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5 - El Plan

Número de Palabras: 3064
Sinopsis: "Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo serás poderoso sin importar a donde vayas" - El Arte de la Guerra

[...]

En la vida existen momentos que nos definen; momentos en los que la chispa de la inventiva, la satisfacción de un logro o el placer de un instante resuenan dentro de nosotros para siempre. Y existen también momentos donde las casualidades que se presentan abren nuevos caminos solo para aquellos que se atreven a buscarlos. Así, el casual encuentro entre Katsuki y Denki en ese bar cualquiera se convirtió en el inició de todo.

Katsuki Bakugou volvía a su ciudad natal después de pasar doce años en el extranjero –un intento vano de su madre por asegurarle un futuro brillante en una carrera de abogacía sin saber que su hijo prefería una vida menos aburrida–. Tras pasar años en internados y dormitorios universitarios, volver a casa de sus padres resultaba un inconveniente que Katsuki no estaba dispuesto a soportar a largo plazo y como tampoco tenía intenciones de instalarse en un despacho aburrido como dictaba su madre iba a necesitar otra fuente de ingresos.

Lo que realmente ansiaba era sumergirse en ese mundo opulento y poderoso que parecía llamarlo. Había saboreado la victoria y la fama gracias a su participación en las carreras ilegales que se organizaban en secreto en los dormitorios de su universidad, pero estaba listo para ir más allá. Por eso, cuando un viejo conocido le sugirió buscar a Dabi a fin de participar en las corridas que organizaba, Katsuki decidió recorrer puntualmente todos los bares del centro hasta encontrarlo.

Y fue en uno de ellos donde conoció a Denki. Cruzaron miradas en extremos opuestos mientras la música resonaba contra las paredes y menos de dos horas después habrían estado follando en el baño si Kai Chisaki y Tomura Shigaraki no hubieran tenido su enfrentamiento en el piso de arriba. De haberlo hecho las cosas hubieran sido diferentes, pero no fue así.

El fallido encuentro en el baño los dejo tan calientes y listos que se marcharon juntos al misero y rústico apartamento de Denki, ahí descubrieron que eran compatibles de formas asombrosas. Y durante toda la noche probaron los límites de ese placer que los envolvía. Charlaron, comieron y follaron.

—¿Buscabas a Dabi? —preguntó Denki ese sábado mientras el amanecer los encontraba desnudos, empapados y pegajosos sobre las mantas revueltas. Podían olerse en el aire de la habitación y se había probado hasta quedar secos.

—¿Lo conoces?

—He oído hablar de él, pero todos saben que infla las cuotas de los corredores que patrocina.

—Me han dicho que es la única opción.

—Lo es para algunos, pero si quieres ganar dinero y aspirar a otra cosa te recomendaría a Setsuno, es un paranoico de primera pero sabe hacer dinero. El único problema es que solo patrocina a los mejores.

—Entonces me patrocinará a mí.

Denki se había reído de su seguridad, las bromas se habían convertido en pullas y finalmente en gemidos. Habían iniciado el día explorándose, bebiendo uno del otro sin hartarse. Un fin de semana alucinante. Un fin de semana que establecería las bases de aquello que terminaría por convertirlos en mitades de un todo. Menos de un mes después, y con ayuda de Denki –o mejor dicho del amigo del hermano de uno de los meseros que trabajaba con Denki– Katsuki asistía a una entrevista en la oficina del –que se decía– era el administrador principal de la familia Chisaki.

Toya Setsuno no tardó en descubrir el potencial de su nuevo piloto el cuál ascendería rápidamente hasta convertirse en un guardaespaldas confiable, para entonces Katsuki se había ganado el título de lobo solitario alérgico a las fiestas. Durante los tres años que Toya lo tuvo bajo su control, ni una sola vez lo vio mirar a nadie, hombre o mujer, y por eso fue extremadamente sorprendente –irritante y violento– descubrir que tenía un amante escondido en un pequeño apartamento del que no sabía nada.

Un amante al que planeaba cortar en trocitos para calmar el rencor que le rugía en la sangre ante la traición del que había considerado uno de sus hombres. Oír el grito de la muñeca elevándose al cielo había sido el punto culminante de su semana... un placer que se había desvanecido de forma casi instantánea.

Toya había tardado exactamente treinta segundos en reconocer la voz que gritaba y otros tantos en reaccionar, para entonces el doctor Nemoto se encontraba en el suelo sujetándose la rodilla que incluso desde lejos se veía rota.

—Un consejo para tus hombres —dijo el rubio al levantarse de la silla libre ya de sus ataduras y exhibiendo una sonrisa brillante y atrevida, sin rastro alguno del muchacho despistado e indefenso que había interrogado minutos antes—, cuida de tus bolsillos cuando te sientes conmigo.

