~Capítulo 11~
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Poco a poco el Vaticano comenzaba a cobrar "vida", las voces de los hombres de Dios se podían oír en los corredores, al igual que sus pasos; algunos apresurados y otros más calmados, como si se estuvieran tomando el tiempo suficiente para llegar a sus qué haceres diarios. Por su parte, Francis se dirigía a los jardines llevando bajo su brazo su laptop y en uno de sus hombros, su bolso. El día se encontraba un poco soleado, pero aun así corría una brisa helada que provocaba que las ramas de los árboles se movieran como si estuvieran danzando al compás del viento.
Al llegar al jardín, se sentó en una de las bancas, dejando su bolso a un costado, a la vez que abría su laptop y lo encendía. Mientras esperaba que cargara, buscó su teléfono móvil y leyó un mensaje que había llegado a primera hora de la mañana, pero que no se había dado el tiempo de leer. Era de Svein, lanzando una de sus bromas con su nuevo trabajo como el capellán de la guardia suiza.
¿De verdad no tiene nada más que hacer?
Guardó su teléfono móvil y prestó su atención a la laptop que tenía sobre sus piernas. Buscó el archivo que necesitaba, y lo abrió. Su mirada en ese momento solo se enfocó en lo que estaba leyendo; tenía varias cosas que hacer ese día, entre ellas, realizar una misa para los guardias y confesar a sus miembros.
—Día interesante... —musitó con una pequeña sonrisa.
En ese momento levantó su mirada y a lo lejos, visualizó a Svein quien se encontraba con otro guardia charlando; vestían de traje negro por completo. Su amigo, no dejaba de hablar y asentir, para luego despedirse del hombre y volver su mirada a él. El rubio le sonrió de forma débil para luego dirigirse hasta donde se encontraba.
—Buen día Padre Francis —saludó en tono burlón mientras se sentaba junto a él.
—Bergström —dijo en forma de saludo —. Lindo traje.
—Ni lo menciones —respondió con una mueca —El santo padre saldrá del vaticano. Hay una ceremonia en Roma...En fin. Soy uno de los guardias que lo acompañara.
—Pues...Felicidades —respondió entre risas.
Svein rio moviendo su cabeza, para luego observar a su alrededor y arrugar el ceño. Francis lo observó sin comprender aquel cambio de actitud y giró para buscar la respuesta, visualizando al Prelado. ¿había algo que no estaba comprendiendo? El hombre comenzó acercarse a los dos amigos con una sonrisa, momento en el cual, Francis suspiró y volvió su atención a la laptop, no así Svein.
—¿Todo bien? —inquirió al llegar y observar a los dos amigos de forma consecutiva.
—Si, todo bien. —respondió Francis sin levantar la mirada de la pantalla. —Nada fuera de lugar... —agregó con una sonrisa.
—Claro... —musitó —Señor Bergström, ¿podría venir un momento...?
—Lo siento Prelado —dijo interrumpiéndolo mientras se ponía de pie —Debo irme, ya debe estar por salir el Santo Padre.
—Comprendo...Cuídese. Cuando termine su jornada, hablamos —agregó observándolo con las cejas alzadas
—Bien. —observó a su amigo —Nos vemos Ditella, Arrivederci.
—Arrivederci —respondió Francis observándolo mientras se alejaba, para luego volver a observar la pantalla y el itinerario de ese día. —Bien, tengo un rato libre. Estaré en la capilla Prelado. —dijo mientras cerraba la laptop. Pero el hombre no lo oía, seguía con su mirada fija en el lugar donde Svein había desaparecido de su campo visual. —¿Prelado?
—Si... Lo siento —respondió con el ceño fruncido —¿Decías? —preguntó observándolo.
—Nada importante —respondió tomando sus cosas, sin dejar de observarlo —¿Todo bien?
—Perfecto —sonrió.
Francis asintió y caminó en dirección a la capilla, aun con la extraña sensación de que algo le sucedía a su superior. Sea lo que sea, en ese momento no le interesaba. Siguió camino, mientras la brisa matutina lo acompañaba. Su caminar seguro y expresión corporal altivo, lo hacían ver como una persona que tenía mucho poder, aunque solo era cierto en parte.
Al llegar a la capilla, se persigno ante la imagen que estaba al fondo y se dirigió a la pequeña oficina parroquial que se encontraba a un costado del lugar. Dejó sus cosas en la oficina y comenzó preparar otras para la misa que llevaría a cabo ese día. Sería su primera misa en su nuevo cargo como capellán, todo debía de salir de la mejor forma, ya que siempre ha tenido la creencia de que la primera impresión es lo que decide el futuro de las cosas.
