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~Capítulo 16~


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Salió del recinto a paso lento, visualizando el cartel de la entrada que decía: "Tiro a segno nazionale-Sezione di Viterbo" (Tiro al blanco nacional de Viterbo). El lugar quedaba a las afueras de la ciudad, contaba con una gran extensión de área verde en donde se podía practicar tiro al aire libre o dentro de las instalaciones; y casi llegando a los limites en donde terminaba el terreno, un gran bosque frondoso...Todo el lugar lo conocía demasiado bien.

Suspiró y siguió por el camino de asfalto observando las grandes hectáreas a su alrededor. Y es que para llegar al lugar e irse, debía de ser en automóvil. No le importaba caminar, hasta llegar al radio urbano, muchas veces tuvo que hacerlo cuando recién había comenzado su trabajo como sacerdote y debía visitar algunas comunidades que se encontraban alejadas. Siguió caminando, hasta que sintió el sonido de un automóvil cerca, no le prestó mayor atención hasta que el automóvil bajó su marcha.

—Sube al auto —espetó Giovanni, pero Francis no se detuvo —. No seas orgulloso.

— No es cosa de orgullo, es de confianza —siseó observándolo de forma seria, sin dejar de caminar.

—Después de lo que sucedió hace un momento, debiese ser yo el que desconfiara.

—Entonces la pregunta es: ¿Por qué ayudarme?

—Eres mi hermano —respondió con tranquilidad —Y...papá desea hablar contigo urgente.

—Claro, ahora comprendo. Lo haces por miedo y no por ayudar a otro. No eres un buen samaritano ¿lo sabias?

—¿Acaso tu sí?

Francis se detuvo por un momento ¿de verdad quería que le respondiera? Al final de cuentas Giovanni tenía la respuesta frente a sus narices, pero como era temeroso ni siquiera tenía el valor suficiente para responderla.

Lo observó de forma fría por algunos segundos, percatándose como su hermano detenía el auto y le devolvía la mirada, la cual poco a poco se transformaba en miedo. Francis enarcó una ceja.

—¡Bájate! —le ordenó dejando a Giovanni perplejo por pocos segundos —Yo conduciré —aclaró.

—Bien... —bajó y rodeó el automóvil para sentarse en el lado del copiloto, mientras Francis lo hacía en el del conductor.

—Te enseñaré como se conduce un BMW, querido hermanito —dijo sonriéndole y observando como su hermano le devolvía una mirada nerviosa.

El automóvil gris descapotable, aceleró y en una fracción de segundos, siguió camino a alta velocidad levantando una gran cantidad de tierra que se disipaba por el largo camino.

Francis no le importaba si alguien salía perjudicado o el temor de Giovanni, quien se aferraba al asiento y cerraba los ojos. Solo deseaba sentir la adrenalina al límite, olvidar por un momento el por qué estaba de vuelta en Viterbo y por sobre todo, olvidar que era un hombre de Dios.



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Se estacionó de forma cuidadosa en la entrada de la casa y en cuanto apagó el motor, Giovanni bajó del automóvil dando pequeños traspiés. Francis rio con ironía y pasó por su lado sin siquiera la intención de ayudarlo o calmarlo.

Al abrir la puerta, se dirigió al despacho de su padre que se encontraba en el segundo piso, pero sin encontrarlo. Se mantuvo pensativo por un momento. Observó a su alrededor percatándose que la oficina seguía igual a la que recordaba: El escritorio pulcramente ordenado, la estantería de libros con cubierta de cuero, algunas carpetas en donde guardaba los informes de sus últimos negocios y, bajo esta, dos pequeñas puertas en donde guardaba su mejor Bourbon añejado. Y aun costado de la oficina, el antiguo ropero en donde guardaba algunos de sus abrigos.

Caminó hasta el otro lado de la oficina de su padre y observó el ventanal que daba hacia el balcon principal que tenía la casa. Salió al balcón sintiendo el viento en su rostro y coronilla; miró el exterior: las mismas plantas y arbustos adornaban el jardín, el césped verde y muy bien cuidado le daba un toque de elegancia.

