VIII
Esa mañana, Charlie se encontraba cubriendo una noticia para el periodico, puesto que Katie y Rosie estaban atendiendo la solicitud de otro cliente importante que debía entregarse esa misma semana. Rodeada de risas infantiles y el bullicio de diferentes personas, se encontraba en un evento de beneficencia que había organizado el orfanato del pueblo. Aunque el lugar estaba lleno de gente, ella permanecía en un rincón, alejada de las cámaras y los focos. La cara pública del orfanato era Sir Pentious, quien había sido un buen amigo de su padre y ahora actuaba como su tutor legal.
Mientras los reporteros y periodistas tomaban declaraciones, Charlie se sintió un poco fuera de lugar. Sir Pentious, con su naturaleza excéntrica y cariñosa, siempre había sido un apoyo para ella. Había manejado todos los detalles del funeral de sus padres y se había asegurado de que el patrimonio familiar se mantuviera en pie. Sin embargo, Charlie aún no había tomado formalmente las riendas de las fundaciones benéficas que le correspondían, lo que hacía que cierta presión estuviera siempre sobre su cabeza.
En medio de la algarabía, Sir Pentious se acercó a ella, su expresión era de calidez y comprensión estaba siempre presente en su rostro.
—Charlotte, querida —dijo, su voz marcada por un cómico siseo que era parte de su propio acento—, que alegría verte aquí. ¿Has venido para incorporarte a las actividades de la fundación? Puedo presentarte a los inversionistas presentes —expreso con emoción en su voz—. ellos son los que participaran también en la próxima gran adopción.
Ella se sobó el brazo nerviosamente, sintiendo el peso de su decisión.
—B-Bueno yo...—tartamudeo, no sabía qué decir—... Aun no estoy lista, Sir Pentious —respondió, su voz un susurro.
Él pareció entristecerse un poco, pero rápidamente recuperó su sonrisa.
—Está bien, querida. No hay prisa. Estoy aquí para seguir dirigiendo todo, pero me encantaría que un día me acompañaras para ver cómo se desarrolla toda la dinámica.
La mujer asintió, agradecida por su comprensión. Mientras él se alejaba para atender a unos niños traviesos que corrían por el salón principal, sintió una mezcla de alivio y culpa. Sabía que debía hacer más, pero su corazón aún estaba atrapado en su deseo de publicar su propia novela.
Su legado familiar siempre era un tema recurrente cuando tenía que hacer gestiones de la fundación, o como en esos casos, cubrir eventos que estuvieran relacionados con ellos. Perdiéndose en sus pensamientos, observó a los niños jugar y reír alrededor de las piernas de Sir Pentious, y una ligera sonrisa de satisfacción surco sus labios. Al menos tenía la dicha de contar con alguien de tan buen corazón para apoyarla con eso. Pero al mismo tiempo, sentía que se estaba aprovechando de él, al achacarle todas las responsabilidades de algo que era su responsabilidad.
Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a eso, pero esperaba tener el camino preparado para su propio sueño y no tener que abandonarse a la fundación, que aunque era sobrecogedor el ayudar a las personas, de verdad, de verdad que quería tener algo que fuera completamente suyo, un logro de ella y nadie más.
Pensó que ya se había recluido lo suficiente, así que salió hacía el porche de la propiedad para hacer una última cosa antes de irse de nuevo a la sede del periodico. Quizás sería bueno visitar a su buena amiga que estaba brindando una ayuda al pobre de Sir Pentious que terminó en el suelo con una montaña de niños risueños sobre él.
Sin embargo, tuvo que esconderse detrás de una columna en cuanto se encontró con la alta figura del obispo Gallow a unos cuantos metros de distancia de donde ella estaba. Sintió su corazón acelerado y su rostro enrojecer de vergüenza. Sabía que estaba allí, la iglesia del Sagrado Corazón era la primera promotora de ese evento y obvio que estaría rodando por allí en algún lado, solo que no espero encontrarlo tan pronto.
Había tratado de evitarlo durante todo el tiempo que pudo y dio gracias a dios que no se cruzaron en todo ese momento, porque no podía siquiera pensar en acercársele, no luego de lo que había hecho hacía unos días. En su cabeza todavía estaban los recuerdos de su propio juego insidioso y las imágenes que evoco de él mientras se tocaba en la soledad de su habitación.
De verdad que no tenía reparo y se sentía inmoral por desear a un clérigo, pero era imposible evitarlo. Era tan apuesto y carismático, hablando con otros miembros del consejo, sonriendo frecuentemente, con su cabello pulcramente peinado hacia atrás y esa mirada que parecía atravesar el alma.
En un momento, sus ojos se encontraron y ella tuvo que agacharse para no ser notada. Llevó sus manos a sus mejillas, sonrojadas como una gran manzana. ¿Y así pensó en querer usarlo como referencia para su novela? Era imposible; ella era solo una simple escritora de novelas rosas y él, un respetable obispo. No tenía sentido llegar a pensar en semejante locura.
