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—Bien, no tienes nada de qué temer Charlie. Viniste aquí con un propósito laboral, no es nada del otro mundo —se dijo como un mantra Charlie mientras yacía fuera de la iglesia del sagrado corazón con las piernas temblando y el corazón latiendo como una locomotora.

Quería convencerse que aquella solicitud no era una especie de jugarreta oscura de parte del obispo para tener un tiempo a solas en un horario bastante cuestionable. Pero aunque intentó darse todas las excusas válidas y necesarias para encontrar una lógica razonable a ello, su mente cochina y deseosa terminó encontrando una única salida en donde yacía recostada sobre la mesa del ritual, siendo tomada con fuerza mientras Alastor golpeaba su interior a la par que se impulsaba apretando sus senos con sus manos.

La sugerente ensoñación había sido tan clara que debió tomar varias duchas frías antes de prepararse para subir, pero a quien podía engañar, aquella invitación había sido demasiado sospechosa. Pudo fácilmente solicitar reunirse al día siguiente en su oficina, y si lo que necesitaba era privacidad para planificar temas que no debían ser filtrados con demasiada antelación, siempre pudo utilizar la sala de reuniones del segundo piso. Pero le había pedido específicamente venir esa misma noche, luego de que hubieran terminado los servicios del día y no hubiera nadie alrededor para acompañarlos.

El mismo Ángel gritó con todas sus fuerzas, llevado por la emoción por lo que eso mismo implicaba. El no vaciló en interpretarlo de ese modo y la llamó ingenua por creer que si era una cita de trabajo. Aun con su brazo vendado e inmovilizado, trato de convencerla por una hora de usar ropas más femeninas y una falda, al igual que un estridente conjunto de lencería que le había regalado para alguna ocasión en la que considerara perder finalmente su virginidad. No obstante, se negó vorazmente a usar cualquier ropa que pudiera ser interpretada como una invitación, decidiendose por un jean poco ajustado y una camisa blanca manga larga, que aunque era cómoda, no era el ejemplar perfecto para usarlo en una velada romántica.

Aun así, se colocó de forma secreta el conjunto íntimo, como una prevención, aunque estaba segura de que no sucedería nada. Ángel, por el contrario, llenó su bolso de preservativos y una pequeña botella de lubricante por si llegara a necesitarla. Intentó detenerlo, pero este la miró a los ojos aprensivos como un padre preocupado por su hija quien asiste a una fiesta por primera vez en su vida. Quito varios de los preservativos así como la botella de lubricante, pero al menos le dejó un paquete de tres como una medida preventiva.

—Llévate estos, uno nunca sabe y es mejor estar protegido —le dijo forma confidente y traviesa aunque ella quería morirse de vergüenza.

Así que, allí estaba, puntualmente en la entrada de la iglesia, con su mochila y sus cuadernos de notas, mirando nerviosamente el reloj de su mano mientras llamaba a la puerta del convento.

Pasaron unos cuantos minutos hasta que la puerta se abrió, dejando ver a una diminuta hermana que estaba usando su hábito aun a esa hora de la noche. Esta la miró por un momento con sus grandes ojos, antes de saltar extasiada alrededor de ella.

—¡Eres ella! Finalmente llegaste —le dijo antes de tomarla de las manos y hacerla pasar rápidamente, sin siquiera tener tiempo de presentarse—. El obispo Alastor me dijo que vendrías y me pidió que estuviera pendiente de tu llegada, este lugar es tan grande que no se escucha cuando llega un invitado —narró con voz veloz, mareando un poco a la escritora por su euforia.

—E-Entiendo, muchas gracias por la atención —le dijo con agradecimiento.

—El obispo Alastor está esperándote en su residencia personal, así que llevaré hacía allí —le dijo y Charlie asintió, siguiendo sus pasos.

Mirando a su alrededor, Charlie observó con sorpresa todos los detalles de la construcción. Se decía que el convento y la iglesia eran un espacio bastante antiguo construido durante el tiempo de la colonización francesa en la región, por lo que su infraestructura estaba ampliamente inspirada en los elementos de la época, aunque se veía bastante conservada, había aspectos del lugar que denotaban el paso extendido del tiempo sobre ellas. Sin embargo, en una sección cruzaron hacía la izquierda, ingresando por un largo pasillo techado que cruzaba

—¿La residencia del obispo no está unida al convento? —no pudo evitar preguntar cuando comenzaron a atravesar el largo pasillo que iba profundizando hasta llegar a los bordes del bosque que yacía en la montaña, donde se erguía una residencia de dos pisos del mismo estilo arquitectónico del resto del convento.

—No, nuestras habitaciones están bastante apartadas de la residencia del obispo, casi al otro borde. Lo más cercano son los dormitorios de los sacerdotes y el seminario donde estudian los monaguillos —explico—. Toma bastante tiempo llegar, por lo que muchas veces el obispo se queda en su estudio dentro del convento, pero de vez en cuando se queda en su propia residencia por comodidad, como hoy —explico, pero esa información no la hizo sentir más tranquila.

Finalmente llegaron a la entrada de la residencia donde Nifty toco energicamente hasta que la voz de Alastor se escucho a lo lejos. Charlie sintió cómo su corazón latía con fuerza, una mezcla de nerviosismo y anticipación. La idea de estar a solas con Alastor la inquietaba, y aunque trataba de mantener la compostura, su mente seguía divagando hacia pensamientos inconfesables.

Finalmente, la puerta de la residencia se abrió, revelando a Alastor estaba de pie junto al marco de la puerta, vistiendo una camisa manga larga y un pantalon de vestir negro, su mirada fija en Charlie.

—Ah, señorita Morningstar. Que alegría recibirla —dijo Alastor, su voz suave y melodiosa mientras la observaba con una intensidad que la hizo sentir expuesta.

Nifty, la hermana que había recibido a Charlie, se movió rápidamente hacia la puerta.

—¡Voy a dejarles solos! —anunció con entusiasmo, sonriendo de oreja a oreja—. ¡Disfruten!

La puerta se cerró tras Nifty, dejando a Charlie y Alastor en un ambiente cargado. Ella sintió cómo el aire se volvía más denso, y su corazón comenzó a latir más rápido. El obispo se acercó un poco más, como si el espacio entre ellos no fuera suficiente.

—Toma asiento, por favor —dijo él, gesticulando hacia una mesa decorada con un mantel blanco inmaculado. Charlie se sentó, tratando de mantener la compostura, aunque su cuerpo parecía traicionarla—. Puedo ofrecerte una taza de té, pero si no tienes problema, una taza de café es una buena opción si estás aburrida del agua de plantas.

Charlie se cubrió la boca, conteniendo una ligera carcajada por su comentario.

—Si no es molestia, el café está bien —pidió. Eso pareció animar mucho más al hombre, que de inmediato caminó hacía la cocina.

—Cafe entonces —asintió.

Alastor se movió con gracia hacia la cocina, encendiendo la hornilla y preparando las tazas mientras Charlie permanecía sentada, admirando todo el lugar. Era una residencia bastante amplia, siendo la sala un espacio cálido y acogedor, decorado con muebles de madera oscura y una luz suave que emanaba de las lámparas. A diferencia de lo que hubiera esperado, había una gran cabeza de ciervo colgada encima de la chimenea. Pensó por un momento que quizás estaría disgustado con la violencia animal por ser un clérigo, pero parece que se había equivocado. Unos cuantos minutos, Alastor estaba de vuelta en la sala, trayendo una bandeja con dos tazas de café y algunos panecillos acompañados de mantequilla y jalea.

—Espero que sea de tu agrado —comentó Alastor, su voz despreocupada mientras regresaba a la mesa, un brillo travieso en sus ojos. Con un gesto elegante, le ofreció una taza de café humeante, y Charlie la tomó entre sus manos, sintiendo el calor de la cerámica irradiar hacia su piel. Agradeció el gesto con un leve asentimiento, aunque su corazón latía desbocado.

—Gracias —murmuró, disfrutando del aroma que emanaba de la taza. Se permitió un momento para inhalar profundamente, dejando que el olor del café la envolviera. Luego, llevó la taza a sus labios y dio un sorbo. El sabor era exquisito, una mezcla de dulzura y calidez que la sorprendió. —¡Está delicioso! Es el mejor cafe que he tomado.