Giró sobre sus talones y volvió a la oficina, percatándose de una pequeña tarjeta se encontraba en el suelo.

—Divina tentación —murmuró soltando una risa irónica —. Sigue disfrutando de la vida, señor Ditella.

Guardó la tarjeta en el bolsillo trasero de su pantalón y salió de la oficina. Bajó las escaleras y en cuanto estaba por llegar al último peldaño, su hermano le habló.

—Papá dice que tuvo que salir de emergencia—dijo mostrándole la pantalla de su celular y moviendo lo de lado a lado.

—¿Emergencia? —inquirió llegando hasta Giovanni y quitándole el teléfono móvil de las manos para leer el mensaje—Supongo que es algo sobre ....

—Trabajo—respondió Giovanni con convicción —Es lo más probable.

—Claro—ironizo elevando ambas cejas.

—Se lo que debes estar pensando—dijo siguiendo con su mirada a Francis—No es sobre eso.

Francis quien se había dirigido al otro extremo de la sala principal, se acercó al minibar y se sirvió Bourbon. Llevo la copa a sus labios y saboreo el alcohol que entraba por su garganta.

—No lo conoces...—respondió observándolo—Luca Ditella puede llegar a ser una caja de sorpresas—agregó elevando sus cejas y beber otro sorbo.

—En eso se parecen bastante—menciono el menor cruzándose de brazos—Supongo que por eso eres su favorito.

—No me interesa serlo—espetó cruzando la sala y abrir una puerta corrediza que se encontraba frente a esta.

Francis al entrar, notó como el piano de la familia se encontraba en el mismo lugar desde la última vez que lo vio. La sala iluminada solo por luz natural mostraba todo su esplendor. Las grandes paredes blancas, el piso de mármol y los cuadros de algunos de los artistas más reconocidos de Italia, adornaban la sala.

Se acercó al piano que brillaba por algunos destellos del débil sol que se posaban sobre el. Se sentó en la butaca y deslizó sus dedos por las teclas para luego observar la partitura que tenía frente a él.

—¿My Inmortal? —preguntó con voz dudosa, para luego observar a su hermano quien lo había seguido en todo momento. —¿Es en serio?

—He estado practicando para el concierto que realizan a fin de año—respondió acercándose—. Dicen que me falta más...Sentimiento.

—No solo basta en querer ser alguien, sino que debes saber transmitir lo que los demás quieren ver de ti.—argumentó a la vez que tocaba las primeras melodías de My Inmortal.

—¿Te ha servido?

—Llevo toda una vida haciéndolo ¿Qué crees tú? Observa.

Francis volvió a tocar desde el principio y cantar. A pesar de que Evanescence no era del estilo de música que le gustaba oír, reconocía que en algún momento de su vida lo había hecho.

Mientras sus manos seguían tocando las melodías que las partituras le decían, su mente volvió a llevarlo al pasado. Tardes de alegría, llenas de sentimientos genuinos y amor por parte de ella, pero no tanto de él. La sonrisa femenina de Alessia siempre lo ayudaba a olvidar por un momento los problemas...Si todo hubiera sido igual, ella seguiría con vida.

Aun que quisiera recordar un momento feliz en específico y por más esfuerzo que hiciera para ello, solo podía recordar el momento que gatilló todo.

El día había amanecido con débiles rayos de sol, pero aun así se podía disfrutar de su esplendor abriéndose paso entre las nubes del cielo al igual que algunas aves que surcaban por el. Ese día era especial para él, era la fecha estimada en que llegaría la respuesta a su solicitud para estudiar en Juilliard. Tenía confianza en él mismo y en su talento, se había preparado desde niño para eso y, estaba seguro de que lo lograría.

Había concordado con Alessia a estar juntos para que la espera no fuera tan tortuosa. El encuentro sería en el parque de siempre.

Al llegar al lugar, Francis se sentó en una de las butacas y comenzó a mover una de sus piernas de forma rápida. Estaba nervioso, ansioso; tenía un presentimiento de que algo iba a suceder además de la respuesta a su solicitud...

