la falta de respuesta de Charlie sólo alimentó la furia interna del obispo.
—¿Qué esperas querida? ¿Acaso no querías terminar con todo? —expresó, burlándose de ella.
El cuerpo de ella tembló, dudando todavía sobre qué hacer. Alastor, al ver su silencio, sintió cómo la burla interna se tornaba en una especie de desesperación controlada. La ironía de la situación lo atormentaba. Había jugado con el destino, y ahora ese mismo destino parecía reírse de él.
Sin embargo, la escritora terminó acercándose a paso lento, acortando la distancia entre ellos. Apretando sus manos contra su ropa, dijo:
—Solo... necesito tiempo. —finalmente dijo, su voz temblando y acercándose hacia donde el obispo se encontraba—. Necesito darme una ducha primero, entonces yo...
—No es necesario —espero cortante—. No pienso tocarte más de lo necesario, solo necesito esto y terminaremos con todo.
La joven mujer lo miró, sintiendo su corazón doler por sus palabras ¿Por qué estaba actuando así? La imagen de su sonrisa, de su calidez, contrastaba con la frialdad que ahora emanaba de él.
Aún así, llevó sus manos temblorosas hacia el borde del pantalón. Incapaz de mirar sus ojos, Charlie develó el miembro semi erecto del Obispo, repasando lentamente con sus manos para estimularlo.
Alastor se quedó en su lugar, observándola, su cuerpo reaccionando a los estímulos que recibía, aunque en sí mismo, no parecía reconocer ningún placer de ese acto. ¿Por qué habían llegado a ese punto? Las palabras de Charlie resonaban en su mente, y aunque mantenía su fachada, por dentro se debatía entre la indignación y la lástima, no quería verla de esa forma, como si estuviera obligándola a eso, y ese sentimiento le hizo sentir peor, con más molestia, con más enojo e indignación porque ese nunca fue su deseo.
Por primera vez en su vida deseo extinguir aquella pequeña llama de vida con sus propias manos. Enrollar su delicado cuello entre sus manos sería tan fácil, apretando cada vez más con fuerza mientras sentía como intentaba escaparse de su agarre, escuchando sus sonidos escuetos y llenos de pánico, por su deseo de respirar el aire que le estaba siendo negado por la ira y el.odio que estaban consumiendo el alma del hombre.
Asesinarla sería tan fácil, pero el peso de extinguir su fuego del mundo era un peso mucho más grande del que podía soportar.
—Esto no tiene ninguna gracia —terminó por decir mientras se levantaba de golpe y apartaba a Charlie de él, quién estaba incrédula por su acción.
En silencio, terminó de ajustar su ropa nuevamente y caminó hacia la puerta del departamento, donde cerró tras de sí, sin llegar a escuchar el lamento desesperado que escapó de los labios de Charlie una vez estuvo completamente sola en la habitación.
Bueno, podriamos decir que el drama de esta historia ha llegado a una de sus maximas expresiones... o quizas no, quizas falte un poco más. Estos dias he estado preparando las actualizaciones, así que quizas no tengan que esperar mucho para la siguiente, espero de verdad que les haya gustado y agradezco todos los comentarios que dejan, me animan mucho de verdad. Tambien queria tomar la oportunidad para avisarles que estoy abriendo comisiones de fanfic de emergencia, mi niña pequeña ha estado hospitalizada estos dias y necesito terminar de pagar varios examenes que le faltan, pueden escribirme a mi cuenta de Twitter si estan interesados y pueden ayudarme, igualmente pueden pasar la información y eso seria tambien de ayuda, espero esten muy bien y se cuiden mucho todos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro