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VII

Charlotte estaba sentada en su escritorio, rodeada de hojas garabateadas y libros abiertos, su frustración palpable en el aire. Había logrado maquetar la trama, diseñar a los personajes y establecer los contextos y espacios de su historia. Había realizado varias investigaciones para enriquecer la lectura, pero al momento de escribir las escenas, simplemente no podía. Era como si una muralla invisible la separara de las palabras que necesitaba plasmar en el papel.
Sabía con claridad que estaba agotada de ideas que pudieran estimular la verdadera esencia de su narración, había tratado de leer varias novelas o cuentos eroticos para compensarlo, pero al comenzar a escribir todo se sentía robótico y forzado por lo que borraba todo de nuevo, y en un par de ocasiones, apretaba toda la hoja hasta volverla una bola que lanzaba a la basura. Se apretó la cabeza con las manos, pensando qué más podía hacer.
El tiempo corría y su avance era mínimo. Se sentía atrapada, y la desesperación comenzaba a abrirse paso en su pecho. Las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos, pero las limpió rápidamente con el dorso de la mano, sintiendo que eso sólo añadiría más peso a su ya abrumada mente. Necesitaba un descanso, un respiro que la ayudara a despejar la cabeza.
Se levantó del asiento y decidió dar un ligero paseo por la casa. A veces, lo mejor era distraer la mente. Caminó por la sala, sintiendo cómo la tensión en sus hombros comenzaba a aflojarse un poco. Se dirigió a la cocina para tomar un bocadillo, buscando algo que la reconfortara. Mientras se preparaba un emparedado empezó a pensar si su propia falta de experiencia era la que le estaba pasando factura en este caso. Muchos escritores utilizaban sus propias emociones, experiencias y tragedias para crear obras de arte que maravillaron al mundo ¿Eso era lo que le faltaba? Casi rio por lo ironico que sería en su caso, porque terminaría dandole la razón a los comentarios que Ángel había estado  haciendo durante el ultimo año sobre como necesitaba salir y tener sexo con alguien para disfrutar mucho más de la vida. Y en verdad, Charlie quisiera excusarse diciendo que había estado ocupada con el trabajo o que algunos de los eventos de caridad de la fundación creada por su padre le habían estado consumiendo todo el tiempo. La realidad es que si había intentado salir y tener algunas citas, pero todas habían terminado en un tremendo desastre, encontrandose patanes por un lado y algunos especímenes muy raros por otro ¡Incluso llegó a tener una cita por un tipo que fue acompañado por su mama! No está demás que se retiró en el preciso momento en el que la palabra matrimonio fue puesta sobre la mesa y en cómo su madre decía que tenía que cuidar de todas las alergias alimentarias de su hijo.
Fuera como fuera, de verdad intento tener algo lindo con alguien. Y fue allí donde Ángel volvió a la escena incitando a que tuviera algo de una sola noche, e incluso la invito al cabaret donde trabajaba, prometiendo que le conseguiría un buen prospecto que la haría gritar toda la noche, pero terminó declinando educadamente. Ella no era el tipo de chica que tenía cosas de una sola noche, incluso su única relación duradera fue en la universidad y terminó porque ella no quiso acostarse con él, no se sentía lista para eso y pues, el tipo no lo tomó bien.
Termino de comer envuelta en esos pensamientos un poco deprimentes y mientras regresaba, una voz particular la hizo detenerse en seco. Provenía de la radio que tenía en la sala. Se acercó al aparato, sus sentidos agudizándose. Al subir el volumen, su corazón dio un brinco al reconocer la voz de Alastor. Era inconfundible, clara y cautivadora.
—...y recordemos que en la vida, a veces necesitamos un poco de luz en la oscuridad —decía él, con ese tono suave que tanto la había atrapado en la misa.
Charlie se quedó paralizada, escuchando cada palabra, sintiendo cómo su voz la envolvía. Era como si el tiempo se detuviera. La frustración que había sentido momentos antes se desvaneció, reemplazada por una calidez que la llenó de energía. Se sentó en el sofá, completamente absorta, dejando que las palabras de Alastor fluyeran a través de ella.
Se sentía extraño escucharlo de nuevo, parecía como si todo el universo se confabula para encontrar al menos algo que tuviera que ver con él incluso en su propia casa. Se sintió un poco indignada con el destino, que seguía trayendo a una persona que claramente no podía estar con ella y a la que Charlie no se atrevía a siquiera a pensar más allá de lo que estaba permitido.
Decidió no seguir dándole vueltas al asunto, así que caminó de nuevo hasta su cuarto donde también estaba su escritorio. Miró su espacio de trabajo y sin pensarlo dos veces, se acostó en la cama, mirando hacia el techo.
El reloj de la pared marcó las diez en punto, aún era demasiado temprano para dormir, tenía mucho que escribir aún. Pero al mismo tiempo sabía que hiciera lo que hiciera, no tenía nada que escribir, su cabeza estaba en blanco y el único pensamiento, siempre intensivo desde hace días, era aquel momento en la biblioteca donde tuvo un encuentro demasiado cercano con el Obispo Gallow.
Trato de obviar el pensamiento, pero tenía que admitir que, incluso oculto por la sotana, tenía un paquete bastante dotado. Casi se sentía como Ángel al pensar que era una completa lástima que un hombre como él estuviera atado a unos votos de celibato por el resto de sus días. Y aunque no podía imaginarlo con claridad, seguramente era mucho más grande estando erecto.
Se dió la vuelta en la cama, encorvandose en una media luna. Apretó las piernas, comprendiendo de inmediato el pensamiento fugaz que surcó su mente en cuanto su imaginación transitó por aquel plano.