Se movió como un gato –fluido y ligero y a una velocidad impresionante–, lanzó una patada rotatoria tan rápida que alcanzó a Toya justamente en la cara cortando su grito de alerta a la mitad. Todo se puso negro y para cuando volvió en sí estaba atado de piernas y manos, con la mejilla hinchada y un dolor de cabeza espantoso.

—¡Buenos días! —se rio el muchacho llamado Denki que en ese momento lo arrastraba de los pies hacia la salida. El aspecto pulcro que había tenido al llegar se había desvanecido, ahora estaba cubierto de rasguños y raspones, y la playera vieja que llevaba puesta tenía la manga corta desgarrada por culpa de lo que parecía un hoyo de bala—. Es un rasguño —añadió al ver que miraba su hombro—. Los hombres con cruda tienen una pésima puntería.

—¿Qué? —balbuceó Toya intentando comprender lo que sucedía.

—No te preocupes, cuando Katsuki venga te lo explicará con calma mientras tanto tendrás que quedarte quietecito porque tengo trabajo que hacer.

Toya terminó en el maletero de su auto y mientras luchaba por zafarse de las ligaduras que lo aprisionaban intentaba encontrarle sentido al repentino giro de las circunstancias. En eso estaba cuando –mucho tiempo después– abrieron el maletero y dos hombres lo sacaron a rastras. El aire olía a gasolina y tierra.

Todo sucedió demasiado rápido –con una eficacia tan asombrosa que en cualquier otro momento Toya hubiera sentido envidia–, los hombres lo dejaron caer en el suelo del coche entre los dos asientos largos que se miraban frente a frente, y apenas la puerta cerró el motor rugió. Un momento después salió disparado por la carretera; al enderezarse, descubrió que no estaba solo pues tenía a Katsuki sentado el asiento de frente con Denki encaramado en sus piernas restregando la cara contra su mandíbula como un gato mimoso que requiere atención.

—Te dije que tocarlo era una sentencia de muerte —dijo Katsuki con calma, una calma tan fría que Toya se estremeció.

Se obligó a tragar saliva y pensar.

—Te disculpaste —dijo en un intento por ordenar sus ideas—. Dijiste lo siento.

—Porque me iba a tomar más tiempo del esperado llegar —respondió Katsuki.

—Katsuki dijo que quería tu cabeza —añadió Denki girándose para mirarlo. Sus ojos dorados brillaban no con la frialdad asesina que era característica de Katsuki, sino con el hambre de un depredador listo para hundir los dientes y devorar. La vibra asesina que emanaba de ambos hizo que Toya se echara para atrás estrellándose con el asiento tras de él—, significa que quería tenerte vivo para tenerla. Es la única razón por la que sigues aquí, debes agradecerle eso.

—¿Tú? —balbuceó Toya mirándolo de pies a cabeza y comprendiendo por fin el origen de sus heridas.

—Katsuki necesitaba tiempo y yo le di tiempo —continuó Denki como si nada—, me deshice de tus hombres y los arrastre hasta sus autos, una tarea nada fácil dado su tamaño. Tuve que usar un carrito de arrastre y ahora mismo nuestra gente está sacando los coches de ahí mientras el incendio se come todo lo que dejamos atrás.

—¿Tus hombres?

—Hay gente que no te quiere, Toya —dijo Katsuki—. Personas que han visto lo irritante, necio, abusivo y descuidado que eres.

—¿Y que pretenden con esto? ¿Vas a matarme? ¿Entiendes que eso es convertirse en enemigo de la familia Chisaki?

—Ellos y sus preceptos estarán demasiado ocupados lidiando con la guerra como para prestarnos atención —dijo Denki.

—¿Qué guerra?

—Su guerra contra el grupo de Shigaraki —respondió Katsuki.

—No hay guerra.

—La habrá cuando descubran el cuerpo de Shuichi Iguichi en las ruinas de la fábrica que está a tu nombre. Lo encontraran mutilado y torturado, la firma perfecta del doctor Nemoto.

—La muerte de Iguchi no basta para desatar una guerra.

—Por sí sola, no— dijo Katsuki—. Pero Kai Chisaki mató a Magne, y aunque en ese momento no hubo repercusiones porque los líderes anteriores aún tenían el control, ahora no es así y Tomura Shigaraki es un hombre vengativo. No dejará que este asunto se olvide.

—Temo decirte, muchacho, que aún si Shigaraki es un perro salvaje, el Príncipe Chisaki no va rebajarse a una lucha de poder contra él.

—Lo hará, con el incentivo adecuado.

—Así que tu plan es fingir que mi muerte la ha provocado él.