En ese sentido, Francis siempre ha sido cuidadoso en su aspecto físico; gracias aquello, ha podido sobrellevar muchas cosas, entre ellas su pasado. Y es que ¿Quién iba a pensar mal de alguien que siempre anda bien vestido?, ¿Qué al hablar te envuelve en sus palabras? Y mucho menos de alguien que es ¿sacerdote? Al final de cuentas, las personas se dejan llevar por lo que ven, aunque aquello la mayoría de las veces, pueda dar señales inequívocas de la persona misma.
Francis terminó de preparar las cosas y salió de la oficina parroquial, dirigiéndose a la capilla, más específicamente al piano que se encontraba a un costado del lugar. Sonrió al verlo, mientras sus pies lo acercaban al instrumento.
Se sentó en la banca, y dejó que sus dedos se deslizaran como lo habían hecho anteriormente en ese mismo lugar, tocando melodías creadas en el momento, para luego tocar una pieza que solo una vez lo había hecho; Spring Waltz de Paul de Senneville.
Una melodía tranquila, llegando a ser melancólica, de esas que te sumergen en los recuerdos más recónditos de la mente y que con solo un par de segundos, hacen que emerjan a la conciencia y visualices con claridad lo que creías haber olvidado. Eso era lo que le estaba sucediendo a Francis. No sabía por qué la estaba tocando, tan solo surgió sin permitirse dejar de tocarla.
Mientras la melodía seguía su curso, la mente de Francis viajó a un momento en específico: Una misa de responso. Aun podía oír la lluvia de ese día, el aroma a tierra y pasto mojado había llegado a su mente y con ello, los sonidos al pisar los pequeños charcos de agua cuando se dirigía a la iglesia de Viterbo.
El cielo gris había combinado con su vestimenta de traje y paragua negro, al igual que el de muchas otras personas que iba a despedir a esa joven alma que había partido de forma rápida y repentina.
Cerró los ojos y visualizó a esa joven. Cabello negro, largo y lacio; mirada curiosa, piel pálida y labios rosados. Había sido una joven risueña y debía de admitir, más de alguna vez le sacó una sonrisa genuina. Pero ella nunca comprendió su verdadera naturaleza, de haberlo hecho hubiera sido perfecta.
A pesar de no recordar el tono de su voz, si recordaba ese momento y palabras exactas de uno de sus últimos momentos juntos.
—Pase lo que pase, ¿Siempre me vas amar? —El joven Ditella la observó como si algo no concordara —¡Vamos Francis! respóndeme —dijo entre risas.
—Si, siempre lo haré Alessia. —respondió tomándola de la cintura y acercándola a él —. Siempre te voy amar.
Francis la observó y pudo ver como la mirada de ella brillaba ante sus palabras. Era alguien tan ingenua y delicada, que la hacía especial para él. Acarició el rostro femenino, mientras se acercaba a sus labios, rozándolos de forma tranquila con los suyos. Ella soltó un pequeño suspiro y él sonrió ante aquel efecto provocado.
No se percató en el momento en que dejó de tocar aquella pieza, mucho menos la presencia de una persona que había entrado poco antes de que dejase de tocar.
—Hace años que no oía esa melodía. La última vez fue en su misa de responso.
Al oír esa voz femenina, Francis arrugó el ceño a la vez que su cuerpo se tensaba y mantenía su respiración. A pesar de transcurrido una semana desde que supo que se encontraba en el Vaticano, aun no podía acostumbrarse a su presencia, seguía sintiéndola como un peligro.
—Alessia merecía que la despidieran de esa forma. —respondió girándose a la mujer y observarla con mirada gélida — Eso debes de saberlo, eras su mejor amiga ¿no?
—Si, lo fui. —asintió aun desde su lugar sin dejar de observarlo —. Sigues siendo el mismo Ditella de siempre.
—¿A que va eso, Lombardi? —inquirió levantándose para acercarse hasta la tercera fila en la que se encontraba la mujer.
Zinerva se puso de pie en el momento en que Ditella llegaba hasta donde se encontraba. Francis la observó de forma seria, analizando cada centímetro de su rostro. Su mirada transmitía fuerza y determinación, ya no era aquella chica tímida que se avergonzaba cuando todas las miradas se posaban en ella, o cuando Svein le susurraba cosas. Ahora era una mujer adulta, de carácter fuerte, que no se dejaba intimidar por nada ni nadie.
—¿Tienes miedo de algo, Francis? —el sacerdote rio de forma fría —. Lo preguntó de verdad. Esa actitud, es la misma que utilizabas cuando estabas en problemas...
—Sucede que llevas una semana siguiéndome, Lombardi. ¡Una semana! —exclamó mientras su cuerpo se ponía tenso —¿A que viniste, Zinerva Lombardi? ¿Qué mierda haces en el Vaticano?