—Me alegra escucharlo. Está hecho con la técnica secreta de mi madre —le comentó él, con una sonrisa que revelaba una mezcla de orgullo, como si recordara momentos felices de su infancia. Su tono era casi irrisorio, pero había una sinceridad que resonaba en sus palabras.

Charlie sonrió, sintiéndose un poco más a gusto, aunque la tensión en el aire seguía presente. Al mismo tiempo, Alastor se inclinó ligeramente hacia adelante, como si estuviera compartiendo un secreto.

—Puedes probar los panecillos también. Los hice ayer en la noche, así que todavía están frescos —le dijo, ofreciendolos.

—¿Los hiciste tú? —preguntó incrédula mientras sostenía uno de los panecillos en su mano. La masa dorada parecía esponjosa y perfecta, y no pudo evitar admirar la dedicación que había puesto en ellos. —Es increíble. No imaginé que te gustara cocinar.

Alastor se encogió de hombros, una chispa de diversión en su mirada.

—Mi madre me crió bien. Le encantaba la cocina, y me encantaba acompañarla. Aprendí a hacer de todo, desde pan hasta postres.

—Eso es en verdad increíble —le comentó.

—Oh, me halagas demasiado—respondió Alastor con modestia.

—No es un halago, es un hecho —dijo, su voz suave y envolvente. —Yo no sé cocinar muchas cosas, así que esto me parece algo bastante increíble. La cocina es un arte, y como toda forma de arte, requiere pasión y dedicación, de verdad es algo increíble, te han quedado demasiado buenos.

Alastor observó su reacción con una sonrisa casi imperceptible, disfrutando de la forma en que ella hablaba con tanta confianza.

En un momento de silencio, este movió ligeramente su mano sobre la mesa, rozando las yemas de sus dedos con los de ella. Debido al ligero contacto, sus ojos se encontraron con los de Alastor, y por un instante, el mundo exterior pareció desvanecerse. La intensidad de su mirada la hizo sentir expuesta, como si pudiera ver más allá de su superficie.

—Si lo deseas, puedo invitarte nuevamente para cenar, siempre es un placer cocinar para un comensal tan encantador —le indico con un tono seductor que casi destruye todas las defensas de Charlie.

Rápidamente apartó la mirada, sintiendo el calor en sus mejillas, sintiendo cómo su corazón se aceleraba nuevamente. Tosió un poco, ahogándose con su propia saliva y tomando un sorbo del café para pasarlo, pero aun con eso tenía la mirada del obispo encima de ella.

—Gracias, realmente aprecio la oferta —respondió, tomando un bocado del panecillo para calmar su acelerado corazón. La textura suave y el sabor mantecoso la hicieron cerrar los ojos por un momento, disfrutando de la experiencia—. En todo caso ¿Cuál era el proyecto para el que me requería? —consultó para entrar al tema que les competía.

Intentó continuar la conversación en un tono profesional, de verdad no quería darse falsas ilusiones y creer señales donde podría no haberlas, pero cada palabra de Alastor parecía desdibujar la línea entre lo personal y lo laboral.

—Bueno querida, este es un proyecto particular y no proviene de ninguna petición de parte del consejo, podríamos decir que me estoy tomando la atribución personal, pero he estado pensando en la elaboración de una revista conmemorativa para celebrar los 150 años de la iglesia —comenzó Alastor, tomando un sorbo de su café. Su mirada permanecía fija en ella, como si estuviera analizando cada una de sus reacciones.

Charlie respiró hondo, intentando concentrarse en el tema.

—¿Como una especie de reseña histórica? —pregunto tomando su cuaderno de notas y anotando los detalles. Alastor asintió.

—Exacto —respondió él, inclinándose ligeramente hacia adelante, lo que hizo que su corazón se acelerara aún más—. Quiero que seas tu quien prepare los artículos y maquete la estructura, por supuesto, tienes la total libertad creativa de cómo organizarla, yo solo te indicaré los aspectos que espero ver reflejados. Pienso en entregar esto en la última semana del mes de Julio, así que cuenta con cuatro meses para realizar todo el trabajo ¿Crees que puedas hacerlo?

