~Capítulo 15~
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Viterbo, una de las ciudades turísticas de Italia y para gran parte de quienes la visitan, la más linda. Cuenta con un centro histórico, el cual se mantiene intacto a lo largo de los años. Los adoquines de sus calles, construcciones de siglos pasados lo hacían ver como algo único para los turistas.
El viento matutino de ese día, era fresco y delicado, al igual que los rayos de sol que poco a poco aumentaban su calor y ayudaban a que Viterbo, fuero aun mas atrayente para quienes comenzaban a conocerlo.
Francis siguió camino por el casco histórico sin detenerse y es que cada lugar, cada rincón de aquellas calles, lo llevaba de vuelta al pasado; a esos días en que era un joven de dieciocho años, de mente aguda pero carismático. Carisma que mantenía en su vida de adulto.
—Siempre me ha gustado esta parte de la ciudad —comentó ella mientras esperaban que un automóvil se detuviera para cruzar—¿Te imaginas cuantos secretos e historias deben haber transcurrido aquí?
—Los suficientes como para que permanezcan guardados y no los sepamos —respondió con una sonrisa observándola.
—Oh Francis. A veces te comportas como alguien demasiado misterioso —dijo a la vez que comenzaban a cruzar la calle.
—Y eso fue lo que te gustó de mi ¿no? —comentó con suficiencia mientras ella reía —Es lo que pensé —agregó observándola.
Francis arrugó el ceño y levantó la mirada dándose cuenta que un automóvil se detenía para que pudiera cruzar. Corrió hasta el otro extremo de la calle y siguió su camino a paso apresurado. Se encontraba algo nervioso, pero determinado a indagar un poco mas en aquel cambio que lo había hecho regresar a su ciudad natal.
Al llegar a las afueras del edificio histórico, lo observó por un momento para luego entrar y buscar la oficina del abogado de la familia. Solo recordaba que la oficina quedaba en el tercer piso del edificio.
Al entrar se dirigió a los elevadores y espero por algunos segundos que las puertas se abrieran. En el instante en que lo hicieron, entro y presionó el numero 3. Las puertas se cerraron y sintió como el elevador subía, a la vez que una pequeña pantalla bajo el tablero de botones, indicaba los pisos por los cuales iba transcurriendo. Hasta que escuchó el sonido indicando que habían llegado a la vez que las puertas se abrían y Francis salió del elevador.
Observó el lugar el cual era amplio, de grandes ventanales por lo cual podía observar parte del centro histórico de la ciudad. A un costado, se encontraba la secretaria quien no dejaba de observar la computador y escribir de forma apresurada.
—Disculpe —dijo Francis acercándose hasta el mesón en donde se encontraba la mujer —¿Podría indicarme donde se encuentra la oficina del abogado Ricci?
—¿Tiene alguna cita con él? —preguntó la mujer observándolo de forma seria.
—No. Soy su cliente y necesito hablar con él urgente —respondió observándola de forma sería.
—¿Cuál es su nombre?
—Francis Ditella.
— Un momento, por favor. Tomé asiento —agregó indicándole los asientos, los cuales se encontraban vacíos. Tan solo era él esperando.
— Maldita burocracia —pensó.
Francis permaneció de pie observando el lugar. No había cambiado mucho a como lo recordaba. La misma música ambiental, el mismo color blanco de las paredes con muebles color caoba y la misma incertidumbre que aquella vez. Suspiró y se cruzó de brazos, mientras se paseaba por el lugar como si estuviera atrapado, y de cierta forma sino actuaba rápido, sería algo mas que una sensación.
Suspiró y se dirigió a la ventana, observando como las nubes se deslizaban de forma tranquila por el cielo y como el sol, iluminaba gran parte de la ciudad de Viterbo.
—Señor Ditella, puede pasar. La segunda puerta a mano derecha —le indicó la mujer.
Francis caminó por el corredor, hasta detenerse en la segunda puerta, la cual tenía un pequeño letrero que decía: Guido Ricci- Abogado. Al abrir, un hombre de unos sesenta años, levantó su mirada de los papeles que se encontraba leyendo y esbozó una pequeña sonrisa.
—Francis Ditella —dijo poniéndose de pie a la vez que Francis cerraba la puerta y se acercaba al hombre para estrecharle la mano —No creí volverte a ver por aquí, muchacho.
—¿A no? —inquirió a la vez que el abogado de la familia le indicara que se sentara —¿Mi padre le ha comentado algo?
