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XI

La habitación se queda completamente silenciosa durante un largo e incómodo minuto. Es tan denso, que Charlie siente que cualquier minúsculo sonido, como el de un alfiler cayendo, es capaz de romperlo en segundos. La escritora no sabe qué hacer o qué decir para que alguna excusa pudiera sonar factible en este caso. De todos los escenarios posibles, el que su bolso cayera y expusiera de forma tan vergonzosa los preservativos entregados por Ángel hacía que sus más grandes pesadillas palidecieran en comparación. Atrapada contra una pared, en medio de una gran residencia en soledad justo al objeto de sus deseos, en una situación sospechosa. No sabía como salir de ese enorme problema.

De repente, Alastor exhala algo revestido de burla, una gran y sonora carcajada que permanece, llamativa y sonora, avergonzando a la joven mujer que estaba escuchándola. El obispo casi no puede ni contenerse, riendo y riendo hasta que lanza un suspiro, su mirada está plagada de diversión, pero también hay un matiz oscuro que hizo que la espalda de Charlie se erizara con miedo.

—Vaya, vaya. No sabía que había venido tan preparada —comentó con otra carcajada mientras mostraba el pequeño preservativo en su mano. El rostro de Charlie se plagó de un rojo brillante—. Estoy en verdad sorprendido por su astucia, señorita Morningstar.

—N-No es lo que parece —dijo, su voz apenas un susurro.

Pero de forma rápida, uno de los brazos del obispo cerró el espacio sobre su cabeza, terminando de arrinconarla contra la pared.

—¿Entonces cómo debería interpretarlo? —pregunto, sus ojos denotan una gran diversión ante la situación desventurada de la escritora—. Viniste aquí esta noche, preparada para lograr un intrépido cometido con un respetable miembro de la iglesia, es un poco escandaloso

Ella apartó la mirada, sintiendo cómo el rubor se apoderaba de su rostro.

—Usted fue quien me cito aquí en primer lugar, no hubiera venido si usted no lo hubiera pedido—respondió, intentando mantener la voz firme, aunque su cuerpo traicionaba su nerviosismo.

—Oh, pero viniste—dijo Alastor, disfrutando de su incomodidad. Se movió un poco más cerca, su presencia dominante llenando el espacio entre ellos—. Viniste aun sabiendo lo que podría pasar, notando el trasfondo de mi invitación y viniendo preparada con el afán de seducirme.

Ella tragó saliva, sintiendo la presión de su mirada intensa.

—No vine aquí con otras intenciones, Alastor. Estoy aquí para trabajar.

Él sonrió, un destello travieso en sus ojos.

—Y yo estoy aquí para disfrutar de tu compañía —dijo, acercándose aún más, casi acorralándola contra la mesa. —No tienes que pretender que no sientes nada, Charlie —expresó, su mano subió por su mentón, uno de sus dedos dibujando una línea imaginaria hacia el borde de sus labios—. Solo debes admitir que deseas la mía.

Charlie sintió cómo su corazón latía aún más rápido, una mezcla de ira y deseo burbujeando en su interior.

—No hay nada entre nosotros más allá de un acuerdo profesional—replicó, aunque su voz sonaba más débil de lo que esperaba.

—¿De verdad? —preguntó él, con su tono burlón. —Porque, desde donde estoy, parece que estás más que interesada en lo que podría suceder aquí.

Charlie se sintió atrapada, como si cada palabra de Alastor la empujara más cerca de la orilla de un abismo que no sabía si quería cruzar terminar de cruzar. Su mente distorsionada gritaba que debía mantenerse profesional, que todo podría volverse un arma de doble filo sino tenía el suficiente cuidado, pero el deseo que había reprimido comenzaba a abrirse paso.

—No es correcto—dijo, aunque su voz tembló ligeramente.

—Oh, pero eso es lo que más me gusta —respondió él, acercándose aún más, su aliento cálido acariciando su rostro. —La tensión entre nosotros es electrizante, mi querida Charlie. Desde el primer momento que atravesaste las puertas de la iglesia mi atención se quedó prendada en ti y estoy seguro que fue igual para ti, de lo contrario ¿Por qué estarías aquí?

Ella sintió cómo su cuerpo respondía a su cercanía, pero se forzó a mantenerse firme. No podía ceder, si lo hacía, no podría controlarse.

—Yo...

