VI
—Sip, definitivamente debes cogertelo.
—¡Angel! —le regaño Charlie a su amigo con todo su rostro enrojecido por la vergüenza—. Te estaba preguntando qué es lo que debería hacer para tomar distancia no para que tenga sexo con él —le recrimino, pero el joven solo se encogió de hombros.
—Si quieres opiniones mojigatas, sería mejor que lo hablaras con Miss rectitud en lugar de consultarlo conmigo. Si estuviera yo en tu lugar y ese moreno de chocolate se me acercara con intenciones impuras ya estaría abriendo mis piernas para que ataque todos los agujeros que tengo a su disposición.
—¡Oh, no quiero saber nada de eso! —chillo Charlie roja como un tomate mientras se tapa los oídos, Ángel solo se rió de ella por su reacción.
—Y se supone que escribes sobre personas que tienen sexo desenfrenado ¿no es una especie de contradicción? Una virgen escribiendo de sexo, tu deberías ser la primera en poner practica lo que escribes.
—No es así —intentó negarse, pero su amigo no le dejo oportunidad de defenderse—. Por eso estas así, no tienes inspiración porque jamas has conocido en verdad como es una verga, yo por el contrario las adoro y puedo contarte todo lo que he hecho con ellas, todas las posiciones utilizadas y los juguetes que he implementado en mi trabajo. Quizás eso te ayude
CNo, de verdad no quiero oirte hablar sobre nada de eso —le dijo sintiendo como su mente trataba de eliminar cualquier imagen que pusiera su cabeza sobre su amigo teniendo sexo.
Masajeo sus sienes reflexionando cómo pudo pensar que hablar con Ángel sobre lo que le había estado pasando últimamente con el obispo Gallow. Exhausta, la escritora se recuesta sobre la cama mientras su amigo la veía entrar en su nueva etapa de depresión. De verdad, no sabía en que había estado pensando cuando acudió a la iglesia ese día para confesarse. Pero en ese momento en verdad estaba desesperada, había recibido un ultimátum de parte del director de la sección y esa misma mañana su auto presentó un desperfecto que le costaría mucho reparar, lo que la dejaba a merced del ineficiente transporte público, teniendo que ir y venir de su apartado apartamento en la periferia de la ciudad hasta el centro donde quedaba la sede del periodico. Ni mencionar cómo la habían rechazado en el concurso para optar como escritora junior en otra editorial a unos cuantos kilómetros del pueblo. No quería admitir que estaba equivocada y que había escogido un camino que no era para ella. De verdad quería enamorar a sus lectores, lograr que sintieran las emociones de sus personajes como propias y por sobre todo, que se identificaran con los hechos que estos vivían. El problema es que ese tipo de novelas no estaban siendo bien publicitadas en ese momento, la ciencia ficción y la distopía anarquista era el tema del momento, y que ella solo pudiera escribir romance o drama con elementos de historia era lo que la hacía menos atractiva.
Ese día de verdad pensó que no valía para nada y el comentario burlón de Katie solo la hundió en una espiral de auto desprecio que creció hasta que se dio cuenta que estaba en la iglesia ¿Acaso dios la estaba castigando por tener un sueño ingenuo? ¿O sería por haber escrito temas indecorosos con el único deseo de mantenerse en el sector editorial, aunque fuera como escritora de una revista rosa? Termino por romperse en un confesionario que creyó vació, y aunque al decir todo lo que sentía se sintió mucho más animada y liberada, no imaginó que hubiera sido en verdad escuchada por el Obispo de la iglesia.
¡Eso había sido lo más vergonzoso que había vivido en su vida! Mientras escapaba roja de la pena quería que un rayo la partiera. Los días que vinieron estuvo con el rostro pegado a su escritorio toda la mañana, recibiendo seguramente una expresión preocupada de parte de Rosie, pero sencillamente no podía evitar sentirse así. Que sus problemas fueran escuchados por el aire era una cosa, pero admitir que era escritora de relatos eróticos frente al obispo de la iglesia era superar cualquier barrera moral que podía existir. Incluso fue a disculparse porque no podía con la culpa de haber dicho algo como eso incluso aunque fuera una confesión y aunque no estaba segura si este la habría escuchado, igualmente lo hizo para tener su mente en paz, aunque eso no fuera así.