—Si así es —respondió a la vez que su semblante cambiaba a uno mas serio —. Pero no entiendo por que la preocupación. El caso esta cerrado —aclaró.
—La causa de muerte de Alessia cambió de suicidio a homicidio, señor Ricci. No puedo estar tranquilo después de saber eso. ¿Usted lo estaría?
—No, claro que no —Francis rio con ironía — Pero te puedo asegurar que no sucederá nada. Últimamente, ha habido muchos casos que por presión publica, los han vuelto abrir....
—Pero dígame una cosa —lo interrumpió — ¿esos casos han cambiado la causa de muerte de la victima? —el mayor negó —¿Entonces como mierda quiere que este tranquilo? —apretó los puños haciendo tronar sus dedos para luego volver hablar —. Necesito estar completamente seguro que nada de esto me afectara.
—Sabe muy bien que ud no es el único afectado, señor Ditella.
—¿Acaso mi padre le menciono que me dijera eso?
—No. Lo digo por que es cierto.
Francis observó el rostro del hombre. Estaba preocupado y nervioso; movía sus dedos de arriba abajo y masajeaba su cuello. Había algo que le estaba ocultando, tenía la idea de que la muerte de Alessia y todo lo sucedido solo era la punta del iceberg.
Francis se puso de pie y caminó por la oficina, bajo la atenta mirada del abogado. Siempre le había dado curiosidad que el haberse ido de Viterbo y haber entrado de forma tan fácil al sacerdocio, fuera tan rápido, sin mencionar el examen psicológico. Sabía que su padre tenía contactos en muchas área, su familia era conocida y una de las más antiguas de la ciudad. No solo tener contactos llevaba a qué las cosas resultarán, más bien, debía de haber influencia una tan grande como para que todos los involucrados estén dispuestos a ayudar; y dónde hay ese tipo de influencias debe haber mucho movimiento de dinero.
—Se que usted tuvo que ver con mi prematuro permiso legal para portar armas —comenzó a decir, a la vez que el hombre lo observaba con extrañeza, para luego asentir —Y...Supongo que también, es usted quien revisa los contratos y tramites legales de mi familia...
—¿A dónde quieres llegar? —Su voz sonó preocupada —. No comprendo.
—Sí lo comprende, señor Ricci. Pero solo respóndame una cosa ¿Mi acciones en la bolsa siguen siendo las mismas? Me refiero a la cantidad de dinero.
—Como sabrás, la bolsa todos los días sube y baja....y la ultima vez que supe de tus ganancias, habían aumentado considerablemente. Tienes suerte que tu padre sea quien administra tus fondos.
Francis rio para luego ponerse de pie y caminar por la oficina. Fijó su mirada en los grandes monumentos históricos de la ciudad. Se acaricio el cuello, sintiendo como un peso caía sobre su espalda. Las cosas se estabas volviendo algo turbulentas, pero no dejaría que aquello le afectara.
—¿Qué tiene que ver esto con el caso de Alessia? —preguntó el mayor.
—Se podría decir que solo es una consecuencia de lo sucedido... —respondió Francis girándose a él —. Necesito que desestime la causa de homicidio, señor Ricci. No importa si para ello debe de ir a juicio, sobornar o reconocer que fue un error aquel cambio en la causa de muerte. Solo quiero el resultado.
—Como usted diga —respondió con nerviosismo en su voz.
— Doy por hecho que esta conversación queda entre nosotros ¿no?
—Claro.
—Fue un gusto, volver a verlo abogado —dijo Francis acercándose al hombre para luego estrecharle la mano y salir de la oficina.
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Día nublado pero aun así era perfecto para pasar una tarde agradable en el parque de los mounstros. A muchas personas le llamaba la atención el lugar, especialmente a los turistas quienes lo visitaban por primera vez, y es que ¿A quien se le ocurriría esculpir figuras extrañas en un lugar como ese? Lugar que estaba rodeado de vegetación y arboles nativos del lugar, los cuales le daban un aspecto casi mágico, tanto que te envolvía y provocaba que perdieras la noción del tiempo.
—De verdad no lo entiendo —dijo observándolo con el ceño fruncido mientras seguían caminando de la mano —¿Cómo es que te gusta este lugar?
—Lo dices por que aun no has visto la belleza que tiene —argumentó él a la vez que se detenía frente a una de las esculturas —. Todos los mounstros tienen belleza en su interior, Alessia.