Alastor sonrió, cerró la distancia entre ambos, llegando al borde de su cuello. Respiro hondo, disfrutando de su aroma y de la tensión en su cuerpo, completamente congelada en su espacio.

—Eres un ser curioso, señorita Morningstar. Buena, inocente, pero hay algo mucho más oscuro en tí y muero por descubrirlo —dijo, su mirada recorriendo su figura con un interés palpable. —Eres más hermosa de lo que imaginas, Charlie. Y yo puedo ayudarte en lo que necesitas solo si eso implica tener tu completa atención.

Las palabras de Alastor la hicieron sentir avergonzada, se dió cuenta que estaba perdiendo una batalla que desde el principio, nunca tuvo la oportunidad de ganar. No desde que aquel astuto hombre mostró sus verdaderas intenciones.

—No estoy aquí con las mejores intenciones —logro admitir, sintió como el obispo dejo un beso sobre su cuello, haciendo que contuviera un suspiro—. Podemos meternos en problemas.

Él se rió suavemente, disfrutando de su reacción y sus preocupaciones.

—Solo debemos ser cuidadosos, querida—dijo, retrocediendo un paso, pero manteniendo la mirada fija en ella. —No te pido que hagas algo que no quieras, solo quiero que aceptes lo que en lo más profundo de tu ser añoras, solo quiero que seas tú misma.

Charlie sintió que su corazón se detenía, atrapada entre la razón y la emoción.

—No sé si eso es una buena idea —respondió, aunque en su interior, una parte de ella estaba ansiosa por aceptar.

Alastor inclinó la cabeza, como si estuviera considerando sus palabras.

—Entonces, ¿qué tal si hacemos un trato? —sugirió, su voz suave y persuasiva—. Llevaremos este pequeño secreto durante el tiempo que dure nuestro proyecto y una vez culmine, no tendremos que ver nunca más con el otro ¿Es un trato? —dijo él, acercándose de nuevo, su mirada fija en ella, casi hipnótica.

Y en ese momento, Charlie supo que estaba a punto de cruzar una línea que cambiaría todo.

—Es un trato...

Una vez fueron dichas aquellas palabras, el obispo terminó de cerrar cualquier distancia entre ellos, levantando su mentón para besar sus labios. Es un beso cargado, necesitado. Charlie jamás pensó en recibir alguno de ese tipo con la intensidad que siempre describió en sus relatos. Soltó un suspiro ahogado cuando este sacó su lengua repasando uno de sus labios, mordiendolos apenas un poco antes de introducirla por completo en su boca, hurgando de forma pausada dentro de ella, conociendo su sabor.

La mano que elevaba su mentón bajo hasta su cadera, elevandola y permitiéndole a Alastor tener una mejor posición, disfrutando de su aliento cuando se alejó un momento y luego la volvió a besar, esta vez con una mayor intensidad.

Charlie ni siquiera estaba segura de cómo podría seguirle el paso. Sus piernas empezaban a temblarle y estaba segura que podrían fallarle en cualquier momento. Aun así, cerró sus ojos disfrutando de aquella misma intensidad, descubriendo que quizás no era la única con la misma desesperación por un contacto más cercano.

Así que, decide aprovechar finalmente que lo tiene entre sus brazos, encerrando su cuello entre estos y correspondiendo con el mismo ímpetu, lo que logra impulsar mucho más el deseo que ha nacido en ambos. Alastor se separa apenas un instante de ella, bajando sus labios hacia su blanquecino cuello donde comienza a lamerlo y chuparlo con urgencia. La escritora jadea en respuesta mientras se sostiene de él y ligeros jadeos fluyen de su boca sin que pueda detenerlos.

Cierra sus ojos, cuando siente como una de las manos contrarias empiezan a acariciarla por encima de su molesta ropa. Maldice de verdad su equivocada elección de prendas, mientras su cabeza le recrimina como debió haber hecho caso a los constantes consejos de su mejor amigo, quien parecía haber acertado en cada una de sus predicciones respecto a ese encuentro.

Suspira, un temblor recorre sus caderas mientras siente como algo duro empieza a rozarse contra su cadera mientras Alastor sigue enfocado en su cuello. Es agonizante, la forma en que la pasa sus manos por las curvas de su cuerpo pero sin profundizar el contacto directo con su piel.