—No, por supuesto que no; tú te irás de viaje, bueno no tú, pero cuando no aparezcas y el líder de la familia Chisaki empiece a buscar encontrará tus libros de contabilidad destruidos, eso lo hará dudar. Y eventualmente alguien se dará cuenta del dinero desaparecido.

—¿Qué dinero?

—El dinero que te has llevado.

—Yo no-

—¿Ahora entiendes por qué te he llamado necio? Has descuidado los negocios de Chisaki desde que te conozco, y el contador que contrataste hace dos años, ¿lo recuerdas? ¿Sero Hanta? Bueno, es amigo de Denki, y nos ha ayudado a falsificar tus libros casi desde el principio. Parte de ese dinero se lo dimos a Iguchi, razón por la cual me has visto conversando con él, cuando tu Príncipe sepa de esto querrá recuperarlo y la guerra será inevitable.

De rodillas en el suelo del coche, Toya contempló en silencio a las dos figuras frente a él; su asombro le impedía hablar.

—¿Esto fue una trampa?

—No había sido mi intención que capturaras a Denki, si eso es lo que necesitas saber, pero había sido una posibilidad y por lo tanto estábamos preparados para ello. Apenas recibí tu llamada reuní a mi gente a fin de capturar a Iguchi, lo demás es historia.

—Tu plan tiene un fallo, estúpido —dice con el miedo transformándose en el sudor pegajoso que le empapa las axilas y la espalda. Lo siente como una pieza fría que se mece en el fondo de su estómago—. Cuando Kai Chisaki descubra la pérdida de su dinero, castigará a todo aquel que haya tenido algo que ver.

—Sero se ha marchado apenas recibió mi llamada y permanecerá fuera a la espera de que todo esto acabe; en cuanto a mí, no te preocupes. Me ganaré la confianza de Kai Chisaki dándole justamente lo que quiere.

—¿Y eso que es?

Pero la pregunta termina bailando en el aire hasta morir sin respuesta pues el auto en el que viajan sale de la carretera para internarse en otro camino abandonado. Lo último que Toya ve antes de que lo saquen del coche y le cubran la cabeza con una bolsa negra es el beso que Katsuki y Denki comparten en el asiento frente a él.

Pese a saber lo que se avecina Toya ni siquiera alcanza a gritar antes de que la cuchilla le corte la cabeza, un corte limpio e indoloro que salpica el mundo de sangre. Dieciocho meses después al líder de la familia Chisaki le niegan ese consuelo, la bala que le atraviesa la pierna genera un eco de dolor que se extiende a lo largo de toda ella.

—¿Cómo-? —gime desde el suelo ha donde ha caído tras el impacto sujetándose la herida con ambas manos sorprendido de la cantidad de sangre que brota. Nunca le ha gustado la sangre.

El extraño que irrumpe en su oficina se acerca sin dejar de apuntarle.

—¿Cómo qué? —pregunta el extraño disparándole en la otra pierna, provocando otro grito que tampoco recibe respuesta— ¿Cómo he entrado? Pues soy Bakugou, tengo una ID falsa con nombre y todo. Los porteros no lo conocen, y aún si lo hubieran hecho, ¿me veo tan amenazante para que me impidan subir a entregarte el recuerdo que pedías en su nombre?

—¡Guardias!

—Si le hablas a los que cuidan las puertas del elevador, temo decirte que están durmiendo. La clase de sueño del que no te despiertas así que no te acabes la garganta intentando llamarlos.

—El arma-

—¿Quieres saber cómo subí con ella? No lo hice. Tus amigos abajo tienen toda clase de juguetes, entrar con un arma aquí habría sido impensable. Por suerte para mí los guardias que llevas contigo siempre van armados. El primero ha sido el difícil, el resto no tanto.

Chisaki no puede pensar, el dolor en ambas piernas asciende hacia su cerebro paralizando todo lo demás. Es un gesto instintivo el que hace al mirar hacia la hielera –la cabeza de Shigaraki–, eso consigue arrancarle una risa al muchacho. Un sonido musical y divertido que desentona completamente con la expresión sangrienta que ve en su rostro.

—Bonito, ¿no? —dice acuclillándose frente a él—. Íbamos a esperar para enviarte la cabeza real, ya sabes, a fin evitar problemas, pero cuando nos diste esto –y con ello alza la tarjeta metálica que días atrás le había entregado al rubio—, supimos que podíamos matar dos pájaros en la misma noche.

—¿Quién?

—Katsuki y yo, a él le ha tocado lidiar con Shigaraki y yo le he prometido deshacerme de ti.

La realidad de la situación golpea a Chisaki en la cara, su única respuesta es:

—Te pagaré

—Ya tengo tu dinero.

¿Qué?