—No lo comprendo —respondió ella observándolo para luego observar la escultura —¿Qué ves en esto?
—¿De verdad quieres saberlo? —ella asintió —Veo...Un ser incomprendido por los demás, quiere mostrarse como tal pero no puede por que en donde se encuentra, no es "normal". Es por ello que se esconde, para no ser visto y poder pasar desapercibido ante el mundo exterior.
Francis no dejó de observar la escultura, así como Alessia no dejaba de observarlo. Él siguió su caminó por aquel bosque, observando una y otra vez las esculturas que se encontraban adornando la vegetación.
Caminaron en silencio, sin decir palabra alguna, solo sumidos en sus pensamientos, hasta que Francis sintió que tiraba de su mano. Alessia permanecía inmóvil en su lugar, sin querer dar paso alguno.
—¿Sucede algo? —frunció el ceño mientras se acercaba a ella. Alessia, levantó su mirada y lo observó por algunos segundos.
—Pase lo que pase, sabes que puedes confiar en mi ¿no? —Francis asintió con semblante serio y ella sonrió —. Te amo, Francis Ditella.
Le devolvió la sonrisa atrayéndola aún más a él. Sus manos se posaron en la cintura femenina, a la vez que ella lo abrazaba del cuello. Francis acercó su rostro y sintió como la respiración de su novia se volvía un poco irregular, estaba nerviosa. Rozó sus labios con los de ella, en un beso lento y cálido, dejándose llevar por las sensaciones que comenzaban a embriagarlos. Sus manos bajaron hasta sus caderas, deteniéndose sin querer moverlas del lugar.
La mente de Francis volvió al presente, y al lugar donde se encontraba. Los árboles y la gran extensión de césped seguían igual a la última vez que los visitó. Aún con el recuerdo de ella, se aferró al arma, sin dejar de apuntar al objetivo.
—Todos los mounstro tenemos belleza en el interior—musitó para luego realizar el primer disparo.
Le había dado en el blanco a la altura del corazón. Su puntería seguía igual, a pesar de los años transcurridos sin disparar un arma. Volvió a cargar el arma y un segundo disparo se oyó, está vez logrando su objetivo de dar en la cabeza.
—Pensé que el puntaje se encontraba en el cuerpo, no en la cabeza.
Francis giró su cabeza con el ceño fruncido, para luego suspirar y volver su mirada a la figura humana, listo para volver a disparar.
—¿Qué haces aquí?—preguntó y disparó, dándole a la x que se encontraba marcada.
—Papá me envió por ti—contestó con tranquilidad. Alzó las cejas al ver la puntería de su hermano mayor—. Eres muy bueno.
—Gracias—respondió a la vez que descargaba el arma —Lamentablemente no puedo decir lo mismo—agregó tomando el arma y caminando en dirección a la oficina del recinto.
Giovanni suspiró a la vez que Francis sonreía de forma altanera.
—Sabes que lo mío no son las armas, Francis...
—Claro que no. Lo tuyo es robarle los sueños a las personas y vivir sus vidas—atacó manteniendo su mirada al frente.
Francis siguió su camino, a pesar de que su hermano se había detenido de forma abrupta. Aun faltaban cinco metros de distancia para llegar a las oficinas, en eso, Giovanni habló:
—Solo obedecí a papá, Francis. Al igual como lo hiciste tu—dijo observándolo con determinación.
Francis lo observó de forma fría, una mirada que demostraba no tener compasión o sentimientos hacia su hermano menor.
—Me vale mil demonios lo que papá te haya pedido. Tenías la posibilidad de negarte ¡Y no lo hiciste!—exclamó observándolo con enfado—Tengo la sensación de que siempre quisiste ser como yo. ¡Y no lo niegues Giovanni! —dijo apuntandolo con su dedo indice —. Ayer te vi con una joven idéntica a Alessia.
—¿De que estás hablando?
Francis rio con total ironía desviando su mirada por un momento de su hermano, para luego volver hacerlo, pero está vez, arrojando el arma que llevaba en sus manos al suelo y abalanzándose al menor de los Ditella, tomándolo del cuello de la chaqueta que llevaba.
—No soy imbécil Giovanni. Reconoce de una maldita vez que siempre has querido ser como yo.