No, no podía hacer algo como eso. Era un obispo, no era correcto.
Sin embargo, estaba ya allí, sus piernas frotándose con necesidad, el calor trepando desde su vientre bajo, erizando sus pezones apenas cubiertos por una blusa ligera y secando su boca, ante el hecho inminente.
Estirando poco a poco su mano hacia abajo, fue introdudiendola a través del pequeño pantalón de su pijama, pasando por debajo de la liga hasta sentir su montículo sensible. Fue bajando en línea recta, llegando hasta el borde de sus pliegues y encontró la joya que yacía oculta, suspirando apenas sus dedos la tantearon de forma inicial.
Su mente ya desquiciada, parecía pensar que detrás de ella, estaba el fornido cuerpo del Obispo Gallow, riendo en tono bajo pero sumamente seductor, respirando en el borde de su oreja mientras su mano empezaba a jugar tenuemente con su clítoris.
—Eres una chica muy mala, Señorita Morningstar —susurró aquella voz ronca, ligera como un ronroneo —... Mira que tocarte de semejante forma, insultando la figura de dios… Eso no está nada bien….
Los dedos fueron jugueteando con sus pliegues, subiendo y bajando de forma ligera para ir incrementando cuando el calor empezaba a acumularse.
Charlie soltó un suspiro ahogado, mientras terminaba de bajar su mano para empezar a introducir un dedo dentro de ella.
Sintió como la lengua cálida del obispo disfrutaba de su sabor, antes de darle un travieso mordisco al lóbulo antes de inhalar el aroma de su cabello. Dio una respiración profunda, antes de separarse solo un poco de ella.
—Hueles demasiado bien querida, tienes una esencia que es capaz de volverme loco.
Charlie seguía moviendo su dedo dentro de ella, metiéndole y sacando, rozando sus paredes internas mientras imaginaba que el obispo Gallow estaba detrás de ella. Podía imaginar cómo introducía un segundo dedo que para ella se sentía como una gloria, al ser su mano mucho más grande que la de ella. Pero la realidad era que debió meter un tercer dedo a fin de equiparar sus propias fantasías.
Siguió tocando, imaginando como el paquete duro y grande del obispo se rozaba detrás de ella, subiendo arriba y abajo por la línea de sus nalgas.  Casi podía escucharlo como subía las telas de su oscura sotana para luego desabrocharse el pantalón y liberar finalmente aquel pedazo de carne que la tenía al vilo de su propio deseo.
Para ese punto sus propios dedos ya eran insuficientes y no llegaban los suficientemente profundo, justo al punto donde ella mejor se sentía. Por eso, cegada por esa misma necesidad, se incorporó para abrir su mesa de noche y sacar un objeto de plástico que había sido un obsequio de cumpleaños y jamás había podido utilizar por la vergüenza que eso le generaraba. Pero en ese punto, dónde el deseo por algo más grueso quemaba sus entrañas, sencillamente no pudo dejar que su mente recatada siguiera manteniendo el dominio y solamente volvió a la cama para abrir sus piernas a cada lado, casi como si Alastor estuviera arrodillado frente a ella.
Rozó el frío juguete contra los labios de su entrada, siseando cuando esté tocó demasiado cerca de su clítoris, finalmente, fue introdudiendolo poco a poco, casi aguantando la respiración y mordiendo sus labios con un temor abrumador, ya que no quería ser escuchada.
Una vez estuvo todo dentro, empezó a moverlo a un ritmo acelerado, pensando como podría ser el movimiento de sus propias caderas tragando por completo el miembro del obispo, mientras este tenía sus siempre arreglados cabellos cayendo de forma de desordenada sobre su rostro. Quería imaginar cómo tenía su cara sudada y algo enrojecida por el esfuerzo, tratando de sopesar los sonidos pero aún así soltando un gruñido que otro cuando su propio interior se contraía, tragandolo y apretándolo mas hasta que ya no pudiera resistir.
Alzó las caderas, introduciendo mucho más el juguete cuando el orgasmo la tomo e hizo que todo su cuerpo se contrayera en espasmos que duraron unos cuentos minutos hasta que finalmente la calma la embargo otra vez. El ligero juguete que emulaba un miembro masculino fue saliendo poco a poco de ella, hasta quedar a un lado de su entrepierna.
Charlie no se movió de su lugar, respirando aún a grandes bocanadas mientras trataba de controlar los latinos de su propio corazón.
Había sido el mejor orgasmo que había tenido en años y lo había tenido masturbándose al pensar el obispo del pueblo.
Casi quería morir, porque de verdad, el placer de pensarlo detrás de ella, penetrandola de forma profunda y salvaje mientras suspiraba en su oído y besaba su cuello a la par que masajeaba sus tetas, era sin dudas, un pensamiento que ya no podría ignorar. Deseaba al Obispo Alastor como a nada en ese mundo, y era ya un hecho consumado por su propia mano, pero aunque deseara poder hacer algo al respecto, estaba atada de manos por las reglas morales que tenía la sociedad y por supuesto, aquel hombre de belleza endemoniada jamás iba aceptarla por sus propias obligaciones, era un punto muerto.
Pero… quizás tenía una oportunidad. Una idea loca que surgió de su propio estado de embriaguez post orgásmica pero que en ese momento surgió como lo más coherente del mundo para ella: le pediría ayuda para que fuera su material de referencia para su novela. No tenía porque aceptar del todo, pero tampoco involucraria el hecho de lo deseaba de forma personal, un plan un poco irrisorio pero facil de declinar si no quería.
Quizás era la única manera de hacerse ver qué estaba cometiendo un gran error, pero una voz muy dentro de ella le decía que si llegaba a aceptar, tal vez algo muy grande podría suceder y en ese punto, no estaba segura si sería para bien o para mal.

Tarde, pero no iba a perder mi racha del Kinktober, espero que les haya gustado.

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