Sin embargo, cuando pensó que finalmente el asunto estaba fuera de su cabeza se lo volvió a encontrar en la biblioteca la tarde anterior. Estaba nerviosa de hallarlo allí, eso era algo obvio, especialmente por lo que estaba buscando, pero mentir en ese punto no le serviría de nada. Además, en su interior sentía que no tenía nada de qué avergonzarse. Ella escribía literatura erótica, pero no buscaba resaltar el hecho como un mero acto carnal, sino como un acto llevado por dos personas impulsadas por sentimientos apasionados que están envueltos en una historia bien pudiera ser trágica o prohibida. Si no ridiculizaban al caricaturista de la columna semanal, que de vez en cuando publicaba dibujos de mujeres casi desnudas con palabras llenas de sátira o menosprecio de sus verdaderas cualidades ¿Por que ella que escribía sobre el amor realista debía ser juzgada? Quizás no era el mejor lugar o quizás no debió ser tan franca, pero se suponía que quien dictaba la doctrina de dios debía ser al menos benevolente con sus hijos ¿no era así?
Y quizás había tenido un pensamiento incorrecto de él por mucho tiempo cuando esa vez lo escuchó hablar, fue sincero, sorprendiéndola incluso con su conocimiento y su flexibilidad sobre el tema, lo que le hizo sentir que estaba bien hablar con él de forma franca. Sin embargo, tuvo que gemir de forma tan desvergonzada cuando sus caderas se juntaron en el momento que intentó salir del estrecho pasillo de la biblioteca.
—El tipo debe pensar que soy toda una inmoral —se lamentó para sí misma con el rostro rojo—. Y lo peor es que es sumamente guapo.
No era un secreto a voces que el Obispo de la iglesia del sagrado corazón era un hombre demasiado joven para el puesto y extremadamente guapo. Todas las mujeres del pueblo suspiraban cuando lo veian, y aunque eran mucho más recatadas debido a la investidura que este tenía, siempre le hacían ojitos coquetos o se acercaban mucho a él, rodeándolo y abrumadolo con preguntas sobre las próximas actividades de caridad que realizaría la iglesia, manifestando su deseo de participar. Para todos era obvio que para lo único que asistían a la iglesia era para verlo, pero tal parecía que el mismo Obispo aprovechaba eso para que asistieran a las actividades, recolectas e incluso ventas agrícolas con el fin de apoyar a los más necesitados.
Fuera como fuera, el hombre era condenadamente sexi y Charlie la había arruinado. Era un poco decepcionante porque justo pensó que podrían entablar una relación de cordialidad. ¿Cómo haría para verlo de nuevo a la cara?
Quizás, si lo veía desde lejos ese sentimiento de abatimiento sería mucho menor.
—Oye ¿A dónde vas? —le preguntó Ángel un poco sorprendido por su repentino arrebato. Charlie solo tomó sus llaves, su bolso y un abrigo antes de darle una última mirada.
—Tengo un asunto urgente que hacer, no me tardo, si quieres pide algo de comida para llevar al restaurante de la esquina —y con esas palabras salió del apartamento para ir a un lugar preciso: la iglesia.