Aunque es la primera vez que tienen este tipo de contactos, e incluso ella misma carece de cualquier tipo de experiencia previa, existe en Charlie una desesperación propia de un deseo no abordado. Tantos años escribiendo sobre un amor pasional y desenfrenado, llevado a cabo a través de las páginas mientras en la realidad ella se encontraba ofuscada, completamente abandonada a su soledad y con un deseo no saciado durante todo ese tiempo que confabulo todas esas historias de ficción para su revista. Había ansiado tanto esto que sencillamente no podía aguantar más tiempo.

Pero tal parecía que esta vez Dios quería ser misericordioso con ella, permitiéndole experimentar el más grande placer de parte de uno de sus siervos más devotos.

Separándose con una rapidez apremiante, Alastor la tomó de una de sus manos antes de caminar hasta la sala donde un gran sillón de tres piezas estaba a su disposición en ese momento. Este se sentó en este mientras Charlie permanecía aun de pie, algo desorientada por la rapidez del encuentro.

—Quítate la ropa—ordenó.

La voz de Alastor es sólida, tersa. En este momento, su tono ligero y juguetón parece haber desaparecido, dejando detrás de ella una bestia sedienta y necesitada que hizo que Charlie temblara. Sin desear contradecirlo, ejecutó su orden a cabalidad, abriendo los botones de su camisa, mostrando su lindo sujetador de encajes para posteriormente desabotonar y bajar sus pantalones, quedando completamente expuesta para él.

—Eres hermosa —le dijo, sus ojos oscurecidos por el más profundo deseo—. Pareces una especie de ángel de la muerte que ha venido a llevarse mi alma por todos los pecados que he cometido.

Charlie jadeo, sus mejillas completamente enrojecidas y su respiración agitada. Cada palabra parecía estar impregnada de una intención oculta. La forma en que la observaba, con esos ojos intensos, la hizo sentir vulnerable.

Entonces, noto de inmediato como llevó sus manos a sus pantalones, desabrochando el cinturón de cuero y el botón, bajando la cremallera y permitiendo que su pene estuviera expuesto para ella. Trago con dificultad, la saliva acumulandose en su boca mientras sus propias piernas empezaban a frotarse entre ellas, con expectación.

La sonrisa socarrona aún permanece en su rostro, pero su respiración es tensa, expectante. Con un ligero movimiento de su mano, le indico que se acercara, invitando a arrodillarse entre sus piernas, era claro lo que estaba buscando.

—Lamelo —ordenó.

Charlie jadeo, mirando la punta rosa y palpitante con una mezcla de miedo y deseo. Era grande, demasiado para tomarlo por completo en su boca. Aun así, intentó que el temor no le ganara. Elevo sus manos para tomar su miembro, empezando de bombearlo de forma pausada. Alastor suspiraba, el tono granate surcaban sus mejillas y el borde de sus orejas, mientras tenía su vista fija en ella.

Cerrando sus ojos, sacó su lengua para dar una primera lamida, dejando un pequeño beso sobre la punta humedecida. Era un sabor salado, acompañado de una calidez que revestía su paladar. Continuo con varias lamidas por toda la extensión, deleitándose con los repetidos suspiros y el jadeo que lograba sacar cuando pasaba cerca de la sensible punta. En un momento, abrió por completo su boca para tomarlo todo dentro de ella, aunque era algo demasiado complicado. La tensión palpitante de la carne, tensando los músculos de su boca, hacían que fuera complicado y un poco doloroso. Aun así, seguía impulsada por el deseo de hacerlo sentir bien.

De repente, notó como este llevó una de sus manos detrás de su nuca, aprovechando para bajar su cabeza y meter todo su miembro de su garganta con una fuerza ligera que le hizo perder el aire. Fue un movimiento un poco brusco y sorpresivo, que hizo que varias lágrimas se agolparon en sus ojos, al ser incapaz no solo de respirar, sino también de contener aquel trozo de carne por completo.

—Por favor, aguantalo por un momento.

Charlie cerro sus ojos, dispuesta a hacerlo, aunque sentía que la sobrepasaba. Su garganta ardía, sus labios estaban rígidos y sentía como todo quemaba, la saliva fluía de su boca junto al regusto amargo del líquido preseminal que comenzaba a sentirse. Aun así, estaba extasiada, su cuerpo reaccionaba de forma involuntaria, humedeciendo su ropa interior con cada movimiento que este hacía contra su boca, haciendo que jadeara más y más contra él.