Suspiró y mantuvo su mirada en sus pies. El aire frio hizo que un escalofrío recorriera su espalda, pero aun así no levantó su mirada. Los nervios no le permitían reaccionar de buena forma.

—Francis —El joven Ditella levantó su mirada y observó a Alessia que se acercaba a él —. Lamento si te hice esperar demasiado, yo...

—No te preocupes, llevo poco tiempo —respondió poniéndose pie y acercarse a ella, quien lo abrazó como si no quisiera dejarlo ir —¿sucede algo?

Ella no respondió, siguió abrazándolo con su cabeza apoyada en el pecho masculino. Francis solo arrugó el ceño, mientras sus manos acariciaban la espalda femenina. Algo no andaba bien con su novia.

—Promete que nunca me dejaras, Francis —dijo observándolo.

Francis mantuvo su mirada en ella y se percató que los ojos de Alessia comenzaban a cristalizarse. Su rostro demostraba preocupación y hasta podía deducir que se sentía agobiada.

—Solo dime que sucede...

—¡Promételo! —exclamó al borde del colapso.

—Esta bien —asintió —Te lo prometo.

Alessia se sentó en la banca y le indicó que hiciera lo mismo. El silencio se mantuvo entre ellos por algunos minutos, mientras que las nubes comenzaban a tapar los escasos rayos de sol. Ella comenzó a mover sus manos sobre sus piernas, para luego soltar un suspiro y cerrar los ojos por un momento.

—Estoy embarazada —espetó sin mayor preámbulo para luego observarlo.

Aquellas dos palabras hicieron eco en la mente de Francis. Se sentía aturdido, como si acabase de despertar de un mal sueño, más bien de una pesadilla. ¿Estaba embarazada? ¿Eso es lo que había dicho? No podía ser cierto, de seguro era una broma-una muy mala- Siguió observándola, buscando indicios de que estuviera mintiendo, buscando esa sonrisa que la delataría y se burlaría de él por su reacción, pero aquello nunca llegó.

—¿No dirás nada? —preguntó ella, acercando una de sus manos hasta la de Francis, pero el se alejo como si temiera que lo contagiara de alguna peste —Francis...

—Estoy tratando de analizar el problema y buscarle una solución —respondió de forma severa.

—¿Qué? —arrugó el ceño incrédula —¿Crees que un embarazo es un problema?

—Sí, lo es. Para mi lo es, Alessia —espetó con voz fría —. Sabes muy bien que mi futuro está en juego...Juilliard está en juego —corroboró.

—¡¿Te importa más un puto cupo en Juilliard que un bebe?!

—¡Ese puto cupo, es mi futuro Alessia! ¡Mi futuro! —exclamó poniéndose de pie de forma violenta y observándola de forma fría.

En ese momento, Francis pudo notar como el miedo se apoderaba de su novia. Como el cuerpo femenino de ella comenzaba a temblar mientras lo observaba con temor, a la vez que una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios.

—Pensaré en algo —habló algo más calmado alejándose poco a poco de ella —Mañana estaré practicando —hizo un gesto con sus manos como si estuviera disparando un arma —. Después de eso podemos hablar.

—Claro... —musitó ella con temor.

—Oh y una cosa. Nadie puede enterarse de esta conversación —le advirtió —¿Entendido? —Alessia asintió.

Sus dedos siguieron deslizándose por las teclas, acompañando a los dos hermanos con esa melodía melancólica pero delicada, mientras que el cielo comenzaba a nublarse cada vez más, cómo si supiera que los recuerdos de Francis eran una total agonía para él; una agonía que no lo dejaba respirar.

—Creo que con esa muestra es suficiente—mencionó poniéndose de pie y girando al ventanal con el ceño arrugado.

—Y yo que estaba disfrutando de la presentación.

Al oír la voz femenina, Francis giró y observó a la mujer que se encontraba en la puerta. Su cabello castaño y ojos azul oscuros como los de él, lo observaban con cariño y emoción. Habían pasado muchos años desde la última vez que la había visto en persona. Podía notar algunas arrugas nuevas en los costados de sus ojos, pero aun así, no había cambiado en absoluto.