Era una suerte que viviera en la periferia del pueblo, donde a solo unos cuantos metros a pie, subiendo una colina, estaba la iglesia del sagrado corazón y convento donde residían las monjas y monaguillos, así como algunos otros sacerdotes en preparación. La residencia del obispo estaba separada del convento, pero se conectaba por un largo pasillo que apenas estaba iluminado y podría causar bastante miedo durante la noche, pero apenas estaba siendo el ocaso. El sonido de las campanadas indicaba que pronto sería el momento de iniciar la última misa del día y Charlie pareció entrar en conciencia de lo que estaba haciendo. Se movió por impulso y había llegado allí, sin saber bien qué hacer o qué decir, no tenía un motivo siquiera para estar allí, incluso si lo veía ¿que iba a decirle? "Hola, quería disculparme por lo de la otra vez, es que tienes un paquete tan grande y yo llevo tanto tiempo de abstinencia que sencillamente no pude evitarlo?" Eso en verdad no sonaba horrible. Aun así, ya estaba allí e irse de repente sería muy sospechoso, por lo que decidió entrar, esperando al menos verlo de nuevo oficiando la de esa tarde. Escogió una de las últimas filas, con la esperanza de que nadie la notara. Se sentó, tratando de calmarse mientras la gente comenzaba a llegar.
A medida que los feligreses se acomodaban, su mente divagó. Temía que otro sacerdote oficiara la misa ese día, lo que haría que su presencia allí se convirtiera en una pérdida de tiempo. Sin embargo, ese pensamiento se desvaneció cuando vio a Alastor ingresar al presbiterio, vestido con sus vestimentas ceremoniales. Un suspiro ligero escapó de sus labios al verlo.
Él se veía hermoso, con el cabello peinado hacia atrás, resplandeciendo bajo la luz de los vitrales. Recordó que la última vez que lo había visto, su cabello estaba un poco desordenado, tal vez por haber estado fuera todo el día. Ahora, sin embargo, su apariencia impecable le provocó una sensación de culpa, consciente de que había venido solo para mirarlo.
Escuchó las palabras de inicio del servicio, su voz clara y fluida resonando en la iglesia. Alastor se acercó al altar, tomando los instrumentos sagrados con una gracia serena. Charlotte se sintió absorta, atrapada en la melodía de su voz. Recordaba que él participaba en un programa de radio de la misma iglesia, y pensó que gracias a eso, su modulación era particularmente agradable, casi hipnótica.
Mientras él comenzaba a oficiar la misa, Charlotte se perdió en sus pensamientos. La forma en que hablaba, con una convicción que llenaba el aire, la hizo sentir una mezcla de admiración y anhelo. Era difícil concentrarse en las oraciones y los cantos del servicio cuando su mente estaba tan centrada en él.
A medida que la misa avanzaba, Charlotte se sintió cada vez más atrapada en su presencia. La luz tenue de la iglesia, el aroma a incienso y el sonido de su voz creaban un ambiente casi mágico. Sin embargo, también sentía el peso de su propia curiosidad, de su deseo de conocerlo más allá de lo que la liturgia permitía. Un deseo que no era para nada puro y que se hizo regañar a sí misma, porque era un hombre de fe que tenía un voto de celibato que no podía incumplir, incluso si ella fuera sincera con la atracción que sentía por él, no estaría permitido.
Suspiro, sintiendo el vacío en su estómago, Lo que estaba sintiendo en ese momento era algo imposible, un deseo que no debía progresar puesto que era imposible de consumar.
Luego de un tiempo, la misa llegó a su fin y con ello, su tiempo de permanencia en ese lugar. Se preguntó si él la había visto, si había notado su presencia entre la multitud. La idea de que Alastor pudiera estar consciente de ella la llenó de nerviosismo, pero también de un hecho que no podía ignorar: el sentimiento de realidad. Quizás podría usar al menos esa emoción contenida para construir un relato cargado de cierta tensión. Esa idea fue acogedora y quizás, un poco motivante, aunque el sentimiento desesperado que empezaba a crecer en su interior aun reclamaba un poco más de atención.
Bueno, como había mencionado días previos, había días del kinktober en los que no participaría, este día correspondía a Piss Play, pero no es algo que me guste sencillamente. Espero que les haya gustado este pequeño capítulo y esten atentos al día siguiente <3
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