Ella rió con un dejo de incredulidad.
—Lo mismo que tú...Supongo —respondió observándolo de forma suspicaz —, Trabajar. Aunque...hay algo que no me cuadra —agregó mientras caminaba por la capilla bajo la mirada de Francis, quien, en esos momentos no estaba para nada de cómodo con todo lo que estaba sucediendo —¿Por qué nunca mencionaste que querías ser sacerdote?
¿De verdad le estaba preguntado eso?, ¿De verdad creía que le iba a responder esa pregunta? Lombardi podía ser muy inteligente, pero algunas veces demostraba todo lo contrario.
Francis sonrió de forma altanera y se cruzó de brazos.
—No encuentro por que debería de haberle mencionado a todo el mundo, lo que quería para mi futuro. —respondió tajante.
Se dirigió hasta el altar en donde se llevaba a cabo las liturgias. Subió los tres peldaños que lo separaban del resto del lugar y encendió una lampara que se encontraba al fondo, a un costado del sagrario, lugar en donde se guardan las hostias consagradas.
—¿De verdad querías esto Ditella? —mencionó observando a su alrededor y levantando los brazos para luego volver su mirada a él —. Yo digo que no. Tu pasión era otra... ¿Tanto te afecto el homicidio de Alessia?
El sacerdote quien aún se encontraba a espaldas de Lombardi cerciorándose de que todo estuviera en orden, volteo de forma rápida. Aquellas palabras lo habían tomado por sorpresa. La cosa era que Alessia, se había suicidado. Desde el primer momento, tanto el parte policial como el médico, decían que había sido un suicidio. Al principio, todas las personas que la habían conocido, no daban crédito de aquella decisión. La joven no era alguien que llevase a cabo aquel acto. Y ahora, después de transcurridos dieciséis años de aquello, Zinerva menciona un ¿homicidio?
—Sabes muy bien que fue un suicidio, Lombardi. —respondió un poco inquieto —. Siempre ha sido un suicidio. —agregó tajante.
Francis se percató que la mirada de la mujer era aguada, como si lo estuviera analizando en cada movimiento que hiciera. El que no le quitará los ojos de encima, lo ponían nervioso, trató de disimularlo de la mejor manera.
Se dirigió al altar y observó que todo estuviera en orden para la misa que tendría ese día. A pesar del esfuerzo que hacía por no verse afectado por las palabras de Lombardi, sentís la mirada de la mujer sobre su nuca.
—Nunca creí que el cambió de suicidio a homicidio, te afectará tanto—Francis solo rio con ironía—¿Acaso nunca te importo?
—¿Importarme? —inquirió posando su mirada en ella—. La amaba, lo sabes bien.
—Entonces explícame: ¿Por qué te fuiste sin decirle nada a nadie? ¿Por qué te llevaste a Svein contigo?
Francis no dejó de observarla. La mirada de la mujer estaba ansiosa y expectante ante su respuesta y al mismo tiempo, algo nerviosa. Con aquello, se había equivocado en pensar que Lombardi había cambiado y dejado de ser esa niña nerviosa y algo tímida; esa niña seguía en ella, lo que le causo regocijo.
El sacerdote siguió observándola, pero esta vez, una sonrisa burlona apareció en su rostro. ¿Acaso le estaba reprochando el que Svein la hubiera abandonado? Al parecer asi era, pero Bergström ya en ese tiempo, tomaba sus propias decisiones. Lo único que había hecho él, fue aclararle el panorama que tenían sus vidas en ese entonces.
—Nunca me han interesado los problemas de pareja, Lombardi. —dijo con tranquilidad, percatándose que ella arrugaba el ceño de forma débil —Mucho menos los problemas de dos adolescentes de hace dieciséis años atrás. —agregó con seriedad —Además, no es a mí a quien debes pedirle explicaciones del "porqué", es a Svein, él debe dártelas...
—Me las dio en su momento...
—¿Entonces para que seguir ahondando en un tema que ya finalizó? —La mujer no respondió y solo bajó su mirada por un momento, como si estuviera buscando la respuesta —Ahora si me disculpas, debo terminar de preparar la misa para los guardias. Que tengas buen día, Lombardi. —agregó para luego darle la espalda y seguir con lo suyo.
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La conversación que se había llevado a cabo con Lombardi seguía dándole vueltas en su mente. Desde ese momento, no dejó de sentirse nervioso y mucho menos preocuparse por los temas tratados. Y es que la nueva arista sobre la muerte de Alessia, lo había dejado preocupado. ¿Cómo era posible que después de todo el tiempo transcurrido, hubiese tal cambio? Aún no daba crédito a lo que la mujer había mencionado; pero ahora la pregunta que se hacía era corta y precisa ¿Porqué...?