No, era demasiado arriesgado, un pensamiento irracional generado por un momento en el que estaba fuera de sí. Lo mejor que podía hacer era tratar de caminar disimuladamente y llegar de nuevo a la residencia donde podría encontrar otra salida.
Con esa idea en mente, se dispuso a moverse, pero justo cuando pensaba que podría escapar sin ser vista, escuchó la tersa voz del obispo saludándola.
—Oh, señorita Charlotte, es un placer verte nuevamente —dijo con una sonrisa divertida, inclinando ligeramente la cabeza como si le resultara encantador verla así.
La escritora miró hacia arriba, encontrando la expresión juguetona del obispo, que parecía reírse de cómo se encontraba. Levantándose casi de golpe, sacudió levemente su ropa antes de saludarlo con torpeza.
—Oh, obispo Gallow —saludó Charlotte, intentando mantener la calma—. ¿Cómo se encuentra?
Él sonrió de oreja a oreja, su expresión iluminando el ambiente.
—Estoy bien, gracias. Solo que me pareció algo interesante ver cómo una de las reporteras del periódico se escondía de forma sospechosa entre las columnas del edificio.
Charlie sonrió nerviosa, deseando que un rayo la impactara. No pensó que la hubiera visto esconderse de forma tan vergonzosa. Tartamudeando, respondió:
—No... no me estaba escondiendo.
El obispo se acercó a ella, notándose de inmediato la diferencia de altura.
—A mi me parece que sí estabas escondiéndote —dijo con un tono juguetón.
La mujer contuvo la respiración, sintiendo de nuevo el fuerte aroma a incienso del obispo, que comenzaba a marearla. Apretó sus manos contra su blusa con ansiedad, tratando de no enfocar su mirada en la del hombre.
—Estaba... tratando de escapar de los inversionistas —terminó admitiendo, no valía el caso mentirle—. Quizás no lo sepa, pero en realidad soy la promotora formal de la fundación. Sir Pentious fue mi tutor legal mientras era menor de edad, pero una vez que alcancé la mayoría de edad, todas las propiedades y fundaciones de mi familia pasaron a mis manos. Aun ahora el siguie encargado de ellas, mientras yo trabajo en el periodico... Siendo sincera, no sé qué hacer con ellas... —se detuvo, sintiendo la presión de lo que se suponía que se esperaba de ella—. Solo deseo ser novelista, no quiero encargarme del legado familiar.
Alastor la miró un momento, manteniéndose en silencio. Charlie sintió que quizás la estaba juzgando por elegir algo tan "patético" en lugar del futuro que sus padres dejaron asegurado para ella. Sin embargo, él solo amplió su sonrisa mientras la veía.
—Bueno, cualquiera en su sano juicio se encargaría del negocio familiar, es un legado bien construido y consolidado, sería de tontos dejarlo ir así nada más —comentó, haciendo que la mujer se sintiera avergonzada—. Sin embargo, nadie está obligado a seguir los pasos llevados por tu familia. Es muy valiente de tu parte buscar tu propio camino.
Esas palabras resonaron en Charlie, provocando una especie de realización interna. Siempre había pensado que se estaba desviando del camino, y muchas veces se sintió mal con sus decisiones, porque sus padres lucharon toda su vida por construir algo que pudiera servirle para el resto de su vida, pero ella ingratamente decidió hacer algo diferente. Eso le generó muchas discusiones al final de su vida, y eso la atormentó por mucho tiempo porque si hubiera seguido ese camino, seguramente hubiera podido dejarle mejores recuerdos a sus padres antes de morir. Por lo que, escuchar aquello le hizo sentir en verdad feliz. Con una sincera sonrisa, se dirigió a él, agradecida.
—Gracias por tus palabras —le dijo, conmovida por ese sincero gesto—. Es en verdad algo muy significativo y no sabe lo aliviada que me siento por escucharlo, de verdad gracias Obispo Gallow.
—Alastor —corrigió él, con una mirada amable, ella alzó la mirada, mirándolo sin entender—. Puede llamarme por mi nombre si no tiene problema.
—Claro, si no tiene inconveniente en llamarme Charlie también —respondió ella con la misma audacia y de forma refrescante, Alastor soltó una carcajada.
—Es un verdadero placer, Charlie.
—Lo mismo digo, Alastor.
Él sonrió al escuchar su nombre de sus labios, lo que hizo que ella se sintiera mucho más cómoda. La tensión que había estado acumulando pareció liberarse, y se sintió bastante a gusto en su compañía.
Sin embargo, una voz femenina rompió el ambiente que se había creado entre ellos.