—¿Quieres saber la verdad?—dijo sin poner resistencia a la forma en que Francis lo tenía agarrado—Si, siempre quise ser como tú, pero no para tener tu vida. Sino, para que conseguir la aprobación de nuestro padre—Francis lo observó con el ceño fruncido—¿Qué no te das cuenta? ¡Siempre has sido el favorito de papá! ¡Siempre has sido el hijo perfecto!, El primogénito, el hijo que seguiría con los negocios de la familia. El único en quien confía. Ahora dime, ¿Por qué crees que te ha ayudado todo este tiempo?
—Eres un maldito mentiroso—respondió agarrando de forma aún más fuerte, sintiendo como poco a poco el temor inundaba a su hermano— Él siempre ha querido mantenerme alejado de la familia, de Viterbo, de todo.
—Por que lo heriste...Con lo sucedido, lo destrozaste por dentro junto a los planes y a la reputación de la familia. —tragó con dificultad y prosiguió —Cuando te fuiste al seminario, no pude negarme en tomar tus sueños, y volverlos míos aunque no me sintiera a gusto con ello. ¿Cómo te sentirías cada vez que te dijeran: «no eres buen pianista cómo tú hermano»? Por más que estudiara, por más que tomara clases extras para destacar en Juilliard Y aunque formara parte del recital anual que realiza la academia, para Lucas Ditella no era suficiente, por qué no eras tú quien tocaría.
Nada de eso se lo esperaba, había sido una confesión un tanto confusa para él. ¿Cómo era posible que su padre lo prefiera a él? Una persona que en ese momento, no podía verlo, que siempre le reprochaba sus acciones, y que le advertía que se comportara a no realizar nada indebido.
Aun sentía ira hacia su padre, y mas aun hacia su hermano. Mantuvo su mirada en él, y observó como el miedo aparecía en los ojos verdes oscuros del menor de la familia, mientras que sus manos ya no lo tomaban de la chaqueta, sino mas bien, comenzaban a cerrarse alrededor del cuello.
Cada palabra de lo dicho por su hermano, seguía en su mente. Con ello, sus manos temblorosas seguían cerrándose alrededor de su cuello, observando como poco a poco comenzaba asfixiarlo, aun así, no detuvo su acto.
—Fran...Fran...cis —habló con voz débil Giovanni —. Suel...tame
Francis continuo observándolo sin remordimiento, ni si quiera un ápice de alguna emoción reflejado en su rostro. Sus manos temblaban por la presión ejercida sobre el cuello de su hermano, quien a esas alturas golpeaba sus brazos de forma débil. Unos segundos más y Giovanni caería a sus pies por asfixia... Pero esos segundos no llegaron. Francis lo soltó de forma brusca, lo que provocó que su hermano menor callera de rodillas tomándose el cuello, respirando de forma profunda y acelerada.
—Es...tas...Com...ple...tamente....Loco —dijo con voz débil sin dejar de tomarse el cuello y observar a Francis.
—Es de familia, deberías saberlo. Ahora si me disculpas, debo entregar el arma —respondió sonriendo de forma fría, para luego dirigirse a la oficina del recinto.
—¡Deberías de cambiar! ¡Si sigues actuando de esa forma, todo lo que has estado evitando, se volverá en tu contra, Francis! —exclamó.
Francis se detuvo y observó como su hermano se ponía de pie con algo de dificultad, pero observándolo de forma seria. Tal vez tenía razón, pero él no era de planificar las cosas, mas bien era de actuar. De llevar a cabo lo que le convenía en el momento exacto, sin importarle en absoluto el medio para lograrlo y mucho menos si alguien salía perjudicado por sus decisiones. Desde siempre había actuado de esa forma, ni siquiera conocía otro modo de hacerlo. Era parte de su personalidad.
El viento de medio día sopló con mayor intensidad. Las ramas de los árboles se movieron de forma brusca, al igual que el cesped del lugar. El viento frio provocó un leve estremecimiento en Giovanni (quien se abrazó a si mismo) y una agradable sensación en Francis, quien sonrió.
—A estas alturas de mi vida, no puedo cambiar quien soy —respondió observándolo de forma fría aun con una sonrisa en sus labios.
Nota de autora:
Hola hola...Lamento la tardanza en actualizar, pero esta vez me replantie algunas cosas antes de escribirlas...Y creo que es el tiempo suficiente para que poco a poco se sepan. ¿Qué tal este capítulo? Tiene mucha información ¿no? Me encantaría leer sus comentarios, de verdad.
Gracias a todos quienes siguen la historia, a pesar de mi tardanza en actualizar :(
Caro
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