—Lo que sea que Bakugou te haya prometido puedo duplicarlo.

—Lo siento, pero él me da sexo delirante y eso no puedes igualarlo. Jamás.

El muchacho se aparta para levantar la hielera, un forcejeo corto y la parte baja se desprende revelando un fondo falso. Chisaki reconoce de inmediato los cilindros de pólvora.

—Me preocupaba que tus escáneres los descubrieran, por suerte tus guardias se distraen cuando los haces reír.

—No puedes hacer esto.

—Pues temo decirte que ya lo estoy haciendo —responde el otro preparando los explosivos.

Chisaki se arrastra por la alfombra ensangrentada, el dolor lo hace apretar los dientes. No llega a rodear el escritorio cuando lo pisan, el dolor de la herida se dispara y su grito le lastima la garganta, al girar la cara ve el cañón del arma apuntando hacia él.

—No podrás salir —le dice—, mis hombres te detendrán abajo... pero... pero si te vas ahora, me olvidaré de esto.

—Oh, no te preocupes por mí. Haré rapel hasta el edificio vecino y saldré por ahí. Simple.

Para Chisaki el miedo es una emoción nueva, una sensación paralizante que le impide respirar.

—¿Qué? —dice, una simple palabra que no alcanza a englobar todo lo que quiere decir.

¿Qué planeas? ¿Qué has hecho? ¿Qué quieres? ¿Qué eres?

—Te lo explicaría —dice el muchacho—, pero es una historia larga y no puedo arriesgarme a que tus amigos allá abajo suban para investigar. Lo siento. Además, tengo prisa, ¿lo ves? Esta noche Katsuki y yo celebraremos el final de la guerra, y mañana —añade mientras los ojos dorados relucen como monedas brillantes y la sonrisa que esboza es un gesto extravagante que inspira terror—, mañana construiremos nuestro imperio.

—¿Cómo? —es todo lo que puede decir Chisaki, la misma palabra del principio. El mismo sonido incrédulo y horrorizado, tan ajeno a su boca como el miedo que le revuelve las entrañas.

Divide et Impera —responde el muchacho y es lo último que Chisaki oye antes de que la bala le atraviese la cabeza.

Tres horas después Denki está de vuelta en su apartamento, pero en lugar de tomar una ducha, cambiarse o dormir, se sienta en el sillón de la sala, con el arma en la mesita de junto y una botella de whisky para calmar la ansiedad. Bebe a tragos cortos, mirando la puerta, indiferente al tiempo que transcurre o a como la tarde muere por completo hasta dar paso a la noche que cubre el apartamento en sombras irreconocibles. Se queda quieto, esperando.

Quien lo viera se sorprendería de su expresión seria, de la mirada oscura en los ojos dorados y del aire controlado que lo envuelve. Solo una persona conoce esa faceta de él. Solo una persona ha mirado de frente la dureza que existe bajo la sonrisa. Solo una ha vivido para contarlo. Es esa persona la que cruza el umbral de la puerta horas después –el tintineo de las llaves hace que Denki coloque una mano sobre el arma, el cuerpo encogido y listo para saltar–.

Es Katsuki quien cruza el umbral de la puerta con el cuerpo cubierto de tierra y sangre y el rostro frío de un asesino.

La sonrisa de Denki es inmediata, no la sonrisa desenfadada que exhibe cuando quiere que la gente lo olvide, es en cambio un gesto brillante –algunos podrían llamarlo felicidad– que impulsa su cuerpo a moverse. Salta de su lugar en el sillón, cruza la distancia que los separa y le echa los brazos al cuello, restregando su cara contra la mandíbula de Katsuki. La viva imagen de un gato exigente.

—Has tardado.

—El maldito Shigaraki lo ha puesto difícil.

—¿Ha terminado?

—¿Qué clase de pregunta es esa? Bien sabes que esto es solo el principio.

Denki se ríe, el sonido vibra entre los brazos de Katsuki que lo sostiene.

—Que empiece mañana —dice Denki buscándole la boca—, hoy quiero bañarme contigo.

Pese a sus heridas, Katsuki lo besa como si fuera la primera vez, hambriento y ansioso, con la misma energía que compartieron la primera noche que estuvieron juntos; a cambio, recibe una respuesta igualmente entusiasta. Celebran su victoria follando de la misma manera que concibieron su plan.

Y es así como termina la guerra que ha sacudido laciudad de extremo a extremo a fin de librarla de los parásitos que la habitaban.Es así como inicia la historia de un nuevo imperio, uno que nace tras elencuentro casual en un bar cualquiera de dos seres afines que descubren un amorcompartido por el poder, la riqueza y la sangre. Quien lo hubiera imaginado. 


F I N

[...]


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