—¡Charlie! —llamó una mujer morena de cabello oscuro y mirada severa, que se encontraba de pie con ambas manos en la cadera, expectante.
Charlie volteó hacia su espalda, reconociendo a Vaggie, su amiga de la infancia e institutriz del orfanato.
—Necesito algo de ti —dijo Vaggie, su tono directo y autoritario—. ¿Puedes acompañarme un momento?
El tono de la mujer era tensó y Charlie avistó cierto apremió en su epxresió corporal. Volteandose de nuevo hacia el obispo, le dedicó una mirada de disculpa.
—Tengo que irme —dijo Charlotte apresuradamente, despidiéndose de Alastor—. Lo siento, nos veremos en otro momento.
Pero antes de que se fuera, el obispo le tomó la mano, deteniéndola un segundo.
—Espero verte pronto, en un lugar mucho más tranquilo y privado si me lo permites—dijo, su voz suave y persuasiva.
Charlie sintió el color subirle al rostro y el pecho acelerarse, pero asintió antes de ir al encuentro con su amiga. Desde su sitió, la morena vio como su amiga llegaba hasta ella, pero en ningún momento quitó su mirada de encima del obispo.
—¿De qué estaban hablando? —preguntó Vaggie, con una ceja levantada.
—Solo hablábamos de cosas de la fundación y el evento de beneficencia —respondió, tratando de sonar casual—. Nada importante.
Aun así, la morena sabía que había algo extraño entre los dos cuando los encontró hablando tan furtivamente en el porche de la residencia. Tuvo un mal presentimiento y sin reparo, le lanzó una mirada molesta a Alastor, seguía en su mismo sitió. Este se encogió de hombros, enfocado en no apartar su mirada y ampliando su sonrisa, como un zorro. Ante eso, la mujer endureció su expresión, llevando su atención nuevamente a la rubia.
—Vamos, Charlie. Necesito tu ayuda para un asunto urgente —dijo, tomando a su amiga del brazo.
Charlie asintió, siguiéndole el paso, pero no pudo evitar dar una última vista de reojo hacia Alastor, quien la observaba con una mezcla de interés y complicidad.
Mientras caminaban por los pasillos del orfanato, Vaggie miró a Charlie con seriedad.
—Debes tener cuidado con el obispo Gallow —le advirtió. Ladeando la cabeza, la escritora no entendió el porqué de la advertencia.
—¿Por qué? Es el obispo del pueblo, él no haría nada malo —respondió Charlie, confundida.
Vaggie no se detuvo a explicarle, siguió caminando hacia su objetivo, pero aún así reitero sus palabras.
—Es mejor que tengas cuidado y no te acerques mucho a él.
Charlie no entendió por qué le decía eso. Alastor era el obispo, un hombre respetable y muy querido por las personas del pueblo. Intento darle una explicación, pero no tuvo tiempo de pensar en ello. Al llegar a la habitación donde Vaggie la llevaba, su corazón se hundió al ver a Ángel recostado sobre una de las camas, con el rostro magullado y varias heridas sangrantes en la pierna y los brazos.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó alarmada, acercándose rápidamente al pie de la cama, arrodillada a la altura de su amigo.
—Fue el padre de uno de sus clientes. Lo encontró en su auto, a unos metros de la carretera, y lo molió a golpes. El otro cobarde no hizo nada —respondió Vaggie, su voz tensa—. Esos malditos bastardos, de no haberlo encontrado Cherry que venía de camino lo hubiera terminado matando.
Charlie se agarró el cabello, angustiada, y abrió el botiquín de primeros auxilios que su amiga había traído. Mientras estuvo en la universidad, había realizado un curso de primeros auxilios para sumar créditos extras, y ahora esa experiencia resultaba invaluable.
Miró a Ángel quejándose mientras limpiaba los restos de sangre de su rostro. Por suerte, no le había roto la nariz, pero tenía feos moretones en los hombros y brazos que tardarían en desaparecer. También había un corte que quizás necesitaría puntos.
—Traeme algunas bolsas de hielo por favor —le pidió.
Vaggie salió rápidamente a buscar lo que necesitaba. Mientras tanto, comenzó a poner un poco de ungüento en las heridas de Ángel del rostro, para luego pasar a limpiar los cortes que tenía en las piernas y suturar la herida de su brazo. Una vez terminó los puntos, empezó a vendar las secciones de su brazo derecho.
En ese momento, Ángel abrió los ojos y Charlie, angustiada, le preguntó:
—¿Cómo te sientes?
Aunque se quejó un poco antes de hablar, igualmente mantuvo su buen ánimo de siempre.
—Ese tipo ni siquiera llegó a pagarme —respondió él con una sonrisa débil.
Charlie lo regañó, frunciendo el ceño.
—¡Tienes que tener más cuidado! ¿Qué hubiera pasado si hubiera tenido un arma?