—Puedo hacerlo —dijo Charlie, su voz un poco más firme y sin mostrar dudas—. Solo debo reunirme con el equipo de edición y organizar todos los detalles para el proceso de maquetación. ¿Hay algo que le gustaría que esté a como dé lugar?

Alastor sonrió, disfrutando de su convicción.

—Me gustaría que capturará no solo los hechos históricos resaltantes, sino también la esencia de lo que significa este lugar para la gente. La historia está llena de emociones, y quiero que la gente sienta eso al leerla —solicitó mientras reposaba su mentón sobre sus manos—. Casi del mismo modo como las emociones que plasmas en tus novelas. Sé que eres capaz de hacerlo.

Charlie asintió, sintiendo cómo su mente comenzaba a trabajar. Pero la intensidad de la mirada de Alastor la distraía. Cada vez que desviaba su atención, por un instante sentía como su cercanía parecía aumentar, y ella se sintió acorralada por su presencia.

—E-Es un gran desafío —dijo, intentando desviar la atención de su incomodidad—. ¿Tienes material o archivos que pueda revisar?

Alastor se reclinó en su silla, cruzando los brazos, pensativo.

—Claro —respondió él, con su tono ligero—. Pero también quiero que hables con los miembros de la comunidad, que recojas sus historias. Eso le dará un toque más personal.

La escritora sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la idea de tener que interactuar con otros, su trabajo siempre había sido más aislado, restrictivo a ella únicamente, pero la forma en que Alastor la miraba le hizo sentir que había algo más en juego. —Entiendo, eso tiene sentido —dijo, intentando mantener la calma. Pero sabía que algo no estaba bien. El reloj del pueblo sonó emitiendo las nueve campanadas que indican el cambio de hora. Con un poco de premura, Charlie cerró su cuaderno y lo metió en su bolso, levantándose de golpe de su asiento.

—Entiendo. Entonces lo mejor que comience a preparar todo para reunirme mañana temprano con mi editora a cargo, la pondré en detalles de todo lo conversado esta noche —indicó—. Disculpe haberlo molestado por tanto tiempo, es momento de que me retiré a mi casa.

El obispo se levantó igualmente de su asiento, pero en lugar de caminar hacía la puerta, se quedó de pie a escasos metros de ella. El corazón de Charlie latió de forma furiosa, un escalofrío trepando y que hizo que la sonrisa de Alastor se ensanchara, disfrutando de la tensión palpable.

—Me gusta que seas tan dedicada, Charlie. Esa determinación es admirable —le dijo.

Ella sintió que su rostro se encendía. Esto se estaba volviendo peligroso. Retrocedió unos cuantos, buscando obtener más espacio entre ellos.

—Solo trato de hacer mi trabajo lo mejor posible —respondió, aunque su voz sonaba más débil de lo que esperaba.

—Y lo haces muy bien —dijo él, acercándose un poco más, su mirada fija en ella—. Pero no te sientas presionada. Estoy aquí para apoyarte en el proceso, aún tenemos mucho tiempo para la entrega final.

Charlie sintió cómo su estómago se revolvía. La manera en que se acercaba, como si quisiera eliminar cualquier barrera entre ellos, la hacía sentir vulnerable. Atrapada, como un pequeño ratón que estaba a punto de caer en las garras de un gato.

—Aprecio tu apoyo —murmuró, intentando no dejar que su nerviosismo se notara.

—A veces, el apoyo puede venir en formas inesperadas —dijo Alastor, su tono insinuante. Se inclinó un poco más, como si estuvieran compartiendo un secreto. —Y yo estoy aquí para asegurarme de que tengas todo lo que necesitas.

Ella tragó saliva, sintiéndose atrapada entre su deseo de mantener la profesionalidad y la creciente atracción que sentía hacia él. Ladeo su mirada hacia la puerta, pero terminó chocando contra una pared que no vio, haciendo que el bolso en su mano cayera al suelo.

De forma estrepitosa, todo el contenido terminó regado sobre el suelo, llegando un objeto muy particular a los pies del obispo, uno que Charlie reconoció con horror, especialmente cuando este se agachó para tomarlo entre sus manos.

Si, era oficial.

Charlie Morningstar tenía la peor suerte de todas. 

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