—Si, lo haces bien querida —decía, su tono cariño acompañado de su voz necesitaba, hacía que algo caliente y electrizante atacara su interior húmedo. Llevaba un ritmo continuado, dolorosamente lento hasta que finalmente le permitió separarse, dejando que diera una profunda calada de aire, antes de toser estrepitosamente.

Aun así, no tuvo demasiado tiempo para reponerse cuando este la jalo para acostarla de lado contra uno de los soportes del mueble, dejando su trasero expuesto para él.

Charlie jadeo desvergonzadamente cuando sintió una de las manos del obispo manosear sin ningún tipo de delicadeza una de sus nalgas, al mismo tiempo, su otra mano repasaba la humedad de sus pliegues por encima de su ropa interior, bajandola en un momento mientras ella alzaba sus caderas para él, impaciente por un mayor contacto.

—Estas ya lista, mi querida.

Se inclinó hacia delante, el peso de su cuerpo se movió y presionó el cuerpo de la joven más profundamente contra el mueble. De forma dolorosamente lenta, siente la intrusión caliente de la punta ingresando por su estrecho pasillo, logrando que Alastor gruñera por ello. Charlie contiene un gemido lastimero, sintiendo el dolor de ser abierta finalmente por él, aun cuando había estado ansiando esto por tanto tiempo.

Su mente comienza a dar vueltas, sus piernas temblando al momento de sentir toda la extensión dentro de ella mientras las lágrimas bajaban por sus ojos, completamente abrumada por el placer que era demasiado. Chilló cuando repentinamente este salió de su cuerpo para luego introducirse de nuevo de golpe, empezando un vaivén que hizo que la habitación se llenara por completo de sus gemidos deseosos.

De inmediato, el colchón empezó a crujir ruidosamente con cada una de sus violentas embestidas, amenazando con romperse, mientras los gritos indecorosos de Charlie se afianzaban en una sensación de placer prolongado que la estaba llevando al limte demasiado rápido.

Alastor parecía estar preso del mismo frenesí, empujando con fuerza sus caderas contra ella, disfrutando de ella como una potente droga que hacía burbujear todos sus sentidos. Su llanto indecoroso y la humedad de sus paredes internas lo tenían al borde del colapsos, sintiendo su sangre fluir hacia su cabeza y dejarlo sin ningún otro pensamiento que explotar su profundo coño y permitirle sentir algo de alivio. Estaba tan desesperado por terminar, deseando llenarla aunque fuera completamente peligroso y desconsiderado.

—Charlie —jadeaba su nombre en su oído, notando la propia incapacidad de la mujer para decir cualquier palabra coherente en ese instante.

Era impensable, pero ese era su único pensamiento en el momento, quería llenar a la señorita Morningstar hasta que estuviera completamente seco, alimentando su interior con cada gota que pudiera escapar de él para que nada de su liberación se desperdiciara.

Entraba y salía de ella, rápido y sin piedad, empujando al borde de nuevo y Alastor lo sabía, en sus oscuros y nublados pensamientos lo sabía porque la escuchaba jadear por aire, gritando cosas inentendibles sin poder soportarlo mientras que frotaba su mejilla caliente contra la de él, gritando su nombre. Fue con esa última vista, que llegó a su clímax, llenándola por completo y sintiendo la gloria de su victoria cuando sintió su interior contraerse al mismo tiempo que él terminaba.

Permanecieron unos cuantos minutos unidos, recuperando el aliento. mientras el obispo

aún podía sentir su pene temblando, permaneciendo dentro hasta que las últimas gotas de semen gotearan de su punta antes de sacarla.

Finalmente, su pene flácido y húmedo salió de su interior, junto con un montón de semen que empezó a correr de forma abundante por el interior de sus piernas hasta la ropa de cama.

Quizás hubiera sido mucho más sensato hacer uso de la protección que ella amablemente había traído dentro de su bolso, pero los habían dejado abandonados cerca del recibidor de su casa mientras todo escaló demasiado rápido. Bajo su mirada, mirando el desastre durmiente que era Charlie en ese momento y lo único que hizo fue suspirar, antes de tomarla entre sus brazos, admirando su rostro inconsciente bajo la tenue luz de su sala.

—Dulces sueños, mi querida demonio encantadora.

Bueno, tenemos doble actualización este día porque ayer no pude terminar el día numero diez, pero no importa, estoy complacida con el resultado y espero ustedes tambien puedan disfrutarlo. 

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