Ángel rió escuetamente, pero luego se quejó del dolor.
—Estoy bien. Es algo escandaloso, pero resultó bastante bien parado. Al menos no me dispararon esta vez.
Con pesar, Charlie miró la cicatriz de bala que tenía en el hombro. Aún recordaba esa horrible noche del año pasado. En ese momento, se le había ofrecido a un tipo que venía en un auto durante la noche, pero este solo le grito que ardería en el infierno y le disparó. Afortunadamente no fue mortal, pero en ese momento les dió un gran susto.
—Igualmente debes tener cuidado, no queremos que te pase algo peor —dijo, bastante preocupada.
Ángel asintió. El tono bromista del chico cesó por unos minutos, y mientras Charlie terminaba de vendar su brazo, le preguntó tímidamente:
—Oye ¿No quieres trabajar dentro de la fundación? Puedo organizar todo. Tendrías un techo bajo tu cabeza, comida y un sueldo asegurado —terminó de vendarle el brazo, cortando finalmente la última parte de la gasa, enganchando bien el extremo final—. Así no tendrías que buscar clientes de nuevo...
Sin embargo, Ángel la interrumpió.
—No, está bien —se negó con firmeza, aunque respetuosamente—. Apreció mucho tu ofrecimiento, muñequita. Pero, mis deudas son solo mías. No quiero involucrarte. Me metí con gente mala, y solo debo salir del pozo en el que estoy.
Charlie intentó decir algo, pero las palabras simplemente murieron en su boca. Agacho la cabeza, sintiendo que no servía para nada. Pero parecía que Ángel captó el giro de sus pensamientos, obligándola a mirarlo.
—Oye, no me mires así, vas a hacer que de verdad me arrepienta de lo que te dije, queriendo hacer el chulo contigo—dijo este para animarla—. Sabes, siempre he pensado que soy muy afortunado de que me recogieras esa noche cuando estaba vuelto mierda a una esquina de la carretera, creíste en mi cuando nadie más lo hizo y me sacaste de la calle, permitiste que Cherry y yo tuviéramos un lugar donde volver cada que lo necesitaramos, me ayudaste a sobrellevar mi adicción y aunque sigo metido en problemas, al menos tengo un año estando limpio —dijo con orgullo, logrando que una sonrisa ligera surcara el rostro de Charlie—. Así que no te culpes por cosas que no son tu responsabilidad. Deberías enfocar más tu energía en cogerte a ese rico moreno de chocolate y así tener todas las referencias posibles para escribir tu gran Best Seller.
En otro momento, Charlie hubiera soltado una gran carcajada por sus ocurrencias, o le hubiera reclamado avergonzada, diciendo que no podía hacer algo como eso. En lugar de eso, su rostro enrojeció, permaneciendo callada, lo que hizo que las neuronas del chico hicieran la sinapsis necesaria para atar los cabos sueltos que necesitaba.
—Lo estás considerando —afirmó, no era una pregunta. Sus ojos tomaron un brillo maquiavélico, que de no ser que estaba indispuesto físicamente, se hubiera levantado de su lecho para tomarla por los hombros—. ¡Lo estás considerando! ¡De verdad vas a cogertelo!
—¡No lo digas tan alto! —le rogó, su rostro estaba más rojo que una cereza y rogaba a dios que Vaggie aun no viniera de regreso, pero Ángel estaba sobre una nube que no parecía fácil hacerlo bajar.
—Oh, sabía que eras una sucia enclosetada —se rió, aunque todo eso merecía un esfuerzo que dolía como el infierno. Aun así, no le importó y siguió maquinando, su mente yendo a mil por hora—. Oh, señor. Necesito darte un nuevo guardarropa y la artillería pesada, ese pobre obispo no sabrá con qué lo golpeaste.
—Ángel por favor —gimió ella, tratando de calmarlo.
Justo en ese momento, Vaggie regresó con la bolsa de hielo, poniéndosela en la mejilla hinchada de Ángel con muy poco tacto.
—¡Ay! —se quejó él—. ¡Está fría, carajo!
—¡Pues te la mereces por ser un completo idiota! —lo regañó Vaggie con dureza—. Nos has hecho preocuparnos.
Ángel sonrió débilmente, pero el reproche en la voz de Vaggie era claro. Charlie respiró un instante, aliviada de que la atención de su amigo se hubiera desviado por el momento, pero aun sentía el pecho apretado y la ansiedad creciendo en su estómago ¿De verdad haría eso? ¿Sería capaz de seducir a Alastor sin fracasar en el intento?
Bueno, en este día no participe en el kinktober, pero las actualizaciones siguen. Este fic es un reto personal ya, viendo como logro terminar un fic en un mes, espero lograrlo. ¿Como va avanzando la historia segun ustedes? Me gusta mucho leer sus opiniones, espero en verdad que les haya gustado.
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