Mantuvo su mirada perdida en el suelo de la capilla, mientras fingía estar orando en silencio por algunos minutos al igual que los asistentes. Levantó su mirada y observó a todos, pero busco a alguien en específico: su amigo Svein se encontraba sentado en las filas del medio, lo observaba con algo de preocupación.
Uno de los acólitos, depositó a un costado el cáliz, la paterna y el copón, por lo cual Francis le sonrió de forma débil al muchacho y comenzó con el rito: Tomó el corporal, desdoblándolo y depositándolo sobre la mesa, para luego depositar el cáliz sobre este. Siguió con el rito vertiendo un poco de vino en el cáliz y alzándolo por sobre sus ojos, proceso que imitó con la ostia previamente consagrada. Esta última, la partió y deposito uno de los pedazos en su boca para luego beber del cáliz. Sintió como la ostia se deshacía en su boca, y el vino dejaba sus rastros en sus papilas gustativas.
Tomó el copón y se dirigió bajo el frente a los demás, quienes poco a poco hicieron una fila para recibir la comunión. Poco a poco todos iban avanzando, mientras que Francis levantaba la ostia frente a los ojos de la persona y repetía la frase: "cuerpo de cristo". Observó por sobre los hombros de uno de los guardias, y visualizó a su amigo quien no le quitaba la mirada de encima; de seguro supo de lo sucedido con Lombardi.
La fila avanzó, hasta que llegó el turno de Svein, momento en el cual Francis mientras tomaba una hostia, rápidamente le murmuró:
—Quédate hasta el final —Svein asintió —Cuerpo de cristo —agregó alzando la ostia sobre la mirada de su amigo.
—Amén —respondió recibiéndola en su boca, para luego persignarse y dar media vuelta.
Francis siguió entregando la eucaristía, hasta el último de los guardias. Al terminar, volvió al altar en donde la última parte de la ceremonia siguió su curso hasta finalizarla.
Mientras el coro seguía cantando, el padre Francis se dirigió a la oficina parroquial y desapareció de la vista de los presentes. En el lugar, se quitó la vestimenta que usó en la liturgia, guardándola de forma ordenada y cuidadosa.
Al terminar, se dejó caer por un momento en una silla que se encontraba frente al escritorio. Cerró los ojos al mismo tiempo que dejaba salir un largo suspiro de sus labios. Se mantuvo en su lugar por varios minutos, aun podía oír como algunas voces se mantenían en la capilla, pero las cuales poco a poco se fueron apagando. Necesitaba estar completamente a solas con Svein.
En el momento en que el silencio reinaba en el lugar, Francis salió de la oficina, llevando consigo su bolso. Al cerrar la puerta, observó a su alrededor y visualizó a Svein quien se encontraba caminando por la capilla y observando algunas imágenes cristianas.
—Svein... —el rubio giro para observarlo en el preciso momento en que él se acercaba —Debemos hablar.
—¿Qué sucedió? Te note algo ido durante toda la liturgia —dijo mientras se sentaban en la primera fila de asientos.
—Lombardi estuvo aquí antes de la misa y...Hablamos de lo sucedido.
Svein arrugó el ceño.
—¿Qué te dijo?
—No sé por qué, pero mencionó que lo de Alessia había sido un homicidio —respondió con enfado —¡¿Te das cuenta de lo que eso significa?! —inquirió observando el semblante de su amigo el cual poco a poco palidecía.
—Eso quiere decir que... —se puso de pie súbitamente y tomó su nuca con una de sus manos, para luego jalar lentamente de su cabello —No puede ser cierto, Ditella....Si eso fuera así, entonces debemos...
—Debo volver a Viterbo y averiguar qué sucedió con la primera investigación que se realizó.
—Estás loco — respondió observándolo a la vez que su mano que aun mantenía en su nuca, la bajaba de forma lenta — No puedes volver allá, Francis. ¡Tu padre te lo dejó en claro! —exclamó al ver el semblante despreocupado de su amigo.
Svein tenía razón, pero Francis no tenía otra opción mas que desobedecer a la promesa que le había hecho alguna vez a su progenitor. Además, el viaje no sería de placer y mucho menos para visitar a la familia, sino más bien, para volver acomodar algunas piezas que al parecer habían quedado flojas.
—Es la única opción que tenemos —respondió con semblante decidido.
Nota de autora:
Habemus actualización...Porfin pude subir un nuevo capítulo, y es que no había caso de terminarlo, pero ya esta.
¿Qué opinan de este capítulo? siento que un estallido de cosas, de esas que te dejan ¿Pero que pasó aquí? espero haberlos sorprendido. Ya poco a poco sabremos que sucedió.
Espero leer sus comentarios y porfis, dejen sus votos :), se los agradecería.
Caro.
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