—Mamá —dijo Giovanni abrazándola —¿Cómo estuvo el viaje? ¿Cómo esta la abuela?

—Sigue algo delicada —respondió acariciando la mejilla del menor —Pero todo bien con el viaje a Londres —aclaró con una sonrisa. Volvió su mirada a Francis manteniendo su sonrisa —. No creí volver a verte sin tu ropa sacerdotal.

—Madre —musitó él acercándose a ella y abrazarla.

Un día de verano en Roma, cuando tan solo tenía diez años viajó junto a su madre. Ella había decidido mostrarle un poco de la historia de la ciudad y su arquitectura. Ese día habían visitado "La Fonta Di Trevi". Había sido un viaje de placer solo entre madre e hijo.

Al llegar al lugar, se sentaron en los escalones y observaron en silencio la fuente y sus esculturas. Francis ladeaba su cabeza, tratando de encontrarle el sentido a lo que el artista quería representar.

Cerró los ojos buscando la respuesta, y sintió como unas manos femeninas acariciaban su nuca con cariño, para luego bajar por su espalda. Escuchó como la voz de su madre le susurraba cosas que hablaban de su personalidad y de que su padre solo buscaba que se convirtiera en alguien que transmitiera respeto...Pero, aunque su madre se lo dijera, a él no le gustaba el trato de su papá, no le agradaba la forma en que le ordenaba que hiciera las cosas.

Sintió como los brazos de su madre lo rodeaban, dándole una sensación de protección, calma y cariño. Los mismos brazos que más de alguna vez lo protegieron y reconfortaron luego de algún altercado con su padre, los mismos que ese día de hace dieciocho años atrás, estuvieron protegiéndolo mientras se planeaba su nuevo futuro.

—Cariño —musitó ella acariciando su cabeza para luego separarse de él —¿Todo bien?

—Mas o menos... —respondió un poco más serio —. Por eso es que estoy aquí.

—No quiero ni pensar como actuó tu padre en cuanto te vio en la casa. —dijo acercándose al piano con una pequeña sonrisa y voltear a observarlos.

—No te preocupes, ya sabes cómo es —mencionó restándole importancia —Como sea...¿Como es eso que estabas en Londres?

—La abuela esta enferma —habló Giovanni en tono aburrido —Tuvieron que intervenirla.

—Así es —asintió la mujer —. Pero saldrá bien de todo, con ayuda de Dios —agregó observando a Francis quien arrugó ligeramente el ceño —No pongas esa cara, Francis. Solo te pediré que reces por ella. ¿Cuánto con eso?

—Claro madre.

—Bien. Iré a descansar. ¡Pero cuanto me alegro de que estés aquí! —exclamó con suma alegría y volver abrazarlo.

La señora Ditella salió de la sala bajo la mirada de Francis y Giovanni. En cuanto desapareció de la mirada de los hermanos, el menor se acercó a Francis, sin dejar de observar la puerta por donde había salido su madre.

— ¿De verdad rezaras por la abuela?

— Claro que no.

Francis rió con ironía y salió de la sala dirigiéndose a las escaleras. Subió hasta el segundo piso y se dirigió a su habitación, en donde se encerró, dejándose caer en su cama y cerrar los ojos. Sabía que su llegada a Viterbo traería los recuerdos de ese día a su mente, como también, las cosas comenzarían a sobresaltarse. Lo único que le faltaba por hacer, era asegurarse de que su abogado hiciera lo posible para que la causa de muerte de Alessia volviera a ser un suicidio, porque al final de cuenta, eso fue lo que sucedido aquel día. 

















Nota de autora:

Y...¿Qué tal este capítulo? Creo que estamos conociendo cada vez mas a Francis y a su entorno familiar. Lo que me gusta, ya que pueden concluir las respuestas a algunas preguntas que les hubieran surgido desde el principio. 

Pero...¿Se esperaban ese recuerdo en especifico? Creo que eso deja mucho en que pensar. Me encantaría leer sus impresiones en los comentarios.

Caro.













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